
Hemos ido de yerbajo hasta la tumba,
de bóveda caída hasta la fuente
y nadie presenció nuestra presencia.
Está todo batido por la yedra.
Todo se hace cielo abierto hasta la entraña.
Todo se hace paisaje,
todo se hace monte,
solitario matojo, viento y horizonte.
Los recuerdos anidan entre el polvo,
la tapia derrumbada y el ocaso del cielo.
Un día y otro día los abaten,
los rompen, los trituran,
y al final ni tumbas, ni páramos ni yedra:
Sólo olvido.
(José Antonio Labordeta, último paso entre las tumbas)

Cementerio militar franco-español de Danang
Treinta y dos tumbas engullidas por los pabellones industriales de la zona portuaria de Danang honran la memoria de los españoles que lucharon en la guerra de la Cochinchina en el siglo XIX. Una sobria capilla preside el centro del pequeño recinto, con una explícita placa en el dintel escrita en francés:
Osario de las víctimas de la expedición franco-española.

Entre los muros vacío del interior de la capilla hay un altar blanco de escayola y otra placa, también en francés, en la que se lee: «a la memoria de los combatientes franceses y españoles de la primera expedición Rigault de Genouilly, muertos entre 1858 y 1860 en estos lugares«. El silencio en torno a las lápidas, en su mayoría anónimas, es estremecedor, pero aún más cuando se dedica un tiempo a descifrar las inscripciones, como la dedicada en español a la memoria de Juan Mauhorat y Soriell o a la del teniente Juan Román. Allí reposan compatriotas y es descorazonador saber que son los trabajadores municipales pagados por la Embajada francesa (el coste ronda los 1.200 euros anuales) los encargados de cortar la maleza, repintar los muros y realizar arreglos.

El osario fue construido en 1898 por la administración colonial francesa, 40 años después de la expedición militar franco-española de unos 3.000 efectivos organizada desde la entonces colonia española de Filipinas para vengar la persecución que sufrían allí los misioneros católicos. De esos valientes solo quedan las lápidas y el olvido de una España que, además, salió de aquella expedición sin recompensa.
EL PERSONAJE

Carlos Palanca Gutiérrez nació en Valencia el 24 de mayo de 1819. Realizó estudios mercantiles en Francia, pero en 1839 sentó plaza como subteniente de gracia en el Regimiento Provincial de Milicias de Soria, destacado en Málaga, donde prestó servicios de escolta de convoyes y persecución de bandoleros por Sierra Morena hasta noviembre de 1840, cuando pasó a Infantería.
En 1841 permaneció en Alhucemas dedicado a la vigilancia del contrabando, misión que prosiguió por tierra a lo largo de la costa de Murcia. Ascendido a teniente en 1843, mandó en Albacete a la sección que se enfrentó a los sublevados del Batallón Franco de Leales de Valencia. Su brillante actuación le valió ser ascendido a capitán.

Ese mismo año embarcó en Cádiz con destino a Manila, pero a los ocho meses de estancia en el archipiélago contrajo una grave enfermedad, viéndose obligado a regresar a Madrid, donde se vio inmerso en los altercados de 1845 en el cuartel del Pósito. Con las itropas a su mando, el capitán hizo frente a los insurrectos durante tres días.
Plenamente recuperado, pasó a Sevilla, donde en 1847 ejerció como fuerza de orden público sofocando un alboroto popular motivado por la subida del pan. Dominada la situación, el capitán pasó a operar en tierras de Cataluña donde volvían a renacer las partidas carlistas, siendo requerido para actuar ante una nueva agitación popular en Granada. Por su valerosa actuación en el conflicto recibió como recompensa la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase.

Tras prestar servicios en Málaga y regresar a Madrid en 1851, en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra se convocaron vacantes para el Ejército de Filipinas. Palanca solicitó una de las plazas y en 1852, fue destinado al Regimiento de Infantería de la Reina, con plana mayor en Manila. Allí estaría tres años realizando misiones de vigilancia y persecución de rebeldes y bandoleros por diferentes puntos de la isla de Luzón, y lo hizo con tal éxito que fue nombrado comandante general de La Laguna, Toyaba y Batangas, localidades conflictivas situadas al sur de la capital que acabaron controladas bajo su mando.
LA COCHINCHINA, 1857

Tu-Doc
En julio de 1857 llegaban noticias inquietantes a Manila sobre la situación en el vicariato de Tonkín: la persecución religiosa, iniciada años atrás por el emperador de Annam, Tu-Doc, se acentuaba con arrestos y ejecuciones de misioneros españoles y franceses, entre ellos, el dominico español José María Díaz Sanjurjo, obispo de Platea y vicario apostólico del Tonkín central.
El cónsul español en Cantón, Nicasio Cañete, tuvo noticia del arresto del obispo en la localidad Cochinchina de Nam Din. El diplomático informó a su vez al plenipotenciario de Francia en China, Alfonso de Bourbulón, por si podía cooperar en la liberación del prisionero, puesto que la persecución religiosa venía siendo un problema común. El informe partió así mismo hacia Madrid, donde el gobierno del general Narváez lo remitió al embajador en París para su despacho con Napoleón III.

30 de julio. Mientras se desarrollaban las gestiones entre París y Madrid se supo en Cantón que Sanjurjo había sido ejecutado y que numerosos cristianos, nativos y europeos, estaban sufriendo castigo por pueblos y ciudades de Tonkín, Annam y Cochinchina. El gobierno francés proyectó una expedición de castigo en territorios dependientes del emperador Tu-Doc para que cesaran las persecuciones. La operación fue confiada al almirante de la flota francesa en el mar de la China, Rigault de Genouilly. Por parte española, el Gobierno decidió poner a las órdenes del almirante francés una división de mil cuatrocientos hombres.
10 de julio de 1857. En el Reino de Annam, actual Vietnam, varios católicos de la zona y misioneros españoles y franceses fueron asesinados, entre ellos el obispo de Platea, José María Díaz Sanjurjo.
El 1 de diciembre, el ministro de Asuntos Exteriores francés comunicó a su homólogo español que el emperador Napoleón III había dado órdenes de dirigirse frente a las costas del Reino de Annam para exigir a las autoridades garantías suficientes para sus ciudadanos. Además, se solicitó la participación de la flota española instalada en Filipinas, a lo que el Gobierno español accedió el 23 de diciembre.

Fernando de Norzagaray
El capitán general de Filipinas, Fernando de Norzagaray, organizaó una unidad expedicionaria, formado por el Regimiento de Infantería Fernando VII n.º 3, más sendas compañías de los regimientos de cazadores del Rey n.º 1 y de la Reina n.º 2, mandadas respectivamente por los capitanes del arma Jorge Rico y Juan Maurat; como tropas de apoyo partían tres secciones de artillería, a cargo del capitán Francisco Rull y una sección de sanidad mandada por el médico militar Pascual Torrejón. Al frente del contingente español iba el coronel de Infantería Bernardo Ruiz de Lanzarote con el comandante Carlos Palanca Gutiérrez como segundo jefe.
El principal motivo de aquel episodio fue «el interés de Napoleón III en poner las bases de una penetración colonial francesa en el sudeste asiático (Juan Francisco Fuentes).
CAMINO A DANANG
El 12 de agosto de 1858 atracó en la bahía de Manila el vapor francés Dorogne con orden de proceder al embarque de tropas. El segundo contingente partió de Manila a bordo de la fragata Durance el 6 de septiembre. En esta unidad de la armada francesa viajaban el coronel Ruiz de Lanzarote, el teniente coronel Ascario, los comandantes Palanca, Primo de Rivera y el resto de la oficialidad.

Los dos barcos pusieron rumbo a la bahía de Yu Lin Can, en la costa sur de la isla de Hainam, donde tendría lugar la concentración de la escuadra, doce unidades francesas y el aviso español Elcano. En la bahía de Turón (actual Danang) se fijó la base de operaciones.
El 14 de septiembre comenzaron las actividades militares con el bombardeo y toma de los fuertes que protegían la entrada a la bahía de Turón. Carlos Palanca mandó una de las columnas encargadas de reconocer la zona y destruir las fortificaciones enemigas.

Bernardo Ruiz de Lanzarote.
En virtud de los tratados de la Cuádruple Alianza, Francia y España acordaron el envío de una expedición marítima que llegó el 31 de agosto de 1858. Al mando de las unidades españolas se nombró al coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote. España envió el vapor de guerra Jorge Juan, al que se unieron más tarde la corbeta Narváez y la goleta Constancia en 1860, un regimiento de infantería, dos compañías de cazadores, tres secciones de artillería y fuerza auxiliar. De esta forma, y desde Manila, se hizo a la mar la flota española uniéndose a la francesa, compuesta por una fragata, dos corbetas de hélice, cinco cañoneros y cinco transportes con tropas, comandada por el contraalmirante Rigault de Genouilly.
En agosto de 1858, los españoles desembarcan por Danang –en la parte central de lo que hoy es Vietnam–, en el mismo lugar que lo harían los marines de EEUU en 1964 (Álvaro Van den Brule).
SAIGÓN

El 3 de febrero de 1859 partían las cinco compañías hacia Saigón en el transporte Seoane. Una semana después llegó la flota al río Mekong, comenzando el bombardeo del primer fuerte cochinchino. Sucesivamente, durante seis días, fueron ocupados los ocho fuertes que protegían el delta.
Tras un duelo de artillería, al amanecer del 17 se inició el asalto definitivo: el comandante en jefe de la operación fue el almirante Genouilly, mientras que las dos columnas españolas —una de reserva, al mando del comandante José González, y otra de asalto, dirigida por los comandantes Palanca y Primo de Rivera— estaban al mando del coronel Lanzarote.
La punta de vanguardia de las tropas que tomaron la fortaleza estaba integrada por los hombres del comandante Despallieres, y la compañía española de desembarco de Elcano iba mandada por el alférez de navío Siro Fernández. Una vez coronadas las murallas por medio de escalas, el grueso de la columna desbordó las defensas enemigas, desplegándose por las calles del recinto fortificado. Al caer la noche, la capital de la Baja Cochinchina se hallaba en poder de las tropas aliadas.

La actuación más destacada se produjo durante la épica defensa de la pagoda de Clochetons, situada en el interior de Saigón
Durante tres días y sus noches, menos de doscientos hombres repelen cerca de veinte asaltos consecutivos por parte de una horda enfurecida por la ocupación del templo budista. Entre pozos de lobo, empalizadas y cuerpo a cuerpo, siempre en franca inferioridad numérica, el destacamento español sobreviviría a aquella terrible experiencia durante un interminable periodo de luna llena.
El mando francés, creyendo suficiente la toma de Saigón para negociar favorablemente con Tu Doc, ordenó suspender las operaciones. El almirante Genouilly fue relevado por su compatriota Page, y éste dispuso En el mes de marzo que parte de la flota regresara a Turón y el grueso de la tropa española a Manila.
Tras la operación, Carlos Palanca fue recompensado por Napoleón III con la distinción de caballero de la de la Orden Imperial de la Legión de Honor.
RUMBO A MADRID Y REGRESO

El teniente coronel Palanca regresó a la Península por haber concluido el sexenio reglamentario de permanencia en el archipiélago. A su llegada a España rindió informe de las operaciones realizadas en Cochinchina, recibiendo el nombramiento de ministro plenipotenciario con el gobierno de Annam. Dos días más tarde era nombrado comandante general de las fuerzas expedicionarias.
Cuando regresó a Saigón, el enemigo se había fortalecido, hasta el punto de que llegaron a atacar las inmediaciones de la ciudad. El golpe fue detenido por las tropas aliadas a las órdenes de Palanca, entre las que destacó la compañía española del capitán Ignacio Fernández.

vicealmirante Charner.
El recrudecimiento de la resistencia obligó a Francia a enviar a Saigón, en la primera semana de 1861, siete compañías de Infantería de Marina, y después llegaron varios buques más procedentes de China. A partir de ese momento tomó el mando de las tropas el vicealmirante Charner.
SEGUNDA FASE DE LA OPERACIÓN
24 de febrero de 1861, región de Ki Hoa. Carlos Palanca tomó a sus órdenes la columna de asalto, cayendo herido de bala en la pierna derecha. Tras la batalla, los aliados dominaban la gran llanura de Ki Hoa y todas las fortificaciones y trincheras enemigas.
Las operaciones posteriores se extendieron a la provincia de My Tho en cuya capital mandó Palanca la vanguardia. Durante el primer trimestre de 1862 prosiguieron las operaciones en una sucesión interrumpida de combates y Palanca fue ascendido a coronel.
Obligado por las circunstancias, Tu Doc solicitó negociaciones de paz. El contralmirante Bonard por Francia y el coronel Palanca por España redactaron el texto: Francia recibiría una indemnización de guerra y derechos territoriales sobre las provincias conquistadas, admitía la libertad de cultos, mientras España obtenía el libre comercio en los puertos de Balat, Turón y Quang Ann. El tratado se firmó en Saigón a bordo del navío Duperré, tras unas conversaciones entre las partes que se desarrollaron durante los días 28 de mayo a 5 de junio de 1862.

Sobre el desarrollo de esta campaña militar, Carlos Palanca escribió su Reseña histórica de la expedición de Cochinchina, una de las fuentes militares más importantes para el estudio de la participación de España en la guerra librada en el reino de Annam.
Tengo la honra de poner en el superior conocimiento de V. S. que el 24 del corriente al recibir el mando de la fuerza española, por haber caido herido V. S. en el momento de asaltar los atrincheramientos de la primera linea enemiga, reuni dentro yá de las Despresadas posiciones las dos compañías y las mandé cargar á la bayoneta persiguiendo al enemigo y apoderándonos de un fuerte, que estaba unido al del estremo por una trinchera.- En este brillante hecho tuvimos la fortuna de no dejar fuera de combate mas que cuatro soldados heridos gravemente. Escuso manifestar á V S. el bizarro comportamiento de nuestros oficiales y tropa en este hecho, puesto que V. S. fué testigo presencial de la parte principal del ataque y de los elogios que les »prodigó el E. S. V. Almirante sobre el mismo »campo de batalla, asi como los Gefes superiores del cuerpo francés (página 177).
El 23 de marzo de 1862 se daba por concluido el conflicto, tras la conquista del área de influencia en la zona meridional de la Cochinchina. El 5 de junio de 1862 se firmó un tratado de paz entre Francia y el rey de Annam en el que no hubo participación española.

Mientras Francia comenzaba su penetración colonial en Indochina con la concesión de tres provincias, España solo recibió la indemnización económica de 234.250 pesos y algunos derechos comerciales, pero ningún territorio importante. El Gobierno francés le entregó al español un territorio de 4 kilómetros cuadrados en el actual parque de Bach Tung Diep, (en Ho Chi Minh). Después de no darle uso alguno en 60 años, devolviéndolo a Francia en 1922.
España procedió con verdadera candidez, de lo cual se aprovechó Francia para recabar todas las ventajas (Becker).
UN VIAJE DE IDA Y VUELTA
Amanecía el año con una nueva insurrección y en febrero llegaron refuerzos procedentes de Manila al mando del comandante Luis Roig. Palanca ocupó el enclave de Go Cog, conjuntamente con los franceses, hasta la total pacificación de la zona a mediados de marzo. Después de esta acció, Palanca regresó a España, donde fue ascendido a brigadier.

En Madrid recibió Palanca el nombramiento de 2.º cabo de la Capitanía general de Canarias, pero después de la toma de posesión fue reclamado para la isla de Santo Domingo, donde le fue asignado el Gobierno militar de Puerto Plata. Allí dirigió importantes acciones de pacificación en su territorio, pero una disentería grave le obligó a dejar el mando, pasando al hospital de Santiago de Cuba primero, y después a Madrid.
Apenas recuperado de su enfermedad volvió a emprender viaje a Ultramar, ahora a Filipinas por tercera vez. En noviembre llegó a Manila donde el capitán general lo envió en comisión de servicio a la isla de Mindanao. Ocho meses más tarde embarcó hacia la Península por orden del general O’Donnell.
Al regreso de su último viaje a Filipinas, Palanca quedó apartado del servicio y estuvo en situación de cuartel durante tres años, primero en Sevilla y después en Canarias, donde remitió al Ministerio de la Guerra una instancia en la que solicitaba licencia para regresar a la Península. La solicitud generó cierta controversia, motivando la formación de un consejo de guerra de oficiales generales, celebrado en Santa Cruz de Tenerife el 14 de mayo de 1866.

General Prim
La condena a prisiones militares fue aprobada por el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, pero el destronamiento de Isabel II supuso su inmediata rehabilitación: el general Prim firmó su ascenso a mariscal de campo en atención a los servicios prestados a la causa del alzamiento nacional, siendo nombrado gobernador militar de la provincia de Murcia y plaza de Cartagena.
Ese mismo año pasó a Puerto Rico como 2.º cabo de aquella Capitanía, destino que desempeñó hasta su dimisión en 1870, pasando voluntariamente a la situación de cuartel en Barcelona.

General Serrano
En enero de 1871 el general Serrano lo nombró jefe de la Comandancia General de Operaciones y gobernador político del Departamento Oriental de Cuba. Allí realizaría diversas acciones contra los insurrectos por los montes de Estacada, siendo relevado.
En 1872 se hizo cargo de la Capitanía General de Canarias hasta la proclamación de la República. Durante el régimen republicano fue recompensado con la Gran Cruz del Mérito Militar por su actuación en Cuba y recibió, sucesivamente, los nombramientos de capitán general de Burgos y de las islas Baleares.
ÚLTIMOS AÑOS

En 1874 fue cesado por orden del general Serrano, quedando en situación de cuartel en Madrid. En noviembre de ese año publicó un artículo en la prensa que se consideró ofensivo contra el Gobierno y la primera autoridad de la nación, lo que le costó una prisión militar que le fue conmutada por arresto domiciliario dado su delicado estado de salud. Finalmente, el general y ministro de la Guerra Joaquín Jovellar gestionó el indulto con el Gobierno de la Regencia y Palanca quedó en libertad el 5 de enero de 1875.
Carlos Palanca falleció en Madrid el 16 de junio de 1876.
Estaba en posesión de dos Cruces de San Fernando, Cruces del Mérito Militar, de Isabel la Católica y de Carlos III y era comendador de la Legión de Honor Francesa, aparte de otras condecoraciones que se le habían concedido. Su opinión, siempre defendida, sobre el desairado papel de España ante Francia en la cuestión de Cochinchina, le originó constantes problemas.
Hay que destacar que el Coronel Palanca siempre se entendió muy bien con los franceses consiguiendo que se le tuviera en cuenta durante la campaña, lo que asumiendo con que sólo contaba con 200 hombres, tiene su enjundia. Siempre iba en vanguardia y las decisiones las tomaba sobre el terreno, lo que le acarrearía un notable mapa de cicatrices. Era un verdadero jefe (Álvaro Van den Brule).

Ricardo Aller Hernández
FUENTES:
*https://historia-hispanica.rah.es/biografias/34785-carlos-palanca-gutierrez
*https://www.artemilitarynaval.es/2020/10/expedicion-cochinchina.html
*https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_Cochinchina
*https://www.laregion.es/espana/tumbas-espanholas-olvidadas-centro-vietnam_1_20161001-2865150.html