NICOLÁS DE VILLACIS

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Autorretrato. Nicolás de Villacis

Diego de Velázquez, el mismísimo maestro de maestros, el autor de Las Meninas, fue rechazado por un insigne pintor murciano. Y no una vez, sino varias.

 No sabemos si hubo en la España del siglo XVII muchos pintores que recibían la llamada de Velázquez para ser pintor de la corte y recibían un no por respuesta lo que sí sabemos es que Nicolás de Villacis, de familia noble, discípulo de Velázquez y con estudios en Italia, prefirió Murcia, mil veces Murcia, a irse a la Corte del Rey, a pintar con Velázquez

Por aquel entonces Murcia tenía 18.000 habitantes. Aquella gente vivía de los gusanos de seda, y los hidalgos, nobles, compraban los puestos de regidor y movían el cotarro, ese cotarro en el que se movía Villacis como medusa en el Mar Menor, el pintor de San Blas. Porque la obra cumbre de Nicolás de Villacis fue un retablo con los milagros de San Blas, el santo al que aún hoy festeja Santa Eulalia, en el Convento de la Trinidad, que estaba dónde hoy está el MUBAM.

Esa obra se perdió, pero aún tenemos partes, sobre todo una, bien conservada: Retrato de tres amigos, colgado en el mismo lugar donde vistió las paredes del convento, en el MUBAM. Ahí todos ustedes pueden verle la jeta al amigo Nicolás de Villacis, el pintor que le dijo no a Velázquez, flanqueado por dos amigos: don Antonio de Roda y Perea, con su sello de la Orden de Santiago, más chulo que un ocho, y don Juan Galtero, regidor municipal. Vayan a conocerles.


(El no de Villacis, Yayo Delgado, La Opinión de Murcia)

(El no de Villacis, Yayo Delgado, La Opinión de Murcia).

EL PERSONAJE

Nicolás Villacis Arias nació en Murcia el año 1616.  Primogénito de Nicolás Alonso Blanco de Villacis, mercader de tejidos y depositario general de la Ciudad, y de Juana Martínez Arias, de estirpe hidalga extremeña, mostró pronto una gran habilidad para la pintura. Su educación pictórica correspondió, probablemente, a Juan de Alvarado o quizás a Lorenzo Suárez antes de ser enviado a Madrid.

Diego de Velázquez

Durante su estancia en la capital (1631-1636) pudo conocer de primera mano el momento de cambio pictórico desde el naturalismo tenebrista hacia el barroco. Allí conocería a Diego de Velázquez, recién vuelto de Italia, con quien iniciaría una amistad (punto este no confirmado).

Es probable que sus nuevas amistades le impulsaran a marchar a Roma (1639-1640), donde conoció a Francisco Torriani y las tendencias actuales, impulsadas por Pietro da Cortona y Andrea Sacchi, así como la cuadratura, o arte del ilusionismo pictórico.

Ludovico Turconi de la Pinacoteca.

Villacis acompañó a Torriani hasta su localidad natal de Mendrisio, en el Cantón Ticino de la Suiza italiana, donde en 1643 casó con Luisa Torriani. Allí estuvo trabajando y luego en la ciudad de Como, donde abrió taller. En 1645 participó en las decoraciones pictóricas del Sacromonte de Varallo y contaba con el pintor Giovanni Battista Franchinetti como discípulo y ayudante. De esta época procede el San Isidro Labrador de la parroquia de los santos Cosme y Damián en Mendrisio y la Santa Apolonia y Santa Lucía del Museo local. En Como, aunque no hay una certeza absoluta, puede ser de su autoría el retrato de Ludovico Turconi de la Pinacoteca.

REGRESO A MURCIA

En 1650, Villacis ya estaba de regreso en Murcia. A partir de ese momento su biografía se documenta mucho mejor. Las primeras tareas artísticas datan de 1653:  una pintura-mapa de Murcia y su Huerta con los daños de la riada de San Severo, encargada por el Concejo para acompañar una petición de ayudas al Consejo Real.

San Bruno

Indicio de que abrió taller es la docena de cuadros que le debía en 1656 el doctor Francisco Pacheco, presbítero y abogado, aunque su cotización como pintor fuera baja por el exiguo precio, y prueba de que no desdeñaba encargos aún menores, fue la realización en los tres años siguientes de trabajos de pintura y dorado para la Cofradía del Rosario (Real Academia de la Historia).

          Se tiene constancia de una vida azarosa en lo económico, con pleitos por herencias familiares, la compraventa y la gestión de propiedades urbanas y rústicas en Murcia que dificultaron una dedicación regular a la pintura.

Señal de un talante personal despreocupado, de apuros dinerarios o de ambas cosas al regreso de la estancia italiana es que su hermano Pedro, clérigo presbítero y hermano del pintor, tuvo que traer a su costa en 1657 a la esposa y cuatro hijos de este desde Lombardía, por haberlos dejado allí en la indigencia.

Su mejor época fue a finales de los años 50 y sesenta del XVII. Entre 1659 y 1660 trabajó en la catedral de Murcia pintando al fresco el Sacrificio de Abraham y Sansón, desquijarando al león en la fachada de la capilla del Corpus. Asimismo, hizo varios cuadros grandes de los cuatro Santos de Cartagena para rematar el coro catedralicio, aunque todo quedó destruido en el incendio fortuito de 1854.

Trinidad Calzada de Murcia

          A principios de 1661, Villacis tenía emprendidas las pinturas, policromía y dorado del retablo mayor parroquial de Aspe, en Alicante. Además, se considera como suya la decoración mural del templo conventual de la Trinidad Calzada de Murcia (1662).

Todo parece verdad (Antonio Palomino).

En la capilla mayor pintó un retablo fingido con columnas, figuras alegóricas, heráldica, ángeles y una gloria coronadas por la Santísima Trinidad, así como Reyes de España en los pilares entre las capillas; en el crucero del Evangelio, cuatro escenas de San Blas y encima unos corredores ilusorios pétreos abalaustrados, asomando caballeros locales y frailes del convento entre otros pormenores. Aquellas pinturas desaparecieron tras la desamortización, quedando únicamente cinco fragmentos, depositados en el Museo de Murcia.

Otros cuadros pintados en esa época fueron la Santa Clara y la Virgen de la Soledad, del convento de las Claras de Murcia, donde ingresó Luisa, hija del pintor.

          Villacis fue desarrollando tareas artesanales de dorado y estofa, como en 1665 para las exequias de Felipe IV y proclamación de Carlos II.

Bien posicionado económicamente, tenía un obrador bien equipado con cuantioso material para pintar, cuadros acabados, a medias e imprimados, útiles y madera para tallar, modelos de yeso, cabezas, brazos y pies, estampas de valor y papeles para la pintura más de mil, así como una biblioteca con doce cuerpos de libros de arquitectura y pintura, veinte de diferentes historias y otros sin especificar en tres estantes, aparte de muchas casas y tierras.

Santo Domingo el Real de Murcia,

Hacia 1671 seguramente pintaba para los frailes Predicadores de Santo Domingo el Real de Murcia, y a él se podría conceder la autoría del Atentado a San Luis Beltrán por el Marqués de Albaida, conmemorando la canonización aquel año del dominico, cuadro perdido durante el siglo XIX. Además, la pintura de los Santos Alberto Magno y Tomás de Aquino con una vista de la torre de la Catedral, hecho para la librería del mismo convento, quedando destruido durante un incendio.

          La notoriedad social y preeminencia artística de Villacis culminarían, al quedar como único pintor de renombre en la ciudad de Murcia durante unos años, tras fallecer los hermanos Gilarte (Real Academia de la Historia).

Se tiene constancia de que trabajó para el aristócrata Gaspar de Haro y Guzmán, VII marqués del Carpio, quien le encomendó los cuadros de La Cruz, la Concepción y una bandera. También trabajó para la Cofradía del Rosario pintando un San Lorenzo (1678-1679) y pintó un Enclavamiento para el convento de Verónicas

Estética ya plenamente barroca, por la impostación general, técnica y tonalidades, la expresión anhelante y emotiva, algo al modo rubeniano, con lejanos ecos lombardos y algún detalle riberesco repetido en la composición, así como en las desigualdades e incluso defectos de ejecución.

Corregidor Miguel de Pueyo

Ya sexagenario, pintó para el corregidor Miguel de Pueyo, haciéndole un retrato para la ermita murciana del Pilar. También es atribuible el retrato de fray Pedro Egipcíaco y el de la Beata Sor Ángela Astorch.

          El pintor alcanzó una infrecuente longevidad, y de su acomodo y bienes al morir dan idea detallada y muy significativa el largo testamento de 1693, donde declaraba estar aún en plenas facultades, así como los trece inventarios hechos tras su óbito en 1694 (Real Academia de la Historia).

José García Hidalgo

Nicolás de Villacis falleció en Murcia el 8 de abril de 1694. Su discípulo José García Hidalgo, en el prólogo de sus Principios para estudiar el nobilísimo arte de la pintura, lo llamó: Valiente pintor al fresco, y olio, y gran escultor, y arquitecto

La mayor parte de la obra de Villacis ha desaparecido, tanto en la catedral como en la Trinidad y los Dominicos. Esa pérdida dificulta valorar el verdadero alcance de su arte, aunque sus discípulos (José García Hidalgo, Jerónimo Zabala) pueden dar una idea de su valía.

A. Palomino

Antonio Palomino, por fin, remató la fama posterior de Villacis al biografiarlo, bien informado, como excelente en el arte de la Pintura y tan gran artífice que guardaba cartas de Velázquez instándole a establecerse en la Corte al servicio del Rey, noticia que por la asociación a este gran maestro determinó siempre que el pintor murciano figurase, citado al menos, en los repertorios del Siglo de Oro español (Real Academia de la Historia).

Ricardo Aller Hernández.

FUENTES:

*https://dbe.rah.es/biografias/5606/nicolas-de-villacis-arias

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