Existen bastantes evidencias de que su familia fue de origen judío, aunque sus padres fueron cristianos. Nació en el 644 en Toledo y desde niño se formó en la escuela catedralicia de toledana bajo la supervisión de Eugenio II. En ella conoció a Gudila Levita, quien se convertiría en su gran amigo, unidos los dos por los gustos comunes y por la consagración a la oración y el estudio. La información más relevante que tenemos sobre su vida son las actas de los concilios visigodos, así como la Chronica Muzarabica anno 754 y la biografía que de él hizo Félix de Toledo, la Vita Sancti Iuliani.
Obtuvo la diaconía hacia el año 669 y el grado de presbítero sobre el 675. En poco tiempo consiguió tener gran prestigio, lo que llegó a oídos del rey Wamba y, por este motivo, le designó como sucesor del obispo de Toledo, Quirico, el 29 de enero del año 680. Ya siendo obispo suscribió las actas del Concilio XII de Toledo (681) y presidió los concilios XIII (683), XIV (684) y XV (688).
Él fue quien rasuró la cabeza al rey Wamba cuando los médicos le desahuciaron y le colocó el hábito monástico para que “muriese en religión”; Wamba pidió la penitencia canónica y perdió el sentido. De esta manera se favoreció la venida de Ervigio como nuevo rey. Lo malo no ocurrió cuando el rey no murió, sino que mejoró de su malestar. Investigaciones posteriores han creído, llegar a la conclusión, de que todo fue una conjura palaciega para intentar asesinar a Wamba tras ingerir un fuerte narcótico.
En el ámbito de la cultura visigoda debemos decir que Julián de Toledo fue, probablemente, el personaje más reconocido después de Isidoro de Sevilla. Se llegó a decir que fue el teólogo más reconocido de Occidente del siglo VII. Aparte de esto, se le reconoce una extraordinaria formación en Historia y Gramática. Murió el 6 de marzo del año 690 y se le enterró en la Iglesia de Santa Leocadia de Toledo. Su biógrafo, Félix de Toledo, decía de él que: “El cielo le había adornado con todas las gracias del alma y el cuerpo, y que era tan bondadoso, que ninguno se le acercó a él, sin recibir gran consuelo”.
Sus obras más notables son: el Elogium beati Ildefonsi, donde cuenta la vida de San Ildefonso de Toledo, escrita siendo Julián obispo; el Apologeticum de tribus capitulis, de 686, escrito en las actas del Concilio XV de Toledo, que va dirigido al papa Benedicto II para defender la ortodoxia de la Iglesia visigoda y, que defiende la posición de la Iglesia hispana en cuestiones de fe que fueron debatidas en el VI Concilio Ecuménico de Constantinopla (680-681); la Historia de Wambae regis Gothorum Toletani expeditione, no se conoce bien el año de la composición, unos lo sitúan hacia el 675 como conmemoración de la victoria de Wamba sobre los nobles que se rebelaron contra él, y otros hacia el 682, destinada a Ervigio y a la educación de la nobleza en general, con el fin de engrandecer las virtudes del ejército visigodo e inspirar lealtad.
Gracias a la Vita sancti Iuliani, se sabe que compuso otras obras, hoy perdidas, de carácter doctrinal (Libri responsionum II, Libellus de remediis blasphemiae, Excerpta de libris s. Augustini contra Iulianum haereticum directis), litúrgico (Liber sermonum, Liber missarum y Liber orationum) y edificante (Liber sententiarum, Libellus de diuinis iudiciis) y que elaboró recopilaciones de sus cartas (Liber epistolarum) y poemas (Liber carminum diuersorum), que incluiría, al menos, himnos, epitafios y epigramas).
San Julián sostuvo que el amor y el deseo de ir a unirse con Dios bastan para acabar con el temor natural a la muerte. De igual manera, afirmó que los bienaventurados piden por nosotros en el cielo, y que desean nuestra felicidad y ven nuestras acciones, ya sea en la misma esencia de Dios o por el ministerio de los ángeles, que son los mensajeros de Dios en la tierra.
San Julián siempre apostó por dar mayor importancia social y política a la Iglesia, dando primacía a la sede toledana, pero también contribuyó a educar en el respeto y la legitimación de los reyes. A él le debemos que se comenzara a cambiar el término “godo” por el de “hispano”, así como el término Regnum gothorum por el de Hispania. En el Concilio XIV de Toledo del año 684, consideró que la nueva expresión “Reino de España” debía ser totalmente equivalente a la de “Reino de los godos”.
José Carlos Sacristán