
El día 26 de junio pasado, se han cumplido 1.100 años de la muerte de san Pelagio, el niño mártir del que debemos de sentirnos muy orgullosos los cordobeses.
Pero ¿quién fue? ¿Por qué murió martirizado? ¿Por qué hemos de enorgullecernos los cordobeses especialmente?
Vamos a conocerlo un poco mejor y veremos por qué hemos de gloriarnos por su causa.
Sufrió tortura, posiblemente una de las más crueles que se puedan aplicar a una persona por mantenerse firme a sus convicciones.
Corría el año 925, en Córdoba, época de la máxima suntuosidad del Califato Omeya. Gobernaba Abderramán III que, sin lugar a dudas, llevó a Córdoba y, por ende, a Al Ándalus, a la máxima suntuosidad del califato cordobés. Competía con Damasco en poder y riqueza, pero también era una ciudad donde la convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos estaba marcada por tensiones y, en ocasiones, por persecuciones religiosas contra los cristianos que se negaban a apostatar de su fe.
Es necesaria esta digresión para explicar que la utopía de la convivencia de las tres culturas fue solamente eso, una quimera, un invento de los políticos para engatusar al pueblo y crear chiringuitos a los que desviar dinero del que, como es lógico, se lucraban solo ellos. Buenas muestras de que ese periodo de tiempo fue muy difícil para los cristianos, se exponen en los libros, “Obras completas de San Eulogio” (María Jesús Aldama García, 1998), “Álvaro de Córdoba y la Polémica contra el Islam, El Indículus luminosus” (Feliciano Delgado León, 1996), “España frente al Islam” (César Vidal, 2004) o “Mozárabes en Al Ándalus (Rafael Jiménez Pedrajas, 2013).
Volvamos a San Pelagio, lo sucedido con este niño es digno de conocer por su gran firmeza en defender su cristianismo, al mismo tiempo que su pureza, de tal forma y con tanta entereza que por ellas fue cruelmente martirizado.

Como hemos dicho, el califato de Abderramán fue posiblemente el más esplendoroso de todos los sultanatos de Al Ándalus. En el año 929 d. C. se proclama el Califato de Córdoba que fue totalmente independiente del de Bagdad, y con el que se rompen los lazos que podían unirlos, lo que eleva el estatus de Córdoba al nivel más grande de los magnos centros islámicos de entonces, ya que se consigue la Unificación y pacificación de Al-Ándalus. Cuando Abderramán III subió al poder, el emirato estaba fragmentado por numerosas rebeliones y facciones. Dedicó gran parte de su reinado a someter estos territorios y restablecer el orden, utilizando una combinación de fuerza militar y diplomacia. Esto contribuyó a una mayor estabilidad y desarrollo económico, que posibilitó que fuese el primer Califa de Al Ándalus.
Se alcanza un gran esplendor cultural y económico en Córdoba, durante su gobierno. Córdoba se convirtió en uno de los centros formativos y científicos más importantes de Europa y del mundo. Atrajo a eruditos, artistas y comerciantes, y la ciudad experimentó un gran crecimiento en población y riqueza. Los musulmanes traían de Oriente el saber, la cultura y los conocimientos de la sapiencia grecorromana. Fue Córdoba un gran foco de luz que iluminaba al resto de Europa, sumida aún en la conmoción causada por las invasiones de los bárbaros.

Abderramán, manda construir la ciudad palacio de Medina Azahara, que llegó a ser el centro político y administrativo del califato. En él recibía a los embajadores de otros reinos, entre ellos a los de los nacientes españoles, como León, el Condado de Castilla, Reino de Navarra (o de Pamplona) y los condados catalanes de la Marca Hispánica. Ciudad que fue destruida por los almohades y bereberes, por su lujo y magnificencia, cuando llegaron a la Península en el siglo XI.
El poderío militar y naval de al Ándalus durante el califato de este Abderramán nadie lo discutía, pues, aunque sufrió algunas derrotas en su lucha contra los reinos cristianos, por ejemplo, la de Simancas, también logró grandes éxitos, construyó una flota naval poderosa, la más fuerte de Europa en su tiempo, lo que le permitió proyectar su influencia también en el norte de África.
En resumen, Abderramán III fue un gobernante que transformó el emirato de Córdoba en un poderoso califato, unificó gran parte de Al-Ándalus, impulsó un periodo de esplendor cultural y económico, y dejó un legado arquitectónico monumental con Medina Azahara.

Bien, esto es un breve resumen de Abderramán III como estadista y como político, pero su vida privada era digna de todo reproche, pues entre otras actividades non sanctae, practicaba la homosexualidad. Como consecuencia de este vicio Pelayo fue sacrificado por negarse a satisfacer la lascivia del califa.
Toca exponer ahora algo sobre la vida de Pelagio y las circunstancias que motivaran su estadía en Córdoba.
¿Qué motivó que este niño se encontrase en la ciudad musulmana más importante de Occidente?

En algunos relatos sobre la vida de este chiquillo, se dice que era sobrino del Obispo de Tuy Hermogio o Herminio. No se conoce con certeza si es que su tío cayó prisionero de las tropas de Abderramán, o por otra razón similar, el niño quedó en Córdoba como rehén en lugar de su tío. El hecho es que, para lo que a nosotros nos interesa, este crío estaba en Córdoba y en la corte de Abderramán, aunque este no lo conocía. Posiblemente alguno de sus chambelanes, sabedor de la desviación de inclinación sexual del califa, le comentó la belleza y la inteligencia de este niño. Abderramán quiso conocerlo, mandó que lo trajesen a su presencia y en realidad quedó prendado de su prestancia y belleza juvenil.
Deseoso de disfrutar sexualmente de él, intentó seducirlo, prometiéndole riquezas y honores si renunciaba a su fe, se convertía al Islam y accedía a sus deseos, pero se encontró con la voluntad férrea del púber, que ponía, ante todas las riquezas materiales su virginidad y su firme y acendrada fe cristiana.
Abderramán, posiblemente acostumbrado a disfrutar de jóvenes semejantes a Pelagio, pero musulmanes, montó en cólera.
Suplico, rogó, prometió. Todo fue inútil, no había fuerza humana que pudiese vencer los firmes propósitos del niño. Se cree que entonces tenía 13 años. Estaba por tanto en la preadolescencia, pero la firmeza de sus negativas estaba a la altura de un hombre adulto en el disfrute de la plenitud de todas facultades físicas y mentales.

Ante tal fortaleza de pureza y dignidad, Abderramán montó en cólera y mandó que lo torturasen de las maneras más horribles para reducir aquel escollo inamovible.
Tras los primeros tormentos siguió firme, muy firme se mantuvo el impúber no queriendo satisfacer los aborrecibles deseos del califa. Esta actitud lo exacerbó aún más de forma que mandó que le diesen uno de los tormentos más crueles que se podían aplicar a un humano: el del descuartizamiento
Se dice que el martirio de Pelagio fue particularmente brutal: los verdugos lo descuartizaron vivo ante la multitud que los jaleaba y disfrutaba viendo el tormento del chiquillo.
El descuartizamiento tenía varios motivos, de los que solo escogeremos los siguientes:
Ocultamiento del cuerpo: Para dificultar la identificación de la víctima o hacer desaparecer las pruebas del delito Aquí, posiblemente fuese para que los cristianos no encontraran su cuerpo, digno de veneración.
Mensaje criminal: En algunos casos, el descuartizamiento se utiliza como un acto simbólico para enviar un mensaje de amenaza, intimidación o ajuste de cuentas entre grupos criminales.
Igualmente podría tener este propósito, es decir, que los amigos de Pelayo, los cristianos, viesen con la crueldad que había sido tratado y se inclinasen, antes que perder la vida, hacia una apostasía.

Sus restos fueron arrojados al río Guadalquivir para que sirviera de comida a los peces. Esto ocurrió el 26 de junio del año 925 d.C., fecha en que se celebra su festividad.
Veneración y Legado
Poco después de su martirio, los cristianos de Córdoba recuperaron los restos del niño santo y fuerte, que murió por su fe y por conservar su castidad. Sus reliquias fueron trasladadas y llevadas a varios lugares, en los que se le rinde devoción. Parte de ellas fueron transportadas a León, y posteriormente, algunas se mandaron a Oviedo, donde se conservan en la Catedral de San Salvador. También se cree que algunas reliquias llegaron a Colonia, Alemania.
San Pelagio es considerado un símbolo de pureza, fe inquebrantable y martirio juvenil. Su historia se difundió rápidamente por toda la Europa cristiana, convirtiéndose en un modelo de resistencia frente a la persecución religiosa. Es patrón de los niños y jóvenes, y su culto es especialmente fuerte en España y Portugal.
Numerosas iglesias, monasterios y localidades llevan su nombre en su honor. A lo largo de los siglos, su figura ha sido representada en el arte, la literatura y la música, perpetuando su memoria como uno de los mártires más significativos de la España medieval.

El Seminario Conciliar de San Pelagio en Córdoba, fue erigido en 1583 bajo el patrocinio de San Pelagio. El obispo D. Antonio Mauricio de Pazos y Figueroa, quien gobernó la diócesis entre 1582 y 1586, fue quien tomó la iniciativa de fundarlo después de participar en el Concilio Provincial de Toledo. Las obras comenzaron el 9 de agosto de 1583 y finalizaron el 12 de septiembre de 1584. Desde su fundación, San Pelagio ha sido su patrono. Posiblemente se le asignase tal nombre por encontrarse este edificio muy cerca del río y próximo al palacio califal, y al lugar donde, casi con toda seguridad, fue su cuerpo arrojado al río.
Tras la Reconquista cristiana en 1236, el rey Fernando III donó el palacio de los califas, al igual que la mezquita, hoy Catedral, bajo la advocación de la Asunción al cielo de María Santísima, al obispo de Córdoba, y desde entonces ha sido la sede episcopal. El edificio que vemos hoy en día es el resultado de múltiples transformaciones a lo largo de los siglos, pero su base histórica se asienta sobre lo que fue el alcázar de los califas.
Consideraciones
Es importante señalar que, como ocurre con muchos santos antiguos, los detalles de la vida de san Pelagio se basan en relatos hagiográficos que pueden contener elementos legendarios junto con datos históricos. Sin embargo, la esencia de su historia –su juventud, su fe y su martirio por negarse a renunciar al cristianismo– es ampliamente aceptada y ha sido una fuente de inspiración durante más de un milenio.
Tampoco se puede negar la existencia del Califa Abderramán III, quedan en Córdoba restos de construcciones mandadas edificar por él.
El hecho de la existencia de San Pelagio, su martirio y su posterior devoción por los cristiano no es una fábula o conseja transmitida por generaciones, sino un hecho real del que hay constancia por la Tradición, uno de los pilares en los que se sustenta el Cristianismo.

Manuel Villegas Ruiz