Gonzalo Ruiz de Toledo, vio la luz en dicha ciudad, allá por 1260, sin poder precisar la fecha de su nacimiento. Reinaba en Castilla Alfonso X el Sabio. Nuestro personaje descendía del mozárabe Esteban Illán, y fue señor de la villa de Orgaz. Dicha villa y la parroquia de santo Tomé de Toledo, durante los tiempos de Gonzalo Ruiz venían manteniendo unos vínculos que perduraban desde hacía un siglo, expulsados los moros de aquellas tierras con anterioridad a 1150.
A partir de 1293, aparece el nombre de Gonzalo Ruiz bien como “vasallo del infante don Fernando” hijo de Sancho IV, bien concediéndole dicho monarca un día de mercado a la villa de Orgaz, bien como alcalde mayor de Toledo en 1296. Fue el rey Fernando IV, el Emplazado quien le nombró notario mayor de Castilla y Andalucía. En 1314 ostenta el cargo de mayordomo del rey Alfonso XI.
La reina viuda de Sancho IV, Maria de Molina, le nombra tutor de su hija, la infanta Beatriz, tutoría que le retira para nombrarle como tal de su bisnieto Alfonso XI. Resulta evidente que nos hallamos ante uno de los hombres que están sosteniendo a la débil monarquía castellana a caballo entre los siglos XIII y XIV. Noble de una gran humanidad, sus actos siempre iban encaminados a cubrir las necesidades de los hombres y mujeres de su época, ganándose no solamente la confianza de la corona, sino también el aprecio de todo el pueblo toledano.
Si como alcalde mayor dejó su estela de buen gobierno, en la esfera religiosa todavía perviven sus huellas. Su impulso promovió la construcción de las iglesias de Santo Tomé, San Bartolomé y la de los Santos Justo y Pastor. Asimismo fue fundador del nuevo monasterio de San Esteban de los padres agustinos. Fue también don Gonzalo fundador del Hospital de San Antón destinado a enfermos incurables de la “enfermedad del fuego”, en las afueras de la ciudad de camino hacia Madrid. Enfermedad que producía necrosis sobre todo en las extremidades que derivaba en poco tiempo en gangrena. El desenlace era mortal en la mayoría de los casos, o bien acababa en amputación de piernas o brazo, siendo causada tal enfermedad por la ingesta de cereales contaminados.
En el año 1300, Gonzalo Ruiz emprendió una reforma y ampliación de la parroquia de Santo Tomé, dotándola de valiosos objetos de oro y plata destinados al culto. En su testamente, el señor de Orgaz solicitó ser enterrado en el último rincón de la iglesia. Gonzalo Ruiz había instituido como fiesta de Santo Tomás, apóstol, el 21 de diciembre. Y en tal día el ayuntamiento de Orgaz, merced a las rentas dejadas por su señor, debía celebrar la fiesta dando de comer a cuarenta pobres de la ciudad, invitando a clérigos y frailes; además debía dar a la parroquia de Santo Tomé 800 maravedíes más dos carneros, dieciséis gallinas, dos pellejos de vino y dos cargas de leña. Igualmente, otra dotación igual de carneros, gallinas, vino y leña era destinada al monasterio de San Esteban, a fin de que un fraile agustino predicase el sermón en la dicha fiesta del Apóstol. Fue la fama de santidad que iba rodeando al señor de Orgaz, que la predicación en dicho monasterio se vio adornada con el relato del milagro acaecido cuando su entierro en la dicha parroquia de santo Tomé.
Don Gonzalo falleció el 9 de diciembre de 1323, viernes, precisamente fiesta de santa Leocadia, patrona de la ciudad de Toledo. Enterrado según sus deseos en el suelo humilde de la iglesia, comenzó a ser venerado por los toledanos. Varios siglos más tarde, el párroco de Santo Tomé, Andrés Núñez, es quien se propone enaltecer la figura y persona de ,Gonzalo Ruiz. A tal fin pretende levantar un sepulcro más destacado y embellecido, sin embargo, la autoridades eclesiásticas se lo recriminan y prohíben indicándole; “Que no toquen manos de la tierra lo que han enterrado manos del cielo”. Tiempo atrás la parroquia había entablado pleito contra la villa de Orgaz, pues en 1550 dejó de abonar los pagos descritos; el vicario General Blas de Ortiz, el 21 de enero de 1551, dictó sentencia contra la villa obligándol al Ayuntamiento a pagar. Reincidente en el impago, el párroco , lograda sentencia definitiva de la Chancillería de Valladolid el 20 de marzo de 1569, se consigue garantizar la solemnidad de la fiesta y memoria de don Gonzalo. Al año siguiente, Alvar Gómez de Castro redacta una nueva leyenda en la lápida, para constancia de quién se halla enterrado en tan humilde sepulcro. Con el cobro de las mandas adeudadas, considerable suma dado el tiempo de impago, el párroco Núñez adopta la decisión de reestructurar la capilla de la Concepción de Nuestra Señora y encargar a El Greco un óleo sobre lienzo de 4,80 x 3,60 metros, pintado en estilo manierista entre los años 1586 y 1588, es decir, a dos siglos y medio del fallecimiento de nuestro personaje.
El encargo al pintor griego fue muy concreto: «en el lienzo se ha de pintar una procesión, (y) cómo el cura y los demás clérigos que estaban haciendo los oficios para enterrar a don Gonzalo Ruiz de Toledo señor de la Villa de Orgaz, y bajaron san Agustín y san Esteban a enterrar el cuerpo de este caballero, el uno teniéndolo de la cabeza y el otro de los pies, echándole en la sepultura, y fingiendo alrededor mucha gente que estaba mirando y encima de todo esto se ha de hacer un cielo abierto de gloria …». El precio sería resultado de una tasación, debiendo el lienzo estar acabado en la navidad del dicho 1586. El Greco al finalizar solicitó 1200, que, rechazados por el párroco, se acudió a otros tasadores, quienes elevaron la tasa a 1700. Ante la disputa se llegó a un acuerdo, aceptando el consejo parroquial los primeros 1200 y renunciando el Greco a cualquier apelación.
En el lienzo se contemplan dos dimensiones; la superior, la divina, y la inferior, la terrenal. En la superior el pintor describe el cielo, la vida feliz de los bienaventurados. Aparece Jesucristo glorioso, luminoso, vestido de blanco, entronizado como juez de vivos y muertos.
La madre de Jesucristo, la Virgen María, acoge maternalmente el alma del señor de Orgaz que llega hasta el cielo, portada por un ángel que, trasportada en medio de una especie de nube, semeja que la eleva a una nueva luz, representada el alma como una crisálida con forma de niño. Fue en el ámbito celestial donde el Greco impregnó de luz el lienzo. Luminosidad que no se contempla en el plano inferior. En él, cumpliendo con el encargo y plasmando el milagro acaecido durante el entierro, se contempla a san Esteban y san Agustín que sostienen el cuerpo exánime del señor de Orgaz, extrañamente adornado con una armadura de acero, renunciando con ello el pintor a toda sobriedad. Ambos santos, contemplados por el sacerdote celebrante del responso revestido de pontifical, se disponen a trasladar el cuerpo al sepulcro, en presencia de varias filas de clérigos y caballeros. Entre estos se distingue el que, con la mirada al frente, es considerado un autorretrato del propio pintor; otro caballero es, supuestamente, Cervantes, que vivía en aquellos años en Toledo; también está el mayordomo de la iglesia, así como un fraile agustino y otro franciscano. Y abajo, a la izquierda, la figura de Jorge Manuel el hijo del pintor, mirando al frente, señalando con el dedo el martirio sufrido por san Esteban, reflejado en la dalmática del protomártir. En cierta manera, parece desinteresado del milagro escenificado en el lienzo; que san Esteban y san Agustín, con capa pluvial de Obispo ― según opiniones, con el rostro del cardenal don Gaspar Quiroga, arzobispo de Toledo en tiempos del Greco ― hayan bajado del cielo para dar cristiana sepultura al caballero de Orgaz, buen siervo de monarcas y fiel hijo del Creador. A la izquierda de san Agustín, un cura con roquete, de bellísima factura, también semeja ignorar la escena, elevando su mirada hacia el ángel que trasporta el alma del caballero a la presencia de Jesucristo.
El lienzo permaneció durante siglos en el mismo lugar donde fue instalado en un primer momento, con alguna limpieza y restauración posteriores. Fue en 1975, tras un concienzudo estudio científico, cuando se acometió una notable restauración realizada por el Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte. Asimismo, se cambió su emplazamiento, disponiéndose en donde en la actualidad se puede contemplar.
Algunos autores han definido el lienzo “no sólo es la obra cumbre del Greco, sino la obra maestra de toda la pintura”.
Una curiosidad; el título que se viene dando al cuadro, «Entierro del Conde de Orgaz», no es del todo correcto, puesto que, en puridad, el señorío de Orgaz no gozó del título de Condado hasta 1522, muchos años después del fallecimiento de Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de la Villa de Orgaz
Francisco Gilet.