El mandato de Almanzor. Inicio (I)

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Almanzor

Sobre Almanzor, Ibn Abu Amir, se han dicho infinidad de cosas a favor y en contra, vamos a intentar ser ecuánimes en el estudio de esta figura que fue fundamental para el desarrollo del califato de Córdoba. Azote de Dios para los cristianos y espada del islam para los musulmanes.

Su padre fue un hombre sabio y bondadoso, alejado del poder y su madre procedía de una ilustre familia árabe. Esto último supuso un orgullo para los biógrafos árabes y supone la justificación de sus gestas. Desde temprana edad destacó en la vocación de poder, su perfil era de gran autoridad y seguridad, como si estuviese destinado a gobernar. Se aprovechó una profecía para alentar la ascendencia de Almanzor, la que decía que los omeyas serían derrocados por alguien del mismo origen con las palmas de las manos amarillentas y una lesión en la cabeza. A Almanzor no le faltaron enemigos que aconsejaron al califa Al-Hakam II que se deshiciera de él, pero el soberano no hizo caso aduciendo que le faltaba un rasgo para cumplir la profecía, la lesión en la cabeza. A la muerte del príncipe la profecía se cumplió, Almanzor recibió una cuchillada en la cabeza durante su combate con Galib.

Alfaqui

Aparte de estos presagios, las crónicas ismaelitas nos enseñan los rasgos físicos y psicológicos del personaje. De gran belleza física, carisma y valor. Inmisericorde en la justicia, y con la virtud de no enfrentarse nunca a los ulemas en temas religiosos. Además de esto, destacaban la excelente educación que recibió durante su juventud en Córdoba, donde aprendió derecho, lengua y literatura árabe con prestigiosos maestros. Esto lo complementó con tertulias semanales sobre ciencia, cultura y poesía. Supo atraerse a los intelectuales de su época.

Dirham de Hisam II

Pero si algo ayuda a comprender su ascenso al poder, fue su relación con la favorita del califa, la vascona Subh, madre del heredero: Hisam II. Comenzó como escribiente junto a la mezquita aljama y pasó a servir al cadí del califa de Córdoba. Con 29 años inicia su carrera en la administración y consigue ser nombrado mayordomo de Subh. Con el apoyo de ella, consigue el puesto de director de ceca, tesorero, curador de sucesiones, cadí de Sevilla y Niebla y administrador de los bienes del futuro Hisam II.

Cuando el califa muere deja como sucesor a su hijo demasiado joven, bajo la supervisión de Al-Musahfi y de Almanzor, así se inicia el reinado de Hisam II. El nuevo monarca inicia el reinado con medidas populistas como la derogación del impuesto que gravaba el aceite. Además, no duda en deshacerse de todo aquel que le pueda hacer frente al poder, como el hermano de Al- Hakam II, al que ajusticia.

Mientras tanto, Almanzor, aprende de los ministros todo aquello que le pueda servir para saber y que sea útil para sus propósitos. Y uno de estos es, el hacerse suyo el conocimiento de que la frontera que separa las tierras musulmanas, dar al-islam (morada del islam), de las de los infieles dar al-harb (morada de la guerra), es el espacio adecuado para cumplir lo que cualquier gobernante ha de pretender: la guerra santa.

Campañas de Almanzor

Su primera campaña militar, contra Galicia en 977, le supone un gran éxito, pues regresa a Córdoba con un gran botín y un número elevado de esclavos cristianos. Pero para conseguir su hegemonía necesita depurar un problema interno: Al-Musahfi, y para esto aprovecha los intereses de Galib. Para esto solicita del general, la mano de su hija. Convertido en yerno de Galib, confía en el odio, que éste le tiene a Al-Musahfi. Tal es así, que provoca la caída en desgracia de su adversario y consigue su encarcelamiento. De esta forma ocupa su puesto de ministro y al año siguiente es nombrado hayib (alto cargo de la corte). Así, asume la función de conformar un ejército eficaz que gobierne todo al-Andalus.

Medinat al Zahira

Su primera decisión de relevancia es la de trasladar la administración a un lugar más apropiado para su persona, alejado de la ciudad palatina Medinat al-Zahra, donde residían el monarca y su madre. Esto le supone una garantía para su persona y una autonomía con respecto al califa Hisam II. En dos años crea su residencia: Medinat al Zahira, a donde traslada los órganos principales del gobierno. De esta forma, aseguró las arcas califales custodiadas en el alcázar de la capital, al que rodeó de un muro y al que dispuso de una guarnición a la que ordenó que impidiese el acceso a las habitaciones del monarca y de su madre. Ni el mismo Hisam II se atrevía a articular palabra, por si Almanzor se enteraba.

La sumisión a la que se vio sometida el califa fue de tal entidad, que llego a escribir lo siguiente:

¿No es asombroso que alguien como yo

vea lo más insignificante inaccesible para él

y que todo el mundo sea gobernado en su nombre

aunque nada esté en su mano?

Para él se reúne el dinero

Pero le está vedado lo que para él se recauda.

José Carlos Sacristán

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