BARCOS PARA LA HISTORIA: EL GENERAL CONCHA

Si te gusta, compártelo:
Cañonero General Concha

La tripulación se portó bizarramente cuando el barco fue asaltado por los moros en número muy considerable.

Ensenada de Busicut, junio de 1913.

<<Que no, que no me bajo del barco>>.

Carga su fusil el alférez de navío Rafael Ramos-Izquierdo repitiéndose esa frase mientras reniega con la cabeza. A su lado, otros once compañeros, los únicos que quedan en pie tras 14 horas de batalla en las entrañas del General Concha, resisten una vez más las embestidas de los rifeños.

Todos están tan cansados que nadie abre la boca, aquí solo hay sitio para que hablen las balas. O quizás sea el recuerdo de las pavorosas fotografías de lo sucedido en el Barranco del Lobo cuatro años antes lo que hace que ningún español deje de cargar, apuntar y disparar. Morir con el honor intacto, eso siempre; y matando, si se puede.

A pesar de los dos balazos que tiene en los hombros, de que el General Concha se está hundiendo por la popa y de que en cubierta no queda más oficial que él, Ramos deja escapar un suspiro. Ha oído que El Telegrama del Rif ha embarcado al periodista Rafael Fernández de Castro en uno de los primeros buques que han salido de Melilla en su socorro, lo que asegura que todo esto que está ocurriendo va a conocerse.

          Y con ese pensamiento, el alférez carga su fusil pensando que morir por la patria es al menos una muerte con gloria, aunque no siente deseos ni ganas. Él es de esos que cree que siempre son más útiles los que saben hacer morir por la patria a los soldados enemigos.

EL GENERAL CONCHA

El General Concha fue un cañonero clasificado a su inicio como crucero de 3ª clase o crucero colonial. Recibió su nombre en honor al brigadier Juan Gutiérrez de la Concha, gobernador e intendente de la provincia de Tucumán, en el virreinato de Buenos Aires, sublevado contra la Junta de Gobierno de Buenos Aires y fusilado en 1810.

El cañonero General Concha fue el primero de una serie de cuatro cañoneros (Magallanes, Elcano y General Lezo se llamaban los otros) que fueron ordenados en 1882 por el ministro de marina almirante Francisco de Paula Pavía y Pavía.

          Su quilla fue puesta en las gradas del astillero de Esteiro, en El Ferrol, el 1 de mayo de 1882, y fue botado el 28 de noviembre de 1883, entregándose a la Armada al año siguiente.

De 548 toneladas, El buque estaba propulsado por una máquina de vapor de doble expansión, fabricada en los talleres de la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, aunque contaba con aparejo de goleta para navegar a vela como ayuda auxiliar.

Estos buques estaban pensados para cumplir cometidos de patrulla costera en las Filipinas, pero el destino del General Concha fue otro: el buque estuvo destinado en San Juan de Puerto Rico, participando en la guerra hispano-americana de 1898.

El 28 de junio de 1898, este barco, con el crucero Isabel II y el cañonero Ponce de León, salieron del puerto para ayudar al vapor correo de la Compañía Transatlántica Española Antonio López, de 6400 toneladas y procedente de Cádiz, el cual cargaba con suministros militares, pero el crucero auxiliar USS Yosemite interceptó y atacó al Antonio López, haciéndole encallar en Playa Socorro (Arrecife Angelina).

[…] Serán propiedad de España banderas y estandartes, buques de guerra no apresados, armas portátiles, cañones de todos calibres….(Artículo V del Tratado de París,10 de diciembre de 1898)

Tras las pérdidas de las últimas colonias el General Concha regresó a España, su armamento fue modernizado y se le dio como nuevo destino la costa mediterránea de Marruecos, con el objetivo de interrumpir la piratería y el contrabando de armas en apoyo a las cabilas rifeñas en un radio de acción que abarcaba desde Melilla a Alhucemas.

DIARIO DE UNA BATALLA

10 de junio de 1913. El General Concha zarpa desde Almuñécar con rumbo hacia el Peñón de Alhucemas, una fortaleza presidio española frente de la costa del Rif.

11 de junio. 06:00 horas. Al llegar a la costa marroquí, el buque se topa con una densa niebla, obligándole a bajar velocidad en dirección a Alhucemas. La boira es tal que anula cualquier referencia costera, lo que lleva a los timoneles a una interpretación errónea de la posición de la nave.

07:40 horas. Quedan cinco millas para llegar a destino cuando el buque encalla cerca de la ensenada de Busicut, en la playa de la Cebadilla.

El cañonero varó a causa de la niebla y quedó empotrado en la playa, entre los acantilados. El punto exacto donde ha ocurrido la catástrofe es la playa de la Cebadilla, al Este de Punta Busini (ABC, 13 de junio de 1913).

Embarrancado a un centenar de metros de la costa, el comandante intenta sacar el navío ordenando dar marcha atrás, achicando el agua que entraba por dos vías abiertas en la proa y fijando unos cables a la costa. Al no tener telegrafía y en demanda de socorro parte hacía Alhucemas un bote con nueve hombres.

Tras conocerse el accidente en Melilla, salen de puerto remolcadores de Cádiz y de Gibraltar.

08:00 horas. Esta área está controlada por las hostiles cabilas rifeñas de Bocoy y Beni Urriaguel. La inquietud inicial se convierte en certeza cuando al poco comienzan los disparos.

Esta mañana, apenas embarrancó el barco, llegaron moros en número muy considerable, comenzando fuego contra sus tripulantes, y resultando muerto el comandante, y heridos varios marineros y dos alféreces de navío. (ABC, 13 de junio de 1913).

El fuego es crudo. La lluvia de plomo condena al bajel al hundimiento al abrirle dos imponentes vías de agua en el casco. En ese momento se disipa la niebla, y los españoles se encuentran a un grupo de rifeños apostados en un peñasco cercano.

14:30. El tiroteo continúa. Los atacantes proponen, sin resultado, la entrega del navío.

18:00. Se acuerda la retirada de veintiún cadáveres de rifeños. Inmediatamente se reanuda el ataque, manteniéndose hasta las nueve y media de la noche. Se intenta nuevamente la rendición a cambio de respetar la vida de la tripulación. No hay acuerdo.

Todo es caos y terror: los soldados españoles deben hacer frente al naufragio y el fuego enemigo. El condestable del navío es abatido cuando trata de llegar a la ametralladora del buque para responder al ataque cabileño.

Los tripulantes, que tenían que atender en primer lugar al grave accidente de que había sido objeto el cañonero, viéronse sorprendidos ante una agresión tan impremeditada y halláronse casi desapercibidos para la lucha en los primeros momentos. Esto, unido al número cada vez mayor, de los asaltantes, concedió a éstos una superioridad manifiesta, que supieron aprovechar cayendo con verdadera furia sobre los tripulantes del barco varado (ABC).

La derrota es inminente. Los rifeños de la cábila de Bocoya bajan a la playa y acceden al General Concha machete en mano. Se inicia así en la cubierta una primera batalla a sangre y fuego que termina con la tripulación española refugiándose en los camarotes ante el apabullante número de enemigos.

(El barco) estaba tan cerca de tierra y dominado por los acantilados de la costa, que el que salía por las escotillas caía muerto en el acto (Comandante general de Melilla).

A pesar de las dificultades extremas, los españoles resisten. En este asalto inicial «el comandante murió arengando a la tropa para rechazar el asalto» junto a muchos de «los marineros que le acompañaban».

Arriba, hijos míos. No hay cuidado. ¡Viva España!

Según el ABC del 14 de junio, «Momentos antes de caer el comandante, convencido de la inutilidad de la defensa, mandó que arrojasen al mar las municiones para evitar que los moros pudieran aprovecharse de ellas».

Llega la tarde y los rifeños reanudan el ataque, y en mayor número.

Seguidamente, un grupo de unos doscientos se aproximó al barco, librándose a continuación una cruel batalla (Años de tempestades. Sangre en los campos del Rif)

El barco rezuma muerte. Caído el comandante Castaños, se da la orden de abandonar el buque, pero el alférez de navío Rafael Ramos-Izquierdo se niega a rendirse, aun cuando el Lauria llega para recoger a los heridos.

El General Concha se hunde por la popa. Uno de los marineros a nado avisa a los jefes del cañonero Lauria de la precaria situación, y que van a intentar salvarse lanzándose al agua. Aprovechando la oscuridad de la noche, el Lauria acerca un bote y del General Concha parte otra lancha con supervivientes, patroneada por el cabo cañón Antonio Mesa.

01:00. El buque queda sumergido desde la popa a la escotilla de la cámara de oficiales, quedando sólo a bordo el alférez Ramos-Izquierdo, que por estar herido no podía moverse, y 11 combatientes más.

Regístranse actos de verdadera ferocidad por parte de los moros, y de traición, pues gritaban a los supervivientes que echasen los botes al agua, y cuando los veían al descubierto acribillábanlos a balazos. No obstante, se salvaron algunos.

La actuación de Ramos-Izquierdo fue recogida en una crónica publicada por ABC el 16 de junio de 1913:

Se dice que el Sr. Ramos Izquierdo se portó heroicamente, recibiendo dos balazos en los brazos antes de ser hecho prisionero por la avalancha de moros que penetró por la borda.

Por fin, a las cinco menos veinte de la madrugada del día 12 de junio de 1913, se recogía al último marinero en los buques que prestaban auxilio. Atrás quedaba el horror de una tragedia que cegó las vidas de doce marineros, entre ellos la del comandante del buque. Y dejó heridos a catorce, mientras quedaban prisioneros trece hombres. Treinta y nueve bajas en una dotación de ochenta y cinco tripulantes.

El número de bajas varía según las fuentes. Fontenla recoge 14 muertos y 14 heridos, pero el diario ABC elevó esta cifra:

Entre los muertos, además del comandante Sr. Castaños, figuran el maquinista Paredes, el cabo de cañón Ramón Salazar, el condestable Pedro Muñiño; los marineros Francisco Oteriza, Lorenzo Azcona, Alejo Nascale, Eugenio Benítez, José Ruiz. José Piñeiro, José Postigo, José Padilla; el segundo maquinista José Silva, desaparecido; prisioneros el maquinista Casáis Rudero, el contramaestre Bondala, que se dijo que había muerto; el ayudante de máquinas Fernando Castilla, el fogonero José Llagostera, el marinero Ángel Barroso, el contramaestre Mateo Hidalgo, el alférez dé navio Sr. Ramos Izquierdo, el marinero José Picón, el contramaestre Luceiro, el cabo de fogoneros Juan José Aragón, herído grave».

14 horas después llega el final. El General Concha es saqueado, sus cuatro cañones, dos cajas de munición, dieciocho fusiles y un revólver acaban en manos rifeñas. Una pieza fue empleada para atacar la isla principal del archipiélago de Alhucemas y la posición de Ishafen en noviembre de 1914 y para bombardear Tetuán, donde al cerrarse mal, reventó matando a sus servidores.

Más tarde, el crucero Reina Regente y los cañoneros Recalde y Lauria destruyen el navío a cañonazos.

Informes oficiales de ayer tarde, facilitados en el ministerio de Marina, daban al barco como perdido. Está varado, tiene dos grandes vías de agua y se cree que habrá necesidad de proceder á su voladura, si bien se procederá, como es natural, previamente a salvar cuanto sea posible, especialmente la artillería, las municiones y los pertrechos de guerra (ABC).

Ramos-Izquierdo y otros compañeros son secuestrados. Se pide por ellos 50.000 duros, una exigencia que es rechazada desde el principio. Con todo, el Comandante General de Melilla desveló el 15 de junio a ABC que los reos habían tenido la suerte de acabar custodiados por tres «moros amigos» llamados Civera, Arbi y Joaquín. Este último, un español que había huido a principios de ese siglo de un presidio peninsular después de ser condenado a cadena perpetua.

Todos están en casas de amigos nuestros; las negociaciones para su rescate van por buen camino, esperando se consiga en breve su libertad.

El 17 de junio fueron entregados en las islas de Alhucemas dos prisioneros, y a la semana, el 26 según informó la Prensa, “se produjo la evasión de otros cinco marineros” gracias a la colaboración del “moro Joaquín” y el confidente Larbi. Con el engaño de llevar a los cautivos a lavarse en la playa y previo conocimiento del comandante militar de Alhucemas, Joaquín y Larbi, acompañados por los cinco prisioneros, subieron a un bote. Tras dos horas de bogar y mucho esfuerzo alcanzaron el buque Recalde, donde los esperaban.

“¡ Hijos míos; por la Pilarica, bogar con fuerza !(Joaquín)

Pasado algún tiempo, parte de los restos del General Concha fueron recuperados por buzos de Melilla. Y descendientes de éstos, hará unos treinta y cinco años entregaron al historiador melillense Constantino Domíguez Sánchez, la bitácora y un fanal del mismo. Siendo más tarde la bitácora donada al Museo Militar local.

RAFAEL RAMOS IZQUIERDO

Rafael Ramos-Izquierdo y Gener nació en San Fernando (Cádiz) el11 de julio de 1884. Hijo de Rafael Ramos-Izquierdo Castañeda, teniente de navío, y de Manuela Genera García de Guevara.

Ingresó en la Escuela Naval Militar a bordo de la fragata Asturias en 1900. Fue promovido a alférez de navío en 1905 y sirvió en los cañoneros Martín Alonso Pinzón y María de Molina. Su heroísmo durante la batalla en el General Concha le valió la concesión el 1 de mayo de 1914 de la Cruz Laureada de la Orden de San Fernando.

Su carrera militar le llevaría a ser nombrado teniente de navío, capitán de corbeta (1920), posteriormente mandó el torpedero n.º 11, fue jefe de la Estación Torpedista (1921) y jefe del Polígono de Tiro de Fusil que él mismo había fundado en San Fernando (1922-1926). En 1926 pasó al Estado Mayor de la Armada, en 1927 a la Escuela de Aeronáutica Naval, y en 1928 se le dio el mando del destructor Lauria antes de convertirse en jefe de la Base Aeronaval de San Javier (1928-1934).

Ascendió a capitán de fragata en mayo de 1931, y como tal mandó el porta aeronaves Dédalo, y el destructor Almirante Antequera (1934-1935). En los primeros meses de la Guerra Civil fue detenido en Madrid por las milicias republicanas, que lo asesinaron, sin juicio previo, en Aravaca.

Ricardo Aller Hernández

Si te gusta, compártelo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *