Abd al-Rahmán II refuerza la imagen y la influencia en el exterior

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Dirham de Abd al-Rahmán II

Una de las características del gobierno de Abd al-Rahmán II fue la consolidación de la política exterior de al-Ándalus. Se pretendió dar propaganda al régimen para conseguir fortaleza, prestigio y consolidación de la imagen.

Los objetivos prioritarios para conseguir lo anterior fueron dos: la pretensión de conseguir el predominio comercial en la cuenca occidental del Mediterráneo, y el mantenimiento de la primacía política, sin posibilidad de alternativa alguna, en la Península Ibérica. Por lo tanto, el interés diplomático de Córdoba se basó en: los países norteafricanos y el Imperio de Carlo Magno, que amenazaba con aumentar su control sobre el norte de España.


Territorio idrisíes

Las comarcas norteafricanas del Mediterráneo occidental que tenían un mayor interés para el emirato cordobés eran: la zona de los idrisíes del actual Marruecos, tradicionalmente gobernado por los beréberes del Magreb; el principado jariyí de los rustumíes de Tahart, situado más al este; y el régimen de los aglabíes, antiguos gobernadores de Ifriqiya – parte los actuales Túnez y Argelia-. Éstos se independizaron del califato abbasí a comienzos del siglo IX, pero mantenían una relación de amistad que les hacía garantizar los intereses abbasíes en el área del Mediterráneo.

De los tres, el que mantuvo una relación más fluida con los omeyas de España fueron los rustumíes de Tahart. El régimen omeya se benefició del comercio de los cereales de Tahart y de los mercenarios que se afiliaron al ejército andalusí.

Emperador Teófilo

Fruto de esta relación comercial en el norte de África y de la consolidación del emirato cordobés en la zona, se produjo uno de los acontecimientos más importantes del reinado de Abd al-Rahmán II, que fue el recibimiento de una embajada bizantina enviada a Córdoba por el emperador Teófilo (829-842) en el año 840. El objetivo de la embajada fue el de conseguir una alianza militar que detuviera las pretensiones aglabíes sobre Sicilia y el sur de Italia. De esta manera, el gobierno de Constantinopla se podría dedicar a centrar sus esfuerzos militares sobre las fronteras orientales amenazadas por los abbasíes. No cabe duda de que la presencia de los aglabíes en Sicilia repercutía de forma negativa sobre los intereses comerciales del emirato omeya en la cuenca occidental del Mediterráneo.

El acuerdo no llegó a fraguar, pero lo que interesa es conocer que, si el régimen omeya no hubiese tenido el suficiente prestigio y reconocimiento, la petición del emperador de Bizancio no se habría producido; más teniendo en cuenta que la petición venía de la potencia cristiana que era el Imperio bizantino.


Carlos el Calvo

Como dijimos al comienzo, el segundo motivo de preocupación de Abd al-Rahmán II era la existencia del poderoso “estado” carolingio que pretendía aumentar su presencia en la frontera pirenaica. La Marca Superior estaba constantemente amenazada y dificultaba el aseguramiento del protectorado andalusí frente a los territorios cristianos cercanos a la influencia emiral, por ejemplo, Pamplona.

Con la intención de mantener la paz que necesitaba el emirato, unos emisarios andalusíes fueron recibidos por el Reino de Carlos el Calvo para solicitar la alianza y el tratado de paz. El acontecimiento fue un hecho aislado que no llegó a firmarse, pero que sí da idea del alcance que tuvo la política exterior de Abd al-Rahmán II.

José Carlos Sacristán

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