
Miguel Ángel Blanco Garrido nació en Ermua, Vizcaya, el 13 de mayo de 1968. Aunque economista, según las fuentes consultadas, su oficio era albañil. El 28 de mayo de 1995 juró su cargo como concejal del ayuntamiento de su pueblo, como miembro del grupo popular. El Wikipedia indica que el 13 de julio de 1997, a los 29 años, falleció, siendo la causa de su fallecimiento, “asesinato”.
Hacía pocos días, el 1 de julio, que gracias a la profesionalidad del entonces sí juez Garzón, miembros de la Guardia Civil habían logrado liberar de su cautiverio al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, tras pasar 532 días en un zulo de la localidad de Mondragón, aguardando la muerte por inanición. Sospechoso que, a los pocos días, el 10 de julio a las 15:30 horas, Francisco Javier García Gaztelu, alias «Txapote», Irantzu Gallastegui Sodupe, «Amaia», y José Luis Geresta Mujika, «Oker», todos miembros del comando Donosti de ETA, lograran su objetivo. Irantzu Gallastegui «Amaía», abordó al concejal y lo introdujo en un vehículo estacionado en la calle Ardanza. A las 18:30 horas, desde la emisora de radio Egin Irratia, anunciaron que si antes del sábado 12, a las 16 horas, no se había producido el acercamiento de los presos de ETA a cárceles del País Vasco, por parte del gobierno presidido por José María Aznar, “ejecutarían” al concejal secuestrado.

Miguel Ángel Blanco es considerado por Federico Jiménez Losantos un mártir de la fe, junto a Gregorio Ordoñez, y no solo víctima. Mártir por sus convicciones políticas y religiosas. Un martirio pleno de tortura; secuestrado y retenido en algún lugar aún desconocido, fue maniatado y permaneció hasta el día del ultimátum. El 12 de julio, los tres terroristas, mencionados al principio, lo introdujeron en el maletero de un vehículo y lo llevaron a una pista forestal de la localidad de Lasarte-Oria, en Guipúzcoa. Gaztelu, Txapote para la causa, viendo que sus exigencias no se habían cumplido, le disparó dos veces en la cabeza a las 16:50. Mujika le había obligado a ponerse de rodillas con las manos atadas a la espalda. Más humillante, difícil. Miguel Ángel Blanco no murió en el acto. Dos hombres que transitaban por el campo en Azokaba descubrieron su cuerpo poco después, aún con vida. Fue trasladado a la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, pero fue inútil. Miguel Ángel Blanco falleció a las 17:30 horas del 13 de julio de 1997.

Las cuarenta y ocho horas de espera, después de emitido el ultimátum, fueron una tortura para Miguel Ángel y un suplicio para los españoles de bien. Las multitudinarias manifestaciones se celebraron en todas las capitales de la nación, y los llamamientos a los secuestradores, y auto anunciados asesinos, surgieron de todos los estamentos, instituciones, asociaciones…, fue un clamor nacional la respuesta del “no” al chantaje etarra. Nadie proclamó la conveniencia de un acercamiento de presos, con claudicación del gobierno, al contrario; al chantaje se respondió con la fortaleza de la libertad. Como un solo hombre España no solamente gritó no a la coacción, sino que frases como “Miguel Ángel somos todos” o “ETA aquí está mi nunca” resonaron por todas sus calles. Estaba surgiendo el “espíritu de Ermua”.

Los autores, excepto José Luis Geresta “Oker”, que se suicidó en 1999, fueron condenados por sentencia a 50 años de cárcel, e Ibon Muñoa, participante como informante en el secuestro a 33 años. Fue preciso que trascurriesen más de nueve años para que, en octubre de 2006, se celebrase el juicio. Durante él, Miguel Ángel Carballo, fiscal de la causa, recordando el “espíritu de Ermua”, finalizó su alegato manifestando:

«Ese atentado fue la esencia del terrorismo porque durante la angustia que se vivió durante las horas después a su secuestro todos los españoles se sintieron hermanos, padres, novias y novios de Miguel Ángel Blanco».
Prosiguió: «Pocas veces un asesino ha tenido tantos motivos para no llevar a cabo el asesinato y resulta inexplicable no haber oído el clamor de una sociedad que reclamaba clemencia. Los gritos pudieron oírse en todos los lugares del País Vasto, incluso en la bajera donde permaneció secuestrado Miguel Ángel Blanco. Esto dio lugar al espíritu de Ermua».
Para añadir: «No podemos comprender humanamente la indiferencia de los acusados a no ser que se trate de una artificial pantalla para salvar la cobardía».

Durante todo el juicio, los acusados presentes, Txapote y su pareja Amaia, como si el asunto no fuera con ellos, se dedicaron a conversar animadamente, encerrados en su celda de cristal. Solamente interrumpieron su animada charla cuando oyeron los gritos de los familiares y amigos de Miguel Ángel exclamando “¡Bravo, bravo!” y “¡Justicia, justicia!”. Una conducta parlanchina que no se dio al negarse a declarar ante el juez y que tuvo el alcance normal en todo etarra, cuando Txapote aseguró que no pararían en «la lucha por la libertad de Euskadi». «Alabamos a todos los luchadores vascos», añadió. Obviamente, Amaia hizo suyas tales chulescas palabras.

Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, está condenado por su participación en al menos 13 asesinatos cometidos como miembro de la organización terrorista ETA. Entre sus víctimas se encuentran;
• Gregorio Ordóñez, teniente de alcalde del PP en San Sebastián, asesinado en 1995.
• Fernando Múgica, dirigente socialista vasco, asesinado en 1996.
• Alfonso Morcillo Calero, agente municipal de San Sebastián.
• Fernando Buesa, exdirigente socialista.
• José Javier Múgica, concejal de UPN.
• Jorge Díez, ertzaina.
• Enrique Nieto, inspector jefe de policía.
• Mariano de Juan Santamaría, brigada del Ejército de Tierra
• José Ignacio Iruretagoyena, concejal del PP.

• José Luis López de Lacalle, periodista.
Son 603 años de cárcel los que acumula el asesino de Miguel Ángel Blanco.
Un mártir, sin duda, una víctima, sin duda, y también un héroe.
ETA no solamente quería matar a Miguel Ángel, sino también humillar al gobierno, situándole ante un gran dilema; ceder a las exigencias, mostrando debilidad, o aparecer ante la ciudadanía como un ente sin humanitarismo. Sin embargo, nada de ello aconteció.

La figura de Miguel Ángel, su cautiverio, la respuesta del pueblo, la fortaleza frente a la coacción, el rechazo absoluto del trasfondo criminal del secuestro, introdujeron en la escena española un enfoque diferente por parte de los medios de comunicación. El “framing” se activó en la prensa y emisoras e informativos; ETA ya no era un grupo armado independentista vasco, sino una banda que asesinaba a sangre fría, sin consideración alguna al clamor ciudadano. La muerte vil de Miguel Ángel fue el “key event”, el evento clave, que provocó una revisión de todos los acontecimientos que surgían o rodeaban al mundo de ETA. Todo en ella cambió para el ciudadano, el cual interpretaba como algo más que un simple hecho, asesinato, la muerte de Miguel Ángel. Los asesinatos ya no tenían escusa alguna, ni le eran ajenos a poblaciones alejadas del País Vasco; era como si hubiesen sucedido en todas las calles de España.

Surgió el espíritu de Ermua, un movimiento cívico convertido en símbolo de dignidad, de paz y de libertad, frente al terrorismo. El Foro Ermua se creó como defensa de los derechos humanos y la memoria de las victimas de tal terrorismo, con el alcalde de Ermua, Carlos Totorica, a la cabeza.
Inspiró la creación de organizaciones como el Foro Ermua, que promovía la defensa de los derechos humanos y la memoria de las víctimas del terrorismo. La conciencia ciudadana mutó y empujó a los partidos políticos a unificar esfuerzos para liberar a la nación de la lacra de ETA.

Miguel Ángel fue enterrado en la tierra que vio nacer a sus padres, Faramontaos, A Merca, Orense. Allí también reposan las cenizas de sus padres, Miguel y Consuelo, mientras su hermana Marimar, lucha todos los días para que el recuerdo del martirio de Miguel Ángel se mantenga vivo y esté presente en todos los ámbitos, incluido y especialmente el político. Trabajo arduo y difícil ante los acontecimientos que, desde hace años, se vienen presenciando, sobresaliendo el blanqueamiento de etarras y de su historia, llegando al rechazo, en 2025, del ayuntamiento de Barcelona de renombrar una calle en honor del asesinado Miguel Ángel.
Es una demostración de que el espíritu de Ermua que el héroe, su paisano, provocó, se ha ido diluyendo en estos últimos años, sustituido por el ansia de poder, a cualquier precio y cueste lo que cueste. La Fundación Miguel Angel Blanco es fuente principal de ese empeño en que se sepa en que lado de la historia debe estar el buen español.

Francisco Gilet