Muhammad I, de rebelión en rebelión

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Muhammad I

Muhammad I se dio cuenta de que para conseguir una relativa paz interna en Al-Ándalus, era necesario establecer una relación cordial con la Marca Superior. Muhammad I cambió de estrategia con los muladíes con respecto a la que su padre, Avd. al-Rahmán II, había tenido. Si el padre los intentó neutralizar quitándoles títulos de gobierno, el hijo hizo lo contrario y les colmó de beneficios. La jugada no le salió como él había pensado, ya que, el líder muladí Musa, aprovechó la circunstancia para pedir más poder.

Batalla de Clavijo

La oportunidad le llegó a Muhammad I en la batalla de Clavijo, sobre 859, en la que las tropas de Musa se enfrentaron a las cristianas del rey Orduño I. La batalla supuso una gran derrota para Musa, lo que provocó que el emir de Córdoba le desplazase de su puesto de gobierno en la Marca Superior.

Los cristianos del norte trajeron de cabeza a Muhammad I, y la oposición al régimen omeya crecía con el apoyo de los reinos septentrionales, a lo que ayudaba el proceso de repoblación que realizaban los cristianos. Este fue el primer indicio de peligro territorial que percibió el emirato de Córdoba. Por este motivo, Muhammad I se dedicó a realizar campañas de castigo sobre los norteños, en especial sobre la zona oriental de la monarquía asturiana.

Orduño I

Hemos de tener en cuenta que Orduño I junto con el conde Rodrigo de Castilla habían fortificado la roca de Amaya (860), y la repoblación cristiana llegaba hasta los Montes Obarenses y los de Oca; tal atrevimiento fue muy mal visto por el gobierno cordobés. El emir se empeñó en varias campañas, siendo la más importante la de 865, tras la cual los condados castellanos de la Marca Oriental fueron arrasados y la frontera asturiana tuvo que retroceder sensiblemente hacia el norte. El emir pudo contener, de momento, la expansión asturiana. Recordemos que en 860 la monarquía de Asturias llegó hasta Coria y Talamanca.

Crónicas de la época cuentan cómo el emir empleó a contingentes de 22.000 hombres para contener el avance cristiano durante las campañas de castigo de 863 y 865. Muhammad I, le dio una especial importancia a la infraestructura defensiva, por ello reforzó los pasos más importantes del Sistema Central para asegurar una retaguardia consistente.

Abd al-Rahmán II

Desde ese momento, Muhammad I se dedicó a rearmarse. Hizo lo propio con la marina, potenciando la construcción de astilleros, gracias a esta decisión pudo hacer frente con firmeza a las nuevas incursiones vikingas que se registraron. Estas incursiones se llevaron a cabo en 854, y al-Ándalus estaba más preparado que en las anteriores de 844, por eso se evitó el desembarco normando en Sevilla. Sí se produjo este desembarco con incendios y saqueos en Algeciras y más tarde en Murcia y Baleares, pero no fueron tan devastadores como los producidas durante el reinado de su padre, Abd al-Rahmán II.


Carlos II el Calvo

Con respecto a su política exterior, destaca decir que como tuvo una marina sólida que se asentó en la zona del Rif y llegó a penetrar en zonas más meridionales con objetivos comerciales. Además, el emirato tuvo una ágil relación diplomática con el Imperio carolingio. Muhammad I firmó un acuerdo duradero de paz con el monarca carolingio Carlos II el Calvo.

El final del siglo IX y los inicios del X, es decir, la última etapa del reinado de Muhammad I y las de sus hijos al-Mundhir y Abd Allah propician la destrucción del emirato. Las rebeliones se sucedieron de forma constante, los intentos de secesión no cesaron y se producían golpes internos muy desestabilizadores.

Los intentos más relevantes fueron el del muladí e hijo del gobernador de Mérida que se proclamó independiente en 868, el que los bereberes protagonizaron en Zamora en 901 y el intento de secesión cerca del cabo de Gata, provocado por marinos responsables del tráfico comercial entre al-Ándalus y el norte de África.

La realidad es que hubo muchos más intentos que debilitaron enormemente el poder central, surgiendo por doquier señoríos autónomos, aunque mantuviesen vinculaciones con el emir de Córdoba.

José Carlos Sacristán

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