La revuelta del arrabal de Saqunda (818)

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El gobierno del emir al-Hakam ha pasado a la posteridad por la brutal represión que aplicó, siendo violento, poco conciliador, autoritario e injusto. Podemos destacar dos revueltas importantes que se produjeron durante su mandato que dieron clara muestra del inconformismo de la población: La Jornada del foso (797), que puso fin a sonada revuelta en Toledo, y la Revuelta del Arrabal de Córdoba (818), de la que nos vamos a ocupar en este artículo.

Para el conocimiento de los hechos ocurridos vamos a partir de la crónica del historiador, probablemente de origen árabe, Ben al-Athir, que en su obra La Historia Completa narró los acontecimientos desde el inicio del mundo hasta el año 1231. El texto fue escrito a través de investigación histórica. El suceso ocurrió en la Ciudad de Córdoba en marzo de 818, en un barrio que se asentó al otro lado del río que se llamó Saqunda. La narración de Ben al-Athir dice como sigue:

Al-Hakam

“ El príncipe omeya Al-Hakam casi no se ocupaba más que de jugar, cazar, beber y otros placeres semejantes (…), la ejecución de muchos principales habitantes de la ciudad le hicieron odioso a la población.

El desorden llegó a tal punto que, cuando se convocaba a la plegaria, el pueblo gritaba: “Ven a Rezar borracho, ven a rezar” (…). Al Hakam comenzó a rodear Córdoba con un recinto fortificado (…), y aumentó el número de soldados. Todas estas preocupaciones no hicieron más que aumentar el odio de la población (…). Enseguida estableció el impuesto del diezmo sobre las mercaderías (…), lo que fue mal visto por el pueblo.  Añádese a todo esto que un mameluco del príncipe llevó su espada a casa de un bruñidor para hacerla limpiar, y como este la remitiera a su dueño más tarde de lo convenido, el mameluco tomó la espada y golpeó con ella al obrero hasta dejarle muerto.

Las gentes del arrabal meridional empuñaron los primeros las armas, y todos los otros arrabales les siguieron. El “chund”, los omeyas y los esclavos negros se concentraron en el palacio y Al-Hakam procedió a la repartición de los caballos y de las armas […].

Se entabló la lucha y fue favorable a las gentes del arrabal, que cercaron el palacio. Entonces Al-Hakam descendió de la terraza donde se encontraba y fue, a caballo y armado, a reanimar el valor de los suyos, que se batieron a su vista con encarnizamiento […].

Al-Hakam consultó con Abd al-Qarim ben Abd al-Wahid ben Abd al-Mugayth, su último confidente, quien le aconsejó clemencia. Tal fue el partido que tomó el príncipe, a pesar del dictamen contrario emitido por otro, y perdonó a los rebeldes, pero con amenaza de muerte y crucifixión para todos los habitantes del arrabal que no hubiesen partido del arrabal en el plazo de tres días. Los sobrevivientes salieron a escondidas, expuestos a toda clase de penas y humillaciones, llevando lejos de Córdoba a sus mujeres, sus hijos, sus riquezas de más fácil transporte. Los soldados y malhechores estaban en acecho para saquearles y mataban a quienes osaban resistir.

Terminando el plazo de tres días, Al-Hakam […] hizo destruir el arrabal meridional (de Secunda) […]”.

La veracidad de los hechos se ajusta a lo ocurrido en el arrabal de Sequnda, aunque cabe decir, que el texto en sí podría tener alguna connotación por parte del autor. Lo que queda claro es que la revuelta se produjo en 818 y fue reprimida de forma implacable por Al-Hakam, al igual que hizo en la Jornada del Foso de 797 en Toledo.

Es importante destacar, que según dice el segundo párrafo, el emir Al-Hakam profesaba una vida alejada de la ortodoxia musulmana, esto junto con el episodio que protagonizó en 805 con la ejecución de 72 principales de la ciudad, hizo que el odio de la población hacia él fuese en aumento.

La conclusión es que la revuelta se saldó con 300 notables de la ciudad crucificados. Y tras pedir consejo a Abd al-Qarim dio un plazo de tres días para abandonar el arrabal bajo pena de muerte al que no lo hiciera. Cuando se cumplió el plazo mandó destruir, quemar y labrar el arrabal.

La revuelta tuvo un componente religioso importante, la mayoría de los alfaquíes — teólogos y juristas del islam se habían adherido a la doctrina malekí. Esta doctrina se basaba en la Sunna y el Corán como fuente de derecho y de fe. Por este motivo, muchos de los notables de Córdoba veían con malos ojos las prácticas de lujo y capricho del emir. Los ajusticiados entre 805 y 806 fueron alfaquíes, por eso el odio de este sector hacia el emir fue en aumento, y el sentimiento se fue extendiendo por la población.

Además del componente religioso, tuvo especial relevancia el fiscal. Las medidas tomadas por al-Hakam fueron asfixiantes sobre todo para los mozárabes que además del pago del diezmo anual, tuvieron que hacer frente al jarach (impuesto de propiedad) y la chizya (impuesto personal). Los muladíes se sintieron igualmente discriminados, ya que veían el pago de este tributo abusivo con respecto a las condiciones que tenían los musulmanes no conversos.

José Carlos Sacristán

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