El 18 de abril de 1823, por un decreto de la Junta Provisional de Gobierno, fue reconocida la organización militar de los Voluntarios Realistas en sustitución de la milicia nacional liberal. Nominalmente, así, Fernando VII aparecía como el responsable de la creación del cuerpo de los Voluntarios Realistas, que por razones obvias, serían finalmente combatidos por el mismo Fernando VII. En los primeros años de su creación, el número de voluntarios realistas fue de unos 120.000.
El origen de los Voluntarios Realistas se encuentra en las guerrillas que desde 1821 se lanzaron al campo para hacer frente al régimen constitucional, protagonizando enfrentamientos con la Milicia Nacional.
Los voluntarios realistas eran, además de profundamente contrarios al liberalismo, una milicia armada compuesta por civiles, en respuesta a la acción de la denominada Milicia Nacional, que actuaba al servicio de los intereses de la camarilla política.
Su labor principal sería mantener el orden, patrullando de día y noche y en los días que marcaba el Ayuntamiento, aportando su ayuda en caso de incendio u otras necesidades.
Pero el decreto de 18 de abril de 1823 daba a los voluntarios realistas la misma condición que había tenido, y que posteriormente tendría, la milicia nacional. Venían a ser sendas policías políticas de adscripción voluntaria y disciplina militar; fuerzas armadas incondicionales afectas respectivamente, al rey y a la constitución, con todo lo que implicaba cada una de estas figuras.
Sin embargo la actuación de los Voluntarios Realistas, a pesar de reclamar permanentemente los derechos de Fernando VII, se distanciaba de manera acelerada de la política real… O visto desde otro punto, era la política real la que se apartaba de los principios defendidos por la Voluntarios Realistas. Así, en Agosto de 1825, el Duque del Infantado, en circular a los capitanes generales interesándose por la seguridad ciudadana, preguntaba por las actuaciones de los Voluntarios.
Esa circular nos señala la desconfianza que tenía de ellos Fernando VII, siendo que, contrariamente a lo acontecido con la Milicia Nacional, en conjunto, los voluntarios realistas gozaban de buena prensa, prontos siempre a defender el orden, a perseguir a los delincuentes y a garantizar la tranquilidad en los caminos. No obstante, es señalada la existencia de algunos enfrentamientos, por lo general mantenidos con constitucionalistas que, curiosamente, encontraban apoyo en algunas autoridades, en detrimento de los voluntarios realistas. También se dieron casos de estar infiltrados por constitucionalistas, que se mantenían en permanente alteración. Así, el 18 de febrero de 1826 el coronel Bazan se pronunciaba con una partida liberal en Guardamar. La respuesta fue resolutiva: tan pronto como fue alcanzado, fue fusilado con todos sus compañeros.
Esa era la norma aplicada, no sólo por Fernando VII cuando actuaba como absolutista, sino cuando actuaba como liberal; no sólo por Fernando VII, sino por María Cristina, por Isabel II, por la República…
La inaceptable actuación de Fernando VII creaba discordias e insurrecciones de todo tipo, lo que motivó que, con la intención de controlar la situación, el 8 de junio de 1826 se publicase el reglamento para los cuerpos de voluntarios realistas, que en diciembre se movilizaron en Cataluña como protesta ante la pasividad frente a los agravios de los liberales.
La actuación tiránica de Fernando VII creaba cada día una mayor distancia con relación a los Voluntarios Realistas, lo que hizo posible que el 1 de Noviembre de 1826 se hiciese público el “manifiesto de los realistas puros”, en el que se apuntaba la necesidad de elevar al trono al pretendiente Carlos. En él señalaba que Fernando VII “es un activo instrumento de la más maquiavélica conspiración que jamás vieron los siglos,” y la actividad liberal la causante de todas las penurias de España, y en concreto la pérdida de poderío y la separación de América.
El manifiesto hace una relación de las actuaciones llevadas por el pueblo español a favor de Fernando VII, en concreto la de obviar el servilismo de éste para con Napoleón; habla del sexenio absolutista como de un periodo de “errores, de atropellamientos, de robos y de todo género de males” que acabó siendo despreciado por todos y forzado a jurar la constitución.
Entre otras cuestiones, en la exposición del reinado de Fernando VII, señalaba el manifiesto que Fco. Tadeo Calomarde se había vendido a Inglaterra por veinte millones de reales para él y quinientos para Fernando VII, y a cambio había reconocido la deuda contraída por las Cortes de Cádiz al tiempo que se comprometía a reconocer la independencia de América.
El manifiesto no hacía sino presentar la abyección de la que siempre hizo gala el monarca, que había condenado a millares de inocentes a la muerte, a la emigración y a la miseria. Pero no fue suscrito por el que acabaría siendo pretendiente, Carlos María Isidro, quién por otra parte, siempre manifestó su fidelidad a Fernando VII.
El resultado final de esta discordia sería dramático para los realistas, que se vieron perseguidos y ejecutados.
Corría otoño de 1832 cuando, durante la convalecencia del rey, la reina María Cristina se encargó del despacho de los asuntos de urgencia y, desde el 6 de octubre, se hace con el control de todo el aparato del Poder. En este momento se concedió amnistía general, exceptuando a quienes se habían levantado en armas. Como consxecuencia, los liberales, poco a poco van tomando posiciones en el ejército y en la economía.
En estos momentos menudeaban las amenazas a los miembros de los Voluntarios Realistas, al tiempo que los movimientos propagandísticos contra Fernando VII. Los voluntarios realistas son acosados.
Como respuesta a esos acosos, y en León, el obispo D. Joaquín Abarca logró sublevar los voluntarios realistas, pero el levantamiento fue sofocado por una división enviada por el gobierno, que le obligó a retirarse al extranjero.
Fue en estos momentos cuando el estado se planteó la disolución del cuerpo de voluntarios, que contaba con más de 200.000 militantes, y que acabarán manifestándose como la base de la insurrección carlista que comenzaba.
Pero el cuerpo de voluntarios realistas que fue creado en 1823 con las fuerzas populares que se enfrentaron al liberalismo para apoyar la restauración, cumpliría ahora una función de envergadura en la resistencia contra el mismo liberalismo que había tomado cuerpo gracias a Fernando VII, el felón.
Toda la propaganda liberal se centraría en desprestigiar a los voluntarios realistas, a los que se les acusaba de baja extracción social, siendo como eran honestos trabajadores en su mayoría. Pero los liberales no aplicaban esos adjetivos a la milicia nacional, nutrida de las heces de la sociedad.
El gobierno Zea procedió al desarme y acoso de los voluntarios realistas, planteándose reconvertirlos en milicia nacional, en este caso denominada batallones urbanos
Estos hechos sucedían en 1833, cuando Carlos María Isidro se marchaba a Portugal. El cuerpo de voluntarios realistas se componía de 500 batallones de Infantería, 24 compañías de artillería, 51 escuadrones ligeros y 3 compañías de zapadores bomberos, con una fuerza total máxima de 324.338 personas y mínima de 245.000.
En enero de este año, los voluntarios realistas realizaron una serie de actos en distintos puntos de España, que fueron observados por el gobierno, que temía una sublevación. Como consecuencia, el obispo de León huye de su sede el 20 de enero, al tiempo que los cuerpos de voluntarios realistas son controlados y parcialmente desarmados en distintos puntos, al tiempo que distintas partidas hacen su aparición en Cataluña, donde el caudillo José Tabasca, alias Tey desarrolla su actividad. Tey sería aprehendido el 23 de marzo en Molins de Rey, pero finalmente logró fugarse el 14 de abril de la Ciudadela de Barcelona, tras lo cual fue nuevamente detenido el día 17 por el alcalde de Molins re Rey, siendo ejecutado en el garrote el día 5 de Julio.
El 25 de Octubre de 1833 fue ordenado el desarme de los voluntarios realistas, que en gran medida incrementaron las fuerzas dispuestas al pronunciamiento.
Controlada la situación por el gobierno, el 16 de febrero de 1834, se promulgó el real decreto de formación de la Milicia urbana, disolviendo la milicia de los Voluntarios Realistas. La milicia se organizaría en todos aquellos pueblos mayores de 700 vecinos, a razón de una plaza por cada 100 habitantes, y para pertenecer a la misma era necesario cumplir una serie de requisitos económicos.
Cesáreo Jarabo
Muy buen trabajo de investigación y exposición.
Animo y a seguir en la brecha. Que hace falta mucho esfuerzo y sacrificio para aportar estas pinceladas serias y mesuradas,