Se acaban de cumplir cien años del asesinato de D. Eduardo Dato. Ocurrió el 8 de marzo de 1921, en la Plaza de la Independencia (Puerta de Alcalá) de Madrid. Varios anarcosindicalistas catalanes tirotearon el coche en que volvía a su domicilio, en la calle de Lagasca.
Eduardo Dato Iradier había nacido el 12 de agosto de 1856 en La Coruña, hijo de Carlos Dato y Lorenza Iradier. Su nacimiento en la ciudad gallega fue circunstancial, pues su padre estaba destinado como teniente coronel en dicha plaza. Siendo niño, la familia se traslada a Madrid, donde el padre solicita el retiro tras el triunfo de “La Gloriosa”. El joven Eduardo, aconsejado por su padre, desiste de profesar la carrera militar. En su lugar estudia la carrera de Derecho en la Universidad Central, donde se licencia brillantemente en 1875.
Durante unos años ejerce la abogacía, trabajando primeramente en los despachos de D. Mariano Aguilar y D. Germán Gamazo, y posteriormente abriendo bufete propio. Alcanzó gran notoriedad, llegando a ser el abogado de Ignacio Bauer, banquero y representante de la familia Rotschild en España. Sus éxitos profesionales y su relación con Romero Robledo, le abren el paso a la política.
En 1884, a los 28 años, consigue su primer acta de diputado, adscrito al Partido Conservador de D. Antonio Cánovas del Castillo. Llegó a ser subsecretario de Gobernación del gabinete conservador de 1892. Tras el magnicidio de Cánovas, en 1897, y la Guerra de Cuba, con Sagasta al frente del gabinete, llega el gobierno de Francisco Silvela de 1899. En este gobierno, Dato ocupa su primera cartera ministerial, la de Gobernación. De su gestión son fruto sus dos primeras leyes sociales: la ley de accidentes de trabajo y la ley reguladora del trabajo de las mujeres y los niños. En la vuelta de Silvela a la Presidencia del Consejo de Ministros, en 1902, Dato ocupará la cartera de Gracia y Justicia. De esta etapa, y de su responsabilidad, es la ley del descanso dominical y la creación del Instituto de Reformas Sociales.
Después de la retirada, en 1903, de D. Francisco Silvela, éste señala como heredero al frente del Partido Conservador a D. Antonio Maura. Lo que pareció una sorpresa, pues la lógica señalaba a Dato como sucesor, es aceptada noblemente por éste. Comienzan unos años de duros enfrentamientos entre Liberales y Conservadores. Eduardo Dato, sin embargo, mantiene una postura prudente y de leal colaboración con su “jefe” Maura. Ocupa puestos con prestigio institucional, como la Alcaldía de Madrid, en 1907, y posteriormente la Presidencia del Congreso de los Diputados, pero se mantiene en un segundo plano.
Es en 1913 cuando, ante la negativa de Maura de aceptar la Presidencia del Consejo de Ministros, el rey Alfonso XIII nombra a Dato como responsable de un nuevo gobierno conservador. Le toca gobernar en España en el momento del estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914. En sintonía con el monarca mantiene la neutralidad en la contienda. Esta decisión acertada supuso unos años de bonanza para la economía española. Consigue restablecer el espíritu del Pacto de El Pardo tras hacerse con la jefatura del Partido Conservador. En 1915 vuelven los liberales al gobierno de la mano de Romanones. Es por esta época, cuando Dato deja de presentarse a las elecciones generales por Murias de Paredes (León), tierra de sus antepasados paternos, cambiando a la circunscripción de Vitoria, tierra de su madre.
El segundo gobierno presidido por Eduardo Dato llega en 1917, en una situación muy complicada. Hubo de hacer frente a las juntas de defensa militares, que se habían formado en todas las armas y por todo el territorio nacional. Estas juntas surgieron como rechazo del Ejército a los planes de reducción del número de oficiales, y fueron un instrumento de presión del poder militar hacia el poder civil, hasta su disolución con la Dictadura de Primo de Rivera. Así mismo, tuvo que enfrentarse al reto del incipiente nacionalismo catalán dirigido por Cambó y su “asamblea de parlamentarios”. Y como tercer reto, la Huelga Revolucionaria de Agosto de 1917. Esta grave situación desembocó en el gobierno de concentración de 1918, presidido por D. Antonio Maura, y en el que Dato ocupó la cartera de Estado (Asuntos Exteriores). En este cargo consiguió reconducir la delicada relación con Alemania, provocada por la actuación de los submarinos alemanes que perjudicaba a la flota mercante española.
El postrero servicio a España lo realiza en 1920, cuando al no conseguir que Maura se hiciera con la jefatura de los conservadores, se hace cargo de su tercer gobierno. La situación en Cataluña, en Barcelona, es de una auténtica guerra social. Por la presión del estamento militar y del empresariado catalán, se ve obligado a nombrar al general Martínez Anido como gobernador civil de Barcelona. Prácticamente se le otorgan plenos poderes, que ejercita con firmeza. A pesar de todos los intentos de Dato de reconducir la gravedad de los sucesos, a pesar de crear el Ministerio de Trabajo, los sindicalistas se cobraron la vida de quien más leyes sociales había elaborado y promulgado en las dos primeras décadas del siglo XX.
D. Eduardo Dato, junto con D. Antonio Cánovas, D. Práxedes Mateo Sagasta, D. Francisco Silvela, D. Antonio Maura, D. José Canalejas y el Conde de Romanones, constituye el grupo de los “siete magníficos” de la Restauración Española (1874-1923). D. Eduardo encarnó lo que se llama el Regeneracionismo Conservador. Descanse en paz en el centenario de su muerte
Francisco Iglesias