Está amaneciendo en España. Las primeras luces provenientes del levante, del Oriente Próximo, comienzan a acariciar las paredes del campanario de la iglesia de Santa María tomando este color amarillo que realza el marés menorquín. La Catedral de Menorca, la que tiene el privilegio de ser la primera acariciada por el sol de la mañana, de las innumerables levantadas en España e Hispanoamérica, es testimonio de la fe de un pueblo que anclado en la encrucijada occidental del Mediterráneo fue codiciado por tantos.
El 18 de octubre de 1286, en unas Cortes celebradas en Huesca, el rey de Aragón Alfonso III dirigió un llamamiento a la nobleza y a las instituciones de sus estados proponiéndoles la conquista de la isla de Menorca.
El 17 de enero de 1287 las huestes del rey Alfonso ocuparon la orilla norte del puerto de Mahón y presentaron batalla a los musulmanes siguiéndoles en su retirada hacia parajes del interior de la isla. El 21 del mismo mes tuvo lugar la rendición del almojarife y su corte que se habían refugiado en una amplia fortaleza situada en la cumbre del monte de Santa Águeda (Sen Agaiz). Este hecho, su incorporación al reino de Aragón, cambia el curso de la historia menorquina quedando así insertada en el marco de la civilización cristiana occidental.
Una tradición local recogida en el siglo XV por el cronista Carbonell asegura que el rey Alfonso en agradecimiento a la divina Providencia ordena que se celebre una misa cantada de acción de gracias en Ciudadela, el día 2 de febrero de 1287, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, día de la Candelaria. Ante la falta de tiempo material para construir una iglesia, la capitulación se produjo el 21 de enero, se consagró la mezquita de la medina transformándose en lugar de culto cristiano, construyéndose después en ese emplazamiento la iglesia mayor de la ciudad la cual, cinco siglos después, sería elevada a la categoría de catedral. En algunas ciudades, después de la Reconquista, las mezquitas fueron convertidas en templos mediante litúrgica reparación. Sobre esta mezquita, donación real al clero de la isla, se edifica la actual catedral de Menorca a lo largo del siglo XIV.
Nos puede sorprender que el lugar elegido fuera Ciudadela y no Mahón, pero ha sido intención siempre de la Iglesia el que sus superiores residieran en los lugares más importantes a fin de poder regir con mayor facilidad a la grey que se les encomendaba y también poder coincidir en esta labor con las autoridades civiles. Ciudadela tenía gran importancia por aquel entonces y no es de extrañar que los monarcas aragoneses al tratar de establecer y nombrar las autoridades eclesiásticas que debían dirigir a los feligreses y cristianos de esta isla dieran la primacía a este pueblo en razón de ser el principal de Menorca.
Esta mezquita convertida en iglesia subsistió durante muchos años puesto que las obras de la nueva iglesia ojival no concluyeron hasta finales del siglo XIV. En el documento llamado Pariaje (Pariatge) del año 1301 se hace expresa mención de que la iglesia mayor de Ciudadela había sido antes mezquita, pero su estructura, evidentemente, desapareció con la edificación del templo nuevo, quedando sólo la forma cuadrada del antiguo minarete o alminar que se transformó en campanario y posiblemente también la capilla de las Almas de planta octogonal que se corresponde con el tipo de planta que solían adoptar los musulmanes en su pequeño adoratorio o mihrab que había en las mezquitas.
La catedral así construida a lo largo del siglo XIV queda situada en medio del recinto histórico de la ciudad y es sin duda su monumento más emblemático.
El estilo de la iglesia actual es netamente el usado en una iglesia católica del siglo XIV, ojival de estilo gótico, puro, gallardo y severo. Se construye con marés de la isla, de gran calidad, y mortero. Las hiladas se hacen con piezas de la misma altura y diferente longitud colocándose en junta discontinua.
La iglesia de Santa María de Ciudadela es muy amplia como consecuencia de sus grandes dimensiones: 44 metros de largo, 14 metros y medio de ancho y 22 metros de alto. Dispone de una amplia nave única de seis tramos con capillas laterales. Está cubierta por bóvedas de arista simple que descargan en contrafuertes macizos. La puerta principal está flanqueada por dos pequeñas capillas de la misma altura que las de la nave, ésta cierra en la cabecera con un ábside pentagonal, con capillas en el primer tramo de cada lado.
Recibe abundante luz a través de los vitrales abiertos en la nave así como del gran rosetón sobre la Puerta Mayor. Los primeros ventanales comenzaron a abrirse a finales del siglo XIX y los últimos en la restauración llevada a cabo desde 1986 a 2007.
A raíz del asalto, destrucción y cautiverio de 800 vecinos de la ciudad de Mahón, el 1 de septiembre de 1535, por el poderoso pirata Jeireddín Barbarroja (Hızır bin Yakup), se construyó, por orden de Carlos I en 1554, en la bocana del puerto de Mahón el castillo de San Felipe con el fin de evitar se volviesen a repetir nuevas incursiones, pero con esto no se consiguió preservar a toda la isla. En efecto, el 30 de junio de 1558 se presentaba en el mar ante Ciudadela una escuadra otomana de 150 naves de la cual desembarcaron unos quince mil turcos bien provistos de piezas de artillería. Estas nutridas fuerzas de inmediato sitiaron a la población castigándola con intenso fuego artillero consiguiendo a pesar de una tenaz y esforzada resistencia, asaltarla y saquearla el día 9 de julio. Unos cuatro mil fueron los cautivos conducidos a los mercados de esclavos del imperio turco.
El historiador Francesc Barceló, en su historia de Menorca cita que al entrar en la ciudad los turcos dirigieron su furia contra la iglesia parroquial, intentando destruirla antes de partir y para conseguirlo hicieron acopio de gran cantidad de leña y todo el material incendiario que les proporcionaba el mobiliario litúrgico: imágenes, cuadros, retablos, se amontonaron también los de otras iglesias y conventos de Ciudadela. Después agolparon junto a todo ello muchos barriles de pólvora y les prendieron fuego. El incendio así provocado causó muchísimos daños quedando el templo en un deplorable estado. Quedaron maltrechas las paredes, así como también la mayoría de las quince capillas de las que debía constar pero, a pesar de que el incendio duró muchos días, se conservó entera aunque tiznada y calcinadas sus bóvedas.
La invasión y el saqueo de Ciudadela causaron enorme impresión. Desde entonces se hacía referencia a estos acontecimientos con el apelativo de «el año de la desgracia», que aparece en muchos documentos.
Se suponen numerosas las dificultades para poner inicio a las obras de reconstrucción debido no sólo a los daños materiales sino también a la falta de mano de obra por los cautivos que hicieron los turcos. En el año 1574 comienzan los trabajos de reparación de las paredes, portales, puertas, campanas, tapiado de agujeros y ventanales que se cubrieron con telas enceradas con el fin de que los pájaros no anidaran en ella. Para disimular las huellas del incendio se encalan las paredes. Se trabaja también en la reparación y renovación de las capillas que quedaron dañadas, trabajos que se prolongaron hasta principios del siglo XVII. A lo largo del siglo XVI, después del Concilio de Trento, se inician las obras de ampliación que representaron cambios importantes para la iglesia mayor de Ciudadela. La primera ampliación fue la construcción de la capilla de la Comunión en el fondo del ábside y las sacristías nuevas en los dos laterales.
La existencia del cargo de organista con anterioridad a 1558 es una prueba del interés por un adecuado servicio musical por parte de los responsables de la iglesia de Santa María. Se contrató a Mº Antoni Ferregut natural de Porreras (Mallorca) como responsable del órgano pero tuvo la desdicha, en los hechos del «año de la desgracia», de ser contado entre los cautivos conducidos como esclavos a Turquía.
Se desconoce el emplazamiento que tenía el órgano en la iglesia, se supone que era a ras de suelo pues no se ha descubierto lugar elevado donde se hubiera podido ubicar.
Se procede por suscripción popular a la instalación de un nuevo órgano que se lleva a cabo entre los años 1601 y 1603 en la capilla de san Sebastián ( capilla que hoy da paso a la de la Purísima) elevándose una tribuna a mitad del arco.
Las consecuencias del incendio provocado por los turcos en el interior de la iglesia no podían por menos que hacerse sentir durante el transcurso de los años. La estructura de la iglesia había quedado afectada mucho más de lo que aparentaba a pesar de las obras de rehabilitación que se estaban realizando. El peso de la bóveda fue desplazando lentamente los muros laterales que la sostenían y el 18 de mayo de 1626 se desplomó. Las obras de reconstrucción se iniciaron el mismo año prolongándose hasta 1634.
Los arcos se rehacen respetando el estilo original y técnica de construcción pero sin embargo podemos reconocerlos ya que a diferencia de los capiteles de las columnas originales, (mitad posterior de la nave), los nuevos no se adornan con bellas hojas esculpidas, sino con sencillas molduras.
Con el fin de contrarrestar las tensiones producidas por los arcos en los pilares se procede a reformar la estructura de los contrafuertes y arbotantes modificándose el aspecto exterior de la catedral perdiéndose, al reforzar las paredes, la liviandad y luminosidad que los ventanales de la parte inferior posibilitaban.
La situación especial de la isla de Menorca, y las dificultades que tuvieron que vencer siempre los obispos de Mallorca para atender debidamente a las necesidades pastorales de los fieles, juntamente con otras razones han sido motivos para que en diferentes ocasiones se intentara restablecer la antigua sede menorquina y por consiguiente erigir catedral en la isla. Debemos recordar que ya en el siglo V era gobernada por el obispo Severo y que a éste le sucedieron los prelados Macario y Garvino. Con la ocupación musulmana desaparecieron los vestigios cristianos de la isla.
No son desconocidos los propósitos del rey D. Alfonso V de erigir obispado en Menorca petición hecha al Papa Martín V en 1418, solicitud que se reitera los años 1570 y 1684.
Durante el siglo XVIII se produjeron en Menorca cinco cambios de dominio político, lo cual ocasionó una notable inestabilidad en el desarrollo de la vida social y causó graves daños a las instituciones religiosas.
La guerra de Sucesión española trajo una verdadera guerra civil a la isla. Al principio se reconoció como rey a Felipe V, pero después al declararse Mallorca a favor del archiduque de Austria se alzaron en Menorca sus partidarios y organizaron un ejército de unos mil quinientos hombres. El pulso fue ganado por los partidarios de Felipe V que con la rendición de Ciudadela el 13 de enero de 1707 dominaron toda la isla.
Duró muy poco en Menorca la victoria de los partidarios del rey Borbón pues en septiembre de 1708 una escuadra angloholandesa se apodera de la isla para restituirla al Archiduque de Austria, sin embargo ya en 1712 los británicos sustituyen la bandera del Archiduque por la inglesa declarando abiertamente sus intenciones.
Por el tratado de Utrecht de 14 de abril de 1713, España se vio precisada a ceder a Inglaterra el peñón de Gibraltar y la isla de Menorca.
El día de Pascua de Resurrección de 1756 desembarcan en las costas menorquinas los efectivos de una gran expedición francesa dirigida por el duque de Richelieu. La ocupación francesa dura hasta la firma de la paz de París de 1763 en la que Francia devolvió a Inglaterra el dominio de la isla.
El 19 de agosto de 1781 llegó a las costas de Menorca una escuadra franco-española, compuesta por cincuenta y dos naves, bajo el mando del duque de Crillon. El 6 de enero (Epifanía del Señor) se inicia, con una potente preparación artillera, el asedio del castillo de San Felipe que se rinde el 4 de febrero, refrendando la acción bélica el tratado de Versalles de 1783. El rey Carlos III instituyó, a raíz de la satisfacción que le produjo este hecho, la fiesta de la Pascua Militar que debía celebrarse el 6 de enero en todas las guarniciones del imperio.
La alianza de España con la primera república francesa condujo a la ruptura con Inglaterra, a consecuencia de lo cual Menorca fue ocupada por las fuerzas británicas, que desembarcaron el 7 de noviembre de 1798. El 25 de marzo de 1802 por el tratado de Amiens es restituida definitivamente de nuevo a España.
Durante todo este tiempo, tan revuelto, se sigue trabajando en las obras de rehabilitación de la iglesia de Santa María y se constata la necesidad de la creación de la diócesis de Menorca al haberse quedado tanto tiempo aislada del obispo de Mallorca.
El 30 de julio de 1794 el rey Carlos IV pide oficialmente a la Santa Sede la creación de la nueva diócesis de Menorca a lo que accedió S.S. Pio VI el 23 de julio de 1795 como diócesis independiente y subordinada a la Archidiócesis de Valencia. La bula hace advertencia de que la iglesia catedral y sus obispos deberán llamarse de Menorca y no de Ciudadela. Mahón y Ciudadela se disputaban ser la sede menorquina, razones históricas y políticas inclinaron la balanza a favor de Ciudadela que ya lo había sido en los primeros siglos del cristianismo a pesar de que los ingleses habían trasladado todo el peso de su administración a la ciudad de Mahón.
A partir de 1795, momento en que la iglesia de Santa María fue elevada a la categoría de catedral de la restituida diócesis, se emprendieron nuevas reformas para adecuarla a su nueva función. Pedro Antonio Juano, segundo obispo de la diócesis restaurada mandó construir en 1810 la monumental portada neoclásica de orden corintio que ocultaba el bello portal gótico original.
El 27 de julio de 1936, nueve días después del levantamiento que significó el inicio de la guerra civil y habiendo quedado la isla de Menorca en manos del Frente Popular que había ordenado la clausura de las iglesia, se produjeron actos vandálicos quedando destrozada la catedral y quemadas las imágenes y objetos sagrados y las campanas lo fueron el siguiente mes de octubre.
El 1 de abril de 1939, fecha en que terminó la guerra, hacía su entrada oficial en la diócesis el nuevo obispo de Menorca, Bartomeu Pascual. La pastoral Surgamus et edificemus, hecha pública después, explica las directrices que regirán las obras de reconstrucción y reforma de la catedral destruida.
El obispo ordenó trasladar el coro que se encontraba en medio de la nave al fondo del presbiterio. Mandó eliminar de las capillas de la Purísima y la del campanario las tribunas: la primera para el monumental órgano del siglo XVIII (destruido) y la otra para los cantores. Se desmontó un portal lateral situado en el fondo de un vestíbulo cubierto por una bóveda de crucería y se adelantó hacia la plaza para poder disponer de una cancela en el interior, sin afectar a la nave. También se abrieron las dos capillas absidales, tapiadas desde hacía más de un siglo, convirtiéndose en tribunas, una de las cuales sirvió para colocar un pequeño órgano y la otra para albergar al coro.
Al no quedar rastro del monumental retablo gótico levantado por el obispo Comes, el obispo Pascual, siguiendo un programa guiado por el simbolismo, la liturgia y la doctrina, distribuyó el presbiterio según el criterio de las antiguas basílicas romanas. Es decir, el presbiterio presidido por el obispo, con el clero rodeando el ábside, un retablo para mostrar las imágenes de la Titular: la Madre de Dios (La Candelaria, según la tradición popular, la Virgen en la Presentación del Niño Jesús en el Templo) y a los lados san Esteban, cuyas reliquias llegaron a la antigua diócesis menorquina en el siglo V en tiempos de Severo (el primer obispo del que tiene memoria la historia de la iglesia menorquina) y san Juan Bautista, igualmente ligado a la historia local a través de seculares fiestas populares.
La catedral se abrió solemnemente al culto en la Semana Santa de 1941 continuándose la restauración hasta 1953, año en que se dio por concluida. La primera iglesia de Menorca asumía el papel por el que el obispo Pascual había trabajado durante dos décadas recibiendo por su condición de catedral menorquina la honorable distinción de «Basílica Menor».
Pasados treinta años la fábrica de la catedral mostraba un deterioro que exigió obras de gran envergadura. La inclusión de la catedral en el Plan Nacional de Catedrales permitió reemprender su restauración. A partir de 1986 se emprenden los trabajos en tejados, contrafuertes, pináculos y paramentos.
En la parte superior de la puerta sur, gótica del siglo XVI, se instaló el nuevo órgano, construido por Gabriel Blancafort, el mes de julio de 1993 inaugurándose el 17 de agosto del mismo año en presencia de SSMM los Reyes de España D. Juan Carlos y Dª Sofía. Podemos distinguir el órgano mayor y la cadereta que sobresale de la tribuna, detrás de la cual está situada la consola.
En el 2000 se procede a la restauración de las tres primeras capillas del lado norte con la recuperación de los vitrales cegados. En el 2002 se lleva a cabo la restauración de la nave dejándose a la vista parte de la torre de las campanas. En el 2005 se inician los trabajos en el ábside con la apertura de cinco nuevas vidrieras, se desmonta el baldaquino ya muy deteriorado y se restaura la sillería del coro.
Accediendo a la catedral por el Portal Mayor cruzaremos la portada neoclásica de orden corintio y el portal gótico original. Una vez en el interior nos encontramos con una única nave, un amplio espacio en el que nos atrae la luminosidad del ábside con sus vitrales y la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria (con el Niño en un brazo y una canasta con dos tórtolas en el otro) y la belleza de sus arcos que elevan nuestra mirada hacia el cielo. Podremos contemplar en la clave de la bóveda una imagen de la Virgen con el niño Jesús en sus brazos y dos candelas a cada costado. A la derecha tenemos las capillas del Bautismo, de la Trinidad, de la Asunción y san Joaquín, la de la Puerta de la Luz, la de san Pedro, san José, y san Gabriel. A nuestra izquierda encontramos la de la Penitencia, san Jorge, san Marcos y santa Escolástica, san Martín, La Purísima y Santísimo Sacramento, del campanario, de las Almas y la de san Gabriel. Detrás del presbiterio se encuentran la Sala Capitular, la antigua capilla de la Comunión (actual sacristía) y la sacristía vieja.
Los destrozos sufridos por la iglesia debidos al asalto de los turcos que provocaron un gran incendio, el derrumbe posterior de la bóveda y las acciones llevadas a cabo por las hordas del Frente Popular para destruirla no han permitido que las capillas mantuvieran los altares, retablos, tallas y pinturas por lo que han sido renovados con el paso del tiempo.
Situados en la fachada sur contemplamos el reloj de la iglesia sobre un ático construido en 1782 entre los dos contrafuertes que la limitan. Accedemos subiendo los seis peldaños de la Puerta de la Luz. En el tímpano de la puerta, de estilo gótico, está esculpida la Presentación de Jesús en el Templo obra del escultor, natural de Ciudadela, Jaume Bagur Arnau. En la parte superior en una orla figuran en latín las palabras que pronunció Simeón: «Viderumt oculi mei salutare tuum / lumen ad revelationem gentium»; «Mis ojos han visto tu salvación / luz para alumbrar a los gentiles» (Lc 2, 30-32). A un lado del relieve se representa la menorá (candelabro de siete brazos) que se extingue y humea y en el otro el cirio pascual encendido, mostrando así que Cristo es la nueva Luz para todos los pueblos.
Una vez en la nave contemplamos a nuestra derecha el Presbiterio y a nuestra izquierda el Portal Mayor, sobre éste un gran rosetón por la que penetra la luz de las puestas de sol. Cruzamos toda la nave, de sur a norte y accedemos a la capilla de la Purísima.
La construcción de la capilla fue encargada por el obispo Pedro Antonio Juano a principios del siglo XIX. Es de estilo neoclásico, de planta circular de 7 metros de diámetro y está cubierta por una cúpula de media naranja. La cúpula queda partida por la prolongación de las cuatro pilastras que pierden dimensión en fuga hacia la clave y reposa sobre un tambor de ocho ventanas. El recinto se cierra mediante cuatro rodales con pilastras adosadas de orden toscano que delimitan cuatro grandes áreas de las mismas dimensiones. El frontal tiene más profundidad y lo cierra una capilla con una absidiola de planta semicircular, presidida por una talla de la Purísima del escultor mallorquín Tomás Vila Mayol, a su derecha se abre la capilla del Santísimo.
La capilla del Santísimo se comienza a edificar en 1889, según proyecto del obispo Mercader, académico de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Es de estilo neoclásico, de planta ovalada, con cuatro columnas adosadas de fuste estriado y capitel toscano que sostiene un entablamento clásico según el orden dórico que, a la vez, soporta un segundo cuerpo en forma de tambor sobre el que se erige una cúpula oval con ojos de buey que iluminan la capilla.
Contiene un retablo antiguo procedente de Mallorca, adaptado y restaurado por Jaume Bagur Arnau que se bendijo e inauguró el 27 de septiembre de 1942. Proviene de la antigua iglesia del convento de los dominicos de Manacor. Sobre la base de mármol, decorada con relieves de plata repujada, se erige el retablo de madera dorada, de estilo renacentista, con un único cuerpo. De la cornisa emerge el frontón griego, muy proporcionado, con figuras de los dos ángeles sentados en los vértices laterales, corona el conjunto un anagrama de Cristo sobre fondo radiante. La hornacina, delimitada por un proporcionado arco de medio punto, acoge una imagen del Corazón de Jesús. Rodeando el altar están los cuatro ángeles de Jaume Bagur provenientes del baldaquino que hubo en el altar mayor. El templete decimonónico es muy bello y actualmente contiene el sagrario, utilizado originariamente como ostensorio para la procesión del Corpus.
Regresamos sobre nuestros pasos y contemplamos, al otro lado de la nave, sobre la Puerta de la Luz, el órgano y la esfera del reloj que funciona a la par con el que hemos contemplado en el exterior. La esfera queda enmarcada con la palabra Vigilate por su parte inferior y por un gallo en la superior que hacen alusión a las palabras de Cristo en el Evangelio según san Marcos: «Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer» (Mc 13, 35).
La luz de poniente, que pasa del naranja al morado pasando por el rojo, penetra en la catedral por su rosetón, es la hora de Vísperas…
Jaume Oliver
Bibliografía:
Historia de las diócesis españolas: Menorca. Don Guillermo Pons Pons, pbro.
La Seu de Menorca, aproximació històrica. Gabriel Julià i Seguí
Historia de la catedral de Menorca. Don Juan Rosselló Villalonga, pbro.
La Catedral de Menorca. Guía de la visita.
Compendio de Geografía e Historia de la isla de Menorca. F. Hernández Sanz.