Habían pasado siete años de la primera expedición de Cristóbal Colón y éste había realizado otras dos más en 1493 y 1498. Las peleas entre el Almirante y los Reyes Católicos todavía no habían comenzado pero era ya evidente que Colon no era capaz de gobernar extensos territorios. Era un buen navegante y sabia arriesgar, pero los conflictos entre la reina Isabel I y el Almirante en muchos aspectos habían emponzoñado las relaciones y el objetivo principal, que era llegar a las islas de las especies en Asia, no tenían visos de alcanzarse.
Hasta este momento, Cristóbal Colon tenía el monopolio de todas las expediciones y una solución para agilizar los descubrimientos fue la de abrir la mano y permitir que otros particulares tomaran la iniciativa. La solución era bastante inteligente, estos particulares ponían el capital necesario y la Corona establecía los límites y condiciones de las expediciones. Gracias a esta nueva política los descubrimientos y la cartografía de la costa americana sufrió un impulso gigantesco. Probablemente, estos permisos se concedieron dentro de un ambiente de hechos consumados. Tenemos constancia de las capitulaciones reales y de los registros de los viajes oficiales, pero probablemente en la costa andaluza de finales del siglo XV debía haber un ambiente efervescente donde todo propietario de un barco capaz de adentrarse en el Atlántico sentía la curiosidad por lanzarse a descubrir algo interesante al otro lado del océano. Puede que hubiera bastantes expediciones de cuyo resultado nunca sabremos nada al ser ilegales y por tanto sin registros de ningún tipo.
Vicente Yáñez Pinzón había estado al mando de la carabela La Niña en el primer viaje de Colon, habiendo sido fundamental su participación. Fue animador de la expedición cuando empezaba a cundir el desaliento, salvó a los marinos de la nao Santa Maria cuando esta naufragó y llevó en su carabela al propio almirante en el viaje de vuelta. El caso es que en Sevilla firmó unas capitulaciones con los Reyes Católicos y el 19 de noviembre de 1499, zarpó del puerto de Palos con cuatro pequeñas carabelas. Todos los gastos corrían a su costa y lo único que aportaba la Corona eran los permisos y las órdenes para que se le diera prioridad en la obtención de los bastimentos necesarios y la contratación de la marinería.
Pinzón tenía experiencia reconocida en aquellas aguas y probablemente no confiaba mucho en las naos, menos maniobreras y con más calado. Prefirió basar la expedición en las carabelas que habían mostrado su capacidad para bordear costa de geografía desconocida.
El viaje fue un fracaso económico, pero los descubrimientos geográficos fueron de primer orden. Fue el primer súbdito de la Corona en cruzar el Ecuador y verse desprovisto de la guía que brinda por la noche la Estrella Polar. Era un fenómeno ya conocido por los portugueses, pero no por ello era menos inquietante para los marinos españoles. Después de un fuerte temporal, arribaron al cabo San Agustín, actualmente en al sur de la ciudad de Recife, Pernambuco, Brasil. O sea que Brasil fue descubierto antes de la llegada del portugués Cabrales. Desde ahí subieron hacia las Antillas y por el camino se encontraron con la desembocadura del Amazonas, que en un principio confundieron con un brazo de mar.
Posteriormente, perdieron dos carabelas en una tormenta y volvieron con las otras dos con un cargamento de madera tropical como única recompensa económica. Vicente Yáñez Pinzón quedó en la ruina, pero eso es otra historia.
Nosotros queremos resaltar uno de los ítems de la capitulación que los Reyes le hicieron firmar. En concreto resaltamos el párrafo que dice “con tanto que no podays traer esclavos ni esclavas algunas”. Es evidente que en un lejano 1499, la preocupación de las Coronas Castellanas y Aragonesas por proteger a los indígenas de América era máxima, llegando al extremo a formar parte de acuerdos por escrito. Copiamos a continuación el ítem completo de las capitulaciones.
“Yten, que si vos el dicho Bicente Yáñes Pincón quisierdes yr dentro de vn año, que se cuente del dia de la fecha desta capitulaçión e asiento, con algund navío o navíos a las dichas yslas e tierras e nos a rescatar e traer qualquier cosa de ynterese e prouecho, que por el mismo viaje que fuerdes, sacando primeramente para vos las costas que ovierdes fecho en los fletes e armasón del dicho primero viaje, que del ynterese que remaneciere ayamos e llevemos Nos la quinta parte e vos el dicho Bicente Yáñes las quatro quintas partes, con tanto que no podays traer esclavos ni esclavas algunas ni vayáys a las yslas ni tierra firme que hasta oy son descubiertas o se han de descobrir por nuestro mandado e con nuestra licencia, ni a las yslas e tierra firme del Serenísimo Rey de Portogal y Príncipe, nuestro muy caro e muy amado fijo, nin podades dellas traer ynterese ni provecho alguno, síno mantenimiento para la gente que llevardes, por vuestros dineros; e pasando el dicho año no podades gosar ni gozedes de lo contenido en este dicho capítulo.”
Resumiendo. A pesar de la Leyenda Negra, a poco que se busque en la documentación histórica, es fácil encontrar datos que demuestran el interés de nuestros monarcas a finales del siglo XV por proteger a los indígenas americanos.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Vicente_Y%C3%A1%C3%B1ez_Pinz%C3%B3n
https://web.archive.org/web/20040605204239/http://es.geocities.com/julioil/lauri.html
https://web.archive.org/web/20090403073840/http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=2767&cat=biografiasuelta
https://web.archive.org/web/20091027022556/http://es.geocities.com/julioil/vypcap.html
Excelente. Si no existe, debería haber una traducción al inglés y difundirla ampliamente.
El trabajo de redacción ya supone bastantes energías. Traducción es otro peldaño.
Tomamos nota y propondremos la idea.