“Excelentísimos Sres.: Cualquiera que fuese la resolución de sus Representantes y la consiguiente actitud que tomasen las respectivas fuerzas navales de su mando,este obstáculo, por sensible y poderoso que sea, no podía arredrarme ni había d detenerme en la ejecución de las órdenes claras y terminantes de mi Gobierno. El Gobierno y el país entero prefieren honra sin barcos, a barcos sin honra”.
Las palabras anteriores, pronunciadas ante lord Denman y el comodoro Rodgers, al mando de las escuadras británica y estadounidense respectivamente, muestran el carácter valeroso, el arrojo, y el sentido del deber y obediencia que tuvo don Casto. El almirante Méndez Núñez, sin la menor duda, ha sido el mejor y más ilustre marino de nuestra Gloriosa Armada, desde la Batalla de Trafalgar hasta nuestros días.
Nació Casto Méndez Núñez el 1 de julio de 1824 en la ciudad de Vigo. Perteneció a una familia numerosa, con tradición y abolengo militar por la rama materna. Fue su madre la que le inculcó el espíritu militar, y con 16 años ingresa en la Academia de Ferrol como guardiamarina. Tras su formación en las instalaciones de Ferrol, en la fragata Esperanza y en el bergantín Nervión, con el cual navegó hasta Fernando Poo, obtuvo su graduación de alférez de navío en junio de 1846.
Terminada su educación castrense, durante dos años, ejerce como instructor de los nuevos guardiamarinas a bordo del bergantín Volador. Durante este periplo conoce los conflictos desatados entre Argentina y Uruguay. A su regreso a España, en 1848, recibe la orden de embarcar en la expedición en defensa del Papa Pío IX y los Estados Pontificios, asediados y usurpados por la República Romana. Cumplida su misión, en el contexto de una intervención internacional, vuelve a España condecorado con la Cruz de Pío IX.
En 1850 es ascendido a teniente de navío, mandando sucesivamente la corbeta Cruz, el vapor Narváez y la fragata Berenguela. Ya el año de 1856 es destinado al Ministerio de Marina en Madrid, y un año después, al mando de la corbeta Narváez es enviado a Filipinas. Es en esta etapa cuando Méndez Núñez demuestra su pericia y su gran valentía. Durante cinco años se dedica a combatir la piratería “mora” en el Archipiélago Filipino. Merced a su destacada actuación es ascendido a capitán de navío en 1862, regresando a España.
Tras unos meses visitando y cuidando a sus ancianos padres, es enviado a La Habana al mando del vapor Isabel II. En mayo de 1863 recibe la orden de dirigirse a Venezuela, con el fin de ayudar a sofocar la revolución que había estallado en el antiguo dominio español. De vuelta a Cuba, a comienzos de 1864, embarca al mando de la fragata Princesa de Asturias con el fin de contener a los independentistas de La Española, que tres años antes se había vuelto a unir al Reino de España. Posteriormente retorna al Ministerio en Madrid, dedicándose durante un breve periodo de tiempo a la modernización de los reglamentos y ordenanzas.
El 4 de febrero de 1865, es la fecha que marca el inicio de uno de los logros de la Armada Española: la vuelta al mundo, por primera vez, de una fragata acorazada, la Numancia. Los mandos militares habían decidido que, pese a ser uno de los más jóvenes capitanes de navío, Casto Méndez Núñez fuera al mando de la fragata Numancia con destino a la Flota del Pacífico. Toda esta aventura está admirablemente relatada por Pérez Galdós (“o cuando la izquierda española era patriota”) en sus Episodios Nacionales.
A finales del mes de abril, la Numancia se incorporó a la Flota del Pacífico comandada por el almirante Pareja. La situación interna de Chile y especialmente la inestabilidad de Perú, acabaron provocando lo que se llamó la Guerra del Pacífico entre España, por un lado, y Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, por el otro. En el contexto de esta Guerra, destacaron las brillantes intervenciones de Méndez Núñez, quien se hizo con el mando de la Flota tras el suicidio de Pareja. Las escuadras británica y estadounidense no fueron capaces o no se atrevieron a interponerse ante la firmeza y decisión de don Casto. El epígrafe de esta breve reseña biográfica son las palabras que dirigió a los jefes de aquellas escuadras, la víspera del bombardeo de Valparaíso el 31 de marzo de 1866. Aunque personalmente pudo no estar de acuerdo, cumplió fiel y obedientemente las órdenes recibidas del Gobierno de Leopoldo O`Donnell. Culminó exitosamente su participación en la Guerra con la Batalla de El Callao, desarrollada el 2 de mayo, en la que fue gravemente herido. Siguiendo las instrucciones del Gobierno, emprendió regreso para España el 10 de mayo.
La vuelta a la Península la realizó a bordo de la fragata Villa de Madrid, escoltada por los buques Almansa, Blanca y Resolución. El trayecto fue el mismo que había efectuado en su incorporación a la Flota, aunque esta vez doblando el Cabo de Hornos, en vez de cruzar el Estrecho de Magallanes. La Numancia y la Berenguela recibieron la orden de emprender rumbo a Filipinas, para posteriormente retornar a España por el Cabo de Buena Esperanza. Fue así como la fragata Numancia se convirtió en el primer buque acorazado en dar la vuelta al mundo.
Tras su regreso triunfal, Méndez Núñez se incorporó al Ministerio donde trabajó los tres últimos años de su vida. Sintiéndose enfermo, en julio de 1869 se trasladó a su domicilio de Pontevedra, falleciendo el 21 de agosto. Sus restos descansan en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz), donde fueron llevados desde Vigo con grandes distinciones en junio de 1883. ¡Hasta la Armada Británica le rindió honores!
¡Gloria y memoria a Don Casto Méndez Núñez!
Francisco Iglesias