A lo largo de la historia y de las civilizaciones, nos encontramos que el trato al esclavo no ha sido necesariamente malo ni idéntico en unos lugares y en otros.
En Grecia y en Roma, por ejemplo, nos podemos encontrar con esclavos que ejercían como maestros, siendo común la manumisión.
Con el descubrimiento de América surgió la cuestión de la esclavización de los indios; algo que, si bien llegó a producirse en los primeros momentos, fue zanjado radicalmente por la Corona española, que desde 1542 les dio el estatus de súbditos, con derecho a la libertad y a la propiedad.
Pero no sucedió lo mismo con el caso de los negros, que, si bien no existía en España tráfico, fueron comprados como una mercadería más y tuvieron una consideración similar a la de los esclavos durante el periodo romano, estando muy generalizada también la manumisión, hasta el extremo que en tiempos de Felipe II fue tomada muy en serio la cuestión, exigiendo la Corona que los libertos cumpliesen con las obligaciones fiscales a las que debía hacer frente el resto de la población, extremo que nos indica el altísimo porcentaje de manumitidos, pues de otra forma habría sido una cuestión menor sin efectos en las arcas del estado.
Y es durante el reinado de Felipe II cuando nos encontramos con el caso de Juan de Sessa, cuyo apellido responde a la casa donde era esclavo: el ducado de Sessa, de la casa de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, donde fue adquirido pocos años después de la muerte de su primer titular. Pero este personaje es conocido también como Juan Latino, cuyo apellido, adoptado por él mismo cuando ya era un hombre adulto, obedecía al sobrenombre que se había forjado gracias al gran conocimiento que tenía del idioma latino. Por circunstancias de la historia, y aunque él mismo dice haber nacido en 1518, no se conoce la fecha exacta de su nacimiento, y también por circunstancias de la historia (inundación de su tumba y/o la posterior invasión francesa de 1808) tampoco se conoce la fecha exacta de su defunción, al haber desaparecido tanto los archivos parroquiales como la lápida), aunque sí se conoce el lugar de su enterramiento, compartido con otros cuerpos sin identificar. Tampoco se conserva ningún retrato.
El mismo Juan Latino se define como cristiano etíope, traído desde Etiopía cuando era niño, esclavo del excelentísimo e invictísimo Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa, nieto de Gonzalo, el Gran Capitán de España, criado juntamente con él desde la misma leche de la infancia.
Pero Etiopía no era en aquellos momentos lo que conocemos hoy, sino en su conjunto el África negra, y posiblemente nació de una esclava negra que, transportada a Portugal, sería posteriormente vendida en el mercado de esclavos de Sevilla, de donde serían transportados a Baena, donde residían los descendientes del Gran Capitán.
Como siervo de la casa, sería compañero de juegos de Gonzalo Fernández de Córdoba, a la sazón hijo del conde de Cabra y señor de la casa de Baena, Luis Fernández de Córdoba, y de la duquesa de Sessa, Elvira Fernández de Córdoba, hija del Gran Capitán.
Para 1530, la familia Fernández de Córdoba se trasladó a Granada, y con ella fue el esclavo y amigo Juan. Y juntos Gonzalo y Juan cursarían estudios en el Colegio Real. Juntos…, pero separados, pues al no estar matriculado no le era permitido el acceso al aula, por lo que Juan seguía las clases desde fuera.
Con ese condicionante, y con las circunstancias añadidas de su personalidad (luchador, sociable, trabajador incansable) aprendió latín, griego, música, retórica, nociones de medicina…
No le faltaba el apoyo de sus amos, que iban constatando unas cualidades extraordinarias, lo que les animó a apoyarle, introduciéndolo en su vida social.
En el Colegio Real aconteció un encuentro que resultaría proverbial para Juan de Sessa: Tuvo ocasión de conocer, sin lugar a dudas gracias a su amigo (y amo) Gonzalo a quién aquel tenía de profesor, al catedrático de Gramática Pedro de la Mota, discípulo de Nebrija, que se incorporaba al mundo académico de Granada proveniente de Alcalá de Henares, adscrito a lo que en breve sería la Universidad de Granada, fundada en 1531 por Carlos I. Él, Pedro de la Mota, sería quién lo introdujese definitivamente en el estudio de la lengua latina.
Esta situación le brindó la oportunidad de mostrar sus virtudes en la Corte, donde se le abrieron las puertas para relacionarse con lo más florido de la sociedad y de los poderes públicos, llegando a alcanzar con el tiempo amistad íntima con el arzobispo Pedro Guerrero, con Pedro Deza, presidente de la Real Chancillería, y andando el tiempo éstas relaciones le llevarían a contactos mucho más elevados.
En estos momentos, Granada hervía en vida social y cultural en la que el negro Juan de Sessa se movía con extremo reconocimiento general. La jerarquía eclesiástica lo acogió y lo protegió.
Los duques de Sessa, que lo consideraban como un miembro de la familia, le permitieron seguir en la Universidad la carrera de letras, durante la cual, con toda probabilidad, debió conocer a Garcilaso de la Vega, a Juan Rufo, a Juan Boscán...
El 2 de febrero de 1546 obtuvo el título de Bachiller en Filosofía…, y la manumisión. Contaba 28 años y se había enamorado de Ana de Carneval, hija de un administrador del ducado de Sessa.
La relación con Ana de Carneval se inició cuando fue contratado para darle clases de música. Parece que el noviazgo fue apoyado por la casa de Aguilar, por el Arzobispo Pedro Guerrero y por otras autoridades entre las que gozaba de gran predicamento por sus virtudes.
El conflicto llegó a buen puerto y el matrimonio tuvo lugar entre 1547 y 1548, y el mismo produjo un fruto de cuatro hijos.
Siguió desarrollando su vida académica, y en 1556 se graduaba, siendo, el 31 de diciembre del mismo año, elegido por el arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, para la cátedra de Gramática y de Lengua Latina de la Catedral de Granada, cargo que desempeñó durante veinte años.
No acabaría con esta cátedra la carrera intelectual de quién ya era conocido como Juan Latino. Así, el diez de septiembre de 1565 fue el encargado de pronunciar el discurso de apertura académica de la Universidad de Granada. El grado de catedrático le había sido otorgado por una comisión presidida por el arzobispo Pedro Guerrero, por el jurista Pedro de Deza, y por el Conde de Tendilla. Un hombre de raza negra había sido elegido “primus inter pares” en la Universidad.
Repitamos el año, 1565, lugar,la España de Felipe II.
Ya en 1569, habiendo superado la cincuentena, conoció y tuvo trato con Don Juan de Austria, que acudía a sofocar la revuelta de los moriscos en las Alpujarras. Le fue presentado por su amigo y hermano de leche Gonzalo, con quien compartía inquietudes, entre las que no era menor el conflicto morisco que en aquellos momentos tenía alterada Granada y toda la sierra.
Con el joven don Juan de Austria charló ampliamente quien ya era Juan Latino, y a don Juan de Austria acabaría dedicando, dos años después, su poema épico “La Austriada” como consecuencia de la gesta del 7 de octubre de 1571. Austrías Cármine (1573) es el primer libro de poemas dedicado a la victoria de Lepanto, y guarda una estructura similar a la Eneida.
Pero la figura de este hombre ejemplar no se limitaba a tratar con los más altos representantes de las glorias hispánicas. Así, entre 1582 y 1588 se relacionó con San Juan de la Cruz cuando éste pasó a ser prior del noviciado carmelita de los Mártires, de Granada.
Una mente clara, inquieta, un hombre admirado, respetado y querido por sus discípulos y por toda la sociedad granadina debió encontrar un gran alivio en sus encuentros con el santo, sobre todo a partir de 1586, cuando ya se había retirado de la docencia.
Pero su actividad no se acababa. Así, ante la perspectiva real de que los cuerpos de los Reyes Católicos fuesen retirados de la Catedral de Granada para ser inhumados en el Monasterio de El Escorial, dedicó a Felipe II la elegía “ De traslatione corporum regalium”, pidiendo que se respetase la voluntad manifestada por los Reyes Católicos de estar enterrados en Granada.
Los cuerpos no fueron retirados de Granada, y el Rey prudente ordenó que le enviaran un retrato del ilustre Juan Latino, para que adornase la colección de personajes ilustres del Alcázar de Madrid… Pero lamentablemente ese retrato ha desaparecido y hoy no tenemos una imagen fiel de quién es merecedor de mejor destino en la historia de la literatura española. Un hombre que reúne en sí unas condiciones de erudito y de patriota que le hacen merecedor de figurar en el cuadro de honor de las Glorias de España.
Qué menos para quién fue el primer hombre de piel oscura que fue catedrático; el primer hombre de raza negra que publicó un libro; el latinista de más renombre en los siglos XVI y XVII. El primer poeta negro de la Historia de la Humanidad. El primer catedrático negro de la Humanidad… que necesariamente tuvo que producirse en la España del siglo XVI.
Y es que Juan Latino, es un magnífico ejemplo de superación personal; poeta, patriota y hombre de fe. Un canto al estudio, y su personal ascensión en la España del siglo XVI tira por tierra la nefasta leyenda negra que con tanta habilidad ha sido divulgada por los enemigos de España, de la Verdad y de la Justicia, que durante siglos, machaconamente, han hecho hincapié en la intolerancia supuestamente existente en España. Y es que cuando una persona da fe de su superioridad como ser humano, todo lo demás no importa, ni su color ni su condición inicial de esclavo. Por eso es reconocido como un miembro útil para la sociedad, como un catedrático de latín y como un buen marido y padre.
Una “rara avis” que incluso dio pie a la creación de literatura novelesca, de la que es muestra “El negro Juan Latino”, de Vicente Rodríguez de Arellano, que nos representa una disputa amorosa entre Fernando, un morisco que apoyaba la sublevación morisca y Juan Latino por Ana Carleval.
Lope de Vega le dedicó unos versos:
“No era tan blanco en Granada
Juan Latino, que a la hija
de un veinticuatro enseñaba;
y con ser negro y esclavo
porque era su madre esclava
del claro Duque de Sessa,
honor de España y de Italia,
vino a casarse con ella
que gramática estudiaba,
y la enseñó a conjugar
en llegando al amo, amas.”
En fecha indeterminada entre 1594 y 1597 falleció y fue enterrado en la iglesia de Santa Ana, en la acera del Darro, en Granada.
Cesáreo Jarabo
Excelente. ¡Gracias!
En triste oscuridad la noche fría
y en dulce olvido el sueño me bañaba,
y entonces yo de vos no me olvidaba,
que el alma, para amaros, no dormía.
Soñaba yo, mi Anarda, que os tenía
en mis brazos: ¿quién duda que soñaba?
¡Cuán presto desperté! ¡Cuán loco estaba!,
pues ni aun por sueños vos queréis ser mía.
Con todo, yo feliz; que bien tamaño
gocé aquel rato que, si fue pequeño,
cual gloria del Amor más permanece.
En tanto, al menos, que duró el engaño,
mi Anarda, yo os gocé. Si al fin fue sueño,
¿cuándo el pasado bien no lo parece?
Juan Latino