Antonio de Mendoza y Pacheco, hijo de Íñigo López de Mendoza y Quiñones y de su segunda esposa Francisca Pacheco Portocarrero, nació en Mondéjar en 1490. Casado con Catalina de Vargas, hija de un contador mayor de los Reyes Católicos, tuvieron tres hijos, Iñigo, Francisca y Francisco. Saltando hasta el 14 de noviembre de 1535, a efectos de este relato, nos encontramos con su nombramiento como primer Virrey de Nueva España, en cuyo cargo se mantuvo hasta noviembre de 1550, año de su trasla6do, también como virrey, a Perú, en cuya capital, Lima, falleció en 1552.
Muy posiblemente su experiencia como diplomático, militar y político, con sus períodos de gobierno en el virreinato de Granada, con una población morisca francamente hostil, indujeron a la Corte Española a su nombramiento. Tal experiencia tuvo su reflejo en la Nueva España gobernada con nuevas ordenanzas, normativas urbanísticas, relaciones con la Iglesia, impulso de nuevos descubrimientos, directivas económicas. Así, Antonio de Mendoza llegó a finales de 1535 a Nueva España como Virrey, Gobernador, Capitán General y Presidente de la Real Audiencia de México.
Su llegada trajo consigo dos circunstancias especiales; la fijación de su cargo ante Hernán Cortés, explicándole que era precisa la reorganización de los territorios, siendo el representante del Monarca en tales tierras. Es decir, que Hernán Cortés debía entender que quedaba subordinado a la autoridad del Virrey Mendoza. Y en segundo lugar, la llamada a México del Gobernador del Reino de Nueva Galicia, Nuño Beltrán de Guzmán, Presidente que había sido de la Primera Audiencia. Sometido a juicio de residencia bajo acusación de corrupción y de maltrato a naturales, demostrada su culpabilidad fue enviado preso a Castilla en1538. Sobre tal tipo de actuaciones judiciales, juicio de residencia, tendremos que volver algún día dada su especial trascendencia como aplicación de la justicia. defensa de los indígenas y lucha contra la corrupción.
Su inicio de gobierno tuvo en Antonio de Mendoza una continuidad que todavía se mantiene visible en la antigua Nueva España. Fueron quince años durante las cuales sus leyes, ordenanzas, impulsos y fundaciones fueron constantes.
Así en 1535 fundó la Casa de la Moneda, en la ciudad de México, que todavía se mantiene en todo su esplendor, acuñando monedas de plata y cobre, conocidas por su forma como «macuquinas». Creó la primera imprenta de América, imprimiendo el primer libro americano «Breve y compendiosa Doctrina Christiana en lengua mexicana y castellana» del Obispo de México Juan de Zumárraga en 1539.
Se fundó el colegio Imperial de Santa Cruz de Tlatelolco, destinado a la educación de los indios nobles, donde colaboraron frailes como Andrés de Olmos, Juan de Gaona y Bernardino de Sahagún. Asimismo, se fundaron otros colegios como el de san Juan de Letrán, para los indios y mestizos, y de La Concepción, para mujeres.
Las obras públicas tuvieron un fuerte impulso, planificando el crecimiento de las ciudades, en especial la de México, sin olvidar el acondicionamiento de los muelles y edificios de la aduana, así como ciertas fortificaciones Puerto de Veracruz. Su preocupación por el buen trato a los indígenas fue constante, dictando ordenanzas que lo regulasen y sancionasen en su caso. Fundó en 1541 la ciudad de Valladolid, o sea Morella en el estado actual de Michoacán, así como otras poblaciones en el actual Estado de Jalisco. El trazado urbanístico era siempre similar; una gran plaza central, con la catedral o iglesia, a un lado y en el otro la administración, cuatro calles rectas saliendo del perímetro circular de amplio trazado, para favorecer su expansión. Calles anchas en las poblaciones de climatología suave y calles estrechas en las calurosas para que transcurriesen sombreadas. Mientras las plazas eran lo suficientemente amplias para recibir las ferias y mercados imprescindibles para el abastecimiento de las poblaciones.
Aún más cabe atribuir al primer Virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza. Aparte del hallazgo de las minas de Zacatecas (1548), apoyó a Hernán Cortes en su descubrimiento de la península conocida como Baja California, así como a Francisco Vázquez de Coronado en su exploración en 1540 del actual suroeste de Estados Unidos y Noroeste de México. La muerte de Pedro de Alvarado, Gobernador de Guatemala, en la campaña de Miztón, la capitulación que había firmado con el Virrey fue cumplimentada por Juan Rodríguez Cabrillo, quién en 1542 reconoció las actuales costas de Baja California, California Sur, nombrando un cabo con el nombre de Mendocino en honor del Virrey. Una expedición más fue favorecida por Antonio de Mendoza, esta en dirección al Pacífico sur, en busca del archipiélago filipino, comandada por Ruy López de Villalobos, quién, atacado por los portugueses se vio obligado a regresar también en dicho año 1542.
Tales actuaciones impulsaron su reconocimiento asignándole los cargos de Virrey, Gobernador y Capitán General del Perú, junto con la presidencia de la Real Audiencia de Lima, en 1549. Mendoza, achacoso, embarcó en Acapulco en dirección a Tumbes, en el norte del Perú, donde llegó el 15 de mayo de 1551.
Su falta de salud no le impidió, durante los escasos meses de gobierno, poner orden en la administración y el servicio público. Por un lado, los encomenderos se estimaban escasamente recompensados por sus servicios durante las guerras, produciéndose una revuelta en noviembre de 1551 en la ciudad de Cuzco, que fue sofocada por el mariscal Alonso de Alvarado, como corregidos y justicia Mayor, el cual entró en la ciudad el 3 de diciembre, provocando la huida presurosa de los revoltoso, si bien todavía ajusticio a los hidalgos cabecillas de Miranda, de Barrionuevo y Hernández Melgarejo, desterrando a otros.
Aunque hubo otro hecho que encendió más los ánimos de los encomenderos; la eliminación del «servicio personal» de los indios, lo cual representaba un aprovechamiento gratuito de la mano de obra por los encomenderos. Antonio de Mendoza trajo consigo una Real Cédula confirmando la orden de supresión de tal prebenda. Suspendida inicialmente su aplicación, fue la audiencia de Lima quien resolvió que no debía posponerse más la aplicación de dicha medida, y el 23 de junio de 1552 libraron una provisión aboliendo el trabajo no remunerado de los nativos. Mendoza avaló la decisión de los oidores, en quienes prácticamente había delegado el mando.
La protesta fue furiosa por parte de los encomenderos, siendo los descontentos residentes en Cuzco quienes se desplazaron a Charcas, hoy Bolivia, donde fraguaron una nueva rebelión, pero don Antonio de Mendoza ya no se enteraría de ello. El anciano virrey murió en el palacio de Lima, el 21 de julio de 1552, y fue sepultado, en una pomposa ceremonia fúnebre, en la sacristía de la Catedral limeña.
Francisco Gilet