Se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que los dos grandes estadistas españoles de la primera mitad del siglo XVIII fueron D. José Patiño y el Marqués de la Ensenada. El primero fue precursor y protector del segundo, desde que le conoció en 1.720 en Cádiz. Ambos compartieron la misma idea y visión de España: Hacienda y Armada. La Patria languidecía tras el reinado de Carlos II, pero seguía siendo una potencia colonial. Para mantener esa condición hegemónica era totalmente necesario disponer de una gran Marina, y ésta sólo se podía financiar en base a una Hacienda saneada y solvente. Patiño lo tuvo claro y se aplicó en esa dirección; algún historiador reciente le considera el “Colbert Español”.
Nació José Patiño Rosales en abril de 1.666 en Milán, cuando este territorio todavía pertenecía a la Corona Española. Fue el segundo de los hijos de Lucas Patiño de Ibarra, Marqués de Castelar, afincado en el Milanesado pero de ascendencia gallega.
Su madre fue María Beatriz Rosales y Facini, así mismo, de ascendencia noble y aristocrática. La infancia y juventud de nuestro personaje discurrieron en Italia, donde estudió con la Compañía de Jesús, llegando a ser novicio de la misma. Sin que se sepan las verdaderas motivaciones, y sin llegar a tener las órdenes mayores (sacerdocio), abandonó la Compañía, si bien nunca llegó a contraer matrimonio.
Su vida, que hasta entonces transcurría apaciblemente, cambió radicalmente en 1.702 cuando se desató la Guerra de Sucesión Española. Toda la familia Patiño se puso del lado de Felipe V. José, que ya había conocido la Corte de Madrid, regresó a Milán como protegido del Marqués de Leganés, Jefe del Ejército de Lombardía. La campaña militar de las tropas leales a Felipe sufría revés tras revés, provocando que el propio rey se presentara en el escenario italiano. Es en este momento cuando el monarca conoció a los Patiño personalmente. Ante la inminente derrota, en tierras italianas, toda la familia se expatrió en España.
José, que perdió todos sus cargos en Milán, fue compensado, en 1.707, como miembro del Consejo de Órdenes, siendo posteriormente nombrado Caballero de Calatrava y Consejero. A partir de 1.710, aunque continuaba su curso, la Guerra se decanta a favor de los Borbones. Felipe V reclamó la asistencia del conde de Bergeyck, con el fin de sanear y ordenar las finanzas de la Corona. Fue este acontecimiento el que dio lugar a que nuestro protagonista destacara como intendente del Ejército y provincia de Extremadura en 1.711. Tras este éxito inicial, en marzo de 1.713, fue nombrado superintendente general del Ejército y Principado de Cataluña , con similares competencias de su anterior empleo. Fue el encargado, junto con Francisco Ametller, de introducir, primero en Cataluña y posteriormente en Mallorca, el Decreto de Nueva Planta. Éste supuso una modernización, y en cierto modo, una homogeneización del sistema fiscal para toda España.
Patiño, después del nuevo matrimonio del Rey con Isabel de Farnesio, y a pesar de sus éxitos, suscitó recelos y desconfianzas en el nuevo hombre fuerte de la corte, el cardenal Giulio Alberoni. Fue temporalmente desplazado, pero recuperó la confianza tras la firma del Tratado de Utrecht. Con la nueva política, el “Revisionismo Utópico”, que intentó recobrar el peso de España en Europa, especialmente en Italia, nuestro personaje fue adquiriendo posiciones más relevantes en la corte. Participó muy activamente en distintos proyectos, que culminaron en éxito tras éxito: renovación y traslado de Sevilla a Cádiz de la Casa de Contratación, fundación de la Escuela de Guardia Marinas, creación de los astilleros de La Carraca, etc. Todos estos logros los puso al servicio de Alberoni, que consiguió, en una brillante operación político-militar, dominar Cerdeña y Sicilia. La aventura fue abortada en 1.720, cuando la Cuádruple Alianza de Francia, Inglaterra, Austria y Saboya derrotaron a España. El cardenal cayó, y con él Patiño.
José volvió a ocuparse, en un segundo plano, de lo que tan bien supo hacer, de la Intendencia y la Marina. Su trabajo se centró en el desarrollo de la Armada de manera más sólida, en la defensa y consolidación del traslado de la Casa de Contratación a Cádiz, y en la reorganización de la Flota de Indias. No obstante estos afanes, el ascenso de Ripperdá a la Secretaría de Estado provocó el relevo de Patiño en sus cargos en 1.726.
Tras el breve periodo del barón, los Patiño volvieron al poder, especialmente José, y ya de una manera definitiva. Fue nombrado, primeramente, Secretario del Despacho de Marina e Indias, para posteriormente ir convirtiéndose en el hombre de confianza de los monarcas, especialmente de Isabel de Farnesio. En su nuevo cargo desarrolló una política mercantilista, creando instituciones y empresas de manufactura y comercio. España experimentó un gran crecimiento económico por su buen hacer. En 1.731, mediante el “Revisionismo Realista o Posible”, consiguió realizar el anhelo de la reina, que su hijo Carlos, futuro Carlos III de España, reinara en Nápoles y Sicilia. Nuestro personaje se convirtió, así, en el “hombre fuerte” de la Corona. Durante 1.732 desarrolló una importante campaña en el norte de África, Mazalquivir y Orán, con la que consiguió que las tribus y cabilas dejaran de hostigar a las plazas y posesiones españolas. Por la misma fue recompensado con el Toisón de Oro. Ya en 1.733, negoció el Primer Pacto de Familia entre Francia y España.
D. José Patiño y Rosales, después de una vida totalmente entregada al servicio de España y su Corona, entregó su vida al Señor en la fecha del 3 de noviembre de 1.736 en la localidad del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso. Por toda herencia dejó a sus sobrinos el título de Grande de España, que el Rey le había concedido unos días antes. Tras toda una vida de esfuerzos y trabajos, murió sin hacienda, él que tanto trabajó por la de España. ¡Ejemplo para nuestros gobernantes actuales!
La Corona se hizo cargo de su funeral, recibiendo los honores de Infante de España. Sus restos fueron enterrados en el antiguo Noviciado de la Compañía de Jesús de la calle de San Bernardo, en Madrid. Se desconoce, en la actualidad, dónde se encuentran los mismos.
Francisco Iglesias