El gran maestro de historiadores Claudio Sánchez Albornoz, como así se refería a él Ricardo de la Cierva, se asombraba de que los romanos tardaran, con todo su poder, dos siglos en dominar a una Hispania desunida, mientras los árabes se apoderaron de casi toda la península de forma fulminante. Vamos a intentar analizar los motivos que provocaron esta invasión estudiando la coyuntura de la España visigoda de finales del siglo VII y principios del VIII. Para ello seguiremos la tesis del profesor Sánchez Albornoz apoyada por los estudios de Ricardo de la Cierva.
La España visigoda significó la conjunción para la convivencia de las sociedades hispano-romana y la visigoda. La convivencia iba avanzando hacia una fusión de ambas culturas. La conversión de Recaredo supuso un avance significativo, y la unificación estaba muy avanzada cuando se presentó la amenaza de los musulmanes. La invasión musulmana se produjo en el momento menos oportuno, cuando la unidad no se había impuesto aún debido a las crisis de elección de los nuevos reyes que afectaron a los visigodos.
Una de causas que tradicionalmente se adujeron para justificar la invasión fue la degradación militar del ejército visigodo, cuestión que no está tan clara debido a la convergencia que ya existía entre las instituciones de la jerarquía eclesial (en la que ya habían entrado los godos) y el estamento militar. Resulta ser más fiable la creencia en la conjunción fatal de dos factores: la agudización de las discordias internas del reino y la coyuntura favorable para la conquista, muy bien aprovechada por los musulmanes.
Se ha aducido históricamente que la baja potencia militar del ejército visigodo se debió a la gran cantidad de siervos que lo componían; y de que la opresión social que padecían los hispanorromanos, por parte de los godos, fomentó la pasividad de los primeros en el momento de la invasión.
Es cierto que la Lex Visigothorum IX.2,9 obligaba a godos y romanos a llevar la décima parte de sus siervos a la guerra, lo cual no quiere decir que el ejército visigodo estuviese compuesto por siervos, ya que era preciso tener cien siervos –lo cual no era nada frecuente- para para conducir diez a la guerra. Los siervos harían las funciones militares junto con sus señores, de igual forma que en el medievo hicieron los servidores con sus señores feudales. El hecho de ser siervos no les restaba en ningún momento el ímpetu bélico.
Con respecto a opresión a la que estaban sometidos los hispanorromanos, se suele exagerar hasta justificar el descenso del potencial bélico del ejército debido a esta causa. La condición jurídica de las masas rurales en Hispania no era diferente de la de otros reinos sucesores del Imperio romano. Son claros los esfuerzos de los reyes godos por salvar el status legal de los hombres libres frente al abuso de los poderosos y de los funcionarios públicos.
El ejército del rey Don Rodrigo que se enfrentó a los musulmanes estaba compuesto principalmente por godos. Además, ciudades de gran tradición romana como Sevilla y Mérida resistieron durante meses a los invasores. Luego las dos hipótesis aducidas sobre el ejército de siervos y la opresión a los hispanorromanos quedan superadas.
España se perdió por las discordias y las corrupciones internas, la unificación de la sociedad visigoda y la hispanorromana estaba destinada a producir grandes frutos en una unidad nacional, con dos instituciones medulares esenciales la Iglesia y el ejército.
El estado, encarnado en la monarquía, era la fuente de la mejora, de la riqueza y del poder. Alrededor de esa realeza se generó una aristocracia que logró adquirir grandes dominios asentando una fuerza social y económica, así como haciendo perdurar un status jurídico y político. El problema lo ocasionó la misma monarquía que no fue capaz de consolidar una dinastía y de dar una continuidad que hubiese sido realmente necesaria. Ninguna familia logró perdurar en el trono, esto se agravó por la lucha entre facciones que aspiraban al mismo. Cada nuevo rey privaba de realeza y riqueza a los integrantes del grupo recién depuesto; los bienes eran confiscados y ni siquiera a los hijos de los reyes se les respetaba este privilegio.
Por tanto, era natural que los clanes en el poder procuraran conservarlo llevando a uno de los suyos, y que los grupos desplazados acecharan para recuperar sus posiciones. Los golpes de estado eran frecuentes y si fracasaban las luchas y la violencia estaban aseguradas. Los reyes sucesores de Recaredo no se pudieron consolidar por la fugacidad de sus reinados, por lo que la España visigoda vivió perturbada durante un siglo por las revueltas y los enfrentamientos sangrientos. Así discurrió el siglo VII.
El ejército, que durante la época romana dependía directamente del Estado, se organizaba ahora en “mesnadas”, que obedecían a un jefe territorial. Esto supuso una pérdida de unidad.
Durante un siglo España presenció un complejo juego de influencias, servicios y humillaciones recíprocas entre la Iglesia y el Estado. La Iglesia sirvió al Estado y se sirvió de él. La Iglesia sancionaba todos los golpes de estado, pero tuvo que hacer grandes concesiones para conseguir sus pretensiones. Hubo de adoptar una devota sumisión a los príncipes y dejarles decidir incluso el nombramiento y deposición de obispos. De igual forma, los reyes hubieron de doblegarse a la clerecía en más de una ocasión. Se produjo un juego mutuo de influencias, intereses y humillaciones.
La discordia fatal y definitiva se presentó a propósito de la herencia y sucesión del rey Vitiza en el año 710. Los hijos de Vitiza, desposeídos del trono, para el que se eligió a Rodrigo, acuden al auxilio de los musulmanes que ya se habían adueñado de la orilla africana del estrecho. Es posible que los vizitanos no pensasen en entregar el reino al enemigo natural, sino concertar con ellos una alianza que les procurase recuperar el trono.
A la muerte de Vitiza, los nobles favorables a él, pretenden el reparto del reino ente sus hijos. Según el Concilio VIII de Toledo la capacidad para designar a un nuevo rey la tenía la asamblea compuesta de palatinos y prelados, en esta ocasión la asamblea no legalizó la novedad que suponía el reparto del reino entre unos menores bajo la tutela de unos magnates. La elección recayó sobre Rodrigo, duque de la Bética. El problema es que el trono ya estaba ocupado por los vitizanos y hubo que desalojarlos por la fuerza.
Por descontado que el grupo que el grupo que quedó desplazado del gobierno no se resignó, y estalló la guerra civil. La contienda la ganó Rodrigo, pero los vitizanos buscaron la revancha.
Los árabes habían conquistado el Magreb. En Ceuta les resistió un personaje que se ha dado a conocer como Julián, el cual parece ser que estaba ligado a Vitiza. Cuando murió Vitiza, Julián entregó Ceuta a los árabes conservando él su gobierno y sirvió de intermediario entre los musulmanes y los vitizanos. En España se conocían los pactos de Julián con los árabes y por eso los vitizanos contactaron con éstos para deponer a Rodrigo. De esto no cabe duda hoy en día.
Ob causam fraudis filiorum Uitizani sarraceni ingressi sunt Spaniam (por fraude de los hijos de Vitiza, los sarracenos entraron en España), declara el rey Alfonso III escrito a fines del siglo VIII. La historiografía cristiana recogió la noticia de los hijos de Vitiza acudiendo a los musulmanes.
La cuestión es que el general de los bereberes Táriq consultó a su jefe Muza y este al califa, quien le aconsejó que realizase una exploración para comprobar si las noticias de Julián sobre la ayuda solicitada por los vitizanos eran ciertas.
El rey don Rodrigo no pudo acudir a la cita para contrarrestar la invasión musulmana por encontrarse en el norte sofocando una rebelión de los vascones. En la noche del 27 al 28 de abril del 711 Táriq desembarcó en el actual Gibraltar, con barcos de cabotaje consiguió transportar desde Ceuta hasta siete mil hombres. Tras ocupar los distritos de Algeciras y del Lago, pidió refuerzos a Muza, quien le envió cinco mil soldados más. A través de una vía romana fueron avanzando hasta que el día 19 de julio se enfrentaron con los godos cerca de Guadalete. Durante algunos días los dos ejércitos se tantearon y observaron mediante escaramuzas. La batalla comenzó, el ejército godo combatió sin desmayo. Pero el ánimo cayó al comprobar como parte los nobles godos se pasaban al bando enemigo. El centro resistió, pero la hueste de don Rodrigo fue derrotada, el mismo rey cayó en la pelea.
El 19 de julio del año 711 derrotan completamente al ejército visigodo del rey don Rodrigo, víctima de una traición alevosa de los hijos de Vitiza y sus allegados, entre los que se encontraba el obispo de Sevilla, Oppas. Táriq avanzó hasta la capital del reino, Toledo, donde defraudó a los vitizanos, que esperaban la entronización de uno de los suyos. Táriq conquistó Toledo con la eficaz cooperación de los judíos, a los que encargó la defensa de la capital, y asumió el reino de España en nombre del califa de Damasco. Era el 11 de noviembre de 711, fecha que marca la pérdida de España.
“la pérdida de España se puede explicar por la discordia de los visigodos y por la traición de dos fuerzas: los godos partidarios de los vitizanos y los judíos. En cuanto a los judíos, se vengaron con tal comportamiento de la prolongada, y muchas veces injusta, persecución a que les habían sometido los reyes y concilios visigodos. En el pueblo español cristiano quedó vivísima, aunque confusa, esa traición de los judíos a España, que alentaría después, a lo largo de la Edad Media, como una de las principales raíces del odio contra los hijos de Israel en la España reconquistada. Podemos asegurar que la ayuda de los judíos de Toledo y Granada fue decisiva para el éxito fulminante de las campañas islámicas en España”.
José Carlos Sacristán
Estimado Sr Vázquez,
siento de veras sus palabras respecto al artículo por una sencilla razón, la intención del mismo ha sido explicar que la pérdida de España se produjo por las discordias internas y la corrupción de los visigodos. Probablemente la culpa es mía por no haber sabido sintetizar y aclarar esto lo suficiente. El artículo no pretende en ningún momento culpar a los judíos sobre los males de España, ahora bien, si es cierto lo que se dice, en palabras de Claudio Sánchez Albornoz, que sin la ayuda de los mismos las victorias sarracenas en Toledo y Granada habrían sido de otra índole. Las controversias con los judios no pararon durante todo el siglo VII, en el año 616 el rey Sisebuto ordena la conversión forzosa de todos ellos. Al margen de esto, e insisto, mi principal intención fue la dar a conocer los problemas internos que tenía la sociedad visigoda del siglo VII, para así entender como sucedió la pérdida del España en el año 711.
Escribo con la intención de clarificar el posible malentendido, dándole las gracias por adelantado por su capacidad de crítica.
Reciba un cordial saludo.
Que los ultimos parrafos sesn de odio hacia los judios, despues de mas de mil años, habla muy mal de nosotros como sociedad… “fuerzas judias”?… los judios tenian un ejercito?… es la primera vez que escucho este invento
Echar a terceros las culpas propias es espantoso. A España siempre la perdimos los españoles. Siempre!! Hasta que no asumamos nuestra responsabilidad, no cambiaremos