LOS HERMANOS GARCÍA DE NODAL Y DIEGO RAMÍREZ DE ARELLANO: TRES ESPAÑOLES EN EL FIN DEL MUNDO

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Gonzalo García de Nodal

El temporal se había cruzado con aquel hombre taciturno y solo consiguió arrancarle algunas palabras. Joseph Conrad.

Enero de 1619, boca oriental del estrecho de Magallanes.

Aún no se ha apagado el eco de la voz del vigía cuando se hace el silencio entre los 40 tripulantes de Nuestra Señora de Atocha, mientras por la popa, dispersa entre la niebla de primera hora de la mañana, los restos de un navío hundido flotan por el agua a estribor de la carabela: trozos de mástil, cuerdas, jirones de velas… Es ese soniche un mutismo cuajado de respeto y solidaridad propia de la gente del oficio que recuerda a Bartolomé García de Nodal y al resto de marineros que el océano es un territorio hostil donde el hombre no es más que un intruso.

No muy lejos de su capitán, acodado en la balaustrada junto al timón, lo que más impresiona al cosmógrafo Diego Ramírez de Arellano no es la inquietud de pensar que su suerte y la del resto de hombres pueda ser la misma que la de ese barco, ni siquiera la certeza de saberse en peligro. Al fin y al cabo, piensa, ser marino es un trabajo peligroso, y aún más cuando se surcan lugares ignotos, como es el caso de su carabela y de la que le antecede, el Nuestra Señora del Buen Suceso, navíos a los que se les ha asignado la misión de reconocer el paso entre el Atlántico y el Pacífico, al sur del fin del mundo.

A su vez, desde el otro navío Gonzalo García de Nodal observa el tétrico espectáculo desde la toldilla, inmersos sus sentidos en el olor a salitre, a estachas húmedas y a brea, sin descuidar la dirección de la brisa que hace tremolar la bandera española en el mástil bajo el sol, cuya luz reverbera sobre la superficie de un océano que todavía se empeña en mantener ocultos sus más profundos secretos, aunque ya por poco tiempo, se dice.

Es precisamente la convicción de sentir que está a un paso de realizar un descubrimiento importante lo que le hace revivir en la memoria del gallego las sensaciones de aquel niño que mucho tiempo ha acudía al puerto de Pontevedra junto a su hermano para pasear entre los barcos, en cuyas cubiertas hormigueaban hombres rudos de rostros tostados de sol y sal, siempre preparados para largar amarras en busca de esos caminos sin huella y dejar tras de sí una estela de espuma de mar, a modo de imaginario sendero que aquellos chiquillos muy pronto también tomarían en su ardiente deseo de cumplir sus propios sueños.

Y en ese momento, cada uno desde su posición, justo cuando las carabelas están a punto de dejar atrás los restos del navío, los tres hombres convergen sus miradas y de forma espontánea se llevan la mano al pecho, ofreciendo de forma espontánea su expedición a todos los fantasmas de aquellos marinos cuyas almas errantes aún permanecen atrapadas a la sombra de cualquier navío hundido.

LOS PERSONAJES

En los anales de la exploración del cabo de Hornos, esta debe figurar como una de las expediciones más profesionales (Cape Horn. A Maritime History-Robin Knox-Johnston.)

Los hermanos García de Nodal. Bartolomé (1574-1622) y Gonzalo(1578-1632) , nacidos en el barrio de la Moureira, en Pontevedra, vivieron por y para el mar. Bartolomé se embarcó por primera vez en 1590 a las órdenes de Alonso de Bazán, pasando posteriormente a la escuadra de Pedro de Zubiaur, donde fue nombrado capitán de una urca; también participó en diversas acciones en las costas de Irlanda y Gran Bretaña, en la custodia de las flotas procedentes del Caribe y el Brasil y en actividades bélicas en Berbería. Por su parte, Gonzalo se embarcó con doce años en la misma flota que su hermano y participó con él en diversas acciones, hasta que el almirante Martín Padilla lo hizo capitán de un navío. Entre sus numerosas acciones se cuentan el haberse apoderado de dos barcos ingleses en el Canal de la Mancha o la eficaz protección de las flotas que venían del Nuevo Mundo, convirtiéndose posteriormente superintendente de los galeones de La Coruña. Más tarde sería trasladado a Lisboa, donde dirigió la construcción de dos barcos, el Nuestra Señora de Atocha y Nuestra Señora del Buen Suceso, goletas con las que, junto a su hermano y Diego Ramírez de Arellano, llevaría a cabo la misión encomendada por el rey Felipe III; la exploración del extremo meridional del continente americano para verificar la existencia de un posible camino alternativo.

En cuanto a Diego Ramírez de Arellano (Játiva-Sevilla, 1624),fue marino y cosmógrafo de reconocida fama en la Corte por ser inventor del nonio, un dispositivo de medida de longitudes que permitía, con la ayuda de un astrolabio, medir fracciones de grado de ángulos muy pequeños, no indicadas en la escala de los instrumentos astronómicos y topográficos, lo que lo convertía en el instrumento más fiable para tomar la altura del polo. Tal era su prestigio que Felipe III no dudó en llamarlo para que formara parte de la expedición de los hermanos García de Nodal en su marcha por el estrecho de Magallanes, una expedición con la que los tres marinos grabarían sus nombres en la historia al realizar la primera circunnavegación de la Tierra de Fuego, también conocida como Isla de Xativa a lo largo de casi un siglo, hasta que Felipe V le puso su nombre actual.

Estos hombres son tan cuidadosos y puntillosos en el ejercicio de su profesión, que deben saber bastante de lo que otros han hallado (Francisco de Tejada y Mendoza, presidente de la Casa de Contratación de Sevilla)

LA EXPEDICIÓN

El 16 de enero de 1616, los navegantes holandeses Cornelius Schouten y Jacob Le Maire descubrieron la isla llamada de los Estados y el cabo más austral de todo el continente americano y al que pusieron el nombre de Horn, lo que suponía un nuevo camino para llegar a la India. Aquel nuevo estrecho, registrado con el nombre de Le Maire, se antojaba menos peligroso para la navegación y más rápido que el de Magallanes.

La noticia del descubrimiento alertó de inmediato a la corte de Felipe III. Aunque los españoles poseían evidencias que daban cuenta de diferentes avistamientos hacia los 55º de latitud desde la derivación de la nao San Lesmes, en 1526, no se tenía constancia cierta de la existencia de una nueva vía de comunicación que, de ser cierta, daría a los holandeses una considerable ventaja comercial, lo que hacía necesario comprobar la veracidad del hallazgo. Por tal motivo, el Consejo de Indias organizó una expedición de reconocimiento que fue encomendada a los hermanos García de Nodal, dos reconocidos marinos con una excelente hoja de servicios y a la que se incorporó como cosmógrafo Diego Ramírez de Arellano.

El Nuestra Señora de Atocha y Nuestra Señora del Buen Suceso se construyeron en Lisboa bajo la supervisión directa de los hermanos Nodal, quedando listos en apenas ocho meses. La expedición zarpó de Lisboa el 27 de septiembre de 1618, con el primer barco comandado por Bartolomé y el otro por su hermano, cada uno con una tripulación de 40 hombres, siendo su mayoría portugueses reclutados por la fuerza, ya que por tratarse de una navegación tan peligrosa escasearon los voluntarios.

El 14 de noviembre la expedición pasó el cabo de Santo Tomás, fondeando al día siguiente en Río de Janeiro para reparar algunas averías de los barcos y renovar provisiones. Allí los Nodal descubrirían la conjura de algunos marineros que planeaban inutilizar una de las carabelas serrando sus mástiles y regresar a Portugal en la otra. Como respuesta, los hermanos encarcelaron a los instigadores, quienes fueron sustituidos por marineros que se enrolaron voluntariamente en Brasil.

El 5 de diciembre los barcos se hicieron de nuevo a la mar. Continuando viaje hacia el sur hasta llegar al cabo Vírgenes, siendo avistada la isla de Santa Catalina el 14 de diciembre. Entre el 3 y el 5 de enero de 1619 pasaron frente a los cabos llamados Sardinas, Santa Elena y San Jorge (actual cabo Blanco), llegando a una isla a la que pusieron el nombre de Reyes, por arribar a ella el 6 de enero, llegando un día después a la ría de Deseado. Desde allí se dirigieron a una bahía en la que desembarcaron para efectuar un reconocimiento, a la cual llamaron de Los Leones por abundar en ella los leones marinos, recorriendo más tarde las bahías de San Julián y de la Cruz, donde avistaron un cabo al que llamaron del Espíritu Santo en recuerdo del barco de la flota de Juan Sebastián Elcano que naufragó en sus proximidades.

A mediados del mes de enero de 1619 iban navegando frente a la embocadura oriental del estrecho de Magallanes cuando pasaron por delante de varios cabos, a los que pusieron los nombres de San Vicente y San Diego. En esos días avistaron los restos de una nave en la costa interior de la actual punta Dungeness que correspondían a la carabela Trinidad, que en 1584 había sido varada por orden de Pedro Sarmiento de Gamboa.

Unos días más tarde, el 22, alcanzaron la entrada del estrecho de Le Maire, que fue rebautizado por los Nodal con el nombre de San Vicente por ser la festividad del día, pero el cambio de nombre no prosperó. El propio Ramírez de Arellano lo anotó en su derrotero con el nombre original, afirmando que prefería llamarlo así para no quitar a su descubridor la gloria de su hallazgo y únicamente lo llamó San Vicente en el título de la relación que presentó a Felipe III al regreso del viaje.

A continuación, fondearon en una bahía a la que llamaron del Buen Suceso por haber sido avistada por esa carabela y allí establecieron el primer contacto amistoso con los indios de la zona, los fueguinos.

Tras diversos retrasos por culpa del mal tiempo, continuaron por los derroteros trazados por Schouten y Le Maire para explorar el estrecho. Eficaz y eficiente, Ramírez de Arellano iba registrando cada paso, describiendo con detalle todas las costas y cabos, a uno de los cuales se le llamó Setabense por alusión a Játiva, la ciudad en la que había nacido el cosmógrafo.

Al salir de la bahía, el 5 de febrero, llegaron al cabo de Hornos, cuya posición exacta calculó Ramírez de Arellano en 56º de latitud sur, corrigiendo así en casi dos grados el error de situación de las cartas de navegación de los holandeses. El cabo fue registrado con el nombre de San Ildefonso, pero el cambio de nombre no cuajó, quedándose para la historia como de Hornos.

Se tomó el Sol en el astrolabio 40 grados y de declinación 15 grados y cincuenta minutos, que hacen 56 menos un tercio (Hermanos Nodal).

Desde allí, azotados por aguaceros furiosos, con mucho frío y nieve, siguieron bajando hacia el suroeste, hasta que el 12 de febrero de 1619, derivados hacia el sudoeste, ya cerca de la costa del actual Chile, descubrieron un archipiélago que recibió el nombre de Diego Ramírez en honor al cosmógrafo.

Después de observar algunas ballenas, se descubrió una isla, al cual llamé de mi nombre.

Aquel descubrimiento fue sin duda uno de los mayores logros del viaje. Situadas a casi 56º 32’ de latitud sur, pueden ser consideradas como el punto más meridional de América descubiertas hasta el avistamiento de Gabriel de Castilla en 1603 de la islas Shetland y el descubrimiento de las islas Sándwich del Sur siglo y medio después, en 1775. Las islas de Diego Ramírez forman dos grupos de islotes, rocas y arrecifes separados por un canal de cuatro kilómetros de anchura que recibió el nombre de Nodal, mientras que las dos islas de mayor tamaño fueron bautizadas con los nombres de Bartolomé y Gonzalo. A partir de esta latitud, las carabelas pusieron rumbo al noroeste y el 25 de febrero avistaron los Cuatro Evangelistas, las pequeñas islas que señalaban la entrada occidental del estrecho de Magallanes.

(Las islas) que están de la parte del norte; quando entramos para adentro, por donde quedamos satisfechos era el estrecho, hubo a la entrada mucha corriente para fuera, cargó el Viento Oeste y Oes-Sudueste, con aguaceros, que nos metió dentro, dando muchas gracias a Dios que nos hizo tantas y señaladas mercedes : dimos fondo ya tarde, aunque de día a dos leguas del Cabo Deseado, para el otro día hacer las observaciones y para descansar, que todo veníamos muy trabajados en la Mar y del mal tiempo que se tuvo después que se partió del Estrecho Nuevo

Tras el descubrimiento la flota continuó su singladura sin mayores contratiempos, avistando el puerto de las Sardinas (se trajo para toda la Quaresma en escabeche), la bahía de San Nicolás y la isla de los Pingüinos, donde divisaron algunos indios patagones. Estrecha avante el 13 de marzo, pasada la Primera Angostura, cruzaron del Pacífico (“el lago español”) al Atlántico hasta llegar de regreso al cabo Vírgenes, el día 13 de marzo, culminando así la primera circunnavegación de la Tierra del Fuego.

Concluida con éxito y sin ninguna baja, la expedición desembarcó en Sanlúcar de Barrameda el 9 de julio de 1619.

A su llegada a España, Ramírez de Arellano y los Nodal fueron recibidos por el rey, a quien dieron cuenta del resultado de las exploraciones, aparte de mostrarle pieles de lobos marinos y algunas aves capturadas en la zona, cortezas de distintas variedades de árboles, así como armas y adornos entregados por los indios fueguinos. Los hermanos Nodal, por indicación del Consejo de Indias, presentaron a este una relación de su viaje, que sería publicada en Madrid en 1621 con el nombre de Relación del viaje hecho por los capitanes Bartolomé García de Nodal y Gonzalo de Nodal, hermanos, naturales de Pontevedra, para el descubrimiento del nuevo estrecho. En ella se recopila el diario de navegación, con algunas observaciones meteorológicas.

Por su parte, Ramírez de Arellano perfiló un mapa denominado Quarteroncillo fabricado  de Reconocimiento que de los estrechos de Magallanes y S. Vicenrte se hizo por orden de su magestad y junta de guerra de indias el año 1619, recorrido echo por el capitán Diego Ramírez  de Arellano, natural de Xativa, cosmógrafo y piloto maior por su magestad y criado del príncipe Filiberto, plano que se conserva en la Biblioteca Nacional. También escribió Reconocimiento de los estrechos de Magallanes y de San Vicente y algunos casos curiosos de navegación, una relación de las cartas de navegación que había levantado, así como una descripción de las tierras visitadas y el derrotero de la expedición donde se corrigen muchos de los errores de cosmografía de la época e incluso de la relación de los hermanos Nodal, así como observaciones astronómicas y marítimas. El libro acaba con un cuidado estudio sobre las longitudes, describiéndolas según la carta plana con la que navegaban y calculándolas por alturas y derrotas con arreglo a la tabla hecha para la equinoccial por el portugués Pedro Núñez en el siglo XVI

Ramírez de Arellano combinó las anotaciones de las variaciones de la brújula por él observadas con las que habían hecho otros navegantes, como Hernando de los Ríos en México y puerto de Navidad, Jerónimo Martín en la costa de California, Vicente Rodríguez en los mares de la India o Jacob Le Maire en el sur de América. Con estos elementos dispuso una carta de variaciones, proponiendo varios métodos de observación.

La expedición a los estrechos le sirvió a Ramírez de Arellano, que ya antes había demostrado su excelente preparación científica, para contrastar con la práctica sus conocimientos teóricos. Supo aplicar los adelantos científicos de su época para comprobar con métodos basados en la observación directa lo acertado o erróneo de las teorías. Sus observaciones sobre las mareas y las direcciones de las corrientes, la manera de trazar cartas marinas, los métodos para corregir el rumbo y otros puntos de la náutica y la física fueron absolutamente novedosas para su época.

A finales de 1619 Ramírez de Arellano y los hermanos Nodal unieron de nuevo sus destinos en una armada de socorro enviada a Filipinas. El 30 de septiembre de 1619 había firmado con éstos el derrotero para ir desde Sanlúcar de Barrameda a través de los estrechos de Magallanes y Le Maire, pero durante el viaje surgieron problemas entre ellos: los Nodal querían navegar por el cabo de Hornos en contra de la opinión de De Arellano.

En reconocimiento a su labor a la corona, Ramírez de Arellano obtuvo el nombramiento de piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla por Real Cédula expedida el 29 de diciembre de 1620, cargo que desempeñó con buen oficio en el que permaneció hasta el final de su vida.

Las últimas noticias que de él se tienen son del año 1624, cuando, cargado de deudas, arrendó una casa en Sevilla para trasladarse con su mujer, embarazada de cinco meses. Poco después caía gravemente enfermo. El 25 de mayo otorgó testamento y dispuso que se dijeran trescientas misas por la salvación de su alma. Murió a los pocos días. La Casa de Contratación concedió a su viuda cuatro sueldos por los servicios prestados por el cosmógrafo.

Por lo que respecta a los hermanos Nodal, de Bartolomé se sabe que falleció el 5 de septiembre de 1622 en los cayos de Matacumbé y la Tortuga, a 30 leguas de La Habana, en el naufragio del galeón Nuestra Señora de Atocha, mientras que de Gonzalo se tienen pocas certezas, desconociéndose la fecha exacta de su muerte.

Ricardo Aller

BIBLIOGRAFÍA

*F. Pérez Portela, Apuntes biográficos de los Marinos Nodales, Hijos de Pontevedra, Pontevedra.

*Rodríguez Couto, David (2018). “El poder está en el mar. La expedición de los hermanos Nodal (1618-1619)”, en Obradoiro de Historia Moderna, n.º 27, pp. 293-320.

*Sanmartín Bastida, Dolores (2003). «La expedición de los hermanos Nodal al Estrecho de Magallanes y Tierra de Fuego, 1618-1619″. Tesina para el “Diploma de Estudios Avanzados del Doctorado» (D.E.A.), presentada ante Tribunal y aprobada el 30 de septiembre de 2003. Departamento de Historia de América I, Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense de Madrid.

*Mateo Martinic B. “Cuatro siglos del viaje de los hermanos Nodal a la Tierra del Fuego (1618-1619”. Magallania (Chile),2018. Vol 46(2) 7-213.

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