Supervivencia del reino de Asturias. Relación con el islam

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Pelayo de Oviedo

En las actas del Concilio de Oviedo del año 821 aparece lo siguiente: “… Nuestro Salvador Jesucristo, que lo pacificó todo, engendrado del padre antes de todos los siglos, que amuralló ese lugar (Asturias) con la protección de la muralla finísima de los montes, y antes de todos los siglos ya conoció anticipadamente a la salvación de los fieles, a quienes liberaría mediante su siervo Pelayo”.

A principios del siglo XII, el obispo de Oviedo, Pelayo (1098-1153) es el primero que trazó una imagen del espacio regional parecido al de hoy. Por este motivo podemos decir que fue el creador de la Asturias actual. Aunque, sin duda alguna, las raíces se remontan a la época de Alfonso II (760-842).

Bermudo I

Tras un periodo de cierta calma, la coyuntura bélica cambió y los musulmanes se lanzaron a la ofensiva con los emires Hisham I (788-796), Al Hakam I (796-822) y Abd al-Ramman II (822-852). Esta ofensiva transcurrió bajo los reinados de Bermudo I (788-791), Alfonso II (791-842) y Ramiro I (842-850). Desde el año 791, el reino de Asturias es atacado casi todas las primaveras; sin embargo, Asturias resiste durante veinte años.

El resultado es que a lo largo del reinado de Alfonso II, el equilibrio de fuerzas entre Al-Ándalus y Asturias cambió sustancialmente. Cuando Alfonso II muere, el reino de Asturias se mantiene vigoroso e inaccesible, y los musulmanes ya no pudieron destruirlo. Por lo tanto, el reinado de Alfonso II es decisivo; de hecho, a partir de la campaña de 795 el emirato ya no volverá a penetrar en Asturias.

La regularidad en los ataques de los cordobeses se vio afectada por dos cuestiones: las expediciones se vieron interrumpidas por las revueltas y crisis internas de los emires, y segundo que los musulmanes tuvieron que emplearse a fondo para frenar los esfuerzos de los cristianos del norte en colonizar las ciudades septentrionales, como en el Bierzo y en Cantabria.

Alfonso II

A lo largo de los cincuenta años de reinado de Alfonso II, las campañas dirigidas desde Córdoba fueron al menos quince. Asturias se había convertido en un reino plenamente organizado y con un gran espíritu combativo.

La campaña de 794 fue decisiva, el ejército musulmán penetró por la calzada de la Mesa y destruyó la sede regia de Oviedo, así como las iglesias que había construido Fruela I. En el camino de vuelta, en Lutos, Alfonso II derrotó a los musulmanes. Esta victoria consagraría a Alfonso II como caudillo militar.

Desde ese momento, Alfonso II, comenzará a tener relaciones cada vez más estrechas con el reino franco. En el año 798, el monarca astur, se dirige a Lisboa y se apodera de la ciudad. En ese mismo año, dos embajadores suyos, Basiliscus y Froila, viajaron a Aquisgrán para comunicar a Carlomagno la noticia del éxito. De esta manera, el nuevo emir, Al Hakam I, se encontrará con un nuevo problema: la presión franca en el Pirineo tanto oriental como occidental y a la alianza entre el reino de Asturias y el reino carolingio.

Ludovico Pío

La realidad es que la segunda mitad del reinado de Al Hakam I se vio condicionada por dos problemas graves para el emirato andalusí. En primer lugar, la creciente presencia de los francos en el Pirineo, que comenzó con la pérdida de Barcelona en 801 y culminó con la pérdida de Pamplona en 812, en ambos casos a manos de Ludovico Pío. En segundo lugar, la instabilidad interna que se vio provocada por la conjuración de los nobles cordobeses en 805, así como en Toledo y Mérida.

El reinado de Abd al-Ramman II supuso casi un calco del de su predecesor. Las continuas revueltas, entre ellas el problema de los mártires mozárabes, provocó que Alfonso II se pudiese dedicar a atender con calma las tareas de reorganización y cuidado de su reino.

José Carlos Sacristán

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