Ana de Ayala, exploradora del Amazonas

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   Francisco de Orellana, había regresado de su primera expedición, hallándose en Sevilla por allá 1544. Una primera expedición en compañía de Pizarro que la había llevado a cruzar los Andes, seguir el curso de los ríos Coca y Napo con el bergantín construido para tal fin, el san Pedro. Llegaron a la confluencia con el Aguarico y el Curaray, exhaustos y carentes de víveres, En aquel momento, 22 de febrero de 1542, perdidos 140 españoles y 3000 indios de toda la expedición, se decidió que Orellana fuese en busca de alimentos rio abajo. Sin embargo, no pudiendo remontar el río, quedo a la espera de Pizarro, el cual había regresado a Quito por otra ruta más al norte, con solo 80 hombres.


   Orellana desistió de esperar a Pizarro, construyó un nuevo bergantín, el Victoria, y prosiguió con su navegación por el río Napo, el Trinidad, el Negro y el Amazonas, llegando a su desembocadura el 26 de agosto de 1542. Desde allí, costeando la Nueva Cádiz, llegó finalmente a Cubagua el septiembre de 1542. Fue en aquellas fechas en las cuales regresó a España para lograr la ayuda que no había recibido de la Corona. Se dirigió a Valladolid, donde Carlos I, tras nueve meses de negaciones se aviene a nombrarle gobernador de las tierras descubiertas bautizadas como Nueva Andalucía. Le concede Capitulaciones para explorar y evangelizar esas tierras con 200 soldados, 100 caballos y la instrucción y material para construir dos barcos con los cuales navegar por el río descubierto.


   De ahí su estancia en Sevilla, en donde los preparativos se prolongaron por falta de la asistencia financiera de la Corona. Fue el padrastro de Orellana, Cosmo de Chaves, el que financió la expedición. En medio de tales acontecimientos, Orellana conoce a Ana de Ayala, con la cual se casa empero la fuerte oposición de fray Pablo de Torres, el cual, llegó a escribir al Rey dándole cuenta de que el Adelantado no solamente se había casado con mujer que «no aporta ni un ducado de dote», sino que incluso pretendía llevarse consigo en la expedición a dos cuñadas. Las críticas del fraile cayeron en saco roto ante el propio Adelantado como en la Corte. Orellana no solamente se llevó a su esposa, ya que no deseaba «ir amancebado», sino que según fray Pablo, futuro obispo de Panamá, en una carta escrita al Rey el 19 de marzo de 1545 le dice: «[p]lega a Nuestro Señor guarde sus ánimas dellos primeramente, y dé tiempo de penitencia a sus personas, que en grande peligro van de todas partes; y ya encomenzaban a dar entre tres hombres una libra de bizcocho, y no vino ni vianda; y a la popa de la nave mayor, donde va el Adelantado, va llena de mujeres».
   Así pues, el 11 de mayo de 1545, Orellana, escondido en uno de sus barcos, zarpa subrepticiamente de Sanlúcar con cuatro barcos. Uno se perderá antes de llegar a las islas de cabo Verde, otro en el curso de la travesía y un tercero es abandonado al llegar a la desembocadura del Amazonas. Con él marchan hacia Nueva Andalucía unos quinientos hombres y un número impreciso de mujeres, aunque suficiente para llamar la atención del fraile, entre ellas Ana de Ayala. Llegado a la desembocadura del Amazonas debía levantar dos ciudades, en la misma boca del río. Sin embargo, lo que será el suplicio del viaje y la causa de su desastre, es decir, la falta de fondos a enviar por la Corona, lo hizo imposible.

Desembarcaron por las Navidades de 1545, construyeron una nave fluvial y se adentraron unos quinientos kilómetros por el Amazonas. Las muertes por hambre se suceden entre los hombres del Adelantado, por lo cual Orellana construye un bote dispuesto a encontrar comida y el ramal principal del Amazonas. El grupo que había dejado atrás, entre el cual se hallaba Ana de Ayala, también construyó un bote para salir a la búsqueda de Orellana y al no encontrarlo decidieron costear la actual Venezuela para arribar a isla Margarita, en el mar Caribe. Orellana, llegado al campamento abandonado, insiste en su búsqueda del ramal principal, pero, atacados por indígenas, diecisiete expedicionarios mueren bajo las flechas envenenadas, y el mismo Orellana también murió en noviembre de 1546.


                   Así pues, no fueron muchos los supervivientes de esta segunda expedición de Orellana, solamente cuarenta cuatro, entre ellos la esposa del Adelantado, un hombre que nunca llego a obtener la ayuda precisa de la Corona suficiente para culminar su gran aventura. Escrito está; «La mujer de Orellana, con un sentido práctico notable, y como quien pudo observar de cerca las cosas, daba a entender a nuestro juicio con razón, que la empresa de su marido fracasó a causa de no haber recibido de la Corona los socorros que necesitaba y que habrían podido salvarla». En isla Margarita también había llegado el capitán Juan de Peñalosa, el cual en una llamada Relación de Méritos y Servicios, se explaya el 4 de mayo de 1572, con Ana de Ayala todavía viva; «A quince días del mes de marzo de mil quinientos y setenta y dos con el dicho contador Juan de Peñalosa para la dicha información presentó por testigo a doña Ana de Ayala, viuda mujer que fue del Adelantado Orellana estante en esta ciudad […] y que por cuanto su majestad no dio al dicho adelantado ningún socorro ni ayuda de costa no pudo el dicho capitán Peñalosa dexar de socorrer al Adelantado como todos los demás capitanes y gente principal que le socorría».

                  Es decir, de aquellos casi quinientos hombres solamente sobrevivieron los dichos cuarenta y cuatro, que desde isla Margarita, rescatados por un barco español, se distribuyeron a voluntad por Centroamérica, Chile y Perú. Ana de Ayala se radicó en Panamá en donde contrajo matrimonio con el capitán que fue de la expedición Juan de Peñalosa, si bien otras fuentes la sitúan en Venezuela, donde falleció, sin poder precisar fecha.


                  Ahora bien, todo ello tiene escasa trascendencia, y sí es apropiado mencionar que idéntica fama como la que cuenta Orellana merece su mujer que fue capaz de seguir a su marido hasta lo que se podría calificar sin mucha exageración como la «mismísima boca del infierno». El nombre de tan extraordinaria mujer, Ana de Ayala, debería quedar en nuestra memoria como uno de los más importantes entre los de aquellas singulares mujeres que pasaron al Nuevo Mundo.

Francisco Gilet.

Bibliografía

J. F. Maura, “La mujer en los primeros textos de la exploración y conquista: de las Amazonas a Ana de Ayala”.

Españolas de Ultramar, Valencia, Universitad, 2005.

Archivo General de Indias (Sevilla), Indiferente General,

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