¡Amantísimo Padre y Protector mío,
¡Amantísimo Padre y Protector mío, San Vicente Ferrer! Alcánzame una fe viva y sincera para valorar debidamente las cosas divinas, rectitud y pureza de costumbres como la que tú predicabas, y caridad ardiente para amar a Dios y al prójimo.
Tú, que nunca dejaste sin consuelo a los que confían en ti, no me olvides en mis tribulaciones. Dame la salud del alma y la salud del cuerpo. Remedia todos mis males.
Y dame la perseverancia en el bien para que pueda acompañarte en la gloria por toda la eternidad. Amén.
(Oración a San Vicente Ferrer)
EL PERSONAJE
Vicente Ferrer Miguel nació en Valencia el 23 de enero de 1350. Su padre fue el notario Guillermo Ferrer y Constanza Miguel, un matrimonio de ejemplar virtud y muy limosneros que tuvo cinco hijas y tres hijos.
Estando su madre embarazada de él, el padre tuvo un sueño premonitorio: soñó que estaba sentado en la iglesia oyendo predicar a un dominico de fama, cuando de repente el dominico interrumpió su predicación y se dirigió a él felicitándole porque iba a tener un hijo que se convertiría en un religioso dominico que todos los pueblos de España y Francia le darían un culto semejante al de los primeros apóstoles. Por su parte, Constanza afirmaba que, de vez en cuando, oía en su vientre como ladridos de perro. Consultado el obispo de Valencia, Hugo Fenollet, aquel le dijo que sería madre de un generoso cachorro que daría ladridos contra los enemigos de la fe, al igual que santo Domingo de Guzmán.
Sin duda, fue un niño bondadoso, inteligente y piadoso. De esos años data la documentada curación del niño de cinco años, Antonio Garrigues, amigo de Vicente, y enfermo de unas úlceras en el cuello. Vicente tocó las úlceras de Antonio y este quedó curado.
Oídme, niños, y juzgad si soy buen predicador (Vicente, niño a sus amigos).
El joven Vicente se inició en los estudios en una de las escuelas de latinidad de Valencia. Tras haber ingresado en el Convento de los Predicadores de Valencia, en febrero de 1367 tomó el hábito dominico y entre 1368 y 1375 fue enviado por sus superiores a profundizar sus conocimientos en Lérida, donde dio clases de Lógica, Barcelona y Toulouse. En esa última ciudad francesa hizo un curso especial de Teología que terminó con una calificación summa cum laude, lo que le llevó a dedicarse a la enseñanza de la ciencia sagrada durante ocho años en las universidades de Valencia, Barcelona y Lérida.
UN DOMINGO DE MARZO DE 1374
Aquel día Vicente se puso a predicar en la plaza del Born de Barcelona, que estaba atravesando unas semanas de hambruna porque los barcos portadores de comida no llegaban al puerto. En medio de su predicación, Vicente les dijo:
Alegraos hermanos, que antes de la noche llegarán a esta playa dos navíos de trigo, con lo que quedaréis socorridos.
Una hora antes del anochecer, un centinela de Monjuic divisó dos naves cargadas de trigo que poco después arribaron a la ciudad.
EL CISMA DE OCCIDENTE
En 1377 regresaban los papas a Roma después de tras casi tres cuartos de siglo en Aviñón. Muerto Gregorio XI, se eligió a Urbano VI, lo que provocó graves disturbios y denuncias sobre la legalidad de la elección. Al final, un grupo de electores declaró nula la elección, nombrándose entonces a Clemente VII, quedando así la Europa cristiana dividida en dos.
Por aquel tiempo, Vicente, aunque ya profesaba como religioso dominico, era solo diácono y no se había ordenado sacerdote, pues no se consideraba digno de ello. Tras repetidas instancias de los superiores, finalmente se ordenó sacerdote el año 1379, a los 29 años. Ese mismo año, Vicente fue Prior del convento de los dominicos de Valencia.
En cuanto al cisma, Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, apoyó a Clemente VII y aquel delegó en Vicente Ferrer para intervenir en Valencia, actividad a la que se dedicó con ahínco. Al poco renunció voluntariamente a su cargo de Prior del Convento de los Predicadores, cargo que ostentaba desde hacía algún tiempo.
Ferrer realizó diversas gestiones, junto con el cardenal Pedro de Luna, para que las autoridades valencianas y del Reino de Aragón reconocieran como Papa a Clemente VII.
Se conserva una carta de los Jurados de Valencia al rey Pedro IV de Aragón de 19 de diciembre de 1379 en la que le solicitan instrucciones al Rey ante la petición que había efectuado Vicente Ferrer a los Jurados, trayendo de Barcelona una carta del cardenal Pedro de Luna, de reunirse con ellos para explicarles la elección como Papa de Clemente VII. Los Juraos informan que Vicente Ferrer, «en reuniones particulares, ha hablado en favor de la última elección (la del Papa de Aviñón) y que para este propósito se proponía recorrer algunas partes del reino». Las gestiones fracasaron por el expreso deseo del rey de Aragón Pedro IV de mantenerse neutral. Viendo Vicente la resistencia de los Jurados y el mandato del Rey a favor de la neutralidad, regresó a Barcelona y comunicó al cardenal Pedro de Luna la situación (Parroquia de San Vicente Ferrer).
En 1380 dejó de ser prior del convento dominico de Valencia, aunque siguió teniendo gran influencia: así, por ejemplo, el año 1381 los Jurados de Valencia le encargaron la predicación de la Cuaresma y en ese año fue requerido por los Infantes de Aragón para que predicara durante la Semana Santa.
El 5 de enero de 1387 murió Pedro IV y su sucesor, Juan I, reconoció como papa a Clemente VII. Tras ello, el Cardenal Pedro de Luna inició un recorrido por varias poblaciones para favorecer al papa de Aviñón, actividad para el que requirió la ayuda de Ferrer, quien escribiría Tratado sobre el cisma moderno. Con el tiempo fue nombrado confesor y limosnero de Pedro de Luna.
En 1394 murió Clemente VII, siendo elegido como nuevo papa de Aviñón Pedro de Luna, quien tomó el nombre de Benedicto XIII. Una vez tomadas las llaves de Pedro, el papa reclamó a Vicente para ofrecerle el obispado de Lérida y luego el de Valencia, pero el dominico no veía con buenos ojos el ambiente de la curia de Aviñón y partió al convento de los predicadores de la ciudad, donde sufrió una grave enfermedad.
LA VISIÓN
El 3 de octubre de 1398, Vicente tuvo una visión que cambió el rumbo de su vida: aparecía Jesucristo acompañado de san Francisco y santo Domingo de Guzmán, y los tres le encargaron la misión de evangelizar el mundo antes de la llegada del Anticristo para la conversión y enmienda de los hombres.
Fue el mismo Vicente Ferrer el que contó su experiencia al entonces todavía Papa Benedicto XIII en una carta enviada en 1413. Según la carta, a raíz de esta visión, se consideró uno de los “tres predicadores que sucesivamente se habían de enviar a los hombres antes del Juicio”. San Vicente Ferrer fue considerado por sus contemporáneos el ángel del apocalipsis o predicador del final de los tiempos.(Parroquia de San Vicente Ferrer).
El 22 de noviembre de 1399, Vicente inició su predicación apostólica itinerante, a la que se consagró por completo, recorriendo los caminos de Europa occidental a pie.
Como un verdadero embajador divino, Vicente Ferrer tuvo negocios con casi todos los soberanos de su tiempo, con casi todos los pueblos de la obediencia de Aviñón, con muchos de la de Roma; su influencia en todos los negocios en que intervino era decisiva, sus predicaciones producían frutos superabundantes, y sus virtudes y milagros, como Santo, llenaban de admiración a las muchedumbres que le seguían y oían con religioso entusiasmo (José Sanchís y Sivera).
Sus sermones duraban casi siempre más de dos horas (un sermón suyo de las Siete Palabras en un Viernes Santo duró seis horas). Antes de predicar rezaba durante cinco o más horas para pedir a Dios la eficacia de la palabra, y conseguir que sus oyentes se transformaran al oírle. Dormía en el suelo, ayunaba frecuentemente y se trasladaba a pie de una ciudad a otra, hasta que enfermó de una pierna, lo que le obligó a moverse en burro.
Después de sus predicaciones lo seguían dos grandes procesiones: una de hombres convertidos en torno a una imagen de Cristo Crucificado; y otra de mujeres, alabando a Dios, alrededor de una imagen de la Santísima Virgen. Estos dos grupos lo acompañaban hasta el próximo pueblo a donde el santo iba a predicar, y allí le ayudaban a organizar su misión.
Como la gente se lanzaba hacia él para tocarlo y quitarle pedacitos de su hábito para llevarlos como reliquias, tenía que pasar por entre las multitudes, rodeado de un grupo de hombres, encerrándolo y protegiéndolo entre maderos y tablas.
Su palabra es tan viva y tan penetrante, que inflama, como una tea encendida, los corazones más fríos. Pare hacerse comprender mejor se sirve de metáforas numerosas y admirables, que ponen las cosas a la vista. ¡Oh, si todos lo que ejercer el oficio de predicador, a imitación de este santo hombre, siguieran la institución apostólica dada por Cristo a sus Apóstoles y a sus sucesores! Pero, fuera de este, no he encontrado uno solo (Rector de la universidad de París).
EL COMPROMISO DE CASPE
El Compromiso de Caspe fue un pacto establecido en 1412 por representantes de los reinos de Aragón, Valencia y del principado de Cataluña para elegir un nuevo rey ante la muerte sin descendencia en 1410 de Martín I de Aragón, el Humano. Supuso la entronización por elección de Fernando de Antequera, regente del reino de Castilla y miembro perteneciente a la dinastía Trastámara, en la Corona de Aragón.
La participación de Vicente Ferrer está documentada por su propio hermano Bonifacio. Llegó a Caspe en abril de 1412 en calidad de compromisario, siendo su voto, por ser el primero, decisivo a favor de Fernando en detrimento del conde de Urgel.
Pasaron los años y la ascendencia de Ferrer iba en aumento: En septiembre de 1412 Vicente Ferrer llegó a Castellón de la Plana para mediar entre la villa y las localidades de Onda y Almazora. Años más tarde, el 6 de enero de 1416, en Perpiñán, leyó un documento por el que la Corona de Aragón se sustraía de la obediencia a Aviñón. Al año siguiente, en 1417, fue elegido Martín V como Papa de toda la Cristiandad.
MUERTE Y CANONIZACIÓN
San Vicente Ferrer murió en la ciudad de Vannes (Francia) el 5 de abril de 1419, Miércoles de Ceniza, a la edad de 69 años. Acudió tanta gente a darle un último adiós que en tres días no se le pudo dar sepultura.
Fue canonizado el 29 de junio de 1455 por el Papa Calixto III, a quien San Vicente le había profetizado «Serás Papa y me canonizarás«. En los procesos que se tramitaron para su canonización en Aviñón, Tolosa, Nantes y Nápoles figuran documentados hasta un total de ochocientos sesenta milagros.
Desde el año de su canonización en prácticamente todas las imágenes se le representa con el lema TIEMETE DEUM ET DATE ILLI HONOREM. Se trata de una frase del libro del Apocalipsis, capítulo 14, versículo 7: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio”. La explicación está en que San Vicente Ferrer llegó a convertirse en el profeta del juicio final y de la venida del Anticristo. En su proceso de canonización, un testigo señala que “cualquiera que lo oyera predicar temblaba ante el divino juicio”. Según otro, “a muchos los vio temer y temblar ante el juicio de Dios”. No es de extrañar que el Santo creyera inminente el fin del mundo: la Iglesia atravesaba el terrible Cisma de Occidente, con tres Papas al mismo tiempo. Sin embargo, en el proceso de canonización los testigos también señalan que San Vicente tenía un carácter afable, era amable y optimista.
En su vida ajetreada supo sacar tiempo y serenidad para escribir. En su obra «Tratado de Vida Espiritual» se manifiesta como Maestro de Santidad. En él aconseja oración, silencio, pureza, obediencia, humildad, comprensión de los defectos ajenos, que hay que llevar a la espalda, para no fijarse en ellos, y tener presentes los propios, así como también conocimiento de sí mismo, valor en las tentaciones, penitencia, paciencia en las pruebas y perseverancia en la oración.
El orfanato de Valencia
Al dominico Vicente Ferrer se le atribuye, en el año 1410 (en Valencia, España), la fundación del primer orfanato del mundo registrado en la historia europea y que todavía sigue en pie y funcionando. Se trata del que actualmente se conoce como Colegio Imperial Niños Huérfanos San Vicente Ferrer.10
Últimos años de su vida
Le pidieron que asistiera al Concilio de Constanza, pero él optó por seguir con su trabajo y continuó predicando por Francia, evitando las zonas en guerra.
Recorrió el Mediodía francés, la Auvernia, pasando luego a la Bretaña, donde transcurrirán los últimos meses de su vida. Encontrándose gravemente enfermo, decidió partir hacia Valencia. Sufrió una terrible tempestad al salir del puerto de Vannes lo que él interpretó como una señal de Dios para que volviera a Vannes a pasar el resto de sus días. Falleció en Vannes el 5 de abril de 1419. Su sepulcro se halla en la catedral de dicha ciudad.
Canonización
En 1431, el Papa Eugenio IV ordenó estudiar el asunto de su canonización, pero ahora se interpuso el nuevo cisma de Amadeo de Saboya.
Nicolás V aconsejó a los frailes celebrar el Capítulo general de 1453 en Nantes y preparar el proceso. Y encargó que tres cardenales que investigasen la vida y los milagros del predicador; entre ellos estaba Alfonso de Borja, el futuro Calixto III, el primer Papa valenciano de dicha familia. Mantuvieron entrevistas con obispos, abades, frailes y gente común en Nápoles, Aviñón, Toulouse y en la región de Nantes, interrogando a 28, 18, 48 y 310 testigos respectivamente.
Ya fue Calixto III, quien recibió las actas de estas investigaciones.
Calixto III solía «decir a los cardenales y al Maestro de toda la Orden fray Marcial, que siempre había tenido por cierto su pontificado desde que San Vicente se lo prometió». Se han realizado fundamentales aportaciones documentales, que nos muestran que ello no es fruto de los biógrafos, sino convencimiento del propio Calixto III, que lo afirmó en numerosas ocasiones y recogieron autores muy cercanos a los hechos.
El 29 de junio de 1455, tras votarlo en el consejo de cardenales, Calixto III anunció la canonización de Vicente Ferrer (1435).
San Vicente Ferrer dio un mensaje para que lo llevaran a todos los valencianos, que puede considerarse como su testamento. El mensaje dice así:
¡Pobre patria mía! No puedo tener el placer de que mis huesos descansen en su regazo; pero decid a aquellos ciudadanos que muero dedicándoles mis recuerdos, prometiéndoles una constante asistencia. y que mis continuas oraciones allí en el cielo serán para ellos, a los que nunca olvidaré.
En todas sus tribulaciones, en todas sus desgracias, en todos sus pesares, yo les consolaré, yo intercederé por ellos. Que conserven y practiquen las enseñanzas que les di, que guarden siempre incólume la fe que les prediqué, y que no desmientan nunca la religiosidad de que siempre han dado pruebas.
Aunque no viva en este mundo, yo siempre seré hijo de Valencia. Que vivan tranquilos, que mi protección no les faltará jamás. Decid a mis queridos hermanos que muero bendiciéndoles y dedicándoles mi último suspiro.
Vicente milagrero y con el don de lenguas
860 prodigios o milagros constan en Proceso de su Canonización, como obrados por el Predicador Dominico en vida y después de morir, que comprobaron los Jueces del Proceso. Muchos testigos declararon en el Proceso que, hablando Vicente Ferrer en valenciano, ellos le entendían perfectamente en su lengua nativa, por lo que se consideró que poseía el «don de lenguas».
San Vicente Ferrer, «predicando siempre en su lengua valenciana», era comprendido por castellanos, franceses, vascos, italianos del Piamonte y Lombardía…
Ricardo Aller