Juan Prim y Prats era un militar y político español que murió como presidente del Consejo de Ministros con 56 años. Prim había nacido en Reus en 1814 y era hijo de un notario que había sido capitán de la primera legión catalana durante la guerra de la Independencia. Ingresó joven en el escalafón inferior del ejército, pues su familia no provenía de la nobleza y participó en el primer batallón isabelino en Cataluña. Su decidido carácter hizo que ejerciera de líder en las pandillas juveniles, aunque siempre fue un lastre para él su falta de formación académica. Prim fue ascendido a oficial en 1835. Con 26 años había participado en 35 acciones, después participaría en la Primera Guerra Carlista y en la Guerra de África -por lo que le concederá la reina en 1860 el Marquesado de Castillejos-. Político con rasgos propios de una disciplina militar férrea, destacó siempre por sus dotes de mando, intrepidez, valor y también por una cierta temeridad, pues cuando tuvo que combatir nunca huyó del enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el enemigo.
En 1840 se adhiere a la causa de los progresistas y un año después es nombrado subinspector de Carabineros de Andalucía por el regente Espartero. De ese modo evitaba la entrada de los conservadores Narváez y O´Donnell. En 1842 Prim conoce a Carlos Manuel de Céspedes. El joven cubano era espectador de primera fila de los motines que acontecían en las calles de Barcelona, sublevaciones que alejaron al entonces Gobernador de Barcelona, Juan Prim, de Baldomero Espartero cuando aquel bombardeó la ciudad y esta se rindió. Cuando Prim participó en el asedio a la ciudad de Barcelona “progresista y democrática” le atribuyen las palabras que le profirió entonces al general Serrano de: “O caja o faja” hasta que esta se rindió. Después tomó Gerona, Figueras y Reus. Ese mismo año, en noviembre, protestó en las Cortes por el trato dado a Barcelona, se marchó a París y entró en contacto con los que conspiraban desde allí contra Espartero y favorecían a la reina María Cristina de Borbón, entonces exiliada. Cuando en 1843 Prim hizo su pronunciamiento en Reus, Céspedes estuvo dispuesto a secundarle, pero, después de la capitulación de los sublevados de Reus, el joven estudiante cubano desistió y prosiguió viaje por las principales naciones europeas.
A pesar de sus iniciales vínculos políticos, Prim se enemistó con Espartero porque este favorecía la importación de tejidos ingleses, lo que era la ruina para la industria textil catalana. Prim intervino en la caída del regente, por lo que nombraron conde de Reus y Vizconde de Bruch. Él diría: “Allí mismo donde me increpan, luego me colocarán una estatua”, como así hicieron en su Reus natal. Enemigo de Narváez, en 1844 le involucraron en la conspiración de los trabucos, un levantamiento orquestado en distintas provincias que pretendía acabar con la vida del político moderado. Su madre intercedió por él por la amistad que tenía con la mujer de Narváez y este le concedió el indulto. De ahí viajó al extranjero hasta el gobierno de 1847 de Joaquín Pacheco que le permitió volver a España.
Fernández de Córdoba le nombró Capitán General de Puerto Rico, con tan solo 32 años, de donde diría: “Este será mi reino”, aunque sería cesado pronto del cargo. Allí ejerció una dura represión en la isla contra las revueltas, sin contar con el beneplácito de las instituciones coloniales. Estableció medidas represivas contra los esclavos materializadas en un Código Negro. Le sustituyó Juan de la Pezuela tras ser reprobadas sus medidas. En 1848 regresó a la península y prometió rectificar de sus errores. Se convirtió entonces en el líder del liberalismo progresista. Su objetivo en adelante sería defender los derechos de los catalanes y las libertades ciudadanas.
En 1853 salió a Francia. Consiguió que Lersundi le nombrase Jefe de la Comisión Mixta. Su cometido era informar de las operaciones militares y de los aspectos políticos del conflicto de la guerra de Crimea. Cuando supo de los sucesos de la Vicalvarada regresó a Madrid. O´Donnell y Espartero habían llegado a un acuerdo de colaboración, pero ninguno quería favorecer a Prim. Cuando se celebraron elecciones fue elegido diputado, pero renunció al escaño para tomar la Capitanía General de Granada. Cuando O´Donnell llegó al poder en sustitución de Espartero, él renunció a la capitanía. En 1856 ascendió a teniente General. Un año después fue detenido acusado de alentar las insurrecciones en Barcelona, Valencia y Zaragoza contra el gobierno de Narváez. La pena de prisión fue conmutada por la de destierro y se trasladó a Vichy.
O´Donnell creó la Unión Liberal, partido en el que se integró Prim. Este se opuso a la guerra mexicana, pues estaba casado con una mexicana, Francisca Agüero, con la que tuvo tres hijos. Acudió a México con sus tropas y después Serrano no le facilitó el regreso a La Habana. Le acusaron de sus actuaciones allí.
El 22 de octubre de 1859 O’Donnell declaró la guerra a Marruecos y a Prim lo nombraron Jefe de la División de reserva. Era una guerra de prestigio para afianzar el gobierno de la Unión Liberal y en la que la sociedad civil respondió con entusiasmo. Prim aprovechó el apoyo catalán para recuperar el prestigio perdido en Cataluña. La Toma de Tetuán fue el punto álgido de prestigio del militar y llegó a Madrid en loor de multitud y con el orgullo de la reina Isabel II por sus hazañas cuerpo a cuerpo. Cuando llegó a Cataluña era el catalán más popular del siglo. Reus lo recibió como su hijo más querido, fue recibido con sables de honor y nombrado hijo adoptivo. La reina le otorgó el marquesado de Castillejos con Grandeza de España, algo que siempre había anhelado y de lo que presumía a figuras como el duque de Medinaceli.
O´Donnell quería recuperar la influencia perdida en Hispanoamérica tras la independencia de las colonias hispanoamericanas, por lo que mandó al general Prim a México. Al llegar este apoyó a los británicos frente a los franceses que querían poner de emperador de México a Maximiliano de Habsburgo, algo a lo que la reina Isabel II y O´Donnell se oponían por considerarlo un disparate al no tener la institución monárquica arraigo allí y parecer una mera imposición al pueblo de México. O´Donnell no obstante, quería mantener buenas relaciones con Francia, pero no quería gastar dinero ni sangre española en mantener a Maximiliano. Cuando salió para La Habana, las tropas enviadas por Serrano -entonces Capitán General de la Isla- ya habían salido en lo que se consideró una provocación, pues eran la reina Isabel II y el gobierno los únicos competentes para tomar aquella decisión. Cuando llegó a Veracruz en 1862, Napoleón III le pidió su apoyo para afianzar el orden en el país mexicano. La
Reina Isabel se entusiasmó por la entereza de Prim, a pesar de que O´Donnell desaprobara su conducta en México. Prim viajó a Estados Unidos donde se entrevistó con Lincoln tras retirar sus tropas, hecho por el que fue criticado por miembros del gobierno y la Unión Liberal. Poco después caía el gobierno de O´Donnell. En 1863 la reina Isabel apadrinaría a Isabel, la segunda hija de Prim.
En 1864 Prim preparó un golpe de Estado para el 6 de junio, pero una delación impidió que se llevara a cabo. Tras una segunda intentona le invitaron a salir de España. Finalmente, se le asignó residencia en Oviedo. En 1865 Prim conspiraba ya sin tapujos y se empezó a convertir en una figura sólida contra el gobierno, entre el mito y la leyenda. Tras la sublevación del cuartel de San Gil, que pretendía derrocar a la reina, se produjo una dura represión gubernamental, y Prim fue expulsado a Ginebra. Un consejo de guerra le acusó de un delito de sedición. El Pacto de Ostende de 1866 lo presidió Prim, entre todos querían determinar cuál era su posición frente a la reina y cuan de viable era la supervivencia de la dinastía de los Borbones. Se planificó un nuevo golpe para agosto de 1867 y la formación de una asamblea constituyente elegida por sufragio universal. Ese mismo año fue fusilado en Queretaro Maximiliano de Habsburgo, Prim ya había advertido de que esa monarquía no sería viable. Volvió a Londres tras circular por varios países europeos. Ese año moría O´Donnell en Biarritz y Serrano era nombrado el nuevo líder de la Unión Liberal. Prim volvió al partido Progresista, apoyó a Pascual Madoz y a la industria catalana sin que estos presentaran candidatos a las elecciones para hacerse notar.
En 1868 sería el enemigo número uno declarado de los Borbones y uno de los instigadores de la revolución de la Gloriosa, aunque ello no le eximió de considerar al General Serrano la principal figura al frente de la revolución. La idea inicial de Serrano y Domingo Dulce había sido ir a La Granja de San Ildefonso y obligar a la reina a abdicar, pero fueron detenidos y enviados a Canarias. González Bravo invitó a Montepensier, otro de los acérrimos enemigos de la reina, a abandonar España en el más breve espacio de tiempo posible y este se marchó con su mujer Luisa Fernanda de Borbón y sus hijos a Lisboa. El 12 de septiembre Prim salió de Londres en el vapor Buenaventura camino a España y pasó desapercibido, pues iba oculto de criado de unos señores ingleses. Llegó a Gibraltar y el remolcador Adelia lo condujo a la fragata Zaragoza, pues la “insurrección militar no era posible sin la intervención de la marina”.
El 17 de septiembre se sublevó la escuadra y fue secundado el movimiento en Cádiz, transformándose en una auténtica revolución. Al salir Prim el 18 de septiembre con una Proclama fue ovacionado con vítores al decir:
Españoles: La ciudad de Cádiz, puesta en armas con toda su provincia, con la armada anclada en su puerto, y con todo el departamento marítimo de la Carraca, declara solemnemente que niega su obediencia al gobierno que reside en Madrid, segura de que es leal intérprete de todos los ciudadanos que, en el dilatado ejercicio de la paciencia, no hayan perdido el sentimiento de la dignidad, y resuelta a no deponer las armas hasta que la Nación recobre su soberanía, manifieste su voluntad y se cumpla.[…] Queremos que un gobierno provisional, que represente todas las fuerzas vivas del país, asegure el orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política. ¡Viva España con honra! Cádiz, 19 de septiembre de 1868.
“Viva España con honra” “Viva la libertad y la soberanía nacional”. La retirada del ejército de Novaliches fue decisiva para el gobierno de Isabel II. Napoleón III se mantuvo neutral en el conflicto español y vetó la candidatura de Montepensier, por ser miembro de la dinastía caída en Francia de los Orleans. Los generales que habían atentado contra la reina no querían delegar en una asamblea nacional la naturaleza del régimen político de España, el cual, en opinión de Serrano, máxima autoridad de la insurrección militar junto a Dulce, Fernández de Córdoba, Solís y demás debía seguir siendo una monarquía. De la Concha entregó el poder a Jovellar y Pascual Madoz.
Juan Bautista Topete defendía a uñas y dientes la candidatura de Luisa Fernanda y su marido, los duques de Montepensier, un Orleans cuya honorabilidad y prestigio estaba en juego tras la muerte en duelo en 1870 del Infante Enrique de Borbón. Topete presidirá la Junta provisional revolucionaria que enarbola el grito de ¡¡¡Abajo los Borbones!!!, y que aunará a progresistas, demócratas y unionistas en una causa común contra Isabel II. Serían las Cortes constituyentes las que se reservarían el tema de la sucesión y las que manifestaron su preferencia por la monarquía por una mayoría muy amplia del 70 por ciento de los votos.
También se le acusará a Prim de estar en connivencia con Céspedes una vez comenzado el levantamiento de Yara en 1868. Prim parecía querer encontrar una solución pacífica tras el levantamiento en el ingenio de la Demajagua. Los independentistas cubanos, contando con el apoyo de Estados Unidos, elaboraron una Constitución propia para la isla en abril de 1869 y confirmaron a Carlos Manuel de Céspedes como presidente de la nueva República «en armas». No ocultaría Prim en las cortes de España que él abogaba por la independencia de Cuba y que era firme defensor de la misma, si así lo determinaba el pueblo cubano y su amigo de conspiraciones. Exigía una amnistía a los patriotas cubanos y una compensación a España garantizada por Estados Unidos. Su proyecto encontró fuerte oposición en la península. “La isla de Cuba no se vende, pues su venta sería la deshonra para España, a España se la vence, pero no se la deshonra”.
El 30 de septiembre Isabel cruzaba la frontera francesa mientras Serrano llegaba a Madrid tres días después, el 3 de octubre en actitud gloriosa de victoria. La animadversión de Serrano a Prim, su principal rival en prestigio y fama, estaba ya fuera de toda duda. “El cambio completo y repentino que se ha realizado en España derribando un trono no ha alterado las relaciones de amistad con las potencias civilizadas del mundo”. Pero el líder progresista, Juan Prim llegaría a Madrid unos días después, el 7 de octubre, con la premisa de que “no circulasen carruajes por las calles y plazas que había de recorrer” pues a los ojos del pueblo era el gran triunfador de la revolución.
Prim sería jefe de gobierno tras las elecciones de 1869, teniendo bajo su custodia la cartera de Guerra, mientras Serrano actuaba como regente. A partir de 1868 ya se había establecido el sufragio universal y había un censo de cuatro millones de votantes.
Fue Prim quien patrocinó la entronización en noviembre de 1870 de la Casa de Saboya en la figura de Amadeo I de Saboya, en un intento de que los Borbones no regresaran jamás al trono de España. La diplomacia inglesa lo consideraría a Prim el político más hábil por conseguir aunar votos para la candidatura del Saboya.
Para los vencedores de la revolución del 68 había otros posibles candidatos al trono como eran Fernando de Coburgo, católico y de ideas liberales, el duque de Montepensier ―hijo de rey, católico de estirpe real, gran conocedor de España, (hechos que aumentaron aún más sus ansias de ser rey titular o consorte ― a propuesta de Serrano y Topete y con el apoyo de los unionistas-) y Leopoldo de Hohenzollern -con la oposición de Napoleón III por el incipiente conflicto francoprusiano que desataría la proposición y que rompería el equilibrio centroeuropeo nacido en el Congreso de Viena. Prim había querido excluir del trono a todas las ramas de los Borbones y solo había contemplado como posible candidato, además del duque de Aosta, a Baldomero Espartero, aunque sabía que la rechazaría desde su residencia en Logroño.
Antes de que su firme candidato Amadeo, duque de Aosta, pisara suelo español para tomar posesión del trono y de acudir a recibirle a Cartagena Prim, este sufrió un atentado en la calle del Turco. Tras recibir varios disparos y regresar a su domicilio en el palacio de Buenavista, malherido, no consiguió recuperarse de sus heridas y murió de septicemia a los tres días. Esa noche tenía previsto acudir a la fonda de las Cuatro estaciones a una cena organizada por la sociedad masónica.
El director de La Discusión se había presentado días antes en casa de Ricardo Muniz, diputado y amigo de Prim “Algo muy grave va a sucederle a Prim de manos de unos hombres encabezados por el diputado jerezano José Paul y Angulo”. Le recomendaron que no recorriera el trayecto habitual, pero él desoyó el consejo. Nevaba de forma intensa, el coche donde viajaba se vio rodeado por otros dos coches. Se cree que los instigadores fueron el duque de Montepensier, por no concederle el trono de España, el general Serrano ― por esa animadversión que le tenía ― y que Paul y Angulo fue el ejecutor.
El fiscal del caso solicitó prisión para Montepensier, pues era el primero que consideraba un traidor a Prim tras haber aceptado este su dinero para promover el levantamiento de la marina y luego no apoyar su candidatura al trono y nombrar en su lugar al duque de Aosta. También el jefe de escolta del general Serrano resultó involucrado en el crimen. La mujer de Prim siempre creyó en la culpabilidad del regente, quizá por rivalidad o por ese odio encubierto de quien le colocó el fajín de general. También existe la posibilidad de que el gatillo se apretara desde La Habana y que estuvieran involucrados hombres de negocios partidarios de reformas para la isla de Cuba, pero sin que estas fueran rupturistas con España, como defendía Prim por su amistad con Céspedes.
Del panteón de Hombres Ilustres en la Basílica de Atocha, sus restos mortales fueron conducidos a Reus en 1971. Allí se erigió una plaza con una escultura ecuestre de Prim a quien se había erigido en su día en defensor de la monarquía constitucional, pero nunca jamás en la corona de un Borbón.
Su brillante carrera militar fue la que le dio notoriedad política. Dentro del régimen militar de los Generales fue uno de los más destacados y en octubre de 1868 se le había otorgado la dignidad máxima de Capitán general del Ejército. Visitaba con frecuencia el balneario de Vichy, lugar de encuentro de la clase política europea.
Inés Ceballos
VER EN VIDEO https://youtu.be/HyGBT0_l5yc