GRACIA REAL DE SANTA TERESA DE MOSÉ

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San Agustín, 1687.

El espectáculo en la plaza de armas del castillo de San Marcos es dantesco: 11 esclavos negros embarrados, andrajosos y extenuados tras pavorosas jornadas atravesando ciénagas, bosques y ríos, caminando de noche y escondiéndose de día de las partidas británicas que en cuanto se dieron cuenta de la fuga en las plantaciones de algodón en la Carolina salieron en su busca. Estos, a diferencia de otros muchos que han muerto por el camino, sí han logrado llegar a la Florida para solicitar asilo al gobernador Diego de Quiroga y Losada, quien observa la escena desde la ventana de sus dependencias mientras piensa en los dos mundos opuestos que se encuentran a uno y otro lado de la frontera que separa las posesiones españolas de las colonias británicas.

Tres son las grandes diferencias entre unos y otros. Los británicos han generalizado los monocultivos de arroz o de algodón, a los indios se les ha despojado de esas tierras y los negros son sometidos a la esclavitud en los algodonales. Por su parte, en la Florida española se siembran cítricos, trigo y legumbres, a los indios no solo se les han respetado sus tierras, por mandato expreso de las Leyes de Indias, sino que se les instruye en las más de cien misiones levantadas por los franciscanos, y apenas se acepta la esclavitud, en buena medida por influencia del humanismo cristiano.

          Repasa el gobernador unas diferencias que ya nacieron hace doscientos años, en la misma expedición de Juan Ponce de León, cuando descubrió Florida en 1513, ya que entre la tripulación viajaban con él dos africanos libres, llamados Juan Garrido y Juan González Ponce de León. Luego vendrían otros, no todos de forma libre —El primer contingente de esclavos fue llevado a Norteamérica por Lucas Vázquez de Ayllón, en el año 1526— , pero la situación es mucho más favorable en tierras españolas que en las británicas, hasta el punto de convertirse la Florida española en la esperanza de libertad para los esclavos de las colonias del sur. De hecho, son tantos los que viven ya allí que no es descabellado pensar en la futura creación de un asentamiento propio para ellos, una comunidad autogestionada por negros libres y nativos americanos con respaldo de las autoridades.

Un futuro, piensa Diego de Quiroga y Losada, que no está muy lejos en llegar.

FUERTE MOSÉ, SU ORIGEN

De entre los territorios que España tenía en América del Norte el territorio de La Florida era seguramente el de mayor importancia estratégica por su ubicación, ya que ayudaba a controlar gran parte de las rutas en el mar Caribe y también salvaguardaba las minas mexicanas de ataques de franceses y británicos.

En 1730 la presencia española en la Florida era menor que un siglo antes debido a los continuos ataques indios y la presión inglesa, impidiendo la colonización interior. Por aquel entonces los asentamientos más importantes era Pensacola, en la costa del Caribe, haciendo frontera con tierras francesas, y San Agustín, en la costa atlántica, limitando con dominios de Gran Bretaña, encontrándose entre ellos el fuerte de San Marcos de Apalache, siempre amenazado por británicos e indios, lo que hacía inviable la comunicación por tierra, mientras la marítima estaba supeditada a los huracanes.

El problema principal de España era el constante crecimiento de las colonias inglesas a partir de la fundación de Charles Town en 1670, en las costas de Carolina del Sur, ya que comenzaron a extenderse rápidamente por el sur hasta establecerse en Georgia, un crecimiento basado en buena medida en la utilización de esclavos.

Aunque la mayoría de los africanos en España eran esclavos, no todos lo eran. La ley y las costumbres españolas garantizaban a los esclavos una personalidad moral y legal, así como ciertos derechos y protecciones que no se hallan en otros sistemas de esclavitud (Jane Landers)

La esclavitud fue practicada en la América británica desde el principio de la era colonial. A principios del siglo XVIII, miles de esclavos africanos eran explotados como trabajadores en los campos de algodón de Georgia y las Carolinas. Si conseguían escapar, los fugitivos malvivían como cimarrones en las profundidades de los bosques o eran acogidos por tribus indias como los seminolas, donde se convertían en los llamados seminolas negros. Por su parte, en la Florida y otras dependencias españolas muchos negros eran libres, y aunque tampoco faltaban los esclavos, su situación, conforme a la tradición legal española, basada en el antiguo derecho romano y la doctrina católica, era mucho mejor que la de los esclavos de las colonias británicas, pues podían tener pertenencias personales, casarse, mantener unidas sus familias, acudir a los tribunales en defensa de sus derechos e incluso comprar su libertad.

Una de las medidas españolas para dañar la economía de Gran Bretaña consistió en ofrecer libertad y refugio a todo esclavo que escapase del territorio británico con la única condición de convertirse al catolicismo. Así, desde 1683 San Agustín contaba con una milicia de negros y mulatos y en 1687, 11 esclavos fugitivos llegaron a la ciudad, obteniendo asilo a cambio de bautizarse y colaborar en terminar la construcción del Castillo de San Marcos, donde recibieron un sueldo de un peso al día. Los primeros esclavos que llegaron a San Agustín se hospedaron en casas de españoles para que aprendieran las costumbres y practicaran la fe, facilitándoles de esa manera su integración en el modelo de vida.

Tal fue la cantidad de esclavos fugados que en 1693 el rey Carlos II de España ordenó por medio de una Real Cédula que todos los esclavos fugitivos británicos que alcanzasen Florida fueran liberados siempre y cuando se bautizaran. Por su parte, los británicos aprobaron leyes cada vez más severas contra los esclavos, pero no surtieron efecto ya que la libertad era un reclamo mayor que el miedo.

En 1738 el por entonces gobernador de San Agustín, Manuel de Montiano, decidió formar una pequeña comunidad con la población de negros libres que había en la ciudad. El lugar elegido fue un área de marismas saladas, a unas dos millas al norte de san Agustín, una zona conocida por los indios como Mose, nombre que se mantuvo  al fundarse la nueva comunidad a la que se denominó Gracia Real de Santa Teresa de Mose, también conocido como Fuerte Mosé, siendo así el primer asentamiento legal de colonos negros libres en lo que actualmente es el territorio de Estados Unidos.

Ese mismo año un grupo de veintitrés africanos lograron fugarse de la plantación del plantador Caleb Davis, en Port Royal (Carolina del Sur), y pasaron a formar parte del asentamiento de Mosé. Semanas después, se produjo una revuelta de esclavos en las inmediaciones del río Stono, en la que los africanos (angoleños, en su mayoría), acabaron con la vida de más de veinte británicos y trataron de llegar a San Agustín. Lo mismo ocurrió con un grupo de esclavos que, obligados a construir un destacamento militar en la frontera, se fugaron y llegaron hasta territorio español.

Los primeros pobladores de Mosé, antiguos esclavos, eran ahora hombres libres, bautizados, fieles a la corona y con nombres españoles: Antonio Caravallo, Santiago Solís, Ana María de Escobar…Todos ellos trabajaron duro, levantaron casas, una iglesia y una empalizada con varias torres que defendían la posición de británicos e indios hostiles. El fuerte tenía cuatro muros altos de piedra y coquina, situados sobre rampas de tierra compactada, y su guarnición estaba compuesta por 100 africanos distribuidos en 20 barracones: mandingos, congos, carabalís, minas, gambias, lecumis, sambas, araras y guineanos formaban una comunidad afroamericana que creó su propia cultura sincrética con tradiciones de África, España y Gran Bretaña.

En 1739, apenas un año después de su fundación, Mosé era económicamente autosuficiente gracias a algunos campos de cultivo situados en su periferia.

FRANCISCO MENÉNDEZ

Los fugitivos que llegaban a San Agustín eran integrados dentro de las milicias negras formadas por hombres libres, al estilo de las que ya existían en otras plazas caribeñas como Veracruz, Puerto Rico o La Habana. Así lo hizo en 1724 un esclavo mandingo huido de la Carolina que más tarde sería bautizado como Francisco Menéndez.

Su nombre original era Mandinga. Nació en la región de Gambia a lo largo del río Gambia en África. Fue capturado y tras convertirse en esclavo se supone que fue enviado a Carolina entre 1709 y 1711. Consiguió huir y vivió con los indios yamasee, en el nordeste de Floria, luchando junto a ellos contra los ingleses, hasta que en 1724 llegó a San Agustín, donde se le concedió asilo.

En 1728 luchó al lado de los españoles para repeler varias incursiones de los británicos y sus aliados indios sobre Florida, ganándose la admiración de Montiano, que nombró a Menéndez capitán de la milicia negra del fuerte Mosé.

(Juro servir a la corona española) hasta que la última gota de sangre sea derramada (Francisco Menéndez).

Tras los sucesos acaecidos en Fuerte Mosé, Menéndez se unió a un barco corsario que fue capturado en 1741 por el buque británico Revenge. Cuando los ingleses descubrieron quién era lo castigaron con 200 latigazos, echándole sal en sus heridas y después le volvieron a someter a la condición de esclavo en las islas Bahamas. Rehaciéndose de su desgracia, Francisco consiguió huir de nuevo (otros aseguran que se pagó un rescate por él) y volver a San Agustín, donde participó en la reconstrucción del Fuerte Mosé, siendo él su comandante, ya con 38 años.

La comunidad permaneció allí hasta que los británicos tomaron el control de la Florida en 1763 y Menéndez fue evacuado con la comunidad de Fuerte Mosé hacia Cuba. En dicha isla estableció una comunidad similar llamada San Agustín de la Nueva Florida.

BLOODY MOSE

1740. En plena Guerra del Asiento, hartos ya del efecto llamada provocado por el cada vez más famoso Fuerte Mosé, las colonias británicas invadieron la Florida española. Fue en enero cuando el gobernador de Georgia, James Oglethorpe, consiguió hacerse con el control de los Fuertes Pupo y Picolata, al oeste de San Agustín. Tras estas victorias Oglethorpe compuso una formada por regimientos de Georgia y Carolina del Sur e indios Creek y Uchise con el fin de preparar una importante ofensiva contra las posiciones españolas más relevantes, como San Agustín.

El Fuerte Mosé sufrió su peor ataque en el mes de mayo, cuando fue atacado por fuerzas británicas comandadas por el coronel John Palmer, compuesta por 170 hombres pertenecientes a la milicia colonial de Georgia, el 42 Regimiento Highlander escocés de infantería y los nativos aliados auxiliares. Los británicos ocuparon finalmente el fuerte sin demasiados problemas, ya que Montiano, que solo disponía de unos 600 hombres, incluyendo algunos refuerzos llegados recientemente desde Cuba, había ordenado el abandono del fuerte.

Pero la fortificación fue ocupada fugazmente, pues la durante la noche del 25 al 26 de junio, los españoles, liderados por el capitán Antonio Salgado al frente de tropas regulares españolas y con Francisco Menéndez comandando a los esclavos liberados e indios amigos recuperaron el fuerte con un ataque sorpresa: el asalto comenzó dos horas antes de que los soldados británicos se despertasen, de modo que no pudieran preparar sus armas para la defensa. Unos 70 de ellos murieron en un combate cuerpo a cuerpo con espadas y mosquetes, entre ellos el propio Palmer, tres capitanes y tres tenientes.

Las milicias negras de Menéndez combatieron con una bravura que mereció los elogios del gobernador español de Florida.

(Los esclavos huidos de tierras británicas) juran ser “los más crueles enemigos de los ingleses” y “derramar su sangre por la Gran Corona Española y la Santa Fe”(Carta de Montiano al rey).

Durante la reconquista de la plaza se desató un incendio que dañó gravemente la fortificación, no siendo reconstruido hasta varios años más tarde. A los cimarrones se les permitió asentarse en San Agustín con los mismos derechos que los españoles que residían en esa localidad. Posteriormente, varios de los hombres del Fuerte Mosé se unieron a la expedición de 2.000 hombres con la que Montiano invadió Georgia y lucharon junto a él en la Batalla de Bloody Marsh.

EL SEGUNDO FUERTE MOSE

En 1756, los esclavos reconstruyeron el fuerte y lo reocuparon. Gracias al censo realizado en 1759 se sabe que vivían decenas de familias afro hispanas en el nuevo destacamento, esta vez de tres muros, al utilizar el arroyo de Mosé como cuarta línea de defensa.

Con el final de la Guerra de los siete años, en 1763 Florida pasó a manos británicas, pero los habitantes de Fuerte Mosé se negaron a permanecer bajo soberanía británica y marcharon a Cuba. Es probable que la mayoría se uniese entonces a la milicia de La Habana y que, por tanto, algunos de ellos o sus hijos estuviesen presentes en la reconquista de Florida llevada a cabo por Bernardo de Gálvez y Madrid en 1781.

Florida retornó oficialmente a manos españolas en 1783, pero ya nadie volvió a las ruinas del Fuerte Mosé para reconstruirlo. Lo que quedaba del emplazamiento fue ocupado en 1812 por un regimiento de fusileros estadounidenses que luego fueron expulsados de la zona por las autoridades españolas, las cuales decidieron quemar lo que quedaba de la fortificación con el fin de que no se repitiera el incidente. Finalmente, en 1819 el territorio pasó a dominio estadounidense tras la firma del Tratado de Adams-Onís.

En la actualidad no quedan ni siquiera ruinas donde una vez estuvo el Fuerte Mosé, pero sí se han podido recuperar diversos restos en varias campañas arqueológicas. En 1994, la zona fue declarada Monumento Histórico Nacional y fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos. En 2009, el Servicio de Parques Nacionales incluyó a Fort Mose como sitio precursor del National Underground Railroad Network to Freedom. En la actualidad, el lugar donde una vez estuvo el fuerte sirve de escenario a representaciones de la «Batalla de Bloody Mose» llevadas a cabo por actores. También se ha construido un museo temático junto al antiguo emplazamiento.

Ricardo Aller Hernández

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