
Sacerdote de Dios, misionero fervoroso,
apóstol infatigable, mártir de la fe de Jesucristo,
bienaventurado fray Melchor.
Me acerco a ti confiadamente impetrando tu ayuda en mi necesidad,
tu consuelo en mi dolor,
tu esfuerzo en mi desaliento.
Tu que anduviste por caminos de humildad,
quítame el espíritu de soberbia;
tu que te entregaste a Dios tan generosamente,
haz que desaparezca en mí el egoísmo.
Haz que en Dios crea con la intensidad de tu fe
y que a Dios sirva con el desinterés con que tu le serviste.
Haz que arda en mí aquella caridad que te llevó a sufrir
tan horrible y doloroso martirio.
Si lo que te pido en esta novena es para gloria de Dios,
alabanza tuya y bien de mi alma,
concédemelo; de lo contrario,
dame conformidad, energía y entereza para sobrellevar
mis sufrimientos y para cumplir en todo
y siempre la voluntad de Dios.
Amén.
(Oración a san Melchor de Quirós).
EL PERSONAJE
<<Más de una vez hubiera preferido la muerte antes de ser testigo de tamañas crueldades, pero son muchos mis pecados para purgarlos con estériles lágrimas: ayúdenme, pues, con sus oraciones para que logre lavar mis pecados con mi sangre y consiga la palma del martirio>>(San Melchor).

Melchor García Sampedro Suárez nació el 28 de abril de 1821 en el lugar de Cortes, parroquia de Lindes, en el concejo de Quirós (Asturias). Hijo de Juan García Sampedro y Francisca Suárez, era el mayor de los siete hijos del matrimonio.
<<Ambos eran profundamente cristianos. El templo parroquial estaba en Cienfuegos, distante de Cortes una legua de mal camino. El alejamiento y la dificultad del trayecto, sobre todo durante épocas de lluvia o nieve, les impedía muchos domingos y fiestas bajar hasta Cienfuegos para oír misa. Suplían su falta con el rezo del santo rosario y otras oraciones que recitaba la madre.>>(iglesiadeasturias.org).
Trasladado a Oviedo, estudió Filosofía y Teología, donde obtendría, gracias a su esfuerzo, constancia y trabajo, el título de bachiller en Teología al finalizar el curso 1844-45.
Fue nombrado profesor del colegio diocesano San José, puesto que abandonó para ingresar en la orden de Santo Domingo con intención de ser misionero en el Oriente, tomando los hábitos en el Convento de Santo Domingo de Ocaña (Toledo) en 1845, donde el maestro de novicios fray Blas Corbera escribiría sobre él que “verdaderamente era un ángel”.
«Sus conocidos le recordarían siempre como hombre modesto y laborioso, de vida retirada y alejada de diversiones. No se le veía en los lagares, en las paradas de la milicia, ni en la bolera de San Lázaro. No era el suyo retraimiento egoísta, pues era generoso, servicial y preocupado por el bien de los demás, sino para dedicarse al trabajo ya la piedad, al estudio y a la oración. Se confesaba todas las semanas. Oía misa y visitaba al Santísimo Sacramento todos los días en la iglesia de los dominicos o en la Catedral. Y cultivaba con mayor intensidad si cabe las devociones de la infancia: con la Eucaristía, la Santísima Virgen, que está presente en todos sus escritos y en todos los días de su vida por el Rosario» (iglesiadeasturias.org).
Tras la ordenación, Melchor retornó a Ocaña, donde ofició la primera misa, con su hermano Manuel de monaguillo.
«Apenas puedo decirte lo que ocurrió, porque mi cabeza, si es que tenía cabeza…, quedó sin el ejercicio de sus funciones. (…); el cantar entona el Pange lingua, y sigue la procesión por el claustro a la iglesia hasta el altar mayor. Reflexiona cuánto me impresionaría esta ceremonia. En la misa, para mi descanso, hubo sermón que duró más de una hora. Sólo te digo en compendio que era un extracto del Crisóstomo sobre el sacerdocio… En cuanto al obsequio, aunque de frailes, no dejó de estar muy bueno» (Extracto de cartas de Melchor a a la familia y a su amigo Bernardo Fernández).
LAS MISIONES
«Pocos días antes estaba arreglando mis cosas para hacer a ustedes una visita, única cosa que en este mundo deseo; por ella daría la mitad de mi vida, y por decir una misa en la capilla de Alba daría un ojo de la cara… Mas aquello que más amamos es lo que ofrecer debemos al Señor. Cuesta mucho, lo confieso, pero mucho vale lo que mucho cuesta». (Carta de Melchor a sus padres antes de partir de misión).

Cádiz, 7 de marzo de 1848. Melchor se embarcó en la fragata Victoria con destino a Filipinas. Nombrado lector de Filosofía en el Colegio de Santo Tomás en Manila, tres meses después de su llegada partió rumbo a Macao con destino a las misiones de Tonkin (actual Vietnam), donde llegó en febrero de 1849.
«Era aquella una misión de tremendas fatigas: a las grandes diferencias en lengua, costumbres o hábitos alimenticios, se añadían allí el calor, la humedad, la falta de higiene, las hambres y epidemias, las inundaciones, la carencia de comunicaciones, los bandidos y los mandarines, despóticos y corruptos. Por ello, para dedicarse a estas misiones, no bastaba la buena voluntad, sino que se precisaba, además de un talento notable, gran resistencia física, coraje y vigor moral a toda prueba».(iglesiadeasturias.org).
TONKÍN

Minh-Manh
La Iglesia del Tonkín se fundó y creció bajo una persecución apenas interrumpida en el tiempo: durante el reinado de Minh-Manh (1820-1841) comenzó una persecución que fue tornándose cada vez más virulenta, alcanzando su apogeo durante el mandato del emperador Tu-Duc,quien llegaría a emitir en 1848 un decreto ofreciendo 300 onzas de plata al que entregase un misionero europeo.
«Los padres debían ocultarse, viajar de noche guiados por católicos de confianza, vistiendo los disfraces más inverosímiles. La misa solían celebrarla durante las horas nocturnas, con vigilantes apostados por si había que huir inmediatamente «.(iglesiadeasturias.org).

Jerónimo Hermosilla
El vicariato de Tonkín estaba dividido en dos vicariatos independientes, el oriental, confiado a Jerónimo Hermosilla, y el central, del que se nombraba obispo a Domingo Martí. Melchor llegó hasta Dong-Xuyten, donde se presentó ante Hermosilla, permaneciendo allí un mes.
Melchor se esforzó por adaptarse a la cultura indochina: usaba los alimentos y el traje del país y hasta cambió su nombre según el estilo tonkinés, adoptando el nombre de Xüyen, que significa río. En Nam-Am, vicaría provincial del oriental, se dedicó al estudio de la lengua anamita y antes de un año ya podía confesar y predicar en tonkinés.
Comenzó a distribuir a los fieles textos en su propia lengua, unos escritos por los misioneros que le precedieron y otros, compuestos por él mismo.
Su entrega a la evangelización y a la ascesis alcanzó tal intensidad que «por el temor de que se hiciese inútil para el trabajo, fue necesario, en diferentes ocasiones, amonestarle con benevolencia, y aún reprenderle para que mitigase sus mortificaciones». (Padre Hilario Alcázar).
La resistencia física, la austeridad y capacidad de sacrificio inspiraban una actividad misionera siempre al servicio de los demás: «Cuando alguien me pide alguna gracia o algún servicio, mi pobre corazón no tiene valor para negárselo, si no veo que sea contrario a la justicia. Este no es efecto de virtud, es una inclinación natural, y temo que en alguna ocasión me haga pasar los límites asignados por la recta razón».
Su trabajo de difusión de la fe e implantación de la Iglesia resultó especialmente fructuoso en los primeros tiempos, en los que la persecución amainó gracias primero a la epidemia de peste que asoló el país en 1849 y luego a las dudas de los mandarines para retomar las persecuciones.
En julio de 1850 el Consejo de Manila acordó asignarle al vicariato central, el llamado vicariato del Bui-Chu, del que fue nombrado provicario provincial hasta 1852, año en que le nombraron vicario general hasta 1855.
LAS PERSECUCIONES

José María Díaz Sanjurjo
1 de diciembre de 1854. Monseñor José María Díaz Sanjurjo debía escoger entre los misioneros europeos un obispo coadjutor para el vicariato. La designación unánime recayó en Melchor, quien aceptó el cargo, aun sabiendo que eso equivalía a firma una sentencia de muerte.
Comenzaba así una historia de persecuciones, como cuando el 6 de mayo de 1855, en Tien-Cau, se libró de ser arrestado al huir a la carrera.
Ese mismo año, a pesar de las reales órdenes prohibiendo la entrada a los europeos, llegaron las bulas de Roma nombrándole obispo titular de Tricomía y coadjutor del Tonkín central. La ceremonia tuvo lugar en Bui-Chu, pueblo católico, y, como diría el santo en cartas a su familia, fue “la función más solemne que hubo en Tung-King”. Fue aquella la última solemnidad católica celebrada públicamente en muchos años.

Melchor tenía 34 años, era obispo y los fieles vietnamitas le rodeaban de afecto. Su fe, esperanza, caridad, prudencia y fortaleza se ponían a prueba frente al terror de Tu-Duc y sus ordenanzas: “Que se corte la cabeza a los sacerdotes europeos. Que los sacerdotes indígenas sean muertos a garrotazos. Que los alumnos y discípulos de los sacerdotes anamitas sean estrangulados. Que los dueños de las casas que hubiesen albergado sacerdotes sean tratados como ellos. Quien denuncie y haga prender a un sacerdote europeo recibirá 300 taëls de plata. Quien haga prender a un sacerdote indígena recibirá 100 taëls”.
El acoso a los cristianos fue terrible: la comunidad quedó dispersa, los templos destruidos y muchos sacerdotes ejecutados…El miedo y la muerte, tamizados una fe inquebrantable, eran sus compañeras inseparables.
«Por la noche vamos de una parte a otra; muchas veces llegamos a la medianoche y está ya la iglesia llena de gente; enseguida hago las confirmaciones, luego la misa, comúnmente con sermón; doy gracias y ya casi es de día; si hay que pasar a otro punto, y las más de las veces a pie y andando y, según costumbre del país, descalzo de pie y pierna; otras vamos en una barquilla».

Tu-Duc dio una orden tajante: todo el que no pisara la Cruz debía ser degollado. De entre las víctimas, los soldados se esforzaban en apresar sacerdotes, en especial dominicos españoles, cuya captura recibía premios especiales en ascensos y dinero. Así, en 1857 fue apresado finalmente el obispo Díaz Sanjurjo.
«Todas nuestras pesquisas para encontrar los venerables restos del prelado han sido vanas y la amargura de nuestras penas se aumenta por la privación de tan precioso tesoro; no hemos recogido más que su canga y su cadena». (Melchor al referirse al martirio de Díaz Sanjurjo).
Muerto Díaz Sanjurjo, quedó Melchor constituido en vicario apostólico del Tonkín Central, puesto desde el que tuvo que hacer frente a persecuciones, martirios, la dispersión, enfermedades y hambre.
«El 31 de enero (de 1858) cortaron la cabeza al sacerdote Domingo Huang, a quien había ordenado en el mes de agosto; el mismo día la cortaron a cinco cristianos; al día siguiente a otros diez, y pocos días después a otros diez… Antes de todos estos habían hecho pedazos en un solo día a trece cristianos, también de nuestro vicariato(…) ayúdenme, pues, con sus oraciones para que logre lavar mis pecados con mi sangre y consiga la palma del martirio». (Melchor, en 1858).
EL MARTIRIO
«Si esta es la última (carta), hasta el cielo. Adiós.» (Carta de Melchor al padre Orge).

Valentín de Berrio-Ochoa
En previsión de su inminente captura, Melchor escogió como sucesor a Valentín de Berrio-Ochoa. Ya tranquilo de espíritu, el día 8 de julio de 1858, oculto en Kien-Lao, los mandarines y sus soldados rodearon el pueblo. En su huida junto a otros dos hombres intentó huir a través de una zona pantanosa, cruzó tres ríos y, al llegar a la orilla de otro, tropezó con un pelotón de soldados, que los arrestaron tras una breve persecución.
Al día siguiente los tres fueron trasladados a Nam´Dinh dentro de una jaula, allí los encerraron en un calabozo construido en la misma casa del gobernador y para sujetarle le echaron al cuello y a los pies una cadena.

En el juicio se le acusó de haber entrado clandestinamente en el imperio de Anam, de predicar la religión de Jesucristo contra lo prescrito en las leyes del país y de ser jefe de los rebeldes contra la autoridad del emperador Tu-Duc, delitos castigados con la pena de muerte. Melchor alegó que él había entrado en el Tonkín para predicar el cristianismo, pero que eso, lejos de ser un delito, por muchas leyes que lo prohíban, era un acto de justicia y de caridad hacia Dios y hacia los hombres; además, se defendió negando cualquier implicación en conflictos civiles o dinásticos que afectaban al imperio de Anam.
La sentencia fue la muerte.
28 de julio de 1858. «Hacia las siete de la mañana se puso en marcha la impresionante comitiva hacia las afueras de la ciudad para cumplir las sentencias. La formaba mucha tropa con elefantes y caballos. Primero sacaron a los dos muchachos apresados con él que portaban la canga al cuello. Llegados al lugar del suplicio, los ataron a dos palos clavados en el suelo, donde los estuvieron atormentando y golpeando durante una hora».

«Luego, con enorme aparato (quinientos hombres, dos elefantes, caballos y música atronadora) sacaron al obispo por la puerta oriental. Sólo venía vestido con el pantalón, remangado hasta el muslo. Llevaba al cuello la enorme cadena y el breviario en la mano. Lleno de barro, sudor y fatiga, marchaba con dificultad. Fueron cruzando la ciudad por su parte más comercial. Las calles ante la noticia estaban abarrotadas de público, entre el cual se mezclaba, disfrazado, un sacerdote anamita, el P. Kang (a quien matarían poco después) que relató el desarrollo del martirio».(iglesiadeasturias.org).
Primero degollaron a sus dos compañeros de martirio (Domingo Tiep y Domingo Hien eran sus nombres). Más sadismo se aplicó a Melchor, al que amarraron las extremidades con estacas y «cinco verdugos con hachas de corte embotado se pusieron a los lados para hacer leña del hombre tendido.
(Tras el martirio) envolvieron la estera y la manta, el tronco, piernas y brazos del mártir y los enterraron en un foso que habían abierto allí cerca. Al retirarse quisieron que los elefantes pisaran la fosa, pero éstos se resistieron y no hubo fuerza capaz de obligarles a pasar por aquel sitio; por lo que, despechados, mataron también a los elefantes. Las vísceras fueron expuestas al público cerca de la puerta oriental. La cabeza fue expuesta en la puerta meridional de la ciudad; y al día siguiente la destrozaron a golpes, la arrojaron al mar y nunca se pudo encontrar». (iglesiadeasturias.org).

Teodoro Cuesta,
Lo mataron entre las diez y las doce de la mañana. Tenía entonces justamente 37 años y tres meses. La tradición de Quirós, poetizada por Teodoro Cuesta, dice que dos árboles plantados por él, que no dieron flores aquella primavera, al llegar el mes de julio se llenaron de capullos para luego secarse de repente:
Per esti tiempo el ánxel plantó dos arbolinos
na güerta de so padre que dieron, en sazón,
riquísimes manzanes y figos miguelinos,
que mialma atrás dexaben no dulces al turrón.
–Oyei: na primavera del añu en qu´el tiranu
sofrir fexo al Obispo Martiliu sin igual,
sin castra de retoñu mirábase el mazanu,
y dando les boquiaes sin fueyes la figal.
SANTO
Las reliquias del obispo, recogidas y guardadas durante cinco años por los fieles, menos la cabeza. Los católicos empezaron inmediatamente a honrarlo como santo. La noticia del martirio se difundió por toda Indochina, llegando a Macao, Manila y, al poco, a España.
«Cuenta un testigo presencial que al describirse en casa los pormenores del martirio, el padre bajaba los ojos para ocultar las lágrimas que le brotaban, mientras la valerosa y creyente madre, sin derramar una lágrima, (igual que cuando le despidió al irse a las misiones) se dirigía a él para decirle: “Juan, Juan, ¿no ves que hijo tan santo nos ha dado Dios? «(iglesiadeasturias.org).

El sínodo diocesano de 1886, a propuesta de José Sarri, arcipreste de la Catedral y autor de la biografía de Melchor, pidió que las reliquias del venerable García Sampedro vinieran a Asturias y fuesen custodiadas en la Catedral de Oviedo, y que se incoara activamente su proceso de beatificación.
Las reliquias fueron traídas, a pesar de la oposición de los fieles de Tonkín. Allí se quedarían con el brazo derecho (el izquierdo se quedó en Manila). Los restos salieron de Manila el 2 de marzo de 1889 y el día 28 de abril de 1899 llegó a Oviedo. Allí, en la capilla catedralicia de Nuestra Señora de Covadonga, permanecen bajo el manto de la Santina.

El papa Pío XII lo declaró beato el 29 de abril de 1951, tras un proceso que estuvo largo tiempo parado y fue promovido, casi un siglo después de su muerte, por el maestro general de la orden, fray Manuel Suárez. Finalmente, es proclamado santo, junto con otros mártires del Vietnam, el 19 de junio de 1988 por el papa Juan Pablo II.

Ricardo Aller Hernández
FUENTES:
*https://es.catholic.net/op/articulos/36234/melchor-de-quirs-santo.html
*https://iglesiadeasturias.org/diocesis/santos-y-beatos/san-melchor-quiros/