La Historia ha adjudicado a Felipe de Habsburgo o de Austria, el rey Felipe III de España, II de Portugal y II de Nápoles, el calificativo de primero de los “Austrias menores”, sin duda, un calificativo injusto, pues no sólo consiguió conservar el inmenso patrimonio heredado de su padre Felipe II, el Prudente, sino que incluso lo amplió notablemente, a la par que se mantuvo invicto durante su reinado, proporcionando un envidiable periodo de paz a sus reinos.
Se le acusa de gobernar por medio de validos, algo nada infrecuente en la época y de vivir entregado a su gran afición, la caza, pero lo cierto es que en el imperio regido por el hijo de Felipe II y su sobrina Ana de Austria, siguió sin ponerse el sol durante los 23 años que duró su reinado (desde 1598, hasta 1621), falleciendo a la temprana edad de 42 años).
La principal característica de su reinado es lo pacífico que fue, desde luego, comparándolo con los de su predecesores, con notables hitos en la política exterior, hasta el punto de que se ha llegado a calificar este periodo como “Pax Hispánica”.
El primero de esos hitos fue la firma, en 1604, con el rey inglés Jacobo I, del Tratado de Londres, que ponía fin a la Guerra de los Veinte Años que enfrentó a España e Inglaterra, y en la que se dieron episodios como la piratería inglesa, protagonizada entre otros por Drake y Hawkins ― que terminaron pagando con la vida sus actos ―-; la Gran Armada española o la Contra armada inglesa. El Tratado fue claramente beneficioso para España, al terminar con la piratería, el fin del apoyo inglés a los insurgentes holandeses y la declaración de la libre circulación en el Canal de la Mancha, que permitió a la Monarquía Hispánica someter a los rebeldes de las Provincias Unidas.
Precisamente el avispero de Flandes era uno de los quebraderos de cabeza de la Monarquía Hispánica. Felipe III decide otorgar a esos territorios, para su mejor control, una monarquía independiente, en las personas de Alberto de Habsburgo, su primo, y de su hermana Clara Eugenia. Durante el reinado de Alberto se firma el Tratado de Amberes y la consiguiente Tregua de los Doce Años, que supuso un breve remanso de paz en tan complicado escenario, y un alivio para las arcas españolas.
Francia, por un tiempo, deja a un lado su enemistad con España, envuelta como está en sus guerras de religión, tras el asesinato, en 1610, del primer Borbón, Enrique IV. Es más, incluso el país vecino llegara a pedir ayuda a Felipe III en sus enfrentamientos civiles.
En cuanto a Italia, donde España ha conseguido afianzar sus posesiones frente a los franceses, en el Milanesado y Nápoles y Sicilia, ve aumentar sus posesiones: en Milán con la incorporación de Pinale y Piombino, y con la construcción del Fuerte del Conde de Fuentes en la Valtelina, que asegura el Camino Español, a través del reino de Saboya y del Franco Condado. De esta forma, se logra tener las fronteras francesas vigiladas por el sur y el norte, al tiempo que se facilita el traslado de tropas españolas desde Italia a Flandes.
En África, también se consiguen avances. En 1610, el sultán Mohammed esh-Sheikh el-Mamún, pierde el trono frente a Mawlay Zidan Abu Maali. El sultán depuesto entrega Larache a Felipe III a cambio de su apoyo para recuperar el trono. Además, en 1614, se incorpora La Mámora, nombre español de la Mehdía marroquí. Ambas ciudades permanecerán bajo soberanía española hasta 1680.
En 1618, casi al final de su reinado, España participa, junto con el Imperio y la Liga Católica alemana, de la victoria de la Montaña Blanca, frente a los rebeldes protestantes bohemios, en lo que marcará el inicio de la Guerra de los Treinta Años.
En 1609, se consigue la definitiva unidad religiosa, dentro de la Península Ibérica, con la expulsión de los moriscos, que a menudo actuaban como quinta columna de las frecuentes incursiones berberiscas desde el norte de África, por todo el Levante español. Y ello con un relativamente bajo coste social y económico.
Felipe III de España, al igual que su padre, reina también en Portugal, por lo que la reunificación de ambos reinos permite que la Monarquía Hispánica gobierne sobre toda América del sur. Si bien, tras su muerte, ambos reinos se vuelven a separar (1668), con lo que España perderá el control de Brasil durante el reinado de Felipe IV, sin embargo, ya en tiempos de Carlos III, se consigue el inmenso territorio de la Luisiana. También se logran importantes avances al norte de Florida, descubierta en 1513 por Juan Ponce de León y desde entonces territorio español.
Asimismo, la doble corona hispano portuguesa permite a Felipe III el dominio prácticamente absoluto de las rutas comerciales por el océano Pacífico y el Índico.
Por si fuera poco, durante su reinado tiene lugar la eclosión del primero de los Siglos de Oro de las artes españolas, destacando nombres señalados de la Literatura universal como Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo o Góngora; artistas como El Greco, Francisco Pacheco, Francisco de Herrera el Viejo, Velázquez, Pantoja de la Cruz o Martínez Montañés; el filósofo y jurista Francisco de Suárez, o el gran compositor Tomás Luis de Victoria.
Finalmente, consiguió engendrar con su esposa, su prima segunda Margarita de Austria, nada menos que 8 hijos, de los cuales le heredaría un imperio en calma el tercero de ellos, que pasaría a la Historia como Felipe IV.
Jesús Caraballo