Hay una autentica confusión acerca de la fecha exacta del acontecimiento y yo me he tomado la libertad de tomar el 3 de abril como fecha correcta. Lo único cierto es que fue en el mes de abril de 1493, todo ello envuelto en el halo de misterio que cubre la vida de Cristóbal Colon y su obra.
El 15 de marzo del mismo año, Colon había llegado al puerto de Palos a bordo de la carabela La Niña. Más que navegante, Colon era un consumado político y nada más llegar, indagó el paradero de los reyes católicos. Resultó que los monarcas se encontraban en Barcelona. Colon les envió rápidamente una carta anunciando su llegada y el descubrimiento hecho. Nada se sabe cómo cruzó la península para ir de Andalucía a Cataluña. Ni siquiera se conoce si lo hizo por mar o por tierra, pero sabiendo que traía consigo varios indios tainos y muchos productos antillanos, pienso que la opción marítima fue la que eligió Colon.
Nos podemos preguntar que estaban haciendo los Reyes Católicos en Barcelona, ya que según la historiografía que actualmente se enseña en las escuelas catalanas, Cataluña nunca tuvo nada que ver con la política española. Nada más alejada de la realidad.
La corte de los Reyes Católicos, era una corte ambulante, sin una sede fija. Hoy en día con todos los poderes de la comunicación en línea, nos puede parecer fácil, pero realmente no sabemos cómo diablos se podían organizar hace más de 500 años. EL caso es que el matrimonio real se encontraban en Barcelona, para refrendar un tratado que se acababa de firmar con Carlos VIII de Francia, a través de su representante Louis d’Amboise. EL tratado se denomina de Tratado de Barcelona en nuestros libros de historia y Tratado de Narbona en la de los franceses, ya que había sido redactado en Narbona por los respectivos representantes. Cosa de los redactores de los libros para las escuelas.
Por el dicho documento, entre otras cuestiones, Carlos III devolvía el Rosellón y la Cerdaña, entregados mediante el tratado de Bayona de 1462 por Juan II de Aragón, o sea que no era un problema baladí, ni la visita era para hacer turismo.
La Cerdaña y el Rosellón habían quedado en manos francesas como consecuencia de la guerra civil catalana (1462-1472), conflicto que se produjo en el Principado de Cataluña entre los partidarios del rey Juan II de Aragón, conde de Barcelona, y los de las instituciones catalanas rebeldes al rey encabezadas por la Diputación del General del Principado de Cataluña y el Consell del Principat.
Para el bando realista los «rebeldes» lo eran por haber traicionado la fidelidad que habían jurado a su rey, mientras que los antijuanistas consideraban «traidores» a los realistas por no ser fieles a las leyes de la «tierra», por ser «enemigos de la cosa pública» o simplemente por ser «malos catalanes». No sé por qué, pero todo esto me suena de bastante actualidad, pero la realidad es que debido a un conflicto civil se acabaron perdiendo territorios y riquezas.
Volviendo a Colon, este se apresuró a aprovecharse del ambiente de victoria que se respiraba en Barcelona y presentar su hallazgo como el descubrimiento de una ruta de navegación que permitiera conectar España con las islas asiáticas donde se encontraban las preciadas especies que tan bien cotizaban en Europa.
A pesar de lo que diga la actual historia que se estudia en las escuelas catalanas, Cataluña siempre estuvo muy al tanto de lo que ocurría en el reino hermano de Castilla y participó activamente desde el principio en esta empresa. Una de las consecuencias de la presentación de Colon en Barcelona, fue que en su segundo viaje, la presencia catalana fue bastante importante, en las figuras del jefe militar de la expedición, Pedro de Margarit (ampurdanés), Ramón Pané (que se convertiría en el primer etnógrafo de América) y Bernat Boïl (delegado papal).
Definitivamente, Cataluña no fue ajena a la epopeya americana.
Manuel de Francisco Fabre
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