El descubrimiento y conquista de América es una obra ingente que requirió de todas las artes; también la de la guerra, pero tomando en su conjunto todas las actuaciones, debemos convenir que no fue este arte el de mayor envergadura.
El derecho es, sin lugar a dudas, la actuación de mayor envergadura, pero su importancia no puede ni debe empañar otros aspectos que, como el arte en todas sus facetas, fue un elemento cuya importancia destaca y perdura en nuestros días.
Y es que la difusión del derecho necesitaba el aporte decidido de la evangelización, y ésta, como argamasa que unía, la aplicación del arte en todas sus vertientes.
Las inconmensurables diferencias existentes entre dos mundos que se encontraban debían ser limadas, y el arte sería instrumento principal para conseguir el objetivo. Con él llegarían a establecerse códigos de comunicación que permitiesen crear espacios comunes.
Serían las autoridades civiles las que llevasen a efecto la construcción de grandes y pequeños edificios; la creación de ciudades que sirviesen a la comunidad y a las personas, aplicando un arte arquitectónico que sería completado con la erección de conventos, capillas, hospitales, catedrales, universidades, colegios… que hoy nos dan testimonio de esa realidad.
Pero la labor no era sólo de las autoridades. El arte subyace en todos los estadios humanos, y los naturales tenían conocimiento previo del mismo; así, la pintura conoció un importante desarrollo con los nuevos aportes llevados por España.
Ciertamente, en un principio, las relaciones fueron las justas, pero pronto los gustos del Renacimiento y del Barroco calaron en los naturales, que no obstante mantuvieron sus propias características que curiosamente acabaron centrándose en temas religiosos, sin duda animados por la actuación de los frailes, que tenían como misión la evangelización y utilizaban la pintura como método catequético.
Pero esa circunstancia no implicó la erradicación de las culturas preexistentes, siendo que, bien al contrario, tomaba elementos de las religiones y culturas preexistentes, dando lugar a obras como la catedral del Cusco, donde las representaciones de María tienen la forma de una montaña, que no es otra que la del Potosí. La pintura utilizaba la imagen para atraer la voluntad de los indios, que daban culto a las montañas.
Pero también otros detalles eran utilizados en el arte como medios catequéticos; así, en Quito, en la Capilla de las Madres de San Diego, podemos encontrar un cuadro de la Última Cena donde un cuy, roedor que es parte de la dieta andina, sustituye al cordero pascual.
Licencias que permitían el acercamiento. Y licencias que permitían las críticas, como representaciones del infierno donde quedan reflejados todos los estamentos sociales, desde los altos dignatarios virreinales hasta los caciques, sin olvidar los eclesiásticos.
También en la catedral de Lima encontramos pinturas de los reyes del Perú, donde se suceden los Incas, y donde tras Huascar encontramos a Carlos I y a Felipe II.
Pero había más… Objetos de adoración india, como el sol, la luna, el puma o el mono se encuentran representados en los templos… y no se trata de un engaño que “colase” el sincretismo de los naturales, sino algo que previamente había sido discutido por los responsables religiosos.
Y es que el arte americano, aún cuando se enmarcaba en las corrientes europeas, reúne características propias que se reflejan, por ejemplo, en la diferencia de tamaño entre el personaje central, pensemos en Jesucristo o en la Virgen, y quienes le rodean.
Era su modo de representar la fe, y esta afirmación nos lleva a que la sentían como propia. La evangelización había triunfado. Y ese triunfo queda reflejado, además, en iglesias donadas por caciques, como, por ejemplo, la Iglesia de San Pedro de Tiahuanaco, en La Paz, concluida en 1612, en la que junto a un retablo de madera tallado por indígenas se incorporan elementos de la mitología precolombina, siendo que se encuentran esculpidos motivos incaicos como la cara de serpiente con boca de pez, o en la parte inferior de las columnas que flanquean el pórtico de entrada, monos, animales que en la mitología incaica sustentaban los edificios.
Pero no sólo trataron temas religiosos, y no todos los artistas fueron anónimos. Artistas como Diego Quispe Tito desarrolló un genero paisajístico que tuvo gran repercusión en los pintores anónimos del siglo XVIII.
Y en el campo de la literatura, El Inca Garcilaso escribió y publicó en 1609 la primera parte de sus Comentarios reales, dedicada a la historia de los incas, sus antepasados.
Arquitectura, pintura, literatura… Música que fundía lo europeo y lo americano, dejando amplio espacio para las lenguas propias del Nuevo Mundo. «Apu Yaya Jesucristo» es suficientemente popular, y las misiones guaraníes han dejado un legado cuya riqueza es menester rescatar, con una música barroca que no tiene que envidiar a la música barroca europea.
Y en el campo del teatro, donde las producciones anteriores la conquista son muy escasas y al parecer sin gran repercusión, tuvo un gran desarrollo que se extendió por toda América, desde el Cusco, hasta Lima, desde Quito hasta Nueva España.
La orfebrería de la plata conoció gran auge, elaborándose en este metal objetos litúrgicos y objetos de uso doméstico.
En cuanto a la escultura fue normal que indígenas, mestizos y criollos se formaran al lado de un escultor llegado de la península, desarrollando los estilos del momento: renacentista, barroco, neoclásico, dando lugar a estilos propios y a escuelas que, como la de Guatemala destacó por la platería y la imaginería, que exportaba a toda España, la americana y la europea. Y la tradición alfarera se desarrolló espectacularmente, alcanzando grandes producciones.
Y en cuanto a la imprenta… Se desarrolló desde su llegada a Perú el año 1584.
Como muestra del resultado de esta acción cultural encontramos personajes como Carlos de Sigüenza y Góngora, astrónomo, matemático, filósofo; Sor Juana Inés de la Cruz (poetisa y escritora); Juan Ruiz de Alarcón (dramaturgo); Manuel Tolsá, arquitecto ; Baltasar de Echave Orio y Baltasar de Echave Ibía, Pintores; Cristóbal de Villalpando, pintor; Miguel Cabrera, pintor; Francisco Guerrero y Torres, arquitecto de la Catedral Metropolitana y de la iglesia del Pocito en la Villa de Guadalupe… etc. etc. etc.
Cesáreo Jarabo