“El humo del incienso y el humo del cañón, que sube hasta las plantas de Dios, son una misma voluntad vertical de afirmar una fe y sobre ella salvar un mundo y restaurar una civilización.” (José M.ª Pemán)
Ningún otro episodio, de nuestra trágica Guerra Civil (1.936-1.939), ha tenido las repercusiones, nacionales e internacionales, que los sucesos acaecidos en Guernica (Vizcaya) a finales de Abril de 1.937. Todos conocemos los bombardeos y la posterior destrucción de la Villa Foral, pero se ignora lo que rodeó este drama histórico.
La Guerra había comenzado, el 18 de Julio de 1.936, con el levantamiento de las tropas del Ejército de África a las órdenes del General Franco. Inmediatamente el alzamiento fue, prácticamente, secundado en toda España. El resultado discurrió en un conflicto bélico, que dividió no sólo a España, sino a la comunidad internacional. Un factor muy importante, por no decir el principal, fue la cuestión religiosa.
La II República Española, que había comenzado con los saqueos e incendios de templos y conventos católicos, en Mayo de 1.931, no desistió de su acoso a la Iglesia. Tanto oficialmente con sus leyes, “Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas”, como extraoficialmente con la violencia criminal, “Revolución de 1.934”, el régimen republicano se ensañó contra el clero y los fieles católicos. Esta política se acabó convirtiendo en atroz allí donde, a partir del 18 de Julio, no triunfaron las fuerzas insurgentes. Miles de sacerdotes, religiosos y fieles católicos, por el mero hecho de serlo, fueron brutalmente asesinados por las milicias del Frente Popular. Se trató de la mayor persecución de cristianos, desde los tiempos del Emperador Diocleciano.
La Iglesia Católica, la Santa Sede se encontró con un gravísimo problema. Por un lado, oficialmente, seguía reconociendo a la República, pero ésta permitía el martirio de los católicos. Por otro lado, el general Franco presionaba al Vaticano para el reconocimiento de la Junta Nacional de Burgos. La Secretaría de Estado, a cuyo cargo estaba el Cardenal Pacelli, conocía muy bien todo lo que había pasado y estaba pasando. Era consciente de la situación internacional, auténtico tablero de ajedrez. Las presiones le venían no sólo de España, sino de Francia, Gran Bretaña y Portugal, principalmente.
El Gobierno Luso había roto relaciones con la República el 23 de Octubre de 1.936, si bien no estableció, oficialmente, relaciones con Franco hasta el 28 de Abril de 1.938. Alemania e Italia, que iban de la mano, las establecieron el 18 de Noviembre de 1.936. Monseñor Silvio Sericano, encargado de la Nunciatura en Madrid, tras un viaje con muchas peripecias y amparado por la diplomacia francesa, abandona España el 5 de Noviembre de 1.936. Es a partir del reconocimiento oficial de la Junta Nacional, por Italia y Alemania, cuando éstas se involucran directamente en la contienda.
La situación, a finales del año 1.936, era militarmente favorable a Franco que controlaba, amén de la España Insular, salvo Menorca, Andalucía Occidental, Extremadura, Castilla y León, Galicia, parte occidental de Asturias, Guipuzcoa , Navarra y la parte occidental de Aragón. La República controlaba, o intentaba debido a la anarquía imperante, el resto. Es decir, territorialmente, la Zona Republicana quedaba dividida en dos: Cornisa Cantábrica y mitad Oriental Peninsular. El Gobierno se había trasladado a Valencia, y el 1 de Octubre se había aprobado el Estatuto Vasco.
El Vaticano, que lógicamente simpatizaba con la Junta Nacional, se encontraba con un problema, sino nuevo, con una dimensión trágica y muy delicado: el Nacionalismo Vasco. La cuestión, que venía de hacía unos años, repentinamente les “estallaba en la cara”. El Cardenal Pacelli, en Enero de 1.936, evitó reunirse con una delegación del PNV. La Santa Sede había reclamado la unión de todos los católicos, cara a las elecciones de Febrero, pero esta coalición no fue posible en las provincias vascongadas, ni en Navarra. Las consecuencias fueron nefastas. Al estallar la Guerra, el PNV se une al Frente Popular. La Jerarquía Eclesiástica conmina al Nacionalismo Vasco a romper su relación frente populista, y el clero se divide. Monseñor Mateo Múgica, Obispo de Vitoria, se ve desbordado por la situación y marcha a Roma.
Tras la rápida intervención de Mola en Guipúzcoa, el frente se traslada a Vizcaya, si bien militarmente la situación quedaba en espera hasta Marzo de 1.937. Es durante esos meses, cuando el Gobierno de la República, presidido por Largo Caballero, y el Gobierno Vasco, presidido por José Antonio Aguirre, lanzan una gran campaña internacional de propaganda. La Santa Sede, aunque no había roto las relaciones diplomáticas con la República, sin embargo, con quien tenía relaciones fluidas era con la Junta de Burgos. El encargado de negocios de esta relación era el propio Cardenal Gomá, Arzobispo de Toledo y Primado de España. Así lo habían decidido el Papa Pío XI y el Cardenal Pacelli, que a su vez reconocían oficiosamente a Antonio Magaz como representante de Franco.
No obstante, a pesar de la Carta Pastoral de los Obispos de Vitoria y Pamplona, condenando la colaboración de los católicos con los comunistas, de Agosto de 1.936, José Antonio Aguirre se lanzaba a una clamorosa propaganda internacional. El 10 de Enero de 1.937, el Cardenal Gomá publica la “Carta abierta al Sr. Aguirre”, en respuesta al discurso de éste del 22 de Diciembre. El PNV, apoyado por un sector del clero vasco, hace oídos sordos e intensifica su empresa en el exterior. Estas maniobras provocaron gran disgusto y quebraderos de cabeza a la Santa Sede, que se vio obligada a contrarrestarlas mediante la intervención de sus Nuncios, principalmente en Francia y Bélgica. Debido a la confesionalidad, aunque insumiso, del Nacionalismo Vasco, éste había conseguido despertar simpatías en ciertos sectores católicos franceses y belgas. Hay que mencionar la labor realizada, a favor del Gobierno Vasco, del Canónigo Alberto Onaindía. Este fue desautorizado, como acostumbra Roma, con firmeza, pero sin estridencias. Onaindía actuaba más como un político al servicio de Aguirre, que como sacerdote católico.
El 19 de Marzo de 1.937 el Papa Pio XI publica la Encíclica “Divini Redemptoris”, en la cual, aludiendo a lo que había sucedido en Rusia y México, y estaba sucediendo en España, condenaba taxativamente el Comunismo y la colaboración de los católicos con él. Así mismo, hace alusión al comportamiento de la “conspiración del silencio”: “Este silencio, como todos saben, se debe en parte a ciertas razones políticas, poco previsoras, que lo exigen —así se afirma—, y está mandado y apoyado por varias fuerzas ocultas que desde hace mucho tiempo tratan de destruir el orden social y político cristiano.” Ni aun así, el Vaticano consiguió que el PNV desistiera de su postura de apoyo al Gobierno de la República. La propaganda internacional del Gobierno Vasco se intensificó.
En este enrarecido contexto es en el que se producen los bombardeos de Durango, el 31 de Marzo por la Aviación Italiana, y de Guernica, el 26 de Abril por la Aviación Alemana. Las dos villas quedaron arrasadas, especialmente la segunda. Aunque se cuestiona que toda la devastación, fundamentalmente los incendios posteriores a los bombardeos de la Legión Cóndor fueran consecuencia de los mismos, la propaganda internacional de entonces y ahora lo sostiene. La divulgación del mito es lo que ha prevalecido como afirmación histórica. La Jerarquía Eclesiástica cuestionó la versión del Canónigo Onaindía.
Se puede decir que la tragedia de Guernica fue el principio del final de la Guerra Civil, aunque ésta durara casi dos años más. Tras este suceso, Bilbao fue ocupada por las tropas de Franco el 18 de Junio, y el 21 de Octubre fueron derrotados los últimos restos republicanos del Frente Norte en Avilés y Gijón. La contienda se decantaba por el bando de los que defendieron la Fe y la Patria.
Francisco Iglesias
Aunque yo era entonces un niño y monaguillo, siempre pude observar la fuerte politización del clero de mi pueblo, Rentería, a favor del PNV , incluso muchos años después de terminada la guerra. La catolicidad del PNV y de muchos vascos sigue estando en entredicho.