
Almanzor supo desembarazarse de todos los posibles enemigos que se le aparecieron, primero lo hizo con el antiguo hayib Al-Mushafi y luego con su suegro Galib, que había conseguido de Al-Hakam II el título de “príncipe de las dos espadas”, que equivalía a la categoría de generalísimo.
Buscó entre los enemigos de Galib a quien le pudiera prestar apoyo, para ayudarle a para acusar a Galib de traición al Estado. Para esto se alió con un emir bereber que era totalmente hostil al general. A través de éste, consiguió atraerse a Córdoba a un grupo de seguidores y fue capaz de formar un ejército de descontentos con el general, al que se sumó un número elevado de mercenarios bereberes. Además, consiguió el apoyo táctico de los reyes de León y Navarra. La batalla tuvo lugar el 10 de julio de 981 y en la misma falleció Galib. El triunfo de Almanzor fue aplastante y lo publicitó como una victoria contra un traidor que se había unido a los infieles.

El combate se conoció como la batalla de las tres naciones (León, Navarra y Castilla). A las puertas de Córdoba arrojó la cabeza del señor de la Marca Media. Como una seria advertencia sobre lo que podía pasar al que desafiase su poder. Desde este momento adopta el nombre con el que ha pasado a la historia: Al-Mansur bi-llah, el que recibe la victoria de Dios.

Implanta un riguroso protocolo en torno a su persona y la de sus hijos, asegurando así la implantación de una nueva dinastía. En 981, nombra hayib a su hijo favorito, Abd al-Malik, que no era más que un adolescente. Al-Hakam II había designado como su sucesor a un muchacho muy joven que necesitaba tutela. Esta circunstancia fue aprovechada por Almanzor para ganarse la confianza del futuro rey.
El periodo de gobierno que nos ocupa fue una auténtica dictadura afianzada sobre la figura de Almanzor. Dio prosperidad y estabilidad, incluso repartía entre la población parte del botín que conseguía de los príncipes cristianos. Inició numerosas obras públicas, amplió la mezquita aljama y ordenó la construcción de canales. Premió con generosidad a los mercenarios, bereberes y cristianos, que participaban en sus campañas.
Gracias al prestigio que adquirió, gran número de bereberes cruzaron el Estrecho de Gibraltar para unirse a sus ejércitos, de tal forma que garantizó la adhesión de tropas de frontera y de reclutas de al-Andalus.

Dijimos con anterioridad que Abd al-Malik se había convertido en el hijo favorito de Almanzor, y así fue. De su relación con una esclava capturada en la Marca Hispánica nació Abd Allah. Los cronistas de la época sospecharon sobre la verdadera paternidad, hasta el punto que el hijo nacido fue apartado de la sucesión.

Por este motivo, Abd Allah, se convirtió en el cabecilla de un peligroso movimiento contra Almanzor, porque consiguió el apoyo de nobles omeyas y personajes relevantes de la administración como los gobernadores de Toledo y Zaragoza.
La respuesta de Almanzor fue fulminante: terminó con la vida de los conspiradores y encarceló a los omeyas implicados. Cuando su hijo pide la ayuda de García Fernández de Castilla, emprende una campaña devastadora que se salda con la quema de varios monasterios y consigue que el caballero le entregue a su hijo, el cual acabará decapitado.

José Carlos Sacristán
