Domingo de Soto nació en Segovia a finales de 1494 o principios de 1495 y murió en Salamanca el 15 de noviembre de 1560.
Cursó estudios en la Universidad de Alcalá y en el Colegio de Dominicos en París. Vuelto a España en 1520, fue nombrado catedrático de Metafísica en la Universidad de Alcalá, puesto en el que destacó como intérprete de la filosofía aristotélica.
Habiéndose retirado a Montserrat, en 1525 ingresó en la Orden de los Predicadores y entre 1531y 1532 ejerció como suplente de Francisco de Vitoria, que estaba enfermo, en la Cátedra de Prima de Teología en la Universidad de Salamanca, donde sacó las oposiciones a Cátedra de Vísperas de Teología en 1532, cargo que ocuparía hasta 1549, y con cuyo concurso dio impulso a la conocida como Escuela de Salamanca.
La actividad de estos dos astros de la cultura haría que la Universidad de Salamanca alcanzase sus mayores cotas, señalándose como la primera Universidad del mundo.
Hombre polifacético, trató diversos temas, destacando en esta época por su defensa de los derechos de los más humildes, lo que le llevó a publicar, en español y en latín, su Deliberación en la causa de los pobres.
Estrella en el estudio del Derecho, está considerado, con Francisco de Vitoria, cofundador del derecho internacional moderno, destacando también en campos como la teología, la lógica, la filosofía, o la economía… Y también en la física, donde destaca como uno de los principales precursores de la mecánica moderna, a la que aportó una idea capital: «cuando un grave cae a través de un medio homogéneo desde una altura, se mueve con mayor velocidad al final que al principio […], pero además su velocidad se incrementa de un modo uniformemente disforme». Además señaló que la Tierra es quien mueve los cuerpos en caída libre, incluso sin estar en contacto con ellos.
En sus Quaestiones (1545) sobre los ocho libros de física de Aristóteles señaló que podía obtenerse la distancia recorrida por un cuerpo en caída libre por el teorema que el Merton College de Oxford determinó en el siglo XIV, por el cual se demostraba que un cuerpo en caída libre con velocidad inicial cero y al llegar al suelo lleva una velocidad final de 10, la distancia recorrida será la misma que si va con una velocidad constante igual a la media de esos dos extremos.
También afirmó que un cuerpo en el vacío cae con la misma velocidad en movimiento uniformemente acelerado, independientemente de su resistencia interna.
Sus conocimientos de física son puestos de manifiesto por Galileo, quién lo menciona en su Tractatus de Elementis.
En el terreno de la economía trató sobre la legitimidad de los préstamos y los negocios bancarios, a los que encontraba enfrentados con la doctrina de la Iglesia, defendiendo que si bien es lícita la búsqueda de beneficio, es criticable la práctica de la usura.
En el mismo ámbito de la economía se planteó la necesidad de armonizar la propiedad privada y la propiedad pública, y trató de los diversos ámbitos de la economía, como los contratos, la actividad del intercambio mercantil o la determinación del precio justo, aconsejando al estado la intervención en la determinación de los precios
Siendo conocidas sus cualidades, en 1545 fue enviado como teólogo al Concilio de Trento, donde asistió con otro enviado real, fray Bartolomé de Carranza, y en donde, reconocida su valía, fue designado para redactar las sentencias y los cánones del mismo.
Su fama se extendió aún más con la publicación de sus obras, que fueron reimpresas en Amberes, París, Venecia…siendo que en 1548 fue reclamado como confesor por Carlos I, que estaba en Alemania.
Esta circunstancia hizo que participase como redactor de la Dieta de Augsburgo, celebrada tras la batalla de Mulberg, donde fue proclamado el decreto imperial que regulaba la observancia de la religión y que permitía el matrimonio de los clérigos así como la comunión de los fieles bajo las dos especies. Con estas medidas se accedió a la paz de Passau de 1552, aunque en 1549 el Papa instruyó a los obispos que eludieran las concesiones hechas a los protestantes.
Tomó parte directa en la Controversia de Valladolid celebrada entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda en 1550-1551, y fue asiduo colaborador de la Inquisición en cuestiones doctrinales. En esta labor, que desarrolló de 1550 a 1560, expurgó de herejías todas las librerías y bibliotecas salmantinas e intervino en el proceso del doctor Egidio y en el polémico asunto del arzobispo Carranza, con quién le unía una gran amistad.
En 1552, y hasta que se jubiló en 1556 desarrolló su labor docente en la Cátedra de Prima de Teología en la Universidad salmantina.
Fue, sin lugar a duda, uno de los personajes más significativos del siglo XVI, no sólo en el ámbito español, sino también en el europeo.
Falleció en Salamanca el 15 de noviembre de 1560. Toda la Universidad acudió al entierro y las honras fúnebres las pronunció su discípulo Fray Luis de León. Sus restos descansan en el Convento de San Esteban.
Cesáreo Jarabo