Si cierro los ojos, puedo imaginarme a Arturo Pérez-Reverte observando su biblioteca mientras barrunta de qué puede tratar su próximo artículo que publicará en El Semanal XL, tal y como lleva haciendo más de 1.500 domingos, y es entonces cuando se le ocurre. Quizás sea porque simplemente le apetece o porque de refilón acaba de ver el lomo del libro de Eduardo Barrachina Juan, La batalla del lago Ilmen, cuando de pronto decide el tema. O como él mismo diría: una de esas historias incómodas que, sin embargo, están ahí y forman parte de nuestra memoria.
El talento del escritor hace que sus dedos vuelen sobre el teclado y en un momento ya ha completado la página con datos, nombres, acción y reacción, todo muy a su estilo: vigoroso, mostrando una visión de España a veces orgullosa, otras esperpéntica, y siempre nutrida de un humor agrio y sarcástico, donde se entremezcla la fina ironía con un cabreo muy español.
Creo sinceramente que a Pérez-Reverte, al igual que le sucedía a Unamuno, también le duele España, pero a su forma y a su modo. España es un estado en demolición. Ningún país de Europa tiene nuestro pulso suicida, dijo una vez en una entrevista. Y razón no le falta cuando concluye que los culpables de la demolición del estado no son otros que los propios españoles. Nuestra envidia, insolidaridad, apatía y comodidad.
Está en ese pensamiento cuando teclea la última palabra del artículo. Ahora toca revisarlo, cambiar algún detalle. Pulirlo, en definitiva, pero poca cosa. La idea está clara, el lenguaje es sencillo y directo, para que todo aquel que lo lea se acuerde de dos grandes verdades: que siempre ha habido hombres valientes y que la literatura es el medio para honrarles y que su espíritu perdure para siempre.
10 de enero de 1942. Imaginen el paisaje: nieve hasta la cintura, un lago helado, grietas y bloques que cortan el paso, temperatura nocturna de 53º bajo cero. En una orilla, medio millar de soldados alemanes cercados y a punto de aniquilación por una gigantesca ofensiva rusa. En la orilla opuesta, a 30 kilómetros, la compañía de esquiadores del capitán José Ordás: 206 extremeños, catalanes, andaluces, gallegos, vascos… La orden, cruzar el lago y socorrer a los alemanes cercados en un lugar llamado Vsvad.
DIARIO DE UNA BATALLA
Nosotros, los españoles, sabemos morir (Carta de un joven teniente a su familia en vísperas de la partida)
10 DE ENERO DE 1942. Hace tres días que el Ejército Rojo arrasó a la 290ª División de Infantería alemana, apostada al sur del lago Ilmen. En la retirada, el 140° Regimiento de infantería del 9.º ejército soviético está cercando en Vsvad, en la desembocadura del río Lovat, a 543 hombres al mando del capitán Pröhl, con la intención de abrir un corredor que les permita socorrer la asediada Leningrado
Llamaron al general Agustín Muñoz Grandes, jefe de la División Española de Voluntarios que combate en el frente oriental, y le dieron la orden. La División Azul era, a efectos prácticos, alemana. Por tanto, recibía órdenes de los oficiales alemanes (José Luis Jiménez Rodríguez, autor de «De héroes e indeseables: la División Azul» (Espasa, 2007).
Como socorro, se ordena a la Compañía de Esquiadores 250º de la División Azul dirigidas por el capitán José Manuel Ordás Rodríguez,un asturiano que se ha incorporado a la División Azul en 1941 como mando de la Tercera Compañía Antitanques, que partan de Spasspiskopez, crucen el lago y socorran a los sitiados. La respuesta, muy nuestra: «Se hará lo que se pueda y más de lo que se pueda». (Pérez-Reverte).
El general Muñoz Grandes tiene extendido ante sí el mapa del lago Ilmen y calcula la distancia que medía entre sus riberas septentrional y meridional. Es menester efectuar un recorrido de 30 kilómetros para alcanzar la aldea rusa de X, partiendo de las posiciones guarnecidas por la División Azul. El termómetro ha descendido hasta señalar 40 grados bajo cero, y un viento gélido barre continuamente la superficie del gran lago. Parece casi imposible vencer las enormes dificultades que se presentan. Pero cuando el general español recibe la noticia de que un pequeño destacamento alemán se encuentra cercado por los bolchevistas del pueblo X y que están resistiendo heroicamente, toma una decisión rápida, que empieza a ser puesta inmediatamente en práctica. “Haremos cuanto esté en nuestra mano realizar, y hasta puede ser que algo más”. Esta es la respuesta que el general Muñoz Grandes le da por teléfono al general alemán que acaba de participarle las novedades» (ABC, 13 de febrero de 1942).
La Compañía de Esquiadores, creada apenas dos meses antes de la acción, consta de 207 hombres que, en su mayoría, no han esquiado en su vida, 70 trineos tirados por caballos pequeños, nueve fusiles ametralladores, radio, médico, víveres y municiones para tres días. En cuanto al plan: tan sencillo en la teoría como imposible en la práctica: alcanzar Vsad en línea recta cruzando un lago helado.
Si en la orilla la temperatura había descendido a 40 grados, en el interior del lago se midieron con un termómetro finlandés 53 grados bajo cero. A esa temperatura se congela la grasa de los cerrojos de los fusiles y no se pueden utilizar. El agua se hace en el acto un bloque de hielo y para beber hay que calentarla previamente. El pan debe serrarse o cortarse con un hacha. La mayor parte de la comida se congela también con la gran dificultad de poder aprovecharla, pues encender fuego es extremadamente peligroso, ya que puede delatar la posición de las fuerzas españolas al enemigo. Y lo peor de todo, no se puede dormir. Dormir significa la muerte por congelación, incluso tumbarse un rato en un trineo puede suponer la pérdida de los pies o las piernas por congelación (Eduardo Barrachina Juan, La batalla del lago Ilmen).
Antes del alba y cuando todavía la luz baña en pálidos tintes el paisaje petrificado de hielo, la columna de hombres vestidos de blanco se arrastra entre la ventisca con los trineos, pero el frío es perverso: 24 horas después, tras tropezar con seis barreras de hielo de difícil franqueo hielo y grietas con el agua hasta la cintura, la División Azul llega a la orilla después de recorrer más de 30 kilómetros, una gesta con un coste muy elevado: 102 bajas por congelación y la pérdida más de 30 trineos.
21:40. Mensaje del general Muñoz Grandes:
La guarnición continúa resistiendo heroicamente. Es preciso salvarla. Lo exige el honor de España y la hermandad de armas que liga a nuestros dos pueblos. Tenemos depositada la máxima confianza en los soldados de Ordás. Portaos como valientes.
11 de enero. 2 de la madrugada. Nuevo mensaje:
Está en camino una nueva emisora. Enterado de lo dificultoso de la marcha, pero sé que habéis de vencer todos los obstáculos. Sois el orgullo de nuestra raza y confío en vosotros, porque confío en España. Que Dios os ayude y portaos como españoles.
Los 104 españoles contactan con la guarnición alemana de Ustrika, en la ribera sur del lago. Las brújulas, estropeadas por culpa del frío, hicieron que los españoles acaben allí de casualidad, pero ya aprovechan para defender la zona y liderar un contraataque junto a la 81ª División germana.
12 de enero. Los españoles toman Sadneje y la defienden de los contraataques soviéticos. A esas alturas sólo quedan 76 hombres en condiciones de luchar.
Una vez terminada la batalla en Ustrika los españoles solicitan volver a su misión original. Reforzados con una unidad letona, parten hacia Schismorovo, una región clave para restablecer las comunicaciones por ferrocarril. Allí luchan hasta el 14.
17 de enero. A pesar de solicitar insistentemente partir hacia Vzvad, los nazis ordenan a los divisionarios combatir en la toma de Staraia Russa . 37 divisionarios toman varias aldeas necesarias para proteger su avance: Maloye Utschino, Bolchoye Utschino y, atacando a la bayoneta, Shiloy. El contraataque ruso es feroz, y de los 37 sólo sobreviven 14.
19 de enero. En Maloye Utschino, una sección de 23 españoles y 19 letones se defiende de los blindados soviéticos con valor.
La guarnición no capituló. Murieron con las armas en la mano (mensaje del capitán Ordás al cuartel general)
20 de enero,14:30. Tras un violento combate contra los blindados rusos que es repelido con cócteles molotov, el capitán Ordás anuncia en un mensaje que el enemigo ha sido rechazado definitivamente.
Punta de penetración enemiga frenada. Los rusos se retiran. Dios existe (Ordás).
21 de enero, por la tarde. Los españoles avanzan hacia Vsvad y se encuentran con una tropa que al principio creen enemiga, pero que a la luz de bengalas reconocen como la guarnición alemana a la que han ido a socorrer.
En la madrugada de hoy, restos de la compañía española y la guarnición alemana de Wswad se han abrazado a siete kilómetros de nuestras posiciones. Los deseos de V.E. se han cumplido totalmente…(Comunicación de Ordás al Cuartel General. 21 de enero, 9:45h ).
El 24 de enero. Españoles y alemanes comienzan a retirarse hacia el lago para regresar a sus líneas, pero los rusos les cortan el paso en Maloye Utschino. Quedan 34 españoles vivos, la mitad heridos. Los que pueden combatir se presentan voluntarios para recuperar la aldea y los cadáveres de sus compañeros muertos cinco días atrás.
Apoyados por un blindado alemán, 16 españoles atacan y la toman de nuevo. El termómetro marca 58º bajo cero y el frío hiela los cerrojos de los fusiles. Por fin, tras desandar camino por el lago acompañando a los alemanes rescatados, los españoles regresan a su punto de partida.
25 de enero. El general Muñoz Grandes y el capitán Ordás mantienen conversación por radio.
−General: Dime, ¿Cuántos valientes quedan?
−Capitán: Señor, quedamos 12 combatientes.
CONSECUENCIAS
De los 206 hombres que salieron dos semanas atrás, sólo quedaron 32 supervivientes entre ilesos y heridos. Todos recibirán la Cruz de Hierro alemana, la Medalla Militar colectiva, y el capitán Ordás, la individual.
El Frente del Vóljov se mantuvo firme gracias a los soldados españoles. Unos meses después la División Azul fue la encargada de rescatar a unos 140 alemanes en Mal Samosje.
La singular proeza de esos muchachos de la División la División Azul corre de boca en boca en todo el sector. Tanto usted como las fuerzas a sus órdenes tienen sobrados motivos para estar orgullosísimos de ese comportamiento. Mucha suerte y que la victoria continúe coronando todas sus empresas (General Muñoz Grandes).
Ricardo Aller
No puedo recordar el diálogo entre el oficial alemán y Ordas sin emocionarme de orgullo y compartir Patria con el.
Magnifica historia de esos valientes que me enorgullece como español