Práxedes Mateo Sagasta, al glosar la figura de su rival político y amigo, pronunció la siguiente frase: «Después de la muerte de Don Antonio, todos los políticos podemos llamarnos de tú». Cánovas del Castillo, había sido asesinado el 8 de agosto de 1897 en el balneario de santa Águeda, en Mondragón. Y su asesino no fue un español, sino un anarquista italiano que descerrajó tres disparos al presidente del gobierno, sentado en un banco del balneario leyendo un periódico. Miguel Angilillo, que así se llamaba el italiano, justificó su acto por venganza por las muertes de los anarquistas detenidos en Barcelona por su atentado contra la procesión del Corpús en junio de 1896. Juzgado, fue sentenciado a muerte y ejecutado el 19 de agosto del mismo año 1897, es decir, a once días de haber asesinado a Cánovas.El atentado anarquista de la Procesión del Corpus, del 7 de junio de 1896, supuso el arresto de anarquistas, socialistas y sindicalistas; ingresados en la bastilla del Montjuic, aprobándose una nueva ley contra el anarquismo, el 3 de septiembre de 1896, que se llegaría a aplicar de forma retroactiva contra los presos absueltos, a través de su deportación fuera del país.
Con Cánovas falleció no solamente un presidente del gobierno español, sino también un periodista cabal, un político liberal y con gran visión de las necesidades del país. Sus pasos por los ministerios de Gobernación y de Ultramar reinando Isabel II, su trascurso por la revolución de 1868, sus trabajos para el retorno de Alfonso XII, conformaron un pensamiento político al cual llegó a darle su propio nombre, el sistema canovista. En 1874 llegó un pronunciamiento más, esta vez el del general Martínez Campos, con la intención de proclamar rey al joven Alfonso. Cánovas, redactó el Manifiesto de Sanhursat, en el cual se establecía una monarquía parlamentaria y constitucionalista. El entonces príncipe Alfonso lo firmó en dicha academia militar inglesa, el 1 de diciembre de 1874, aceptando con tal firma la Restauración de un nuevo régimen monárquico constitucional, conservador y católico, defensor del orden social al tiempo que garante de un modelo político liberal. A los dos años, en 1876, de aprobó la Constitución redactada por Manuel Alonso Martínez, que perdurò hasta 1931, con un claro intento de fijar una estabilidad política sustentada en la alternación en el poder.
Fundador del partido Conservador, decretado inicialmente el sufragio restringido, para en 1890 establecerse el sufragio universal masculino. Mientras tanto, se constituyó el partido Liberal, por parte de Práxedes Mateo Sagasta, llegándose a lo que ha venido llamándose el Pacto de El Pardo, en cuya virtud acordaban una alternancia en el gobierno que viniese a significar una pacificación en la confrontación política. No fue hasta 1891, cuando Cánovas considero que Sagasta y su partido estaba suficientemente preparado para gobernar cuando se produjo el cambio de presidencia, abandonada por Cánovas solamente en dos ocasiones, 1875 y 1879. A ciencia cierta no hay constancia de si ese Pacto fue tal o simplemente un acuerdo entre políticos, Sagasta y Cánovas, para dar solución de continuidad a la monarquía parlamentaria a la muerte de Alfonso XII.
Los acuerdos y consensos debían ser constantes ante el devenir político. Así Cánovas tuvo que aceptar la participación de la derecha católica, en la figura de su Ministro de Fomento, Manuel Orovio Echagüe, el cual suspendió la libertad de cátedra, aunque solamente fuese de forma parcial, lo cual fue considerado por Cánovas «una barbaridad». Partidario de la pervivencia de la esclavitud en las colonias, no fue sino como consecuencia de las presiones de los abolicionistas que firmó el decreto aboliendo la esclavitud en 1880. Sus gobiernos tuvieron fuerte incidencia en la creación del capitalismo, lucha contra el anarquismo y los movimientos independentistas de Cuba.
En su haber como gobernante también hay que anotar la pacificación del país, poniendo fin a la sublevación cantonal (1874), la Tercera Guerra Carlista (1875) y la Guerra de los Diez Años en Cuba (1878). Inspirado por la «lección» histórica de la decadencia española, trató de impulsar un resurgimiento nacional, fomentando un nuevo patriotismo español con actos como los que conmemoraron el cuarto centenario del descubrimiento de América (1892). Pero se mostró impotente ante los nuevos conflictos que suscitaban el nacionalismo catalán, el movimiento obrero, el anarquismo, las disidencias internas de su partido y la reaparición del movimiento independentista en Cuba (1895). Incapaz de abrir cauces para la participación política de nuevos grupos y aspiraciones.
Tras su asesinato en el balneario de Mondragón, dejó al régimen constitucional ante una situación de crisis que se prolongaría desde la derrota en la Guerra de Cuba (1898) hasta su extinción (1923), con la dictadura de Primo de Rivera. Aunque también el reflejo de la consideración que mereció la actividad política de un hombre que hijo de un maestro de escuela, nacido en Málaga en 1828, se esforzó con sus estudios y su afición al periodismo. Afición que le llevó a escribir en el semanario «La Joven Málaga», y a ejercer la crítica teatral en «La Patria» de Madrid. E incluso adentrarse en el ensayo histórico, publicando en 1854, «La historia de la decadencia en Española».
Francisco Gilet
Bibliografia
Comellas, José Luis, Cánovas del Castillo, Ariel, 1997
Cánovas y su época. García Escudero, José María