GERÓNIMO DE AGUILAR Y EL CHOCOLATE

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Gerónimo de Aguilar

Monasterio de Piedra, año de gracia de 1534.

La noche se está haciendo larga para el abad Antonio de Álvaro. Aunque acostumbrado al mal de digestión, no son pocas las ocasiones que ve amanecer sin haber pegado ojo, afectado por una persistente fragilidad estomacal que con cierta frecuencia le lleva a alimentarse únicamente con líquidos durante varios días, pero como le dice al resto de frailes del cenobio: a dolencia conocida, medicación dispuesta y mucho rezar a la Virgen del Pilar.

Es ese incómodo dolor la causa de que haya venido hasta las cocinas del cenobio cuando aún no ha cantado el gallo. Alumbrado por la luz de una palmatoria, el monje cisterciense pasea por la despensa entre las tinajas de vino y aceite hasta alcanzar su objetivo: un barril repleto de fruta de almendra que, por lo que dice la carta de fray Gerónimo de Aguilar, el hermano cisterciense que le ha enviado esta fruta desde el Nuevo Mundo, esa bebida no solo genera a quien la degusta cierta sensación de bienestar y energía, sino que también actúa como remedio digestivo.

Lo cierto es que esa vaina amelonada que al abrirla longitudinalmente guarda unos granos envueltos en una pulpa blanca ha causado expectación entre los monjes. De hecho, esa misma tarde el hermano cocinero ha preparado una olla siguiendo la receta que les ha facilitado fray Gerónimo, obteniendo un líquido espeso, oscuro y espumoso que, como buena medicina, tiene un sabor tan amargo que requiere endulzarlo con miel.

El abad echa un vistazo a la olla: aún queda un poco, así que toma una escudilla, la llena y se bebe el contenido de un solo trago. Con ganas, quizás demasiadas para alguien que dice no dejarse apoderar por los placeres de este mundo, pero es que el sabor del brebaje, convenientemente edulcorado por la melaza, resulta muy agradable, diríase que adictivo. Demasiado bueno, se dice antes de echarse otro poco, para no ser pecado.

EL PERSONAJE

Gerónimo (o Jerónimo) de Aguilar nació en Écija en 1489. Poco se sabe de sus primeros veinte años, no siendo hasta 1509 cuando se tiene constancia de su paradero en La Española al acompañar a Diego Colón en uno de sus viajes, una vez recibidas las órdenes menores. En noviembre de ese mismo año marchó al Darién (Panamá) con Diego de Nicuesa, donde se vería involucrado en las hostilidades de este con Vasco Núñez de Balboa.

15 de agosto de1511. El navío que llevaba a Aguilar y al corregidor Juan de Valdivia con destino a La Española para informar sobre los desórdenes del Darién y en busca de avituallamiento y gente fue sorprendido por una tempestad que los desvió de rumbo, arrastrándolos hasta unos islotes llamados de las Víboras (o de los alacranes), próximos a Jamaica, donde naufragó. Del accidente sobrevivieron una veintena, tras poner a flote un precario batel en el que estuvieron a la deriva 15 días sin agua y sin alimentos. Entre los supervivientes se encontraban entre ellos Aguilar, Valdivia y el marinero Gonzalo Guerrero.

Durante esas dos semanas varios murieron y fueron arrojados al mar, hasta que por fin arribaron a la costa oriental de Yucatán. Allí serían capturados por una tribu maya que predominaba en la región oriental de la península yucateca, los cocomes, Una vez más, a los españoles les aguardaba un futuro incierto:

…(Aguilar) dixo que saltando de la barca los que quedaron vivos, toparon luego con indios, uno de los cuales con una macana hendió la cabeza a uno de los nuestros, cuyo nombre calló; y que yendo aturdido, apretándose con las dos manos la cabeza, se metió en una espesura do topó con una mujer, la cual, apretándole la cabeza, le dexó sano, con una señal tan honda que cabía la mano en ella. Quedó como tonto; nunca quiso estar en poblado, y de noche venía por la comida a las casas de los indios, los cuales no le hacían mal, porque tenían entendido que sus dioses le habían curado, paresciéndoles que herida tan espantosa no podía curarse sino por mano de alguno de sus dioses. Holgábanse con él, porque era gracioso y sin perjuicio vivió en esta vida tres años hasta que murió.

Valdivia y cuatro hombres más fueron ofrecidos en sacrificio a sus dioses y el resto acabaron en prisión. Temiendo ser los siguientes, Aguilar y sus compañeros consiguieron escapar y ocultarse en la selva, pero la libertad les duró poco, pues cayeron en manos de Aquincuz, quien gobernaba la región de Xamahná. Este cacique, enemigo natural de la tribu que los detuvo al principio, dio amparo a los fugitivos, si bien los redujo a servidumbre. Lo extremo de las condiciones hizo que todos los españoles fueran enfermando y muriendo hasta quedar vivos solamente Aguilar y Gonzalo Guerrero.

Movido por el instinto de supervivencia, durante 8 largos años Aguilar demostró obediencia y espíritu de servicio para con su amo, quien le dedicó a transportar agua, leña y pescado, así como a trabajar en los maizales. Incluso parece que también ayudó peleando en una batalla contra un cacique rival.

1519. A finales de febrero, Hernán Cortés llegó a la isla de Cozumel, frente a la costa de Yucatán. El naufragio acaecido ocho años atrás era de sobra conocido por los españoles, por lo que en las instrucciones que el gobernador de Cuba y organizador de la expedición, Diego Velázquez de Cuéllar, había dado a Cortés figuraba la de averiguar qué había sido de estos náufragos y rescatar a los que todavía quedasen con vida.

Casi por casualidad, unos comerciantes indígenas proporcionaron a los españoles información sobre los desaparecidos.

Que como hubiese oído el general á los soldados que vinieron con Francisco Hernández de Córdova, que los indios les decían Castilán, Castilán, señalando al oriente, que llamó al mismo Bernal Díaz y á un viscaíno llamado Martín Ramos, y les preguntó, que si era como decía; y respondiéndole que sí, dijo el general, que presumía haber españoles en Yucatán, y sería bueno hacer diligencia entre los indios. (Bernal Díaz del Castillo)

Inmediatamente, Cortés dispuso que el capitán Diego de Ordaz cruzase con una partida de soldados a tierra firme llevando abalorios para los indios y sendas cartas a los prisioneros, indicando que Ordaz los esperaría durante ocho días en el cabo Catoche.

Grande fue el alegría de los españoles con esta nueva, y así les dijo el general á los caciques que con cartas, que les daría para ellos se los enviasen á buscar. A los que señalaron los caciques (para ir, halagó) y dio unas camisas y cuentas, prometiendo darles más cuando volviesen. Los caciques dijeron al general, enviase con los mensajeros rescate para dar a los amos, cuyos esclavos eran, para que los dejasen venir, y así se les dio de todo género de cuentas y otras cosas, y se dispusieron los dos navíos menores con veinte ballesteros y escopeteros, por su capitán Diego de Ordaz. Dióles orden el general que estuviesen en la costa e Punta de Cotóch) aguardando ocho días con el navío mayor, y que con el menor se le viniese á dar cuenta de lo que hacían. Dispusose todo, y la carta que el general Cortés dio á los indios, para que llevasen á los españoles, decía así: «Señores y hermanos, aquí en Cozumél (Cuzamil) he sabido, que estais en poder de un cacique detenidos. Yo os pido por merced, que luego es vengais aquí á Cozumel (Cuzamil), que para ello envió un navío con soldados, si los hubieredes menester, y rescate para dar á esos indios con quien estáis, y lleva el navío de plaza ocho días para os aguardar. Veníos con toda brevedad: de mi sereis bien mirados, y aprovechados. Yo quedo aquí en esta isla con quinientos soldados y once navíos. En ellos voy mediante Dios la vía de un pueblo que se dice Tabasco o Potonchán.

Transcurrido el plazo, Ordaz y sus soldados regresaron a Cozumel sin que nadie apareciese.

El día 5 de marzo, perdida ya la esperanza de rescatar a los prisioneros, Cortés se hizo a la mar para proseguir su viaje, pero la avería de uno de los barcos los obligó a volver a puerto. Una vez reparado el navío se aprestaron a zarpar de nuevo, cuando de pronto el vigía vio que una canoa de remos en la que viajaban cuatro indios se acercaba hacia ellos. Intrigado, Cortés comisionó al capitán Andrés de Tapia para salir a su encuentro con una partida de soldados. Al acercarse, los españoles pudieron ver que uno de los que iban en la canoa era Jerónimo de Aguilar, quien llevaba el pelo cortado y peinado a la manera maya y vestía como los indios, acompañado de los tres mensajeros indígenas que Diego de Ordaz había dejado en la costa de Yucatán.

Al Jerónimo de Aguilar se dio la carta y rescates, y que habiéndola leído se holgó mucho (bien se deja entender el grado en que seria) y que fue á su amo con ella, y los rescates para que le diese la licencia, la cual luego dio para que se fuese donde tuviese gusto. Jerónimo Aguilar habida licencia de su amo, fue en busca de otro compañero suyo llamado Gonzalo Guerrero y le enseñó la carta, y dijo lo que pasaba.

RESCATADO

Cuando volvieron á arribar á Cozumel (Cuzamil) los navíos, supólo luego Jerónimo de Aguilar, y trató con priesa de ir á alcanzarlos. Pagó con las cuentas verdes del rescate que le enviaron, y seis indios remeros que en breve tiempo (por no ser más de cuatro leguas la travesía) pasaron de la banda de Tierra firme á la playa de la isla, aunque por la violencia de las corrientes descayeron algo del puerto á donde iban á parar. Habían salido unos soldados á caza de puercos monteses, de los que tienen el ombligo arriba en el espinazo; dijeron al general como habían visto, que de la parte de Cabo de Cotoch atravesó una canoa grande á la Isla, y que la gente de ella junto al pueblo. Mandó el general al capitán Andrés de Tapia, que con otros dos soldados fuese á reconocer que novedad era aquella. Viendo los indios remeros ir los españoles para ellos, quisierónse tomar á embarcar, pero Aguilar los sosegó, diciéndoles, que no tuviesen miedo, que eran sus hermanos. Como el español venía de la misma forma que los indios, envió á decir el capitán Andrés de Tápia al general Cortés, que siete indios eran los que habían llegado en la canoa. Los españoles que los encontraban, preguntaban al capitán Tapia por el español; ¿pero que tal venía él, para que le conociesen, aunque estaba presente? De su natural color era moreno, venía tresquilado como un indio esclavo, traía un remo al hombro, una ruin manta, sus partes verendas cubiertas con un paño á modo de braguero, que los indios usan y llaman Puyut, y en la manta un bulto, que después se vio eran horas muy viejas, y con este arreo llegó á la presencia del general Cortés que también preguntó al capitán Tapia por el español Jerónimo de Aguilar, que se había puesto en cuclillas, como los otros indios, entendiendo al general, dijo: Yo soy; y luego Cortés le mandó vestir camisa y jubón, y unos calzones, y calzar unos alpargates, y le dieron para cubrirle la cabeza una montera, que por entonces no se le pudo dar otros vestidos.

Tras relatar sus vicisitudes en tierras mayas, Aguilar explicó que su amo le había dado permiso para marchar con los españoles y que él personalmente había intentado convencer al otro superviviente, Gonzalo Guerrero, pero este prefirió quedarse con los indios.

El encuentro con Aguilar resultó extremadamente beneficioso para los intereses de Cortés. El sevillano hablaba a la perfección la lengua maya, convirtiéndose en intérprete. Su primera aportación fue en Tabasco, traduciendo un requerimiento para que los indígenas aceptaran hacerse vasallos de la Corona de España. La lectura pública del requerimiento fue contestada por los indios con una rociada de flechas.

Tras la batalla de Centla el 14 de marzo de 1519, los caciques se presentaron ante los españoles para sellar una alianza de paz y les hicieron entrega de un presente de mantas de algodón y piezas labradas en oro, así como de veinte jóvenes indias para su servicio, entre las que se encontraba La Malinche.

Siguió el sevillano haciendo de intérprete durante el recorrido de la expedición por tierras mayas, pero cuando se internaron en territorio azteca, Cortés descubrió que la Malinche hablaba tanto el maya como el azteca. Se estableció entonces un triple sistema de traducción: los aztecas hablaban a la Malinche en su lengua y esta lo traducía al maya para que Aguilar, a su vez, se lo comunicara en castellano a Cortés y sus hombres. Cuando la Malinche aprendió el castellano, se hizo innecesaria la colaboración de Aguilar como intérprete, convirtiéndose entonces en soldado, participando activamente en la conquista del imperio azteca en agosto de 1521.

El resto de sus días transcurrió en Nueva España. En 1523 fue nombrado regidor y en 1525 el Ayuntamiento le concedió un solar para edificar su casa. Por los servicios prestados en la Conquista fue premiado con tres encomiendas en el norte del valle de México que le fueron concedidas en 1527. Enemistado con Cortés, en 1529 compareció como testigo en el juicio de residencia al que fue sometido el conquistador.

Jerónimo de Aguilar murió en 1531 cerca del río Pánuco. Los pueblos de su encomienda fueron retomados por la Corona. Se ignora el lugar donde fue sepultado.

EL CHOCOLATE

Cuando uno lo sorbe, puede viajar toda una jornada sin cansarse y sin tener necesidad de alimentarse (Hernán Cortés).

Cuenta la leyenda que el dios Quetzalcoatl regaló a los hombres el árbol del cacao antes de que fueran expulsados del paraíso. Un alimento de los dioses que daba a los hombres vigor y fuerza.

La primera referencia hacia el cacao se produjo en una carta que Hernán Cortés escribió el 30 de octubre de 1520. En ella, se refería a este producto como una fruta con almendras, que se vendía molida en tierras mexicanas y a la que los aztecas daban tanta importancia que incluso se utiliza como moneda en algunos pagos. El propio Moctezuma lo bebía en copas doradas, mientras que para Cortés fue un pago a un monje del Císter que lo acompañó en su aventura por Nueva España: Jerónimo de Aguilar.

No fue hasta 1534 cuando el cacao llegó a España y fue en la localidad zaragozana de Nuévalos donde se fabricó chocolate por primera vez en el continente europeo. Fue fray Jerónimo de Aguilar quien envió el primer saco de semillas de cacao y la receta del chocolate a Antonio de Álvaro, abad del Monasterio de Piedra, al oeste de Zaragoza, quien supo emplear el poder calórico del chocolate para superar sus ayunos y tener fuerzas para trabajar, aunque seguramente no resultaba tan apetecible como ahora, pues inicialmente lo preparaban amargo como un brebaje medicinal.

Pero, ¿por qué era amargo en un principio?

El nombre original de esta bebida era «xocolatl», (literalmente ‘agua amarga’), del que deriva su denominación actual. Los aztecas elaboraban este líquido a partir del haba del cacao, lo mezclaban y aromatizaban con hierbas, vainilla, pimienta y otras especias como la guindilla y hasta lo condimentaban con chile, con el fin de obtener un líquido espeso, oscuro y espumoso que bebían frío o caliente.

Desde los primeros tiempos, Cortés reseñó que esa bebida generaba a quien la degustaba cierta sensación de bienestar y energía inusitada, aunque era obligado endulzarla con miel, ya que el amargor del achiote que llevaba era complicado de digerir. En Zaragoza los monjes emplearon para eso vainilla, azúcar y canela.

La primera evidencia documentada de la prueba del cacao en España al encontramos en una delegación Kekchi enviada a visitar al príncipe Felipe, futuro Felipe II, entre cuyos presentes aparece el cacao. Fue Bernal Díaz del Castillo uno de los primeros en reportar el uso del Nauatl xocoatl  como bebida y como moneda. La palabra se incorporaría al castellano como “chocolate” y esta denominación se expandió a lo largo de todo el mundo junto con el producto del cacao.

Esta exótica bebida se afianzó rápidamente en todos los estamentos de la sociedad: pronto se hizo costumbre tomar chocolate y celebrar chocolatadas, asociado a las visitas sociales, celebración de los grandes eventos y reuniones sociales. A falta de elementos de vajilla apropiados para el consumo, surgirían nuevos elementos inspirados en las costumbres aztecas: la vajilla típica española para las chocolatadas constaba de una jícara (palabra de etimología náhuatl «xicalli»), se removía el chocolate caliente con un molinillo y se servía en una especie de bandeja especial denominada mancerina, inventada en 1640 por el marqués de Mancera, virrey del Perú. En aquella primera época era muy habitual servir el chocolate con dulces (por regla general bizcochos) que se remojaban en el chocolate caliente.

CASI PECADO

Tras su difusión por Europa, en los países de religión católica surgió la duda teológica acerca de si la ingesta de chocolate rompía el ayuno eclesiástico.

La primera mención histórica del dilema tuvo lugar en Nueva España por el jesuita Juan de Cárdenas en el año 1591, quien hizo una distinción clara entre los posibles usos, los alimentos líquidos y los sólidos. Por su parte, el fraile Agustín Dávila Padilla negó que el chocolate rompiera el ayuno, añadiendo en la lista incluso al vino. El debate alcanzó hasta los altos estamentos papales, a los que se les solicitó una solución al caso. El fraile español León Pinelo en el año 1636 publicó un libreto en Madrid adelantando la cuestión a debatir:

Cuestión moral si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico.

Pinelo explicaba que el cacao elaborado con agua no violaba el ayuno, mientras que el elaborado con leche sí, debido al aporte nutritivo de la leche. De la misma opinión era Tomás Hurtado, que en 1645 afirmó que añadir harinas diversas, huevos o leche contravenía el ayuno cristiano.

En cuanto al régimen económico del comercio del cacao, inicialmente fue el monopolio. Así, la Compañía Guipuzcoana de Caracas, constituida el 25 de septiembre de 1728 en virtud de una Real cédula expedida por el rey Felipe V, se encargaba del intercambio comercial recíproco entre la provincia de Venezuela y España. Por su parte, el cultivo del cacao en Brasil estaba en manos de la Compañía de Jesús.

No sería hasta los inicios del siglo XIX cuando la bebida se convirtió en las tabletas y bombones que hoy conocemos, pero si no hubiese sido por aquel cisterciense de vida tan azarosa, no podríamos disfrutar de un trocito de Cielo en la tierra….

Ricardo Aller Hernández

BIBLIOGRAFÍA

*https://dbe.rah.es/biografias/5343/jeronimo-de-aguilar

* Fernández, Tomás y Tamaro, Elena. «Biografia de Jerónimo de Aguilar». En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea [Internet]. Barcelona, España, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/aguilar_jeronimo.htm [fecha de acceso: 18 de noviembre de 2021.

*abc.es/historia/20150321/abci-origen-chocolate-espana-201503161513.html

*chocolatisimo.com/cuando-llego-el-chocolate-a-espana/

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1 thought on “GERÓNIMO DE AGUILAR Y EL CHOCOLATE”

  1. !Con lo rico que está el chocolate! Otro personaje de Interés que no conocía. Eran muy valientes aquellos compatriotas. Muy interesante, como siempre.

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