No solamente fue en Verona donde surgió el enfrentamiento entre familias, montescos y capuletos, sino que en la culta Salamanca se conflagró la conocida como Guerra de los Bandos. Ya existe constancia documentada de ser a principios del siglo XIV de las peleas casi diarias entre los partidarios del bando de Santo Tomé y de San Benito. Nuestro personaje, María Rodriguez de Monroy había nacido en Plasencia, en la casa conocida como de las Dos Torres. Casada con Enrique Enríquez de Sevilla, Señor de Villalba de los Llanos, se trasladó a vivir a la ciudad de Salamanca en la casa que poseía su marido en dicha villa.
Ya nos hallamos en pleno siglo XV cuando la ciudad literalmente estaba dividida en dos, separada ambas zonas por la Plaza del Corrillo, considerado por los salmantinos como un lugar tan inhóspito como intransitable por inseguro. Llegada Maria a la ciudad, casi enseguida tomo partido por el bando de san Benito junto a las familias Solís, Maldonado, entre otras, con ahítos deseos de lograr la hegemonía de la ciudad en lugar del bando de santo Tomé.
María Rodriguez se vio sorprendida por la muerte repentida de su esposa, don Enrique, quedándose al cuidado de dos hijos adolescentes, Luis y Pedro, conocido dentro de la villa como “Los Enríquez”. Tales adolescentes, empero el encono entre ambos bandos, tenían relación amistosa con dos hermanos de la familia Manzano, pertenecientes al bando de san Benito.
Un día de 1465, el menor de los hijos de doña Maria hallándose jugando a la pelota con los hermanos Manzano, se produjo un altercado en el fragor del juego. El comienzo fueron solo palabras y algún que otro empujón, sin embargo, de las manos pasaron a las armas y los Manzano asesinaron a Pedro, el menor de los Enríquez. Los hermanos Manzano, Gómez y Alonso, dándose cuenta del alcance de su acción y temiendo la venganza por parte del hermano mayor, Luis, planearon su muerte. Agazapados en un callejón, aguardaron la llegada de Luis y al tenerlo a su alcance le asestaron varias puñaladas que le causaron la muerte.
Aquella inicial trifulca del juego había llegado a alcanzar una situación sumamente peligrosa para los hermanos asesino. De ahí que, su padre, enterado de los hechos y sabedor de las posibles represalias por parte del bando de Santo Tomé aconsejase a sus hijos que huyesen a Portugal. Y así lo hicieron, saliendo con premura hacia las tierras portuguesas.
Doña María, ausente de Salamanca, al tener conocimiento de la noticia regresó inmediatamente a la ciudad que había sido escenario del asesinato de sus dos hijos para darle cristiana sepultura. María, sin hombres familiares a los cuales acudir para tomar venganza del delito cometido, tomó la decisión de ser ella la justiciera. Hizo correr el bulo de que se iba a Segovia a vivir en soledad su duelo, y mientras la ciudad y particularmente los integrantes del bando de San Benito experimentaban una cierta tranquilidad ante la conocida decisión de la madre dolorosa, esta reclutó un pequeño pero osado grupo de caballeros entre los partidarios de su bando, junto con algunos siervos. En total eran unos veinte caballeros que debían localizar a los asesinos y tomarse la justicia por su mano.
Teniendo noticias de la partida de los hermanos Manzano hacia Portugal, María salió, cauta y discretamente, con sus caballeros hacia aquellas tierras. Por cada aldea o villa que cruzaba, preguntaban acerca de la presencia o del paso de los hermanos asesinos, ofreciendo buenas. Por un villano se les delató el escondite en una posada de la ciudad portuguesa de Viseu. Llegados doña María y sus huestes hasta la villa, aguardaron a que anocheciese, mientras planeaban la emboscada. La noche y la sorpresa serian buenos aliados para acabar con los hermanos y sus posibles aliados. Efectivamente, anochecido, el grupo de caballeros con María a la cabeza derribó el portón de la posada, penetró en ella y, cogiéndoles por sorpresa, lucharon y acabaron con los dos hermanos y algunos de sus acompañantes.
Los cuerpos de Gómez y Alonso, desangrándose en el suelo, fueron decapitados por la misma doña María.
A partir de tal hecho, son dos las versiones que circula; una que doña María, conocida desde ese acontecimiento como María La Brava, entró en Salamanca portando en su mano izquierda las cabezas ensangrentadas de los hermanos Manzano para depositarlas en la tumba de sus hijos, en la iglesia de Santo Tomé, la otra nos cuenta que las colocó en una pica, clavada en la fachad de su casa.
Fue un fraile agustino, Juan de Sahagún quién logró la firma del acuerdo de paz el 30 de septiembre de 1476, conocido como el Acta de la Concordia, en cuya virtud terminaron varios lustros de enfrentamientos y venganza entre ambos bandos, santo Tomé y san Benito. María Enríquez, protagonista de uno de los hechos más cruentos en la historia salmantina, falleció a los pocos años, siento enterrada en la Iglesia de Villalba de los Llanos, Salamanca, mientras el palacio donde residió todavía se mantiene en pie, siendo conocido como la Casa de doña Maria La Brava. El autor Eduardo Marquina es el autor de la obra teatral del mismo nombre, interpretado el personaje por doña Maria Guerrero.
Francisco Gilet