Si en 1551 ya se firmó la Real Cédula autorizando la creación de la Universidad de san Marcos en Lima, Perú, en discusión con la de México en cuanto a su primogenitura; si en 1523 el maltratado conquistador Hernán Cortés fundó el primer hospital del Nuevo Mundo, hoy, en la actualidad, conocido como Hospital de Jesús; en 1647 se aprobó por Real Cédula, la iniciativa del obispo español Juan de Palafox y Mendoza en 1646, reconfirmada por el papa Inocencio X en 1648, en virtud de todo lo cual se fundó la biblioteca Palafoxiana, la primera biblioteca pública del Nuevo Mundo, en la ciudad de Puebla de los Ángeles. Y ahí sigue, considerada por la UNESCO como tal, y figurando inscrita en el Registro de la Memoria del Mundo.
Un mérito que surge, no solamente de la voluntad inicial de su fundador, sino del haberse mantenido en el mismo sitio, el Antiguo Convento de San Juan, durante tres siglos, y de gozar de un acervo cultural de extraordinaria importancia, tanto por la cantidad de volúmenes como por ser referencia trascendental para la investigación del patrimonio documental e histórico del mundo novohispano y de la misma Puebla de los Ángeles.
El obispo Palafox, no solamente ha dado su nombre al magno monumento, sino que, en 1646, donó toda su biblioteca personal, es decir, más de 5.000 volúmenes al mencionado Convento, en aquel entonces Seminario, para consulta, no unicamente del clero y seminaristas, sino de todo aquel que desease estudiar o consultar alguno de sus volúmenes. Una biblioteca, por lo tanto, pública y abierta a todo el pueblo.
Si bien la Palafoxiana ha permanecido en el mismo Convento o Seminario, también fundación del obispo Palafox, la bóveda fue levantada en 1773, por orden del obispo Francisco Fabión y Fuero, junto con los dos primeros pisos de la estantería. Una labor realizada por ebanistas novohispanos sobre maderas de ayacahuite, polocote y cedro. Una trabajo del todo punto armonioso y de una calidad profesional plausible.
De la misma época es la efigie de la Madona de Trapani. Ya en el siglo XIX se levantó el tercer nivel dado el incremento del número de volúmenes que configuraban la biblioteca, la cual conserva más de 45.000 libros antiguos.
Ese acervo ya donado por Palafox demostraba el carácter y espíritu universalista del fundador, merced a sus estudios en Huesca, Alcalá y Salamanca. La temática cubría los tres niveles conteniendo biblias, historia sagrada, teología, gramática, historia natural, mística, geografía, humanidades, física, autores clásicos…, incluso obras de Séneca y de santa Teresa de Jesús. Y las lenguas de los distintos volúmenes resultan también llamativas; es posible hallar textos en 14 lenguas, desde el latín, griego, caldo, hebrero, alemán, hasta portugués. Palafox solicitaba desde el Viejo Mundo el envío de nuevos volúmenes sobre arte, vocabularios, música, todo con la finalidad de instruir a los indígenas.
El obispo Fabián hizo encargo al historiador Mariano Fernández de Echeverria de la realización de un inventario del fondo incorporado de los colegios jesuitas posteriormente a su expulsión en 1767. Dicho obispo también hizo donación de su biblioteca personal, así como también Manuel Fernández de Santa Cruz, Francisco Irigoyen y otros particulares. A los 45.000 libros de la colección histórica hay que añadir la inmensidad de impresos sueltos y encuadernados sobre termas diversos.
Son 9 los incunables que se hallan; la Historia de Heródoto, de 1473, La Ciudad de Dios de san Agustin, de 1475, la Crónica de Aragón de Frabricio de Vagad, junto con La Crónica de Núremberg y obras de Francisco de Bobio, san Antonino de Florencia, El Quijote de Cervantes, la Monarquía Indiana de Juan de Torquemada…
Debe resaltarse la conservación de los textos detrás de una malla de alambre, siendo posible identificar los exlibris de las casas impresoras, los estilos de tipos, las marcas de agua. También las de fuego o los exlibris de sus antiguos poseedores.
La restauración llevada a cabo de la Palafoxiana, consecuencia de los terremotos de 1999, con los daños estructurales que sufrió, supuso un proyecto integral, contando con el apoyo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Fomento Cultural Bnamex y el Word Monuments Fund, que permitió reabrir la centenaria biblioteca en abril de 2005.
Al mes de junio siguiente, la primera biblioteca de toda América, Monumento histórico de México desde 1981, fue incluida como parte del Programa Memoria del Mundo.
Una labor, junto a tantas otras, por la cual España merecería de algún reconocimiento, muy ajeno a cualquier acto penitencial a todas luces impertinente.
Francisco Gilet