Alfonso I, el Batallador, en su lucha contra los musulmanes llegó a duplicar el ámbito de dominio de los territorios de Aragón, hasta llegar a la conquista de Zaragoza. Incluso puede decirse que temporalmente fue rey consorte de León, Castilla y Toledo, gracias a su tempestuoso matrimonio con la reina Urraca. Los ecos de sus victorias llegaron más allá de las fronteras aragonesas, hasta el punto de poder leer en la Crónica de san Juan de la Peña, en el siglo XIV; “clamabanlo don Alfonso batallador porque en Espayna no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió” Se refiere a las severas derrotas a los moros en Valtierra, Gutana,Arnisol y Cullera, pudiendo llegar hasta Córdoba, Granada y Valencia.
Los territorios cristianos, pues, se extendían y requerían de repoblación. Y a esta política se refiere el actuar del Alfonso I de Aragón, en concreto en un lugar situado en el extremo oriental de Burgos, cerca de Álava y de la Rioja. En tales territorios hubo una ciudad celta, luego romana y posteriormente visigoda. En aquellas tierras, con el rio Tirón, afluente del Ebro, situado al Norte, los montes de Ayago al sur junto con la sierra de Demanda, fue donde esos hispanos godos encontraron el refugio para no verse dominados por los sarracenos. Ahí estaba la villa de Belorado, la cual, ya desde los tiempos del primer conde independiente de Castilla, Fernán González, fue receptora de privilegios favorecedores de la repoblación de la Riojilla burgalesa, rica en agua, en tierras cultivables, en caza y en montes adecuados para la ganadería. El paso del Camino de Santiago, con la asistencia política de Sancho el Mayor, fue otro estímulo para el asentamiento de nuevos pobladores, los cuales veían facilitada su presencia con mayores derechos y fueros. Así, con tales ventajas naturales, con la proximidad de una vía de tránsito como el Camino de Santiago y las ayudas de los monarcas, Belorado fue creciendo en todos los órdenes.
La Crónica de Sahagún, nos echa una mano a la hora de discernir de donde procedían los nuevos pobladores. Y según ella, fueron gascones, bretones, alemanes, borgoñones, normandos, provenzales, lombardos y muchos más, reunidos bajo el nombre de “francos” y sus derechos como “franquicias”. Siguiendo con la Crónica de Sahagún, se comprueba que tales “francos” eran herreros, carpinteros, peleteros, zapateros, y hombres que atendían diversos oficios. Belorado seguía el ejemplo de Logroño, de Burgos, de León, de santo Domingo de la Calzada, todas ellas dotadas de derechos y fueros concedidos por el rey, estableciéndose una dependencia del monarca y no de la nobleza.
En agosto de 1116, Alfonso I decide dotar de privilegio especial a Belorado, firmando a tal efecto el correspondiente Fuero. Un documento que eximía a los cultivadores de la tierra de la mañería, concedía privilegios para la explotación del rio, los molinos, los montes. Además, sus súbditos no estaban obligados a pagar ni portazgo a los que iban de camino, ni montazgo por el seguro facilitado por el rey a los ganaderos; les exoneraba de pagar a otro señor que no fuese el rey, afectando tanto a francos como a castellanos, a caballeros y a villanos, a cristianos y a judíos. Aquel documento fue firmado por numerosos nobles, con el refrendo del notario del rey de nombre Pedro.
Todavía hay que añadir el punto octavo, en el cual se concede el privilegio a Belorado siguiente;” Que los lunes tengáis mercado y de año en año tengáis feria el día de san Miguel”. Es decir, todos los lunes, los lugareños, así como los comerciantes, montaban sus puestos con sus productos para la venta a los habitantes y vecinos, mientras que el día de san Miguel y algunos días siguientes eran comerciantes, artesanos, ganaderos, mercaderres, próximos y lejanos, quienes montaban sus puestos para vender toda clase de artículos y productos. Productos procedentes de Francia, de Flandes, de Italia, mercancías que contemplaban artículos de lujo, vestimentas, cerámica, tanto al por menor como al por mayor. La feria de Belorado se convierte, a los pocos años, en un gran acontecimiento no solo mercantil, sino también social.
Fue el rey de Aragón y Navarra, Alfonso I, quién promovió, desde la primera feria comercial de la historia, el florecimiento de una fuerza social, más allá del simple comercio para la subsistencia. Es decir, Belorado se convirtió en el epicentro de una actividad comercial de la cual tomaron ejemplo Valladolid, Vic y otras ferias. El día de san Miguel, con la Feria Alfonsina, pasó a convertirse en un momento de crecimiento social, económico y comercial, al tiempo que propició el nacimiento de una nueva forma de relación entre comerciantes, caballeros, artesanos y mercaderes.
En la actualidad la feria Alfonsina en Berolado, se celebra en el mes de Junio, rememorando el hecho de que el rey Alfonso, empero no asistir personalmente a la entrega del Fuero, dio el privilegio a la villa burgalesa de ser la primera en Castilla en recibir la prerrogativa de gozar de una feria comercial.
Francisco Gilet