Resulta francamente curioso que en la actualidad se resalte el hecho de que una mujer, con pleno derecho sin duda, alcance cotas o cargos de relevancia dentro de los ejércitos. Y tales hechos resaltados, no ponen de manifiesto sino una ignorancia u olvido de decenas de mujeres que, años atrás, en los tiempos más difíciles, convirtieron su vida en una aventura y esa aventura en una imborrable historia. Una de tales mujeres fue Isabel Barreto de Castro. Sus origines quedan un tanto en la incógnita, Unos historiadores la situación nacida en Pontevedra sobre mediados del siglo XVI, otros como nieta del gobernador portugués de la India portuguesa e incluso hija de Nuño Rodríguez Barreto, conquistador del Perú.
Fuesen cuales fuesen sus origines, lo cierto es que siendo niña se trasladó con su familia al Virreinato del Perú en donde conoció a Álvaro de Mendaña, adelantado, con el cual contrajo matrimonio en Lima en 1585. Ese mismo año, organizada por Mendaña una expedición por el Pacífico, ella junto con otras mujeres se embarcó con su marido. Salieron del puerto de Paita, hacia las míticas islas Salomón, cuatro embarcaciones, con 378 personas, de los cuales 280 eran hombres de mar y guerra. También acompañaban a Isabel Barreto tres de sus muchos hermanos, junto con el cronista portugués Pedro Fernández de Quirós, con el cual, según parece, tuvo más de un enfrentamiento.
El mismo 1585, en 18 de octubre, hallándose en las islas Santa Cruz, Mendaña falleció al haber contraído la malaria de forma grave. Antes de morir nombró a su mujer gobernadora en tierra y a su hermano Lorenzo Barreto, almirante de la expedición. Todo ello dado que, Mendaña, poseía una cédula particular de su Majestad con poder de nombramiento a favor de cualquier persona. El hermano de Isabel falleció a los pocos días e Isabel tomó el mando de la expedición, como «adelantada del mar océano».
Algunos soldados españoles asesinaron al caudillo indígena Malope, provocando una rebelión entre los vasallos. Isabel, ante los acontecimientos, decidió poner rumbo hacia las islas Filipinas, llegando a Manila el 11 de febrero de 1596, no después de superar, penalidades, hambre, enfermedades, discusiones con el piloto Pedro Fernández de Quirós, tormentas en el mar y motines en las naves, que, según las crónicas obligaron a la almirante Barreto a condenar a la horca a varios marineros rebeldes a sus órdenes. Aquella travesía que comenzó con Mendaña en el puerto de Paita, Perú, llegó al puerto de Manila, después de llegar a Las Marquesas, Magdalena (Fatu Hiva), Santa Cristina (Tahuata), san Pedro (Moho Tani), La Solitaria (Niulakita, Tuvalu), y las Salomón, Tinakula, La Huerta (Tomotu Noi), Recifes (islas Swallow), Guam, 1 de enero de 1596 y, finalizó en Manila el 11 de febrero de 1596.
Una anécdota desconocida; uno de los navegantes de aquel viaje, Pedro de Ortega, bautizó a la mayor de las islas de las Salomón con el nombre de su pueblo natal: Guadalcanal, situado entre los linderos territoriales de Sevilla y Badajoz. Nada hacía presagiar que siglos más tarde se convertiría en el escenario de la mayor batalla de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.
Nuestra almirante en 1596 se casó de nuevo, en esta ocasión con el general Fernando de Castro, caballero de la Orden de Santiago, es decir, de buena fortuna. Ambos emprendieron en 1597 una nueva expedición, incansable ella y ambicioso él, con el navío san Jerónimo. Llegaron a Acapulco, en el actual México y entonces Nueva España, para llegarse hasta el Virreinato del Perú, hoy Argentina, donde, en Guanacos, Isabel tenía una encomienda.
Fuentes fiables nos hablan de que, en 1607, con permiso de la Corona, regresaron a España y pleitearon en la Corte española ante las peticiones y las cédulas reales dadas a Quirós para una nueva expedición a las Salomón. Parece ser que sus reclamaciones no tuvieron el éxito deseado.
En 1612 hallamos a Fernando de Castro como gobernador, hasta 1620, de Castrovirreyna. Siguiendo con la vida legendaria de Isabel, la almirante de la Mar del Sur falleció en dicha ciudad el 3 de septiembre de 1622, reposando sus restos en su iglesia mayor. Hay un testamento de 15 de julio del mismo año en el cual Isabel solicita que sus restos sean trasladados al convento de Santa Clara en Lima, en donde había profesado una hermana suya, Petronila. Una petición de la cual no hay constancia de su cumplimiento, aunque si existe de la tenacidad de una mujer que, en un mundo hostil y dominado por los varones, supo hacer valer su gallardía, valentía y carácter hasta el extremo de pasar a la historia.
Francisco Gilet
Historia del descubrimiento de las regiones Austriales, hecho por el general Pedro Fernández de Quirós, Madrid.
H. Elías de Zevallos, El entorno de Isabel Barreto Castro de Mendaña y su viaje hacia las Salomón, 1595-1596.
A. Baert, “Doña Isabel Barreto, marquise de la Mer du Sud et première femme gouverneur”