Creación del emirato omeya de Córdoba

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Califato de Córdoba año 718

La primera formulación política independiente en la historia de la España islámica fue el emirato omeya, y se formó por dos circunstancias distintas. La primera fue la descomposición del califato de Damasco, visible desde 720 y avanzada de forma decisiva por el movimiento abbasí que triunfó en 750. La segunda circunstancia la propició la huida del único príncipe omeya que sobrevivió a la matanza ordenada por los abbasíes, Abd al-Rahmán, quien huyó al norte de África y se instaló en al-Andalus. Aprovechó la división interna que había y se erigió como alternativa política entre 754 y 756.

Abderraman I

Adb al-Rahmán inauguró la autonomía política andalusí con la creación del emirato independiente de Córdoba. En el desarrollo del emirato hubo cuatro fases diferenciadas: La inicial corresponde al gobierno de dos emires, Adb al-Rahmán I (756-788) y su hijo Hisham I (788-796). La segunda fase fue la gobernada por al-Hakam I (796-822), caracterizada por los desórdenes y violentas respuestas del emir. La tercera fase supuso un periodo positivo de organización, la protagonizó el emir Adb al-Rahmán II (822-852), que dará paso a una última fase de debilitamiento y descomposición con el gobierno de Muhámmad I (852-886) y que se volverá irreversible con sus sucesores, al-Mundhir (886-888) y Adb Allah (888-912).

Abderraman III

Cuando Adb al-Rahmán III sube al poder supondrá un cambio decisivo en el desarrollo político de al-Andalus.

La construcción del emirato partió de Adb al-Rahmán I y su hijo Hisham I, que fueron los responsables de crear un nuevo Estado inspirado en el califato de Damasco. Para ello se basaron en conseguir cuatro objetivos:

  • Crear una amplia base de apoyo social.
    • Tener prudencia con la religión.
    • Organizar un potente ejército de mercenarios.
    • Y reprimir los núcleos cristianos resistentes.
Hisham I

A la entrada de Adb al-Rahmán I, éste se encontró con un clima de preguerra civil, con el fin de buscar una base que legitimase su nuevo liderazgo, se dedicó a buscar el mayor número de apoyos posible. Por esto, tanto Adb al-Rahmán I como su hijo Hisham I procedieron a aumentar las concesiones de tierras, es decir, arrendamientos que aseguraban al beneficiario un amplio margen de posesión sobre la tierra recibida. Además, el beneficiado recibía la tributación de sus trabajadores y no tenía que pagar al Estado más que el diezmo legal.

Esta política de concesiones se vio acompañada por otra de confiscaciones, siendo esta medida la que caracterizó el gobierno de Adb al-Rahmán I. Las víctimas de las confiscaciones fueron principalmente los cristianos.

Malik ben Anas

Adb al-Rahmán I rompió todo el vínculo religioso con el califato abbasí, pero no quiso asumir la autoridad religiosa, se reservó únicamente el título de emir, civil y militar. Esto cambió con su sucesor, su hijo Hisham I que inició en la Península el malekismo, que era una doctrina jurídica-teológica que era explicada en Medina por Malik ben Anas a finales del siglo VIII. La doctrina se caracterizó por la defensa férrea de la ortodoxia y la unidad dogmática.

La organización del ejército fue uno de los factores más eficaces para la fundación del régimen. El mismo se formó con mercenarios, esencialmente esclavos, como la conocida guardia negra del emirato, los jurs o mudos, que eran de origen franco, hispano-cristiano y bereber. Sus efectivos pudieron estar en torno a los 40.000 hombres.

Fruela I

La afirmación de un nuevo estado islámico necesitaba la defensa de la umma — comunidad de creyentes , que estaba constantemente desafiada por el núcleo asturiano resistente, que ya era casi un reino constituido por Alfonso I. Por este motivo, Adb al-Rahmán I se vio obligado a atacar los flancos del nuevo reino por Galicia y Álava durante el reinado de Fruela I (757-768). Perdió en Galicia, pero sometió a Álava. Su hijo Hisham I endureció los ataques contra las zonas y llegó a saquear Oviedo.

El joven gobierno de al-Andalus tuvo importantes dificultades de doble origen: las internas y las creadas por el reino carolingio que comenzó a responder con contundentes ofensivas. Las dificultades internas se centraron en hacer frente a las iniciativas desestabilizadoras de agitadores abbasíes y los siempre descontentos beréberes.

Los problemas carolingios fueron no menos graves. La primera intervención de Carlo Magno en la Península fue en 778, que, en connivencia con el gobernador de Zaragoza, Suleyman, atravesó Roncesvalles, con la intención de crear una zona protectora en los Pirineos. Sometió a los vascones, pero en Zaragoza no aceptaron la entrega de la ciudad. Ante malas noticias de Sajonia, Carlo Magno decidió regresar, y aquí es cuando se produjo la batalla de Roncesvalles, escaramuza planeada por los vascones y en la que murió Rolando, duque de la marca de Bretaña.

José Carlos Sacristán

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