La tradición científica de los jesuitas ― en buena parte española, durante la civilización del Nuevo Mundo ― en las tierras de misión conllevó contribuciones en el campo de la astronomía, historia natural, etnografía, botánica, medicina. Y, también, en la cartografía.
La curia de Roma requería a sus misioneros información sobre la cosmografía de las tierras lejanas que habían ido a evangelizar. Esta información se enviaba en forma de cartas (llamadas Cartas Annuas) que incluían numerosas imágenes, detalles de las tierras de misión y también mapas, algunos de los cuales serían la primera cartografía de determinadas zonas geográficas ignotas hasta el momento.
Sus trabajos cartográficos destacan sobre todo desde sus primeras expediciones hasta la Supresión de la Compañía en 1773. Algunos jesuitas como Marquette, Kino, Consag, Fritz, Quiroga y Román hicieron importantes descubrimientos geográficos y los plasmaron en sus mapas. Otros descubridores vieron sus trabajos reflejados en mapas de otros jesuitas de la misma época. Para esta tarea de exploración y posterior cartografiado sería clave su estrecho contacto con los indígenas, verdaderos guías por aquellas tierras y el conocimiento de sus lenguas.
Para la elaboración de sus mapas contaron con la información de los indígenas sobre los que ejercían su labor misional, y el conocimiento de sus lenguas. No dispusieron en muchos casos del suficiente aparato técnico y científico para el levantamiento de los mapas, ya que, astronómicamente hablando, sólo nos encontramos con los trabajos del jesuita Bartolomé Suarez y José Quiroga que hicieron trabajos de campo y mediciones astronómicas en el Río de Plata. En sus mapas se basaron los cartógrafos europeos de los siglos XVII y XVIII que nunca pusieron sus pies en aquellas zonas para hacer los suyos. Nos referimos a D’Anville, De Lisle, Bellin, Sanson, Tomás López, Bowen, Cruz Cano, etc.
A mediados del siglo XVIII los únicos mapas del interior de América del Sur con los que contaron los demarcadores españoles en el interior de América del Sur eran los de los jesuitas. También la expedición Malaspina se benefició de los mapas jesuitas que se guardaban en los archivos virreinales.
Los mapas de España
En lo referente a mapas de España, los jesuitas Carlos Martínez y Claudio de la Vega, profesores del Colegio Imperial de Madrid, recibieron el encargo del ministro, marqués de la Ensenada, de levantar un mapa de España mediante determinaciones geométricas para utilizarlo en una mejor administración del territorio. Se dedicaron a ello desde 1736 hasta 1743, pero el mapa, compuesto de 36 hojas unidas que mide 225 x 228 cm, quedó inacabado, aunque es posible que este proyecto se solapara con el presentado por Jorge Juan a su vuelta de la expedición de la medición del meridiano dirigida por La Condamine.
El mapa abarca el territorio español exceptuando Galicia, Asturias, León, Castilla la Vieja (menos Ávila y Logroño), Baleares y Canarias. Aunque incompleto, es el mapa de España más perfecto realizado hasta esa fecha. Fue consultado por el geógrafo español Tomás López para muchos de sus trabajos cartográficos y actualmente se encuentra en la Biblioteca Nacional.
Una de las fuentes del mapa de Guillermo Delisle, Carte des Pays Voisins de la Mer Caspienne de 1723 es con mucha seguridad el jesuita polaco Judas Tadeo Krusinski, que fue Fiscal General de la misión de la Compañía en Persia. Su Historia de Persia disfrutó de una gran reputación y fue la base de muchas relaciones contemporáneas que trataban de ese país. Krusinski dejó Persia en 1725 y los siguientes cuatro años los pasó en Estambul. El cartógrafo francés lo cita como Crusius en la cartela inserta en el propio mapa.
Louis Jolliet, un explorador francocanadiense, y el misionero jesuita Jacques Marquette (1637-1675) fueron en 1673 los primeros europeos en explorar y levantar mapas del curso alto del Misissippi, desde el territorio del actual Canadá. El curso sur del gran río ya había sido explorado por los españoles de la expedición de Hernando de Soto un siglo antes.
El 8 de diciembre de 1672, iniciaron la exploración desde los lagos Hurón, Superior y Míchigan; el jesuita Jacques Marquette conocía varias lenguas de las tribus indígenas de la región y posiblemente tenía conocimientos cartográficos. Después de explorar el río Fox y el Wisconsin, siguieron por el río Mississippi aguas abajo hasta la frontera actual de los estados de Arkansas y Luisiana. Después de haber recorrido casi 2.000 km, aún faltaban 1.100 km para llegar a la desembocadura en el golfo de México, en territorio dominado por los españoles. Los mapas originales y el diario del padre Marquette se guardan en un archivo jesuita de Montreal.
La cartografía de Nueva España
Las misiones de los jesuitas en el virreinato de Nueva España, actual Méjico, se ubicaron en las Provincias Internas como se llamaba entonces al territorio de California, Nuevo Méjico, Arizona, Sonora y Texas.
Por Real Cédula de 1699 se permitió a sus misiones de la Baja California y de las Provincias Internas gestionar su labor de evangelización bajo su total control y a sus expensas, para lo que utilizaron los fondos Píos y además, y esto es lo más sorprendente, tenían el poder de mandar y contratar soldados y otros asuntos militares.
A finales del siglo XVII fue el padre Kino junto con sus compañeros jesuitas quienes organizaron la defensa de las misiones. Solamente las conquistas se debían hacer en nombre del rey y bajo los auspicios del virrey. Esto se había hecho ya en las reducciones de Paraguay con notable éxito.
Alrededor de 1683, el jesuita croata Juan María Ratkay dibujó un mapa del territorio de los indios Tarahumara en el actual estado de Chihuahua, Méjico donde se señalan las misiones principales de los jesuitas.
Pero en esta zona es relevante el trabajo del jesuita austriaco Eusebio Francisco Kühn españolizado Kino (1637-1675), que llegó a Méjico en 1681. Cuatro años después Kino participó como cosmógrafo del rey Carlos II en la expedición de Atondo a California y plasmó la ruta seguida y las misiones y asentamientos existentes en la Nueva España en la Tabula Californiae ex autoptica observatione delineata a R. P. Eusebio Chino S. J., 1685.
Otro mapa importante es Teatro de los trabajos apostólicos de la Compañía de Jesús en la América septentrional, de 1696, que parece que fue preparado para ilustrar el libro de Kino sobre el martirio del padre Saeta y fue copiado y publicado por Nicolás De Fer en París en 1703. Aunque Hernán Cortés ya había señalado que California era una lengua de tierra unida al continente, a principios de 1600 se pensaba, basándose en especulaciones y fábulas, que California era la isla más grande en el mundo conocido. Esta idea estaba tan extendida que durante casi dos siglos, cientos de mapas se publicaron representando a California separada de la tierra firme.
Un ejemplo de este tipo de mapas es el que John Ogilvie, distribuyó en Inglaterra alrededor de 1680; en él encontramos la costa occidental de Norteamérica rodeada de una gran masa de agua, y el fabuloso estrecho de Anián, a través del cual se llegaba a la isla de California.
La idea persistió porque era casi imposible explorar el golfo de California por mar o por tierra atravesando el desierto de Sonora. Desde la Misión de San Xavier de Bac y después de numerosos viajes, el padre Kino determinó que California estaba conectada con el continente en la desembocadura del río Colorado y escribió en sus informes “California no es isla”. Su descubrimiento fue muy importante porque, a partir de entonces, la ruta terrestre podría conectar las misiones de la Pimería Alta del Padre Kino con las misiones de Baja California del Padre Salvatierra, además de facilitar el asentamiento de colonos españoles.
Esta evidencia se resume en su mapa Passo por Tierra a la California y sus confinantes nuevas naciones y nuevas missiones de la Cia de Jesús, elaborado en 1701, que es uno de los mapas más importantes en la historia de América del Norte. Tan preciso es este mapa que ninguna parte importante de él fue mejorada en más de un siglo y medio. Se imprimió en 1705 y fomentó su fama de cartógrafo y explorador en Europa, sirviendo de base a mapas de Guillermo Delisle, Tomás López y Rigoberto Bonne. Un año más tarde, el rey de España emitió un decreto real declarando que “California no es una isla”.
Sin embargo, su descubrimiento no fue plenamente aceptado hasta que en 1746 el jesuita Fernando Consag navegó alrededor del Golfo de California y descubrió la costa oriental de California hasta el río Colorado donde se acaba su estrecho, confirmando que la Baja California estaba conectada con el continente. Consag hizo un mapa, que aparece impreso en las Noticias de California y de su conquista temporal y espiritual, 1757, del jesuita Miguel Venegas titulado, Seno de California y su costa oriental nuevamente descubierta y registrada desde el cabo de las Vírgenes hasta su término que es el rio Colorado, año 1747 por el p. Ferdinando Consag de la Cia de Jesús, misionero en la California.
En la década de 1770 los participantes en la expedición De Anza fueron los primeros europeos en utilizar la ruta terrestre cuando se establecieron en la Alta California, pero a pesar de estos avances geográficos la mayoría de los editores de mapas siguieron representando California como una isla hasta 1784.
El último mapa del Padre Kino data de 1710 y representa lo que él llama Reino de la Nueva Navarra, nombre que propone para la América Septentrional en la última parte de sus Favores celestiales, en honor a San Francisco Javier. Sobre la silueta de California escribe las siguientes palabras: “Penisla – península – de California nuevamente averiguada por el P. Kino de la Compañía de Jesús en el descubrimiento del año de 1702”. El original se conserva en la Biblioteca Nacional de París.
Las aportaciones geográficas del jesuita al conocimiento de California y Provincias Internas son muy importantes: estableció la posición relativa de los ríos Colorado y Gila, la ubicación correcta de la parte superior de Sonora y Arizona, los cursos de los ríos, de valles y montañas, el redescubrimiento de la naturaleza insular de la isla Tiburón, el descubrimiento de la isla del Ángel de la Guarda, una más exacta ubicación del Río Grande del Norte que fluye desde Nuevo México y desemboca en el Golfo de México. Lo más importante: el Padre Kino preparó el camino para librar a la geografía y a la cartografía de elementos inexistentes, vagos, cambiantes y no comprobados.
Cuando llegó por primera vez a Méjico el Padre Kino tuvo alguna controversia intelectual con Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) que también había sido jesuita entre 1660 y 1667, convirtiéndose en 1672 cuando dejó la orden en profesor de matemáticas en la Real Universidad de México. En 1680 fue nombrado “Real cosmógrafo del reino”, y produjo su gran mapa de Nueva España que influyó en toda la cartografía posterior y que testifica el gran conocimiento de la región en cuya civilización era un experto. A lo largo de su vida siguió dibujando mapas para ilustrar las distintas actividades que realizó. En 1689, por ejemplo, dibujó un mapa para establecer la ruta de Alonso de León a Texas; en 1691, hizo otro para mostrar la mejor manera de drenar los pantanos en la ciudad de México, y en 1693 hizo un mapa de la bahía de Pensacola que los españoles deseaban ocupar como base contra los franceses.
. América meridional
Las misiones de los jesuitas en el interior de la América meridional se organizaron a lo largo de los ríos principales y en torno a sus cuencas fluviales, donde estaban asentadas las tribus indígenas que querían evangelizar. Como estas regiones en plena selva amazónica eran desconocidas, el componente de exploración es muy alto y la necesidad de mapas donde plasmar sus descubrimientos para comunicarlos a sus superiores y al mundo es también notable. Si a esto unimos los problemas con los portugueses que se expandían desde Brasil en busca de esclavos y riquezas por la ausencia de fronteras reales, tenemos el escenario donde se desarrolló su labor evangelizadora.
Jesús Caraballo