A PROPÓSITO DE LA MASONERÍA (I)

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          Ríos de tinta se han podido escribir sobre la Masonería y sus adeptos los masones, por ello no pretendemos componer un tratado sobre los mismos, sino más bien exponer lo que, como fruto de nuestra investigación y consultas a distintas fuentes, hemos obtenido tras buena parte de nuestro tiempo que hemos dedicado a ello.

Orígenes de la masonería

Los francmasones, en su deseo de remontar su antigüedad lo más posible, se hacen descender nada menos que de Adán, como padre de todos los seres humanos, así como de Noé, por los conocimientos de geometría que demostró al construir el arca que, según ellos fue fabricada siguiendo los principios de la Masonería, como se expone en las Constituciones de James Anderson redactadas por este pastor protestante inglés y publicadas en 1723 que, podemos decir, dieron origen a la Masonería especulativa  a diferencia de la operativa que floreció entre los constructores de catedrales de finales de la Alta y Baja Edad Media.

Masonería especulativa

Por ello estas reglas se consideran como que son el principio de este movimiento del siglo XVIII conocido como Masonería especulativa.

Pero las tres versiones sobre  su origen que gozan de mayor predicamento son:

  • Que procede de los Templarios.
  • Que fue fundada por los judíos.

 Y por último

  • Que fue establecida por los gremios de constructores de catedrales.

Que la Masonería tenga su origen en los templarios no está muy claro para los historiadores.

La Orden del Temple o de los Pobres Compañeros de Cristo y el Templo de Salomón, fue fundada tras la primera Cruzada por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns con la finalidad principal de proteger la vida de los cristianos que peregrinaban a Tierra Santa.

De 1118, año de su fundación, hasta 1307, en el que el Papa Clemente V, en unión con el rey de Francia, Felipe IV, el Hermoso, comenzó a perseguir a los Templarios, a quienes arrestaron, torturaron y quemaron, en un acoso implacable.

, “Los Reyes malditos”

Maurice Druon en su obra, de siete tomos, “Los Reyes malditos”, expone que la causa principal para la eliminación de los templarios fue la enorme deuda que con ellos tenía el rey de Francia y que, al no poderla liquidar, optó, con la connivencia del papa, por la eliminación de estos, en contra de toda justicia.

Su Gran Maestre, Jaques de Molay fue quemado vivo frente a la catedral de Notre Dame, el 18 de marzo de 1314. Emplazó al Papa y al Rey a que dentro de un año comparecerían ante Dios en el juicio Supremo. Sus palabras fueron:

¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tu Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!

Fuera de toda leyenda, y según datos históricos, la maldición se cumplió.

Tras la eliminación del Maestre Supremo, junto con muchos de sus seguidores, aunque no haya documentos contrastables que lo verifiquen, parece ser que muchos templarios lograron huir y se refugiaron en Escocia, donde, según algunos, fundaron la primera logia masónica

Cosa que consideramos harto improbable, dado que los hechos sucedieron a inicios de siglo XIV, periodo en el cual todavía continuaba en auge la masonería operativa.

La masonería fundada por los judíos

No es extraño que se acepte que la masonería está influenciada, desde sus orígenes, por los judíos, creencia fundamentada porque un gran bagaje de su simbología es de germen judío, ya sea en su modalidad bíblica o cabalística. Precisamente uno de los más arraigados y frecuentes es el templo de Salomón, tanto que en algunas logias del Norte de Europa el Gran Maestre es denominado como Vicarius Salomonis.

Sello de Salomón

La estrella de ocho puntas, conocida como Sello de Salomón, así como la de seis puntas llamada Estrella de David, están presentes en muchas de sus manifestaciones.

La leyenda de Hirán, de quien hablaremos más adelante, se remonta a la construcción del Templo de Salomón, así como muchas palabras de pase o reconocimiento como Tubalcaïn, Schiboboleth, las columnas del templo de Salomón, denominadas Jachin y Bohaz.

Los maestros constructores de catedrales.

Esta época se conoce como masonería operativa y podemos decir que nació     en la edificación de conventos románicos en los siglos XI y XII, llevada a cabo por monjes, primero benedictinos y después cistercienses. El Abad asumía normalmente la responsabilidad de diseñar los planos y de dirigir las obras, aunque muy pronto, al lado de los monjes arquitectos, aparecieron los arquitectos laicos.

Entre los siglos XII y XV floreció en Europa con gran esplendor la construcción de catedrales, cuyos artífices más importantes fueron los maestros canteros, carpinteros, plomeros y vidrieros.

Estos formaban unos gremios que hunden sus raíces en lo más profundo de la historia, pues hay quien los remonta a la época de Hammurabi, la construcción de las pirámides, a la época romana y a la medieval.

Sin remontarnos a épocas excesivamente lejanas, nos centraremos en la civilización clásica, y en la medieval.

Los obreros de distintas especialidades que han formado agrupaciones desde los tiempos más remotos de la Historia han tenido sus propios reglamentos por los que se han regido.

Solón

En Atenas, según nos dice  Gustave Glotz, en su  estudio La travail dans la Grecie ancienne, había una evidente libertad de asociación, existiendo una ley de Solón que permitías a los diversos colegios de Atenas y particularmente a los de los navegantes redactar sus reglamentos internos mientras no fuesen contrarios a las leyes del Estado.

Roma, con el carácter asociativo y corporativo que se daría durante la Edad Media, los artesanos romanos se agrupaban en distintos Collegia con índole más bien religiosa y solidaria con sus asociados pues, agrupados bajo la protección de distintas divinidades, prestaban ayuda y socorro a los componentes de los diversos colegios.

En la Época musulmana las agrupaciones profesionales se asociaron en un sistema corporativo de tal importancia que durante el Siglo XI se hizo necesario redactar manuales para los funcionarios estatales, a fin de que vigilasen el cumplimiento de las instituciones gremiales y para reprimir los fraudes de los artesanos en materia mercantil.

De esta manera llegamos a la Edad Media en la que, con  motivo de la construcción tanto de catedrales como de edificios civiles, surgen los gremios de trabajadores, que indudablemente hunden sus raíces en los mencionados anteriormente, pero que tienen unas características propias, aparte del socorro y la ayuda mutua a sus asociados y familiares, que merece que nos detengamos en ellas.

Sus precedentes inmediatos haya que situarlos en la edificación de conventos románicos en los siglos XI y XII, llevadas a cabo por monjes, primero benedictinos y después cistercienses. El Abad asumía normalmente la responsabilidad de diseñar los planos y de dirigir las obras, aunque muy pronto, al lado de los monjes arquitectos, aparecieron los arquitectos laicos.

Durante este periodo los artesanos, especialmente los albañiles, constituyen uno de los grupos mejor organizados del momento que además guardan celosamente los conocimientos poseídos en la construcción de edificaciones.

La palabra francesa masón, significa albañil, o también cortador o tallador de piedras, de ahí que estas agrupaciones reciban el nombre de masonerías y sus miembros, también reciban el nombre de francmasones.

Francmasón, nombre con el que también se conocen a los masones, proviene de  free-stone-mason, albañil de piedra blanda, nombre que recibieron los albañiles o canteros en la Inglaterra del siglo XIV que trabajaban la piedra menos dura, o más fácil de tallar.

La palabra free también significa en inglés libre, sin ataduras, por ello que igualmente se les dé a los francmasones el apelativo de albañiles libres, sin sujeción a ninguna atadura, eludiendo la palabra piedra.

Pero ciertamente esta denominación les cuadra perfectamente, pues estos artesanos eran hombres libres, por la vida sin trabas e itinerante que llevaban, ya que las grandes construcciones que se realizaban en la época, los trabajadores más cualificados y especialistas que las realizaban eran normalmente extranjeros y no

artesanos locales, por lo que no estaban sometidos a  ninguna clase de vasallaje ni sujetos a las normas de los obreros locales.

También estaban exentos de toda sujeción cuando construían catedrales, pues estas se edificaban bajo el patrocinio de la Iglesia, y los Estados no tenían participación en ellas.

Dado que estas edificaciones tardaban mucho tiempo en acabarse, no es de extrañar que estos artesanos conviviesen juntos y se creasen unos vínculos especiales entre ellos y que acabaran formando comunidades o gremios.

Un vínculo que los unía fuertemente, además del de pertenecer todos al mismo oficio, era una especie de lingua franca denominada argot que el DRAE define como lenguaje especial entre personas de un mismo oficio, o actividad.

Ciertamente, esta jerigonza les era muy necesaria, ya que, al tratarse de maestros de distintas nacionalidades que tenían que convivir juntos durante la construcción, necesitaban de un medio para entenderse y que además les sirviese para mantener ocultos los secretos de su profesión.

logia

La palabra logia, denominación que reciben las distintas asociaciones de los masones actuales, significa llano, explanada, galería que podría ser de madera o de piedra, y asimismo un simple techado y era el lugar en el que se reunían los maestros para confeccionar los planos y establecer las normas para la construcción del nuevo edificio.

Las herramientas más usuales que empleaban eran: martillo, cincel, plomada, escuadra, nivel, etc., y se protegían de las esquirlas que pudiesen saltar de la piedra al tallarla, con un mandil que cubría el vientre y los muslos.

Cuando hablemos de la masonería especulativa, mencionaremos estos instrumentos como sus símbolos esotéricos.

ETAPAS DE LA MASONERÍA

La primera es la de los constructores de edificios, u operativa, de la que hemos hablado anteriormente y que abarca desde el siglo XII al XVI. Pasamos a;

La masonería de los aceptados

 Abarca el siglo XVII y los primeros lustros del XVIII. Se trata de un tiempo de transición en el que las sociedades masónicas fueron admitiendo miembros honoríficos, llamados accepted masons, no dedicados a la construcción.

Al cesar el periodo de auge de la construcción de catedrales, poco a poco fue perdiendo su carácter laboral y alcanzando una vocación intelectual, planteándose nuevos horizontes espirituales, dando lugar a lo que conocemos hoy como.

Revolución Francesa

La idea de la Revolución Francesa era generar un mundo nuevo bajo un nuevo orden. Y para ello, consideraron necesario cambiar el calendario. De la misma manera que cambió el nomenclátor de algunas calles, para cambiar la ordenación del espacio, se optó por cambiar también la ordenación del tiempo. El matemático Charles Gilbert Romme fue el encargado de partir de nuevo el tiempo. Aunque tras la Revolución, y en un sentido informal, se hablaba del año I el que arrancaría el 14 de julio de 1789, el día de la Toma de la Bastilla, cuando el calendario se adoptó de forma oficial, el punto de partida de la historia sería el que correspondía al gregoriano 22 de septiembre de 1792. A partir de entonces, 1 de vendimiario del año I.

El año seguiría dividido en 12 meses, pero esos 12 meses tendrían una cuenta exacta de 30 días, para sumar 360. Los cinco días restantes quedaban consignados como días extras y eran de naturaleza festiva. A esos cinco se les sumaba un sexto cada cuatro años, que correspondía al bisiesto, como el 2020 que ahora empieza.

Los meses también cambiaron de nombre, sin que hubiera una correspondencia cronológica exacta en cuanto a los gregorianos. Todos ellos hacían referencia a fenómenos naturales vinculados a la agricultura. Desde el primero, vendimiario (que alude a la vendimia), a los siguientes: brumario, frimario, nivoso, pluvioso, ventoso, germinal, floreal, pradial, mesidor, termidor y fructidor. Los meses se organizaban en conjuntos de tres ― 90 días ― que se correspondían con las estaciones.

La Masonería especulativa

Esta orientación intelectual de la Edad Moderna hunde sus raíces, según sus adeptos contemporáneos, en lo más profundo de la Historia. Para estos, su origen se encuentra así en el antiguo Egipto con la edificación de las pirámides, con el arquitecto Imhotep, las construcciones babilónicas que ya aparecen en el Código de Hammurabi, y el templo de Salomón y su constructor Hirán Abif de Tiro que prestó sus servicios al rey judío.

Otro nombre con el que son conocidos los masones actuales y ellos se nombran entre sí es el de Los Hijos de la Viuda.

Se debe a que el arquitecto antedicho, poseedor de conocimientos secretos para la construcción de templos, fue asesinado por tres de sus  ayudantes al no querer desvelarle estos, por, ello los masones especulativos se consideran hijos de la viuda de este arquitecto.

Todo masón actual reconoce, de antemano, que las personalidades representadas son totalmente imaginarias y que cada uno representa virtudes y vicios humanos.

Aparte de estos orígenes que podríamos considerar como casi mitológicos, podemos decir que la masonería especulativa nace cuando el 24 de junio del año 1717, en la fiesta de S. Juan, se reunieron en Londres cuatro logias de masones aceptados con la determinación de crear una gran logia que se denominaría Gran Logia de Londres a cuyo frente se encontraría el Gran Maestro, y ella solamente tendría competencia para crear nuevas logias así mismo encargaron a los pastores protestantes James Anderson y Teófilo Desaguliers que confeccionasen unas constituciones que serían por las que se regirían, tanto esta Gran Logia como las que se creasen posteriormente.

Constituciones de Anderson

En 1723 salieron a la luz las conocidas como Constituciones de Anderson.

Estas se dividen en cuatro secciones que son las siguientes:

1ª Historia de la masonería, o del arte de construir.

2ª Obligaciones de un francmasón

3ª Reglamentos generales y por último

4ª Cantos masónicos con sus músicas

Merece que prestemos especial atención al artículo primero de la segunda parte, que se refiere a las relaciones de un buen masón con Dios y a la religión, por la influencia que ejercerá en el periodo conocido como ilustración, o Siglo de las Luces. En este primer artículo se dice que:

“Un masón está obligado, por su carácter, a obedecer la ley moral, y si comprende el arte, no ser nunca un ateo estúpido ni un libertino irreligioso. Pero aunque en los tiempos antiguos los masones estaban obligados a pertenecer a la religión dominante en su país, cualquiera que fuese esta, se considera hoy más conveniente obligarles únicamente a profesar aquella religión sobre la que todos los hombres están de acuerdo, dejando a cada uno libre en sus propias opiniones, es decir, ser hombres de bien y leales, y hombres de honor y probidad, cualesquiera que sean las denominaciones y las creencias que les distingan; de esta suerte la masonería es el Centro de Unión y el medio de conciliar una amistad entre personas que hubieran permanecido perpetuamente distanciadas.

Teófilo Desaguliers
James Anderson

Cuatro conclusiones podemos sacar de lo manifestado en el punto antedicho:

1ª La Masonería pide a sus asociados que crean en la existencia de Dios, pero no el especificado por una determinación religión, sino en un Dios etéreo quien, una vez realizada la creación, pierde interés por ella y la deja a su libre albedrío, al que llaman Gran Arquitecto del Universo.

Preconizan en el artículo VI: “…no se promoverán  disputas ni discusiones privadas en el recinto de la logia, y mucho menos contiendas sobre religión, nacionalidades o políticas de Estado, porque en calidad de masones no solo somos miembros de la religión universal mencionada, sino también de todas las naciones, lenguas y razas, …”

Más adelante, cuando hablemos de su simbología, expondremos la representación alegórica que toman de la masonería operativa y de otras creencias.

2ª Esta Masonería proclama la libertad de conciencia, respetando las creencias religiosas individuales.

Gran Arquitecto del Universo.

3ª La masonería es una institución fraternal creada para ser centro de unión entre hombres, de la que excluyen a las mujeres, como hemos visto que preconizaba Rousseau.

4ª El fundamento esencial de la masonería es la integridad ética.

Sobre las relaciones de la masonería con los estados, se especifica el artículo 2º;

Que el masón ha de ser pacífico, súbdito de los poderes civiles, cualquiera que sea el lugar donde trabaje o resida, y no mezclarse nunca en conjuras o conspiraciones contra la paz y el bienestar de la nación, ni faltar a sus deberes con los magistrados inferiores.

          De todas estas premisas que, al parecer, solo buscan la concordia, la buena avenencia  y la solidaridad entre los hombres, tendremos que deducir lo que en realidad se llevó a la práctica.

  • Preconizan una religión universal y la libertad de conciencia y el respeto a las creencias individuales, aunque, durante la Revolución francesa en la que tuvieron un papel preponderante, introdujeron a la fuerza el culto a la diosa razón y persiguieron con feroz saña a todos los católicos, con especial virulencia a los de la región de la Vendée.
  • Propugnan, la fraternidad universal como centro de unión de todos los hombres, aunque excluyen de esa fraternidad a quienes no pertenezcan a sus logias.
  • Manifiestan que el masón ha de someterse a los poderes civiles y no participar en ningún complot o conjura contra la paz y el bienestar de la nación.

Posiblemente, la masonería, como institución, cosa que dudamos, no participase en movimientos subversivos contra los poderes establecidos, pero sí estamos en condiciones de afirmar que sus miembros fueron elementos activos y fervientes componentes en la Revolución francesa y en la independencia de las colonias inglesas que constituyeron los Estados Unidos.

Activos componentes del Enciclopedismo que tanto influyó en la Revolución Francesa, ya lo hemos dicho, fueron Voltaire, Montesquiu,  Saint Just, Desmoulins, Hebert, Danton, Marat, Chenie y tantos más.

Precisamente el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad, tan querido para los revolucionarios, se encuentra como principio y se desprende de las Constituciones de Anderson.

Manuel Villegas

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2 thoughts on “A PROPÓSITO DE LA MASONERÍA (I)”

  1. En las novelas llamadas históricas, como doctor en Historia, distingo:
    – Novela histórica.
    – Historia novelada.
    La primera es en la cual los hechos, personajes, situaciones y eventos son reales en un muy alto porcentaje, y quienes intervienen, la mayoría han existido y se pueden consultar en archivos y/o bibliotecas, aunque el autor se permita alguna libertad de narrar situaciones no reales y hablar de algún que otro personaje ficticio (los menos posibles, o ninguno). Maurice Druon, autor de Los Reyes Malditos, habla de la maldición de Jaques de Molay. Si esta es una licencia que se ha permitido Maurice para dar más verosimilitud a los hechos que narra, a fin de conseguir más lectores, no se lo podemos reprochar, habla como novelista, no como historiador, y yo he tomado ese dato.
    Mi escrito ha sido uno más de los muchos que elaboro. Si hubiese sido para una tesis doctoral (hace muchos años que defendí la mía) y mis medios me lo hubiesen permitido, posiblemente me hubiera desplazado a Francia en busca de textos originales. No es el caso.
    Nuestro Lope de Vega tomaba hechos reales, los modificaba a su antojo y componía una pieza teatral para agradar al público y vender más, ajustándose, en muy pocos casos a la realidad de lo sucedido.
    He publicado un libro «Fuenteovejuna, el drama y la historia» en el que estudio la semejanza de los hechos realmente ocurridos y lo narrado por Lope. Hay una diferencia muy considerables entre la realidad y la fantasía.
    A quien comenta mi trabajo y hace una pequeña puntualización, tengo que agradecerle que lo haya leído. Quienes escribimos, historiadores o no, lo hacemos con el deseo de que se lea lo que publicamos. Con eso nos damos por satisfechos (hablo sola y exclusivamente de mí).
    Si de camino hay algún comentario, favorable o desfavorable, lo agradezco. No olvidemos el dicho latino «qui docet, discet» (quien enseña, aprende)

  2. No existe la «maldición templaria». Como señala el historiador Alain Demurger en su biografía sobre Jacques de Molay, desautorizando explícitamente al novelista Duon, cuando Felipe IV y sus sucesores empezaron a morir demasiado prematuramente incluso para la época, se empezó a atribuir una maldición sucesivamente a los judíos expulsados y previamente desvalijados por el Rey (casi 200 años antes que en España, por cierto, y sin ofrecerles la posibilidad de convertirse al cristianismo), a los que se tenía por magos. Después se achacó la maldición al Papa Bonifacio VIII, predecesor de Clemente V y no precisamente un dechado de virtudes, pero en todo caso injustamente humillado por el monarca pre-absolutista mediante su Ministro Nogaret, que llegó a abofetear públicamente al Pontífice en Anagni. También de este Papa se decía que practicaba la magia. Sólo más tarde alguien recordó que algún caballero templario anónimo había maldecido al Rey durante las torturas de la inquisición seglar (no eclesiástica) del mismo Nogaret previas a la disolución oficial del Temple. A partir de ahí se fue alimentando el bulo, que creció con el éxito de sucesivas creaciones literarias y dramáticas, y que la propia Masonería alimentó, y también los liberales anticlericales y antimonárquicos para atacar mediante ella a ambas instituciones, Iglesia y Monarquía, en toda Europa y América. Esos mismos liberales y masones que, en cuanto llegaban al poder, pacíficamente o por la fuerza, no dudaban en despojar ala Iglesia de todos sus bienes muebles e inmuebles en nombre del Estado, incluidos los de las órdenes religioso-militares que aún habían sobrevivido a los avatares de la Iglesia, es decir, lo mismo que hizo el Rey al que criticaban, y que habrían hecho ellos mismos, de haber llegado el Temple a su época. Bueno, y lo hicieron. En Portugal, la Orden del Cristo (es decir, el Temple portugués, que en vez de disolverse cambió de nombre) y en España la de Montesa, sucesora directa del Temple en Valencia, fueron desamortizadas junto con el resto de instituciones de la Iglesia por aquellos demagogos hipócritas y falsarios.
    Por otra parte, Jacques de Molay se había confesado y había sido absuelto de sus pecados antes de su ejecución en la hoguera, como los demás dignatarios quemados con él. Cuando un reo creyente, y no digamos si encima es un monje, va a morir en el patíbulo, no echa a perder su salvación eterna maldiciendo a sus verdugos o sus jueces. Más bien les perdona públicamente y ,muere rezando por ellos. Tenemos testimonios de primera mano de criminales convictos católicos ejecutados en épocas más recientes, bandoleros, asesinos, que murieron perdonando a sus verdugos y jueces y rezando por ellos y por su propia salvación, así como otros que luego se probó que eran inocentes. Cabe inclusola posibilidad de que Molay conociera que el Papa Clemente V ya había absuelto a la Orden del Temple en secreto, en una bula que descubrió la historiadora Barbara Frale en el castillo de Dijon, donde el Papa fue «huésped» prisionero del Rey. Clemente V, en su situación de cautividad, firmó la bula y la ocultó, sin llegar a promulgarla, porque no podía, pero su contenido es jurídicamente válido. La Orden del Temple fue disuelta por el Concilio de Vienne, pero sus dirigentes nunca estuvieron excomulgados por herejías contra la Iglesia. Si Clemente V pudo comunicárselo en el secreto de la confesión o de otro modo a Jacques de Molay, algo muy probable, es absurdo pensar que éste echaría su salvación etera por tierra por indignarse contra el Rey, y no digamos contra el Papa, a última hora. Sí se sabe que defendió la inocencia de los templarios de los cargos que se les imputaban y atribuyó las confesiones de los reos y la suya propia a las torturas de los funcionarios del Rey, pero en el lenguaje correcto, escueto y preciso de los militares de alta graduación, de entonces y de ahora. Yeso bastó para que el vengativo y sádico Felipe IV decidiera pasar directamente a la pena de muerte aumentada con aquellos inocentes, quemándolos vivos como relapsos.

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