CATEDRAL DE VALLADOLID: LA ETERNA CONSTRUCCIÓN

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Conde Pedro Ansúrez

Su labor comenzó tan relevante y en tanto extremo costosa, que parece que jamás pudiera concluirse. Antolínez de Burgos.

Año 1095

Subido a lomos de su caballo, Pedro Ansúrez sonríe. Después de meditarlo mucho tiempo, observa desde lo alto de una loma cual recamado escudo el lugar que ha elegido como asentamiento definitivo desde el que gobernará toda la repoblación a orillas del río Pisuerga. A sus pies, la villa agrícola de Valladolid amanece en paz, rodeada por su robusta cerca defensiva, protegida por el castillejo y los santos Julián y Pelayo, a quienes están consagradas las dos iglesias del lugar.

−Habéis elegido bien, mi señor.

Íntimamente satisfecha, su esposa Eylo contempla los campos de Castilla que se extienden más allá de donde alcanza la vista, apurando el fuerte olor a romero, tomillo, salvia y espliego que trae el viento. Sobrevolando sus cabezas, las rapaces aves de altura hollan las hierbas montaraces y los cárdenos alcores sobre la parda tierra, mientras sobre los agrios campos cae un sol de fuego que domina en solitario el puro azul del cielo.

−Es aquesta una buena tierra− confirma él mientras observa la zona de extramuros donde piensa construir su propio palacio.

Los planes del conde para con la villa son ambiciosos: aparte de su palacio, también desea construir una capilla privada y una Colegiata que realce la importancia religiosa de la villa, y a la cual no solamente ha puesto nombre −Santa María la Mayor−, sino que ya le ha redactado una carta de Fundación.

Yo, el conde Pedro Ansúrez, juntamente con mi mujer la condesa Eylo […] ofrecemos por el remedio de nuestras almas […] a la iglesia de Santa María de Valladolid […] con tal condición que el oficio divino se celebre en la dicha Iglesia, y que se tenga la devoción debida a sus sagrados altares y reliquias.

El conde sueña con los ojos abiertos, vislumbrando una gran iglesia que sea imbatible al paso del tiempo. Qué gran legado, vive Dios, se dice antes de encabritar el caballo y perderse en el horizonte cerrado por colinas oscuras, coronadas de robles, encinas y desnudos peñascales donde el merino pace y el toro, arrodillado sobre la hierba, rumia.

EL ORIGEN DE LA CATEDRAL

En el último cuarto del siglo XI el rey Alfonso VI encomendó al conde Ansúrez la repoblación y administración de la parte de Castilla que actualmente comprende la provincia de Valladolid. Por entonces, la que es hoy capital del Pisuerga era apenas una aldea fortificada que contaba con un alcázar y dos iglesias dedicadas a los santos hispanos Julián y Pelayo, pero a partir de la decisión del conde de edificar su palacio en la zona de extramuros la villa comenzaría a dejar su impronta en la historia de España.

         Además del palacio, Ansúrez mandó construir una iglesia que sería el germen de la actual Santa María la Antigua, y también una Colegiata o Iglesia Mayor, edificada en arte románico y bautizada como Santa María la Mayor, en lo que resultaría ser el origen de la catedral vallisoletana.

Serían sobre las ruinas de aquella Iglesia Mayor cuando, en tiempos de Fernando III el Santo, se construyó la segunda Colegiata, templo donde se mantuvo el culto hasta el siglo XVII, cuando se trasladó el culto a la actual catedral, que es su heredera, a la que se la conoce como Cuarta Colegiata, y decimos bien, cuarta, porque la tercera debe considerarse un intento fracasado de construcción cuyas obras se vieron congeladas por falta de dinero, de la que solo quedan los cimientos.

Primera Colegiata: el conde Ansúrez

Año 1095. La villa de Valladolid crecía en importancia y era necesario dotarla de una iglesia que sirviera de templo mayor. Esta primera colegiata nació como monasterio familiar de los Ansúrez y al mismo tiempo servía de Iglesia Mayor de la villa, siendo consagrada el 21 de mayo de 1095. Hoy no queda nada queda de esa primitiva colegiata, solo los restos de la torre románica construida a los pies y con la función de torre-pórtico.

Por otra parte, el conde había edificado en el entorno su casa-palacio en la que iba anexa una pequeña capilla palaciega. Como la iglesia ya había tomado como titular a Santa María, se le añadió el apelativo de la Antigua, mientras que la nueva colegiata fue conocida como Santa María la Mayor.

Segunda Colegiata: un nuevo comienzo.

Entre los años 1219 y 1230, reinando Fernando III el Santo, se llevó a cabo la construcción de la segunda colegiata sobre el solar de la primera, respetándose tan solo la torre románica, la cual dejó de ser torre-pórtico en 1333, cuando construyeron delante una serie de capillas destinadas a enterramientos. Esta colegiata se mantuvo al uso hasta 1668, cuando definitivamente se trasladó el culto al templo herreriano.

Tercera Colegiata: un sueño renacentista

A mediados del siglo XVI el Cabildo consideraba que la Colegiata del siglo XIII se había quedado pequeña para la categoría de Valladolid, así que en 1527 convocó un concurso para acometer la reforma catedralicia, al que se presentaron los más prestigiosos maestros del momento, resultando finalmente elegido Diego de Riaño.

En el mes de junio de ese mismo año se colocó la primera piedra, pero el proyecto, ciertamente ambicioso, apenas pasó de la cimentación por falta de recursos económicos y por problemas con la expropiación de los terrenos aledaños, ya que la nueva colegiata no se empezó a construir sobre la antigua, sino perpendicular a ella, quedando la cabecera al norte, junto al antiguo claustro de la colegiata anterior, y los pies al sur.

Con la muerte de Riaño le sucedió Rodrigo Gil de Hontañón, En 1527 se comenzó la construcción por la base con la idea de poder seguir haciendo uso de la antigua colegiata mientras duraban las obras. La idea era llegar al crucero y empezar entonces la demolición total, pero al avanzar tan lentamente Gil de Hontañón se vio obligado a hacer reformas en la colegiata vieja para seguir el uso litúrgico sin problemas. Luego sobrevendría la muerte del maestro, en 1577, y las obras quedaron prácticamente como al principio.

Cuarta Colegiata-catedral: Juan de Herrera

Para lograrlo es preciso tener talento y afición al estudio; puesto que ni el talento sin estudio, ni el estudio sin talento, pueden formar un buen arquitecto. Libro de arquitectura de Vitruvio, siglo I a.C.

Juan de Herrera de Maliaño (Roiz, Cantabria, 1530 – Madrid 1597) fue un arquitecto, matemático y geómetra, considerado como uno de los máximos exponentes de la arquitectura renacentista española y al que debemos el llamado estilo herreriano, una modalidad arquitectónica sobria y severa que representa al siglo XVI en España, y más concretamente el reinado de Felipe II.

Su obra más reconocida es el Monasterio de El Escorial, edificio finalizado en 1584 tras reorganizar el proyecto original de Juan Bautista de Toledo. Otro de sus proyectos más insignes fue la Catedral de Valladolid, encargo que le vino en pleno auge de la Contrarreforma, una época reivindicativa por parte del catolicismo que explica el porqué de la magnitud de la empresa que se pretendía acometer: aquella debería ser la catedral más grande de Europa a los ojos de Dios y de los luteranos, pero las circunstancias, que fueron muchas, y los dineros, que resultaron pocos, terminaron por desvanecer aquel sueño.

Aprovechando una estancia de Juan de Herrera en Valladolid con motivo de la revisión de unos planos sobre varias obras municipales, el Cabildo le solicitó el estudio para trazar una nueva colegiata que fuera acorde con los tiempos. La idea era que se edificara sobre las obras de la anterior renacentista siguiendo el mismo eje norte-sur, siempre perpendicular a la vieja colegiata de la que aún se conservaban algunas capillas.

El proyecto presentado por Herrera tenía como referencia la nueva ideología del Concilio de Trento, que defendía el acercamiento de la Eucaristía al pueblo: una gran iglesia de tres naves con crucero, coro abierto a los fieles y el altar visible; de rasgos clasicistas, basados en las construcciones de la Antigua Roma, aunque con influencia manierista. Fiel a su estilo, proyectó un templo de líneas puras, sin más concesiones al adorno que las puramente arquitectónicas, como las cornisas, los capiteles, las pilastras o las barandas.

El 13 de mayo de 1582, Pedro de Tolosa, que había trabajado con el arquitecto en el Monasterio de El Escorial, obtuvo la maestría mayor para las obras, haciéndose cargo de ellas bajo la dirección del arquitecto Diego de Praves, hombre de confianza de Juan de Herrera y al que se le fueron acumulando los incidentes, comenzando por los propios trabajos heredados de Hontañón, quien había pretendido un nuevo gótico redivivo.

A instancias de Felipe II, y tras la bula expedida por el papa Clemente VIII, la colegiata en construcción tomó el rango de catedral el 25 de noviembre de 1595 mediante la bula Pro Excellenti, haciendo a Valladolid sufragánea del Arzobispado de Toledo y a Bartolomé de la Plaza primer obispo de la plaza. Al año siguiente, en 1596, Felipe II otorgó el título de ciudad a la villa de Valladolid y en 1597 moriría Juan de Herrera, recayendo desde ese momento la responsabilidad de continuar las obras en Diego de Praves (1566-1620) según los planos de su antecesor. A su muerte, le sucedió su hijo Francisco, a quien se considera la última gran figura del foco clasicista vallisoletano, pero debido a la falta de fondos al final se paralizó el proyecto.

UN SUEÑO FRUSTRADO

Las aspiraciones de la ciudad de tener una de las catedrales más magnas de Europa se retomaron en 1942, cuando la Dirección General de Bellas Artes impulsó un concurso para la finalización del templo según los planos herrerianos. Esta campaña implicaba resolver el crucero que quedó sin terminar, construir la capilla mayor y una reordenación urbanística del entorno.

Los arquitectos Carlos de Miguel y Manuel Martínez Chumillas ganaron el concurso, pero al igual que ocurrió en el siglo XVI, el tiempo pasaba y la catedral era testigo, una vez más, del abandono de todas aquellas aspiraciones que la habrían convertido en uno de los monumentos más impresionantes de nuestro país.

Quedaba así el sueño herreriano paralizado de nuevo. Apenas se logró un avance, ya en los años 60, cuando se concluyó la portada del brazo sur que asoma a la plaza de la Universidad y culminar las capillas de ese lado. Asumió entonces el encargo Fernando Chueca, el arquitecto que quedó en segundo lugar en el concurso convocado veinte años atrás.

Si el que lee esto es forastero y se encuentra ante la Catedral, sepa que su aspecto no es fruto de ningún bombardeo. Juan de Herrera, padre del Escorial, diseñó nuestro principal templo con la idea de hacer uno de los más grandes de la Cristiandad, pero la cosa se torció y no ha llegado a construirse ni la tercera parte. Juan Carlos Urueña, “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”.

LA CATEDRAL HOY

El edificio, concluido en un 45%, presenta hoy en día tres naves, separadas con grandes pilares de planta cuadrada que sujetan grandes arcos de medio punto, presentando solo cuatro tramos cada una y rematándose en tres ábsides provisionales construidos en el siglo XVII en el lugar donde debería haber estado el crucero. A los lados del conjunto de las tres naves existen ocho capillas hornacinas cerradas con rejas que guardan retablos barrocos, rococós y neoclásicos.

En el exterior, el edificio solo está concluido hasta el crucero, si bien falta una torre (La Buena Moza) de la fachada principal, que se hundió en 1841, y la que actualmente se conserva fue construida entre 1880 y 1890, aunque hay que decir que no es fiel en absoluto a las trazas de Juan de Herrera. Tampoco el cuerpo alto de la fachada principal, orientada al sur, sigue los planos herrerianos, ya que fue diseñado por Alberto de Churriguera (1676-1750) a principios del siglo XVIII.

MITOS Y CURIOSIDADES DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID.

FELIPE II, ¿CULPABLE? Una de las leyendas más extendidas es la que atribuye a Felipe II la responsabilidad de que no se concluyeran las obras de la catedral por llevarse a Juan de Herrera a construir el Escorial, dejando a la catedral vallisoletana sin arquitecto y sin financiación. Este hecho es falso, pues el Escorial se construyó antes que la catedral vallisoletana (1563-1584).

MUERTE DE LA CAMPANERA. Otra historia de la tradición popular hace referencia a la muerte de la campanera en el derrumbe de la torre en 1841, algo que tampoco es cierto. El matrimonio encargado de las campanas sufrió heridas y la mujer quedó atrapada por varias horas en los escombros, nadie murió por causa del derrumbe.

VIRGEN DEL SAGRARIO. Esta talla que podemos contemplar en su capilla se encontró escondida tras un muro de la antigua Colegiata el 13 de marzo de 1602. Este hallazgo causó gran revuelo en sus descubridores y a voces comenzaron a publicar tan rico hallazgo. Tanto revuelo se preparó que incluso llegó a oídos de Felipe III, quien para saber qué sucedía mandó al marqués de San Germán a enterarse de lo ocurrido.

DOS GRECOS DESPARECIDOS Y UNA REJA EN NUEVA YORK. En 1922 se realizaron obras para levantar una tribuna para el órgano, lo que obligó a despejar el presbiterio y la nave central y, con ella, la rejería del coro. El caso es que la valiosa reja fue vendida por el Cabildo junto a un buen lote de antigüedades, una aberración que habría de sumarse a la ya realizada en 1904, cuando se enajenaron dos grecos de incalculable valor.: “Retrato de un caballero de la Casa Leya” y una imagen de San Jerónimo.

“Como ya todo esto lo sabíamos a la callada y del cabildo de Valladolid hemos sabido después, sin la menor sombra de duda, que el S. Jerónimo del Greco que tenía (y yo examiné todavía hace pocos años) lo ha vendido y para ahora en Norte América…” Elías Tormo, en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones de noviembre de 1906.

A comienzos de junio de 1904 la prensa vallisoletana se hacía eco de los rumores de venta de los dos cuadros del Greco, propiedad de la Catedral, a a un anticuario. Ante las investigaciones de un redactor del periódico La Libertad, el deán y el arzobispo, José María de Cos y Macho, negaron que la venta fuese un hecho, pero Joaquín Álvarez Taladriz, presidente de la Academia de Bellas Artes, manifestaría que sí tenía conocimiento de la venta y hasta de las ofertas de compra que habían hecho unos anticuarios, citando entre ellos al señor Chicote, quien habría ofrecido por ambos cuadros 3.000 duros.

Ante la magnitud del escándalo, Álvarez Taladriz convocó a la Junta de Gobierno de la Academia, la cual por unanimidad decidió protestar por la venta “en términos respetuosos” ante la certeza de que el comprador (“el mercader extranjero de antigüedades Mr. Emile Parés”) había entregado ya una señal de 5.000 pesetas a cuenta de las 25.000 en que se había acordado la venta.

Por cierto, si alguien quiere ver la reja tiene que visitar el Metropolitan de Nueva York desde 1956. En cuanto a los cuadros, ‘Retrato de un caballero de la Casa Leyva’ se expone en el Museo de Bellas Artes de Montreal (Canadá), mientras que el ‘San Jerónimo’ forma parte de la Frick Collection de Nueva York.

INSPIRACIÓN EN HISPANOAMÉRICA. Se constata una cierta influencia del estilo catedralicio de Valladolid en la arquitectura de las catedrales de México y Lima.

Ricardo Aller Hernández

BIBLIOGRAFÍA

Campos de Castilla. Antonio Machado.

Info. Valladolid. La catedral que pudo ser.

Jesusantaroca/la-torre-de-la-catedral-de-valladolid/.

Lamochiladelaura.com/catedral-de-valladolid-la-inconclusa/.

Seordelbiombo/la-catedral-de-valladolid-juan-de.html.

Wikipedia/Catedral de Valladolid.

Arteguias. Catedral de Valladolid.

Vallisoletvm.la-catedral-de-valladolid.

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