FELIPE V, el Rey maldito

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               Felipe de Borbón, nació en Versalles, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV de España, penúltimo monarca de la Casa de Austria. Un reinado de 45 años más 3 días que vino marcado por un carácter influenciado grandemente por su salud mental, y por una crítica histórica que le ha convertido, cuando menos, en un loco demente, arrasador de culturas y destructor de derechos y libertades ciudadanas.  Mencionar a Felipe V y no añadirle algún adjetivo descalificador es algo sumamente extraño. Al fin y a la postre, nombrar a Felipe es proclamar la existencia del Decreto de Nueva Planta, de odioso recuerdo para los antiguos reinos y condados españoles.

                              Sin embargo, con sus muchos achaques, su carácter bipolar, sus depresiones y sus intermitentes demencias, Felipe V, durante su reinado, tuvo acierto en la elección de sus Secretarías de Estado y de Despacho, posteriormente ya calificados como Ministros, los cuales vinieron a suplir a los antiguos y austríacos Consejos del régimen polisinodial, siendo vaciados de poder, salvo el Consejo de Castilla que vio incrementada sus atribuciones.

               Hacienda, Armada y Administración fueron sus campos de reconstrucción nacional. Felipe V sigue siendo un monarca denostado a pesar de que durante su reinado «impulsó la racionalización de la administración para de esta forma promover el desarrollo económico en un reino sumido en una fuerte crisis económica. Felipe V también puso en marcha un proceso de reforma agraria para superar el ancestral atraso del campo. No menos importante fue su interés por fomentar el comercio, la producción industrial y las vías de comunicación y así posibilitar la formación de un mercado nacional».

Efectivamente, Felipe V se encontró un imperio anclado en un Estado de reinos, Castilla, Aragón, Cataluña. Sus medidas, en concreto el Decreto de Nueva Planta, tan denostado por los actuales nacionalistas, propiciaron una concentración administrativa, mientras se respetaban los derechos civiles privados y se castellanizaba todo el entramada burocrático. La abolición de los derechos públicos y fiscales y fueros, propició una centralización, dividiéndose el territorio en provincias gobernadas por un Capitán General y una Audiencia, desapareciendo las medievales cortes. Los fueros se derotaron, en especial en Cataluña, como castigo por su defensa del candidato austríaco, manteniéndose en las Vascongadas, el Valle de Arán y en Navarra, merced a su demostrada lealtad durante la guerra de Sucesión española. La concentración administrativa se radicó en el Consejo de Castilla, desapareciendo los restantes, es decir, Aragón, Flandes e Italia.

               El monarca borbón llevó a cabo una absoluta modernización de la Administración pública, mediante la búsqueda de una profesionalización de sus funcionarios que debían rendir cuentas a las autoridades superiores, en forma regular y periódica. Asimismo, la publicación de leyes e instrucciones de meridiana claridad, permitieron una agilización burocrática y una seguridad jurídica, sin perjuicio de la fiscalización de las labores del funcionariado, ganador de un prestigio, libre de la corrupción imperante.    La situación hallada por Felipe V, desde el punto de vista económico y financiero fue desastrosa. Esa lucha contra la corrupción mencionada se acompañó con la creación de nuevos impuestos, para lograr una carga tributaria más equitativa, eliminando privilegios fiscales y favoreciendo la agricultura, el artesanado e impulsando las manufacturas reales, lo cual no era sino inmiscuir a la Corona en el desarrollo económico de la nación. Todo ello trajo consigo el que, al final de su largo reinado, Felipe V dejase un Tesoro público saneado y la situación económica sumamente mejorada, demostrando, en gran media, que la unidad del Imperio era el mejor aporte para su crecimiento y desarrollo.

Otro aspecto resaltable de su reinado no fue sino la re-estructuración en profundidad del ejército. Ya no solamente se trató de introducir nuevas vestimentas, uniformidad, fusiles o bayonetas, sino también de remodelar las formas y estrategias. Se sustituyeron los antiguos y valerosos Tercios por brigadas, regimientos, batallones, compañías y escuadrones. Fue un cambio absoluto de modelo militar, que vino acompañado de mejoras en la artillería y en la construcción de la armada española. Buques más modernos, astilleros más eficientes y profesionalizados, propiciaron el que el poder naval español fuese uno de los más importantes de aquellos tiempos. España estaba inmersa, sin apercibirse casi de ello, en una modernización completa. Y aunque el Rey era soberano absoluto, nunca ejerció tan poder, sino que descargó grandes niveles de responsabilidad y de gobierno en sus ministros, con la ayuda de algunos cortesanos como la princesa  de los Ursinos, y posteriormente su segunda mujer, Isabel Farnesio,. Su carácter, sus depresiones y enfermedades no fueron ajenos a tales decisiones.  Dejar el gobierno del Imperio a los políticos propició la recuperación del comercio con los territorios de ultramar, arrinconando a franceses e ingleses; persiguiendo el contrabando, e implantando las aduanas lo cual permitió un incremento en la recaudación fiscal por el comercio interior y exterior. También se promulgaron restricciones económicas, como la prohibición de importar manufacturas textiles o exportar grano, incentivando el comercio y negocio interiores, incluyendo la creación de compañías con derechos especiales en el comercio. Aunque hay que expresar que el Tratado de Utrecht, con sus ventajas a los navíos ingleses, no facilitaron el desenvolvimiento económico a los comerciantes españoles sujetos a los monopolios de la flota de Cádiz y la Casa de Contratación.

            Un extremo llamativo fue la limitación del poder de los Arzobispos y de las funciones de los obispos, con lo cual la presencia de la Iglesia fue reducida dentro del entramado político y burocrático del Estado. En alguna medida, al ejemplo de su abuelo Luis XIV, impulsó Felipe V, el arte, la cultura y la instrucción, y meced a ello, en la actualidad gozamos del Palacio real de la Granja de san Ildefonso, en donde se retiraba a superar sus depresiones. Por la insistencia de su esposa Isabel de Farnesio adornó la Granja con esculturas romanas adquiridas a Cristina de Suecia, al tiempo que ampliaba y reformaba el Palacio de Aranjuez, introduciendo el estilo rococó en España. Asimismo, fue el iniciador de la construcción del Palacio Real de Madrid. Quedando también para el recuerdo del monarca borbón la creación de la Real Academia Española de la Lengua y la Real Academia de Historia, junto con la Biblioteca Nacional. Y, a título de anécdota, a su instancia de formó el cuerpo de Mossos d,escuadra catalanes.

            Un último campo mencionable fue el de la instrucción pública. Así, mientras la enseñanza primaria siguió en manos de las ordenes religiosas, al no existir profesorado suficiente para atender al alumnado, la educación universitaria contempló la mayor de las reformas. Los Colegios Mayores empezaron a ver la luz, así como los Colegios de Minería, juntamente con el sistema de becas o las academias científicas.

            Y si se ha mencionado la presencia activa de ministros, cabe finalizar destacando a los españoles como José Patiño, político, diplomático y economista; José del Campillo, hacendista; y, especialmente, el marqués de la Ensenada, gran político y magnífico planificador de la economía.  

Felipe V, sin duda no fue un hombre feliz, pero España durante su reinado resurgió de un período de decadencia por el agotamiento de los Austria y sus gobiernos, propiciando su entrada en la modernidad. Empero, en la actualidad, como consecuencia de una provocada ceguera y una rebuscada ignorancia, su persona y su reinado son objeto de un total desprestigio y de una constante maledicencia, que refleja la existencia de una conciencia social marcada por un radical nacionalismo, más interesado en alcanzar objetivos personalisimos que en respetar la verdad histórica en toda su extension.

                                      

Francisco Gilet.

Bibliografía

GARCÍA CÁRCEL, Ricardo (ed.), De los elogios a Felipe V, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2002.

GONZÁLEZ ENCISO, Agustín, Felipe V, la renovación de España: sociedad y economía en el reinado del primer Borbón.

VOLTES BOU, Pedro, Felipe V: fundador de la España contemporánea,

MORÁN TURINA, José Miguel, La imagen del rey Felipe V y el arte.

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