En el año 621 asciende al trono, es posible que tuviese parentesco con el rey Sisebuto y de ahí nombramiento. San Isidoro recalca de él sus cualidades tanto militares como morales, entre las que destaca la fidelidad, la prudencia, el buen juicio, el hecho de anteponer el buen gobierno sobre lo demás y el altruismo. Lo alaba de tal forma que llega a decir: “tanto, que mereció no ser llamado solo príncipe de los pueblos, sino también el padre de los pobres”.
En la primera etapa de su reinado, Suintila comandó una importante campaña militar por tierras navarras contra las eternas razias de los vascones. Tras su victoria contribuyó a construir la plaza fuerte de Olite (Oligicus). El círculo militar abierto por Leovigildo quedaría cerrado por Suintila, este mérito consistió en unificar la península con la expulsión de los bizantinos del Imperio Romano de Oriente. La campaña comenzó en el año 623, comenzando en Valencia hasta la consecución final de Cartago Spartaria.
La ofensiva visigoda se aprovechó del esfuerzo que estaba haciendo el emperador Heraclio para vencer al persa Cosrores II. En el año 625 llegó la unificación de España y para conmemorar hecho tan destacable apelamos, de nuevo, a la crónica de San Isidoro: “alcanzó por su feliz éxito la gloria de un triunfo superior a la de los demás reyes, ya que fue el primero que obtuvo el poder monárquico sobre toda la España peninsular, hecho que no se dio en ningún príncipe anterior”.
Entre tanto, los vascones habían vuelto a protagonizar otro de sus frecuentes levantamientos y se internaron en la Tarraconense, saqueando todo a su paso. Suintila convocó a su poderoso ejército, que encabezó el mismo. La llegada del poderoso ejército godo, hizo que los vascones depusieran las armas. Suintila les perdonó la vida a cambio de que rindieran obediencia al rey y al reino godos. Prometieron quedar bajo las disposiciones del reino de Toledo, pagar tributos y contribuir a levantar la ciudad de Oligicus (actual Olite).
El tremendo éxito y popularidad que adquirió Suintila tras lograr la expulsión de los bizantinos, le llevó a realizar un giro en su reinado. Este cambio comenzó en el mismo año 625, cuando asoció al trono a su hijo Ricimero, al mismo tiempo que la propaganda real calificaba a su estirpe de sagrada. En el IV Concilio de Toledo del año 633, algunos obispos le criticaron con dureza por los actos de confiscación de bienes eclesiásticos a los que fueron sometidos. El cambio que dio Suintila no fue bien visto por el seno de la nobleza, ya que estos quedaban apartados de la elección del futuro rey. Podemos pensar que los nobles vieron en la decisión tomada por Suintila, de asociar a su hijo al trono, como un peligro para los aristócratas. De esta manera, los disgustos llegaron hasta la jerarquía de la Iglesia del sur peninsular.
Se llegó incluso a acusar al obispo Marciano de Écija de conspirar contra la vida del rey. Aun con este problema, llegó uno mayor que fue la rebelión en la Septimania, protagonizada por nobles godos en el año 630. La rebelión fue protagonizada por el noble Sisenando que contó con fuertes apoyos. El más importante de estos fue el del rey franco Dagoberto de Neustria, quien vio una estupenda oportunidad de molestar a los visigodos para debilitarlos y además conseguir un importante beneficio económico, ya que su ayuda no sería gratis. La ayuda que consiguieron llegó a contar, incluso, con el propio hermano de Suintila: Geila. Cuando los invasores alcanzaron Zaragoza, el ejército de Suintila se entregó sin combatir, el rey fue abandonado por sus propias tropas. En el año 631, Sisenando fue proclamado rey. Como medida de gracia por la rendición, a Suintila y sus soldados les fue perdonada la vida y el mantenimiento de algunas de sus propiedades.
José Carlos Sacristán
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