El Tesoro de Guarrazar

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Tesoro de Guarrazar en MAN

Una tarde de verano, a finales de agosto del año 1858, Francisco Morales y María Pérez, se encontraban paseando por el camino que va de Toledo a su pueblo, Guadamur. A su paso por el manantial de Guarrazar se percataron de algo que brillaba entre las losas del pavimento, que se habían movido por unas lluvias torrenciales que cayeron el día anterior. Se acercaron y decidieron mover la losa, así descubrieron una arqueta que estaba repleta de coronas votivas de oro, piedras preciosas, perlas, nácar, etc. Todo estaba mezclado entre capas de barro y, por lo tanto, la forma de extraer todo el tesoro era complicada. Debido a esto, decidieron ocultar la arqueta y regresaron a su casa. Aquella misma noche regresaron con su burro, sacaron las piezas ocultadas por ellos, las lavaron en el manantial cercano y las cargaron en el burro.

Lo que el matrimonio Morales no se podía imaginar es que al día siguiente, un agricultor llamado Domingo Cruz, que tenía una huerta cercana, se acercó al lugar, al amanecer, y encontró algún colgante, perlas y piedras preciosas. Según declaró él mismo, dos años después, en este segundo lote también encontró doce coronas de oro con engastes de perlas y gemas, un cinturón de oro, varios cálices y una paloma de oro.

Al conocerse la noticia, entre los vecinos de Guadamur,  se produjo una búsqueda de más piezas que pudiesen completar el tesoro. Lo que allí habían encontrado es hoy en día un impresionante conjunto de joyas y piezas de orfebrería de la época visigoda, considerado el más importante tesoro de la Antigüedad Tardía en Europa, del periodo comprendido entre los siglos IV y VIII. Las piezas debieron ocultarse en el momento de la invasión musulmana y permanecieron intactas durante casi 1.500 años.

Los Morales comenzaron a vender las piezas a plateros de Toledo, contactaron con un oficial de la Academia de Infantería, Adolfo Hérouart, que les compró las que les quedaban y se las vendió a un conocido orfebre de Madrid llamado José Navarro. Este decidió comprar todas las joyas del tesoro que aún tuviesen los Morales y se recorrió las platerías de Toledo para recomprarles lo que aún no habían fundido para hacer nuevas joyas. Navarro vendió todo lo recogido al gobierno francés en enero de 1859.

Los franceses anunciaron la compra de un tesoro del rey visigodo Recesvinto (653-672). En España se produjo un profundo pesar por haberse permitido que un patrimonio de esa relevancia hubiese salido de nuestras fronteras. El gobierno español incrementó el contacto con la diplomacia de Napoleón III para obligar a la devolución de las piezas, pero el esfuerzo fue en vano.

Mientras tanto, Domingo de la Cruz, fue vendiendo las piezas que había cogido, las fue desmontando y llegó a vender tres cuartas partes de las que tenía. Cuando se enteró de lo que estaba pasando por la venta del primer lote a Francia, decidió entregar a la reina Isabel II lo que le quedaba del tesoro: dos coronas votivas casi completas, una perteneciente al rey Suintila, junto con restos de otras coronas. El gobierno le recompensó con 40.000 reales y una pensión vitalicia.

Una de las coronas votivas

El tesoro vendido por Navarro y depositado en el Louvre solo pudo recuperarse a partir de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, y con Francia, muy debilitada, el gobierno del general Franco, negoció con el gobierno del mariscal Pétain un canje de obras de arte. España recuperó la Dama de Elche y seis coronas del Tesoro de Guarrazar que hoy se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional.

Aunque se recuperaron en total diez coronas, se estima que pudo haber hasta veintitrés. Además de estas también habría cruces, cálices, al menos una cruz procesional de oro repujado con gemas, perlas y nácar, así como todo lo que se perdió en las ventas a los joyeros. En el año 1995 se inició un estudio coordinado por el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) para determinar la composición de los metales y las técnicas que emplearon en su elaboración. Llegaron a la conclusión de que los zafiros provenían de Ceilán (actual Sri Lanka) y las esmeraldas de unas minas del Tirol austriaco.

Las últimas investigaciones parecen indicar que el tesoro debió pertenecer a una rica basílica que se encontraba por aquellos lugares. Que procedía de un edificio religioso es casi seguro por la cantidad de cálices, cruces procesionales y coronas. Los reyes visigodos tomaron del Imperio bizantino la costumbre de entregar coronas y cruces a la iglesia como ofrendas.

En 1859, José Amador de los Ríos ― historiador, crítico, literario, poeta y arqueólogo ― dirigió una comisión formada por la Real Academia de la Historia para investigar en el cementerio que se encontraba al lado de la arqueta donde se encontró el tesoro. Encontraron los restos de un pequeño edificio, y entre estos apareció una tumba intacta de un presbítero llamado Crispinus, enterrado allí en el año 693, según se leía en la lápida. Amador de los Ríos se convenció de que allí se debió ubicar la basílica relacionada con el tesoro.

Fragmento de frisos

En el año 2013, el Ayuntamiento de Guadamur comenzó un proyecto de investigación gracias al cual, están saliendo a la luz edificios que indican que, efectivamente, allí hubo un importante santuario. Esto se corrobora con las grandes piezas de mármol y los cimientos de granito que han aparecido, que conforman una planta de más de 450 metros cuadrados, y los muros de otro edificio de dos plantas. Las investigaciones han descubierto un edificio repleto de parejas de fosas rectangulares, excavadas en la roca. Su forma de sarcófago, da idea de que se pudieron emplear para que los creyentes se sumergiesen con la intención de emerger con un sentimiento de renovación espiritual.

Zafiro procedente de Sri Lanka

El 8 de octubre de 2014, la alcaldesa de Guadamur encontró ella misma una pieza del tesoro. El hallazgo se produjo mientras  intentaba sacar los restos de lodo de uno de los manantiales. La pieza se encuentra depositada en el Museo de Santa Cruz de Toledo. El Instituto Gemológico Español la analizó y llegó a la conclusión de que es un zafiro procedente de Sri Lanka, igual que los otros del tesoro.

Los hallazgos encontrados hasta ahora apuntan a que en este lugar debió existir un importante santuario relacionado con la realeza visigoda.

José Carlos Sacristán

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