A pesar de los esfuerzos de nuestro sistema educativo en desinformar a los estudiantes españoles, pocas personas no habrán oído hablar del Gran Capitán y de sus famosas cuentas. En todo caso, a raíz del aniversario de su nacimiento, hagamos un breve resumen de su vida.
Nació en el castillo de Montilla, en la localidad del mismo nombre, provincia de Córdoba. Hijo de Pedro Fernández de Aguilar, de noble familia, pero con el inconveniente que fue el segundo hijo y que su padre murió muy joven. En resumidas cuentas, tuvo que buscarse la vida, ya que poco iba a heredar de sus padres. En aquella época, todo se acumulaba en manos del hijo mayor, en este caso su hermano Alfonso. Lo normal era que un segundón en estas circunstancias tuviera dos opciones; seguir una tranquila carrera dentro de la Iglesia Católica o bien lanzarse a las aventuras militares, con porvenir mucho más azaroso, pero del que podía obtener mejores réditos.
A la muerte de su padre, su hermano Alfonso y él fueron criados por Pedro de Cárcamo, noble andaluz, y, todavía siendo niño, entró al servicio de un hermano de la futura reina Isabel I de Castilla. Siempre fue fiel a la causa de ésta y distinguiéndose en la Batalla de Albufera. Sin embargo, donde realmente tomó fama fue en la Guerra de Granada. Ahí hizo un poco de todo dentro del estamento militar, desde dirigir pequeñas acciones aisladas, hasta luchar a las órdenes de otros capitanes, pasando por negociaciones diplomáticas y hasta espionaje.
No pasó desapercibido. Cuando Fernando el Católico, en 1495, quiere ayudar a Alfonso II de Nápoles, le nombra jefe de la expedición, compuesta por 6.000 soldados y 700 jinetes, embarcados en una flotilla aportada por los puertos de Cantabria y Galicia y bajo el mando de los catalanes Galcerán de Requesens y Joan de Soler.
En tres años de campaña ha derrotado a los franceses que querían apoderarse del Reino de Nápoles y dejado en el poder al Federico I, hijo de Alfonso II. Ya en estos momentos, los hombre de sus tropas se referían a él como “El Gran Capitán”.
Nuestro protagonista volvió a la Península Ibérica, pero poco después, en 1501, el Papa Alejandro VI hace público un acuerdo secreto entre Francia y el Rey Católico que desencadena una nueva guerra en la Península Itálica. Nuevamente, Fernando el Católico llama al “Gran Capitán” para que se encargue del problema.
Tres años más tarde, había expulsado a los franceses y gobernaba como Virrey de Nápoles.
Durante estos tres años había combatido en inferioridad de condiciones, ya que los recursos que le prometían sistemáticamente, con el mismo rigor nunca llegaban. Su genio fue inventar el ejército moderno en el cual se integraban de forma homogénea, infantería, caballería y artillería, todos ellos apoyados por la marina. Así mismo fue el primero que supo dar la importancia debida a las armas de fuego y asi como la labor de la intendencia, potenciando el suministro de todo lo que necesita un ejército numeroso antes de afrontar un combate.
Creó una nueva organización llamada “coronelias”, embrión de los futuros tercios. Eran organizaciones autónomas capaces de moverse sobre el terreno de forma autónoma y que daban gran agilidad a los movimientos de sus tropas.
Como buen diplomático, dio gran importancia a los espías y fue un maestro en su organización. No se le escapó la importancia de la propaganda y gracias a ella fue adorado por sus tropas y admirado incluso por sus enemigos.
Su popularidad fue uno de sus grandes enemigos, y Fernando el Católico llegó a dudar de su honestidad y exigió datos sobre el gasto de sus campañas. Fernández de Córdoba respondió con detalle, pero sea cierto o solo una leyenda el caso es que parece que acompañó sus cuentas con unos comentarios irónicos que han dado pábulo para la leyenda de “las cuentas del Gran Capitán”.
De todas formas, lo que sí es cierto, es que el reino de Nápoles estuvo unido a los designios de la Corona Española, gracias a los esfuerzos de un cordobés, que defendía los intereses de la Corona de Aragón, utilizando los medios aportados por el Reino de Castilla. Todo un símbolo de lo ha sido, es y será España.
Manuel de Francisco
“….estuvo unido a los designios de la Corona Española, gracias a los esfuerzos de un granadino, que defendía los intereses de la Corona de Aragón…..” Si nació en Montilla, provincia de Cordoba, era cordobés, por lo tanto no era granadino.
El resultado es el mismo: un cordobés defendió los intereses de Aragón con los medios aportados por Castilla.