
El paso de los siglos VIII al IX constituyó un periodo difícil para al-Andalus. A los problemas que ya venían arrastrando se les unieron los de el afianzamiento expansivo del gobierno del rey astur Alfonso II.
El comienzo del mandato de Al-Hakam supuso un problema para el emirato. Se renovaron las luchas dinásticas debido a que no existían mecanismos definidos de sucesión. Además, estaba la recurrente rebelión de las comarcas fronterizas con centro en Zaragoza, Toledo y Mérida. El descontento social iba en aumento, sobre todo por la existencia de una política fiscal muy inmadura; los muladíes fueron protagonistas de este hecho al sentirse social y políticamente discriminados. Por si todo lo anterior fuese poco, los sectores religiosos próximos a los malekíes no se encontraban a gusto con las tendencias secularizantes y poco ortodoxas de los responsables del gobierno.

Todos estos movimientos de rebeldía e inquietud chocaron de forma frontal con la figura del emir. De ahí que el gobierno de al-Hakam haya pasado a la posteridad por la brutal represión que aplicó, desarrollando una red de espionaje amplia y un potente ejército mercenario. Aun así, podemos destacar dos revueltas importantes que se produjeron durante su mandato que dieron clara muestra del inconformismo de la población: La Jornada del foso (797), que puso fin a sonada revuelta en Toledo, y la Jornada del Arrabal de Córdoba (818).
En el año 801 los francos tomaron Barcelona a manos de Ludovico Pío y en 808, Alfonso II infringió una importante derrota a las huestes musulmanas en Álava. A continuación, vamos a narrar como sucedió la jornada de las revueltas turbulentas de Toledo del año 797.

La Jornada del foso fue una medida tomada por al-Hakam para reprimir unos episodios turbulentos que se vivieron en Toledo. Previamente, se produjo en Zaragoza una sublevación apoyada por generales del emir y al mismo tiempo se destituyó al gobernador de Toledo. Este precedente hizo que al-Hakam se mostrase con especial nerviosismo, y por esto trató de aislar a todos los nobles que fuesen sospechosos de conspirar contra él.
Lo cierto es que aquel momento fue un periodo de continuas rebeliones por todos los territorios musulmanes, y le tocó lidiarlos al más sanguinario y déspota de los emires, según se referían a al-Hakam los cronistas de la época. Decían que no se fiaba de nadie, ni de sus hombres de confianza.
Para agravar la situación, uno de los tíos del emir, Abd Allah, intentó captar a varios jefes árabes del valle del Ebro e incluso llegó a pedir ayuda a la corte de Carlomagno en el año 797, para arrebatar territorios a su sobrino al-Hakam. Abd Allah acabó pactando con su sobrino.

En este contexto, Toledo protagonizó una de las más sonadas rebeliones, llevada a cabo por los muladíes que se levantaron contra el nuevo gobernador, y futuro emir de Córdoba, Abd al-Rahman. El señor de Talavera, Amrus B. Yusuf, fue el encargado de aplastar la sublevación al frente de un ejército bereber. Yusuf, logró granjearse la confianza de parte de la población de Toledo y, una vez dentro de la ciudad, levantó un recinto fortificado para sus tropas e invitó a los más notables de la ciudad a un banquete.
Yusuf había excavado un foso profundo en el centro de su fortificación. De esta manera los nobles entraban, pero no salían. Las fuentes medievales estiman que aquella noche Amrus B. Yusuf mató a 700 notables de la ciudad de Toledo. No fueron más porque los que aguardaban en el exterior se percataron de la emboscada y huyeron. La música y la fiesta que Yusuf había montado dentro hizo ocultar los gritos de terror de los asesinados.

Se dice que en un momento de exaltación Yusuf dijo: “¡Avergonzaos toledanos !, la espada ha sacado hoy buen provecho de todos vosotros. Habéis caído sobre ella como caen las moscas en la miel o las mariposas en el fuego”. Los toledanos ante tal grado de barbarie, no podían más que replicar: ¡Maldita sea! ¡Se trata del vapor de la sangre y no del de la comida, pues esto es de color rojo y el de la comida es azul! Esta es la versión literaria de los hechos, pero de lo que no cabe duda es de que el suceso ocurrió y la matanza fue terrible.
La expresión “una noche toledana” que hoy en día denota una noche de mucho calor o de molestia, disgusto o tormento, viene de los hechos acaecidos el día de Jornada del foso del año 797.

José Carlos Sacristán