Una de las consecuencias de la tradición de san Fructuoso fue la denominada Tebaida Berciana. Es considerado el principal fenómeno religioso de la segunda mitad del siglo VII, y a san Fructuoso como el promotor del movimiento monástico más importante de la España visigoda. Así se conoce como “Tebaida” al fenómeno monástico que tuvo lugar en el Bierzo desde el siglo VII al XII. El Bierzo se convirtió en una verdadera patria de monjes. Es sorprendente como en una porción tan pequeña de territorio pudieron surgir un número tan elevado de monasterios y de complejos eremitorios.
Para comprender mejor el tema que estamos estudiando es necesario conocer la figura de Valerio del Bierzo, el cual vivió su experiencia monástica siguiendo los pasos de san Fructuoso. Valerio llegó a las puertas del monasterio de Compludo para consagrar allí su vida. Valerio no solo se dio conocer por su actividad monástica, sino por su amplia obra literaria. De entre sus escritos destacan los de contenido autobiográfico, los referentes a la vida espiritual e incluso una interesante obra poética.
En su juventud le vemos en las inmediaciones del monasterio de Compludo fundado por san Fructuoso y donde vivió el santo. En el cenobio conoció a monjes como Máximo y Baldario, este último fue discípulo de san Fructuoso y le trató en los días en los que el santo hacía vida anacorética por los montes bercianos. Tras un tiempo de vida espiritual en Compludo, Valerio se siente insatisfecho y deja el lugar para comenzar una vida anacorética por tierras bercianas. Su vida eremítica la comienza en un lugar inhóspito cercano al denominado Castro Pedroso. Muy pronto se extenderá su fama espiritual.
Tras varias experiencias acaba en el monasterio rufianense donde vivirá el resto de su vida. Este cenobio era muy conocido por ser fundación de san Fructuoso. A Valerio se le permite habitar la misma celda que ocupó san Fructuoso, lo que nos da idea del prestigio alcanzado por Valerio. Se nos menciona un lugar cercano a San Pedro de Montes donde el santo hacía oración y donde el monje Saturnino quería construir un oratorio. Por todo esto se considera a Valerio del Bierzo uno de los personajes más importantes del panorama ascético visigodo, y por su obra sabemos del monacato berciano después de san Fructuoso. De esta manera podemos considerar a san Fructuoso y a Valerio del Bierzo como padres de la Tebaida Berciana.
Tiene especial importancia su obra cultural plasmada en sus escritos. Pero su aportación monástica, espiritual y literaria no se acaba en su obra personal, sino que la encontramos en la “Compilación Hagiográfica” atribuida a él mismo. Si se estudian las obras que componen la compilación, podemos concluir que es uno de los conjuntos literarios más importantes del periodo visigodo, comparable a la obra de san Isidoro de Sevilla. Menciona a grandes autores como san Jerónimo, Rufino de Aquileya, san Atanasio y Evagrio Póntico. Así como las biografías de los grandes padres del desierto pertenecientes a la Tebaida Egipcia, de esto deducimos la especial relación espiritual entra la Tebaida de Egipto y la del Bierzo, es decir, la Tebaida Berciana tuvo sus raíces en la tradición oriental.
La “Compilación Hagiográfica” de Valerio tuvo una amplia difusión en los ambientes monásticos medievales y se realizaron numerosas copias en los cenobios. Es de importancia conocer que Valerio incluye entre las obras de la Compilación, tanto la vida de san Fructuoso como las obras literarias que hizo, y de este modo pone en conexión los mundos monásticos de Oriente y Occidente.
La trascendencia de Valerio del Bierzo radica en su amplia obra literaria, pero también en haber vivido una experiencia espiritual, cenobítica y eremítica, al modo del propio san Fructuoso. Debido a su influjo, se conocen en la época gran cantidad de hombres santos, algunos discípulos de él mismo. Y por este motivo, el Bierzo se convierte en el área de la Península con más nombres propios de monjes conservados. Dando así una idea del fenómeno monástico de gran importancia que existió, con san Fructuoso como fundador y Valerio como escritor.
La historia de la Tebaida Berciana no se paró con la invasión musulmana del año 711. Tendremos que esperar hasta el siglo IX para encontrar referencias históricas de la actividad ascética en tierras bercianas. Nos encontramos con la fundación del monasterio de Santa Leocadia de Castañeda, el de Santa Lucía y en tierras del Bajo Bierzo los de San Juan y San Esteban.
Pero sin duda el acontecimiento que marcó un hito en la historia de la Tebaida Berciana fue la restauración, por parte de san Genadio y doce compañeros, del célebre monasterio de San Pedro de los Montes. Con esta iniciativa se pretendió recuperar la obra espiritual de san Fructuoso y Valerio del Bierzo, y provocó la afluencia de monjes y la creación de múltiples cenobios hasta bien entrada la Baja Edad Media. Después de restaurar el famoso monasterio, Genadio, se dedicó a promover la vida ascética, tanto cenobítica como eremítica. Destacan sus fundaciones bercianas de San Andrés de Montes, Santo Tomás, Peñalba de Santiago, las ermitas de Santa Cruz, San Martín, San Cipriano, San Pelayo, y la Aquiana, el complejo ascético del Valle del Silencio, Santa Leocadia de Castañeda, San Alejandro de Santalavilla, San Pedro de Forcellas, San Pedro y San Pablo de Castañeda y San Andrés de Espinareda. Incluso, sus monasterios del Valle del Oza tuvieron la primera biblioteca ambulante del medioevo hispano.
La actividad monástica berciana no acabó con san Genadio, sino que aumentó en los años posteriores, nacieron nuevos monasterios tanto en el Alto como en el Bajo Bierzo. Algunos de ellos se transformaron en importantes abadías bajomedievales.
Más adelante, durante el reinado de Ramiro II (898-951) y siendo obispo de Astorga el prelado Salomón, encontramos una reunión de abades del Bierzo; lo cual confirma la existencia de una confederación de monasterios tal y como describe la Regla Común, cuyo centro fue el Valle del río Oza con preeminencia sobre Peñalba de Santiago.
Los monasterios comienzan a desaparecer entrado el siglo XI, muchos de ellos fueron absorbidos por otros cenobios o incluidos en las propiedades del episcopado de Astorga. Así comenzó el cambio de rito y la implantación de la tradición benedictina.
José Carlos Sacristán